viernes, 28 de octubre de 2016

LA GUERRA DEL FIN DEL MUNDO

 
“Finalmente, un todo indivisible, pero es la guerra ambulante y perpetua, la que realiza y garantiza esa unidad… La unidad de la humanidad significa: nadie puede escapar a ninguna parte”.
 
Milan Kundera
“El arte de la novela”
 
Los días 8 y 9 de julio de 2016 se celebró en Varsovia la XXVIII cumbre de la OTAN. En este cónclave, los países participantes como miembros de la alianza, señalaron como principales enemigos de Occidente a dos potencias nacionales que no han agredido a ningún país de la OTAN ni a sus aliados políticos o comerciales: Rusia y China. Este designio consagra la nueva naturaleza del tratado atlántico: una alianza entre naciones soberanas en torno a una potencia dominante que lidera un bloque político e ideológico, que es un conglomerado de potencias menores dependientes de otra hegemónica, que sostiene un proyecto transnacional de construcción de un orden mundial organizado sobre un espacio político y comercial único, que no responde al interés nacional de ninguna de las potencias que lo forman, ni tan siquiera la dominante, sino al de una red de poder económico global. De esta manera, el enfrentamiento actual no tiene lugar entre bloques antagónicos de potencias soberanas, sino entre dos espacios: el transnacional globalizador y mundialista por un lado; y el de la resistencia a la implantación de un mundo único globalizado.
 
En los últimos años la política de agresión de la OTAN se ha concretado en maniobras en los países bálticos y Polonia, injerencias en Crimea y en Ucrania provocando una guerra civil a las puertas de Rusia, establecimiento de bases militares y acuerdos de cooperación militar en el Cáucaso y en las antiguas repúblicas soviéticas musulmanas de Asia Central, incremento del despliegue militar en el Mar de China, establecimiento de un cordón de bases militares amenazando las líneas de suministro de crudo a China desde Oriente Medio, instigación de guerras en Siria, Irak y Afganistán, presión en todos los órdenes sobre Irán. En el plano económico y comercial los EE.UU. vienen promoviendo dos acuerdos comerciales el TTP[1] en el Pacífico y el TTIP[2] en el Atlántico con Europa, esbozando un espacio de poder no sólo económico, sino político y militar, que sitúa a los EE.UU. como centro y eje a caballo de ambos océanos, en cuyos límites se sitúan las fronteras del enemigo exterior; Rusia en la Europa Oriental y China en Extremo Oriente.
 
Los movimientos geopolíticos del mundialismo globalista encarnado por la OTAN, responden a los intentos de expansión de la hegemonía norteamericana por todos los mares. Se trata de encerrar a Rusia y China en el espacio continental euroasiático, al tiempo que se dominan todos los accesos de ambas potencias a los recursos energéticos y demás materias primas vitales para sus respectivas economías. Como respuesta, Rusia, China y algunas potencias menores disidentes como Irán, han respondido dando pasos para articular una respuesta tendente a contrarrestar los esfuerzos de EE.UU., creando foros de cooperación como la Organización de Shanghái[3]. Una vez más, se reproduce la dicotomía del enfrentamiento entre la Tierra y la Mar tal y como Carl Schmitt[4] tan sabiamente expuso. Unos movimientos que no responden al expansionismo nacional de los EE.UU. ni de ninguna otra potencia, sino a la ambición de construir un orden planetario, un sistema de poder en manos de una élite transnacional emancipada de cualquier definición nacional.

Líderes políticos participantes en la XXVIII cumbre de la OTAN
La realidad de este momento histórico, nos acerca al proyecto del establecimiento de un Estado Mundial[5] que ha sido reivindicado por la modernidad desde el S. XVIII, y de forma especial a partir del pasado S. XX. Al final de la Primera Guerra Mundial con la redacción de los catorce puntos de Wilson, se realizó la primera declaración programática del “nuevo orden mundial” bajo el signo de la globalización, y se sentaron las bases para el orden impuesto en este siglo por las potencias victoriosas en ambas guerras mundiales: desaparición de barreras económicas, libertad universal de navegación en los mares, desmantelamiento progresivo del sistema colonial, propuesta de una asamblea de naciones. 
 
