Fuente gráfico: ciaramc.org |
Otra evidencia de la falsedad de la acusación del ataque con armas químicas del gobierno sirio contra la población civil, es la publicación de un video de fuentes anónimas, presentado en YouTube el 20 de agosto pasado, ilustrando “el ataque” el día antes de que éste tuviera supuestamente lugar[1].
En realidad, la decisión de derrocar al presidente de Siria Bashar al-Assad fue tomada hace siete años por Washington, y prueba de ello es que ya en 2005, la ex secretaria de Estado Condoleezza Rice advirtió sobre los “próximos cambios en el Medio Oriente de acuerdo a los intereses de seguridad nacional de Norteamérica” y que en el informe de la embajada norteamericana en Damasco, divulgado por WikiLeaks en 2006, se dieran consejos a Washington sobre los puntos vulnerables del gobierno sirio y las acciones a ejecutar para terminar con su régimen. De igual modo y para redundar en su veracidad, no hay más que recordar las declaraciones del que fuera comandante militar de la OTAN durante las operaciones de bombardeo contra Serbia, el General Clark, el 2 de Marzo del 2007, en las que contaba cómo se tomaron las decisiones en el Departamento de Defensa de los EEUU, cuando un amigo de éste le hizo llegar esta información con las siguiente palabras: “Vamos a invadir a siete países en cinco años, comenzando por Iraq, Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán y acabando con Irán”[2].
Por estas razones, está claro que el pretendido ataque con armas químicas a la población civil, no tiene nada que ver con la pretendida agresión norteamericana. Es más, prueba del interés de los EE.UU. en atacar a Siria, con independencia del uso de armas químicas contra la población civil, es que para acelerar el ataque el secretario de Estado, John Kerry llamó al secretario de las Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, para que pare la investigación en Ghuta del prestigioso especialista sueco Ake Sellstom y su equipo de la Organización para la Prevención de Armas Químicas, pretextando que ya era demasiado tarde para obtener pruebas de su uso por el gobierno de Bashar al-Assad. En contra de lo esperado, Ban Ki-Moon no ha seguido las “sugerencias” de Kerry y ha decidido concluir la investigación sobre el uso de gas sarín, además su portavoz, Farhan Haq desmintió a John Kerry indicando que: ”el gas sarín puede ser detectado meses después de su uso”.
El origen de los presentes acontecimientos, se encuentra en la reelaboración doctrinal del rol de los EEUU a nivel mundial, acaecida tras la caída de la Unión Soviética. Desde principios de la década de 1990, Estados Unidos comenzó a elaborar una nueva doctrina geopolítica, muy distinta a la que se desarrolló después de la segunda Guerra Mundial. Tras la “perestroika” el retroceso territorial de las distintas repúblicas no rusas de la desaparecida URSS, hizo que la renacida Rusia perdiera influencia en el Cercano Oriente, tras la aparición de Kazajstán como Estado-tapón, reduciendo la capacidad de Moscú para proyectar su fuerza en el Mar Caspio, reservorio de importantes fuentes estratégicas de petróleo y gas natural.