El gran obstáculo para el nuevo orden mundial nacido de la Gran Guerra, fueron los fascismos europeos, que protagonizaron la resistencia frente a las aspiraciones universalistas del socialismo marxista y el capitalismo. Un obstáculo que se destruyó a sangre y fuego con la Segunda Guerra Mundial que enfrentó a estos países con la coalición de los otros dos grandes proyectos políticos modernos: el marxista, con su Internacional Comunista y la dictadura del proletariado, que se situaban por encima de las fronteras y las naciones; y por el otro, el liberal, que posicionó al libre mercado y al dinero como regulador natural de la vida social y principio rector de un nuevo orden internacional, situado por encima de las naciones y sus fronteras. 
 
El final de la guerra ofreció como resultado un nuevo orden y el enfrentamiento de los dos bloques antes aliados:
 
A) Por un lado, los EE.UU. erigido como adalid del globalismo resultante del conflicto que, en fecha tan temprana como 1944, imponía en los acuerdos de Bretton Woods[6] una nueva arquitectura del poder mundial, basada en los mismos principios enunciados por Wilson: libre comercio internacional, la tradicional reclamación anglosajona de libertad de navegación en los mares, reducción de las fronteras nacionales, libre mercado, a lo que se añadiría la creación de la Organización de Naciones Unidas (ONU) heredera de la Asamblea de Naciones wilsoniana. Pero a la declaración de Wilson, esta vez se le añadía una novedad esencial: ahora el orden internacional quedaba garantizado con la creación de instituciones transnacionales que, en última instancia, se apoyaban en una alianza militar. De esta manera, las decisiones tomadas a nivel nacional perdían su valor, al quedar los Estados nacionales insertos en una red institucional que disminuía su independencia y soberanía. El Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la imposición del dólar como referencia internacional de cambio en lo económico, la ONU en lo político y la OTAN en lo militar, creada en 1949, consagraban el sistema. El resultado final de la guerra, fue la conversión de los Estados nacionales en personajes secundarios de un drama histórico sobre cuyo desarrollo habían perdido el control., ya que el guion de los acontecimientos, lo escribía una compleja red de organismos internacionales de carácter político, económico, comercial, diplomático y militar, cuya existencia y funcionamiento se fundamentaba en la legitimidad que le prestaba en última instancia la victoria militar de 1945, y en la definición de una legalidad internacional de la que ningún Estado puede apartarse sin cosechar el repudio y el aislamiento más radical;
 
B) Por el otro, la URSS creo en 1955 el Pacto de Varsovia y el Consejo de Ayuda Mutua Económica (COMECON), en un intento de contrarrestar a los organismos económicos internacionales de economía capitalista, que se pretendían a sí mismos como la expresión del internacionalismo proletario, lo que era puramente retórico y falso, pues en realidad en el campo comunista sólo contaban los intereses nacionales de las dos grandes potencias de este signo: Rusia y China. Al final, fue la incapacidad para superar su propia visión particular nacional lo que apartó a las potencias comunistas de la meta del pensamiento moderno, la creación de un orden planetario, lo que a la larga precipitó su caída.
 

1989, cae el Muro de Berlín

El colapso del mundo comunista en 1989 significó el triunfo del mundo liberal mercantil centrado en el dinero como eje de la existencia, y la recuperación del proyecto kantiano de un Estado Mundial. A partir de este momento son las grandes corporaciones transnacionales financieras e industriales, liderando un mundo regido por las leyes del mercado, el consumo y el individualismo las que acometerían el proyecto del Gobierno Mundial. La idea de un Occidente cristiano, que había servido como coartada para enfrentarse el comunismo soviético, se esfumaba dejando paso a un paradigma estrictamente economicista y materialista. La caída del muro de Berlín y el derrumbe del bloque soviético que supuso el final de la dialéctica de enfrentamiento entre bloque ideológicos, ha dado paso a la confrontación entre un proyecto unipolar, el del orden global liderado por los EE.UU., y una resistencia multipolar encabezada por Rusia, China e Irán. En este contexto, la red institucional nacida en Bretton Woods continúa su misión globalizadora de construcción del Nuevo Orden Mundial, y la OTAN se ha convertido en el brazo armado del nuevo orden mundial en el Atlántico, mientras que en el Pacífico los EE.UU. recuperan su alianza con Australia y Nueva Zelanda (ANZUS) y con sus protectorados de Japón, Taiwán, Corea del Sur, Tailandia y Filipinas.

La recuperación de Rusia y el auge de China, han dado lugar a la aparición de una seria resistencia al proceso de construcción del Nuevo Orden Mundial. Pero sin que este proceso se haya detenido en ningún momento, sino que por el contrario, y como respuesta la resistencia ofrecida por las potencias emergentes, el proceso de construcción del Gobierno Mundial, ha experimentado una aceleración a través de la red institucional global que no se ha detenido en los órdenes financiero o comercial, sino que la agenda mundialista se ha extendido a la implantación universal en Occidente de las políticas de destrucción de los cimientos sociales: inmigración, aborto y matrimonio homosexual. Sin olvidar el aumento de la dependencia de los Estados occidentales de los organismos internacionales mundialistas, a través del aumento exponencial de la deuda pública. Los primeros movimientos de resistencia coordinada contra el mundo unipolar del mundialismo, surgieron tras la Gran Recesión de 2008 y fueron protagonizados por Rusia, China, la India y los BRIC’S, que propusieron la creación de una organización alternativa al FMI, como primer paso hacia la sustitución del dólar como moneda de reserva mundial, algo que ya le había costado la invasión a Irak y la vida a Sadam Hussein, la reacción de EE.UU. y sus vasallos no se ha hizo esperar. En 2010 provocaron las llamadas “primaveras árabes” reordenando según sus intereses la cuenca mediterránea, la crisis de Ucrania tuvo lugar en 2013, al tratar de absorber a esta nación en el esquema de la Unión Europea y la OTAN, teniendo su secuela en Crimea en 2014. Las primeras terminaron derivando en la guerra de Siria y el golpe de estado en Egipto, mientras que la segunda derivó en la guerra civil aún en curso. Simultáneamente, el precio del crudo cayó drásticamente y dio comienzo la crisis de las materias primas. Al tiempo, Estados Unidos ha firmado el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TTP) formando un cerco económico sobre China, paralelo al militar que ha formado con Nueva Zelanda y Australia, desde el Golfo Pérsico hasta el Estrecho de Bering.
 

China, la nueva potencia mundial

En paralelo a su actuación en Asia, maniobraba en Hispanoamérica para contrarrestar la creciente influencia china sobre los países suramericanos, y en Europa provocaba la llamada “crisis de los refugiados” provocando la quiebra del espacio único europeo y el agrietamiento del maltrecho proyecto de unidad de Europa, mientras que sus vasallos del Viejo Continente se unían al cerco sobre Rusia desde el Báltico hasta Irak pasando por Turquía. Es cierto que las sociedades europeas, siguen viendo a la OTAN como una alianza internacional puramente defensiva en un orden de naciones con intereses comunes, dentro de una concepción de defensa de los intereses nacionales. Pero esta visión de las sociedades occidentales está completamente obsoleta, pues la realidad es que los gobiernos europeos han llevado a sus países a participar en el proyecto de instauración de un Gobierno Mundial mucho más allá de sus fronteras, y las resistencias que van apareciendo al proyecto mundialista se deben más al proceso de sustitución de la población europea autóctona por la inmigrante, más que a una discrepancia en sí del proyecto mundialista. Una visión egocéntrica que se acusado aún más desde la Gran Recesión de 2008, en la que cada país ha querido buscar soluciones para sí olvidándose del conjunto, sobre todo a raíz de que la ciudadanía ha tomado conciencia del impacto que sobre las sociedades europeas ha supuesto la pérdida de soberanía en favor de la burocracia de Bruselas. Todos estos procesos han culminado el cerco a Rusia y China en el espacio continental euroasiático.