En 1997, Zbigniew Brzezinski, judío de origen polaco ex-asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca bajo la presidencia de Jimmy Carter, actual asesor de Obama e importante miembro de la Comisión Trilateral, el CFR y pieza clave de los Rockefeller y de la estrategia de EE.UU, publicó su libro “El gran tablero mundial. La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos”[3]. En este libro, Brzezinski construye su teoría sobre la geopolítica mundial, proyectándola a continuación sobre las grandes zonas que, siguiendo la metáfora ajedrecista, delimitan “el gran tablero del juego mundial”, en las que se pretende la hegemonía de Estados Unidos frente a la rivalidad de las potencias emergentes u opositoras. Para lograr el mantenimiento de esta hegemonía, se debía partir de cuatro presupuestos básicos:
1º) Estados Unidos es la única superpotencia militar, económica, tecnológica y cultural con proyección global. Por tanto, es el único país capaz de actuar como “gendarme” mundial, con el máximo interés focalizado en la región euroasiática siguiendo la “Teoría del Heartland”[4];
2º) Las relaciones internacionales deben conformar un sistema unipolar de poder, con los Estados Unidos como potencia dominante, aunque no única. El dominio norteamericano del sistema internacional unipolar, carece de alternativa, su cuestionamiento conduciría a la anarquía global;
3º) EE.UU. debe marcarse como objetivo primordial, la creación de un núcleo político de responsabilidad compartida encargado de la gestión del planeta, con un sistema de seguridad para controlar las relaciones con toda Eurasia. Una OTAN ampliada y vinculada con Rusia en materia de cooperación, mediante un diálogo entre Estados Unidos, la OSCE, China y Japón. Todo ello enmarcado en una “comisión permanente” que incluiría a Europa, China, Japón, una Rusia debilitada por sus divisiones nacionales internas, India y otros países importantes en razón de su potencial económico o militar. De esta manera, haciendo participar a las potencias subordinadas en el sistema, se traslada el coste del mantenimiento de la hegemonía norteamericana a las potencias subalternas, aliviando así la carga financiera de Estados Unidos que continuaría ostentando el control del sistema internacional;
4º) Estados Unidos debe establecer en la opinión pública, la certeza de que este marco geopolítico internacional no tiene alternativa posible y resulta inevitable, si se pretende evitar la anarquía global. La aceptación pública del modelo, es decir el sometimiento a los intereses del imperio estadounidense, es su punto más débil ante el generalizado rechazo que producen los Estados Unidos a nivel mundial.
Estos pilares de la hegemonía norteamericana, dan forma a las preocupaciones estratégicas de Washington, que se proyectan geográficamente en la región que abarca desde el Mediterráneo al Índico, clave del dominio de la gran isla continental formada por Eurasia y que comprende, de oeste a este, Israel-Palestina, Siria-Líbano, Jordania, Irak, Irán y Afganistán-Pakistán. Los llamados “Balcanes Euroasiáticos”. Un contínuum geográfico de 3.850.000 kilómetros cuadrados y con una población de 325 millones de habitantes, con 25 millones de cristianos y otros tantos judíos, menos de un 2%, y 300 millones de musulmanes, divididos en 200 millones de suníes y 100 millones de chiíes, más sectas emparentadas; un territorio dividido racialmente en unos 65 millones de árabes frente a 260 millones de asiáticos islamizados; con lenguas muy diversas en su extensión, entre los no árabes la lengua predominante es el urdu (Pakistán), con 100 millones; seguida por el farsi (Irán) con 70 millones; el pashtu, con 20 millones (Afganistán y Pakistán); el kurdo, con unos 10 millones en Irak, Siria e Irán; y otros 6 millones, el hebreo.
La idea de que la hegemonía mundial se debate en esta región, ya formulada en 1978 por Brzezinski y recogida en el mencionado libro como teoría del “Arco de Crisis”, ha sido seguida por Rumsfeld, Condooleza Rice y ahora por el actual Secretario de Defensa Chuck Hagel. Esta doctrina establece como finalidad la balcanización de los países del Próximo y Medio Oriente, y la aplicación de la misma parece verosímil, si recordamos la revelación del ex-presidente de Egipto Hosni Mubarak al diario egipcio El-Fagr, relativa a la existencia a de un plan para dividir a toda la región de Medio Oriente, mediante la sucesiva destrucción de los regímenes de Irak, Libia, Sudan, Siria e Irán, reservando a Jordania el papel de “nueva patria del pueblo palestino”, tras la deportación masiva de la población palestina desde Cisjordania y Gaza a este país. Quizás esta denuncia, sumada a su negativa a la instalación de bases norteamericanas en territorio egipcio, motivara el que fuera apartado del poder por una “revolución democrática”.