Fuente ilustración: https://larealidadsuperaalaficcion.wordpress.com/2015/10/25/motivos-para-la-guerra-en-siria/
Por su parte, el mundo islámico se ha convertido en uno de los principales elementos de oposición al proyecto del Gobierno Mundial. Sin haber experimentado el proceso de secularización que ha vivido Occidente, la civilización islámica representa un modelo de universalidad alternativo al capitalista, cuyos principios son radicalmente opuestos a los del globalismo mundialista del liberalismo capitalista. Frente a esta idea de civilización, la respuesta del Nuevo Orden Mundial fue doble: por un lado la idea hegeliana reformulada por Fukuyama del “fin de la Historia”[7]; por otro, la idea de “Choque de Civilizaciones” de Huntington[8], tan próximo a los
Samuel P. Huntington,
autor de El Choque de las Civilizaciones
neoconservadores norteamericanos[9] que señala que el planeta se divide en espacios de civilización que chocan entre sí inevitablemente, por lo que la paz perpetua no puede ser alcanzada sin conflicto.
 
Huntington sugería la conveniencia de enfrentar a los países y facciones musulmanas, chiitas y sunnitas, entre sí para debilitar la resistencia de ese espacio de civilización frente a la imposición del Nuevo Orden Mundial. Pero lejos de debilitar la respuesta del Islam, la presión globalista ha crispado al mundo musulmán llevando a varios países históricamente firmes aliados de EE.UU., como Arabia Saudí o Pakistán, o incluso miembros de la OTAN como Turquía, a buscar su legitimación en sus raíces islámicas, lo que ha provocado el auge de partidos islámicos y el cuestionamiento de su relación con Occidente. Sin embargo, la falta de unidad del mundo islámico ha debilitado su respuesta, por lo que desde los EE.UU. se sigue percibiendo como el enemigo a batir a Rusia, China e Irán.
 