En esta región no existen varios conflictos diferenciados, sino que se desarrolla un solo conflicto promovido por los Estados Unidos y sus aliados, entre los que se encuentra el gobierno de Rajoy en España que ha prometido apoyo militar logístico al ataque a Siria, que alcanza desde las regiones fronterizas de Pakistán, hasta la costa turca del Mar Negro, provocando los EE.UU. un proceso de disgregación y balcanización en toda la región, que se ha traducido en un Irak de posguerra desangrado por la guerra civil entre chiitas y sumnitas; en la división de los palestinos en las dos facciones de Hamás y la OLP; en el derrumbe de Túnez y Libia con el wahabismo salafista instaurado en Trípoli mientras grupos integristas dominan el interior del país, o en la yihad declarada contra el régimen laico sirio y sus aliados chiíes de Irán y Hezbolahh. Una crisis que se ha extendería a un Líbano dividido por las presiones internas que soporta la presión belicista de Israel, quedando sólo Irán como único país que se ha sustraído a la estrategia disgregadora de la potencia norteamericana. Tal presencia en el "arco de crisis" euro-asiático, le permitirá en un futuro próximo a EE.UU., abrirse paso hacia el Asia Central y Oriental.
En la fase actual de la estrategia norteamericana, tras el fracaso de las sanciones económicas al régimen iraní́ para lograr su asfixia económica y provocar una revuelta social, se persigue la creación de un Estado sirio controlado por los insurgentes en la orilla oriental del Mediterráneo. Este objetivo inmediato, es un paso previo necesario para la desestabilización y derrocamiento del régimen persa por métodos expeditivos. Destruido el régimen iraní y establecido un gobierno títere, los EE.UU. habrían logrado no sólo sus propios objetivos, sino que además podrían establecer el “Erezt Israel”, el “Gran Israel” de la tradición judía desde el Nilo hasta el Éufrates, dando satisfacción a su lobby sionista interno, para lo que contaría con el respaldo de sus principales aliados occidentales, siempre atentos a satisfacer los deseos de la poderosa minoría judía.
[1] http://www.librered.net/?p=28970
[2] http://www.youtube.com/watch?v=_gHkO0BMlM4
[3] Editorial Paidós, 1998 - 229 páginas.
[2] http://www.youtube.com/watch?v=_gHkO0BMlM4
[3] Editorial Paidós, 1998 - 229 páginas.
[4]
También llamada "Teoría de la Región Cardial", "Área
Pivote" o "Isla Mundial". Teoría desarrollada por el
geógrafo y político inglés Sir Halford John Mackinder (1861-1947) y
posteriormente por Sir James Fairgrieve, la cual postulaba que el dominio de un
área concreta del mundo permitiría dominar el mundo. Esa área pivote o región cardial
es representada por Asia Central y Europa Oriental y está rodeada de una franja
intermedia donde se encuentran los ámbitos terrestre y marítimo. La teoría
establece que en esa zona el poder terrestre tendría una mayor ventaja frente
al dominio marítimo por su inaccesibilidad marítima, el aprovechamiento de los
rápidos medios de comunicación terrestres y por la explotación de los recursos
del área. En más detalle y según Mackinder, la superficie de la Tierra se puede
dividir en: a) La Isla-Mundial, que comprende los continentes de Europa, Asia,
y África, siendo el más grande, más poblado, y más rico de la tierra, de todas
las combinaciones posibles; b) Creciente interior o marginal, en el que se
incluyen las Islas Británicas y las islas de Japón; c) Tierras del creciente
exterior o insular, donde forman parte los continentes de América del Norte,
América del Sur, y Australia. El Heartland o Área pivote se
encuentra en el centro de la Isla-Mundial, se extiende desde el río Volga hasta
el Yangtzé y desde el Himalaya hasta el Océano Ártico. El Heartland de
Mackinder fue la zona gobernada por el imperio ruso y después por la Unión
Soviética, menos el área alrededor de Vladivostok. En el año 1919 Mackinder
resumió esta teoría con esta frase: "Quien gobierne en Europa
del Este dominará el Heartland; quien gobierne el Heartland dominará la
Isla-Mundial; quien gobierne la Isla-Mundial controlará el mundo".
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