Las espadas están alzadas anunciando la guerra del fin del mundo, una nueva guerra cuyas primeras batallas ya se están llevando a cabo. Una guerra final que enfrenta a dos bandos claramente afirmados en el campo de batalla: por un lado, el del nuevo orden mundial y la red de estructuras transnacionales lideradas por los EE.UU., que pretende gobernar el mundo desde los mares; y por el otro, el de las dos grandes potencias continentales, Rusia y China, encerrados en el espacio continental euroasiático que se oponen a su desaparición el magma gris del mundo unipolar. Estamos ante la guerra del fin del mundo tal y como lo hemos conocido, la última antes de constituir el orden mundial cosmopolita. Un mundo sin razas, sin credos, sin culturas y sin historia.
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[1] EEUU y once países del Pacífico (entre ellos Japón y Australia) firmaron en octubre de 2015 el Trans-Pacific Partnership (TPP) que representa el 38% de la economía mundial con unos beneficios aproximados de 233.000 millones de dólares al año, de los que 77.000 millones llegarán a los EEUU. Lograr la firma de este tratado ha sido uno de los objetivos primordiales de la administración Obama durante su segundo mandato. 
[2] El Transatlantic Trade and Investment Partnershipcon (TTIP) que se pretende firmar con la UE, según los cálculos del Centre for Economic Policy Research (CEPR), arrojaría unos beneficios que eventualmente podrían alcanzar los 119.000 millones de euros al año para Europa y unos 95.000 millones para EEUU. Las exportaciones europeas a los EE.UU. podrían crecer un 28% y el total de ventas al exterior subiría un 6%. Lo que no se sabe es cómo se distribuirían esos beneficios, ni de qué manera afectaría a las exportaciones y aun es más desconocido cómo se crearían los puestos de trabajo que se dice que el tratado generaría, ni en qué lugar ni en los sectores de producción en los que se generarían. Por el contrario, lo que sí es conocido es que muy diferentes sectores de producción se verían afectados negativamente, especialmente los menos especializados y con la mano de obra menos cualificada y peor retribuida, que a su vez coinciden con las industrias menos competitivas y más protegidas, pero que se encuentran organizadas para presionar a los gobiernos nacionales apelando a la soberanía nacional, incluso a costa del interés general. 
[3] Las recientes cumbres de la Organización de Cooperación de Shanghái ponen de manifiesto el comienzo de una nueva etapa en las relaciones entre Rusia y China, en la cual lejos del enfrentamiento de hace unas décadas, han descubierto la complementariedad de sus intereses frente a la hegemonía de EE.UU. en los ámbitos económico, político y militar. Mientras China le añade peso económico a la Organización de Cooperación de Shanghái, la participación de Rusia le atribuye un importante papel político, y contribuye a una cooperación más estrecha en su aspecto militar. Además, la próxima inclusión de dos nuevos miembros -India y Pakistán- lanzado en la última cumbre de la OCS, contribuirá a la creación de un espacio económico que podrá competir con éxito a la UE y está en condiciones de restar influencia al imperio de EE.UU. en Asia. 
[4] Schmitt, Carl, Tierra y Mar. Ed. Instituto de Estudios Políticos. Madrid 1952. Este ensayo está planteado como una larga carta a su hija Amina, afincada en España, en la que le plantea "una reflexión sobre la historia universal" a la luz de la contraposición entre las potencias marítimas y las terrestres, bíblicamente representadas por los monstruos Leviatán y Behemoth, que le sirven para reinterpretar las dicotomías de la historia humana: amigo y enemigo, orden y desorden, guerra y paz, miedo y seguridad, bien y mal. Un conflicto permanente entre tierra y mar, como espacios vitales de desarrollo para el hombre. Analiza las distintas etapas de conquista de la humanidad en los diferentes periodos de ésta y explica el desarrollo que a través de esas expansiones se produce en el terreno político, de la que son ejemplo la lucha entre Atenas y Esparta, entre Inglaterra y Alemania o entre los Estados Unidos y Rusia. Desde el concepto mismo de soberanía reflexiona y da respuesta al por qué de la distribución mundial, la cual está determinada de una manera concreta por un motivo que va íntimamente ligado al concepto de conquista, entendida como un proceso que produce necesariamente una nueva visión del mundo y expande el horizonte vital del hombre. Así destaca como sentencia contundente “Quien domina el mar domina el comercio del mundo”. Es decir, es una reflexión sobre los cambios de perspectiva política que han determinado el horizonte espacial del hombre A pesar de lo sintético de la obra, su desarrollo le sirve como base para reflexionar sobre como el hombre pasa de ser criatura de tierra a conquistador de los mares y, finalmente, de los cielos. Schmitt va de lo histórico a lo jurídico, de lo místico a lo mítico, haciendo un recorrido por la historia geopolítica de la humanidad. Sorprende su habilidad para interpretarla a través de categorías elementales, como las que la filosofía presocrática había individualizado como "las raíces de todas las cosas": tierra, agua, fuego y aire. En la actualidad, es Alexander Dugin, sigue planteando la misma dicotomía sobre un inmortal conflicto entre las potencias comerciales marítimas y terrestres. 
[5] Ya Immanuel Kant expuso en 1795 esta idea en Sobre la paz perpetua (Zum ewigen Frieden. Ein philosophischer Entwurf). Una obra política cuyo objetivo es encontrar una estructura mundial semejante a un Estado Federal, y una perspectiva de gobierno para cada uno de los Estados en particular que favorezca la paz. El proyecto kantiano es un proyecto jurídico y no ético: Kant cree posible construir un orden jurídico que coloque la guerra como algo ilegal, como ocurre dentro de los estados federales. La obra se compone de 6 artículos preliminares y 3 artículos definitivos y 2 suplementos alrededor de los cuales se desarrolla la reflexión. 
[6] En 1944 se reunieron más de 700 representantes de 44 países en un hotel de las montañas de New Hampshire, una cantidad nada despreciable si se tiene en cuenta que la mayor parte de Asia y África eran colonias europeas y que Europa en su mayoría estaba ocupada o era fascista. La conferencia fue un éxito de EE.UU. al conseguir imponer su propuesta, formulada por el economista Harry Dexter White, ante la iniciativa británica, cuya paternidad correspondía al prestigioso John Maynard Keynes. White consiguió que se decidiera la creación del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, que en un primer momento se llamó Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo. Otra consecuencia fue la sustitución del patrón-oro por un patrón-dólar. Hasta entonces los países respaldaban las diferentes monedas nacionales con sus reservas de oro que, con el enorme gasto bélico, habían caído en picado en la mayoría de países. La conferencia de Bretton Woods estableció una equivalencia fija entre dólares y oro (una onza de este metal valdría siempre 35 dólares) con lo que la moneda estadounidense se convirtió en la divisa de referencia o reserva mundial. Bretton Woods dio lugar también al Acuerdo General de Aranceles y Comercio (conocido como GATT, por sus siglas en inglés), que iniciaría un proceso que culminaría en 1995 con la creación de la Organización Mundial del Comercio. 
[7] Francis Fukuyama (nacido el 27 de octubre de 1952 en Chicago) es un influyente politólogo estadounidense de origen japonés. El Dr. Fukuyama ha escrito sobre una variedad de temas en el área de desarrollo y política internacional. Su libro “El fin de la historía y el último hombre”, publicado por Free Press en 1992, ha sido traducido a más de 20 idiomas. Su libro más reciente es “Los orígenes del orden político” –The origins of political order-, publicado en abril de 2011. El segundo volumen fue publicado en noviembre del 2014, cuyo título es Political Order and Political Decay. Entre otros libros de su autoría se encuentran: America at the Crossroads: Democracy, Power, and the Neoconservative Legacy, Our Posthuman Future:  Consequences of the Biotechnology Revolution y Trust:  The Social Virtues and the Creation of Prosperity. Fukuyama fue el impulsor del llamado Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (PNAC), expuesto durante la presidencia de Bill Clinton y considerado como uno de los núcleos de pensamiento de los neoconservadores, especialmente en política exterior. Fue uno de los firmantes fundacionales junto con Cheney, Wolfowitz, Rumsfeld o Lewis “Scooter” Libby, muchos de ellos de una importancia vital durante el gobierno del presidente republicano George W. Bush. En 1998, Fukuyama firmó, junto a algunos de los anteriores y a otros como Robert Kagan, Richard Perle, William Kristol o John Bolton, una carta al presidente demócrata Clinton a favor de una segunda guerra contra Irak, que después fructificaría en la Segunda Guerra del Golfo por parte del nuevo gobierno republicano. En uno de sus últimos libros, La construcción del Estado. Hacia un nuevo orden mundial en el siglo XXI (2004), describe cómo la mayoría de los países se están adaptando a la democracia liberal, fusionándola con algunas de las costumbres locales. Examina algunas posibles fórmulas para que la evolución de esta nueva política y economía no sea un fracaso. Defiende, pues, el fortalecimiento de las instituciones estatales en los países pobres como principal reto estratégico de las democracias en el siglo XXI. (Vid. Fernández-Cruz Sequera, Francisco José. Ayn Rand y Leo Strauss. El capitalismo, sus tiranos y sus dioses. Editorial EAS, Alicante, 2015.). Es conocido sobre todo por haber escrito el controvertido libro El fin de la Historia y el último hombre de 1992, en el que defiende la teoría de que la historia humana como lucha entre ideologías ha concluido, ha dado inicio a un mundo basado en la política y economía de libre mercado que se ha impuesto a lo que el autor denomina utopías tras el fin de la Guerra Fría. Inspirándose en Hegel, idealista alemán, y en alguno de sus exegetas del siglo XX, como Alexandre Kojève, afirma que el motor de la historia, que, afirma, es el deseo de reconocimiento, el thymos platónico, se ha paralizado en la actualidad con lo que Fukuyama califica el fracaso del régimen comunista, que demuestra que la única opción viable es el liberalismo democrático, confluyendo así en el llamado pensamiento único: las ideologías ya no son necesarias y han sido sustituidas por la Economía. Estados Unidos sería así la única realización posible del sueño marxista de una sociedad sin clases. Pero esto no significa que ya no sucederán más cosas a través de la historia: ésta va generalmente determinada por la ciencia, la cual no ha encontrado todavía sus límites. En la actualidad sería el turno de la biología, y los descubrimientos que se hagan en esta ciencia determinarán el futuro.
[8] Samuel Phillips Huntington (18 de abril de 1927 - 24 de diciembre de 2008) fue un politólogo y profesor de Ciencias Políticas en el Eaton College y Director del Instituto John M. Olin de Estudios Estratégicos de la Universidad de Harvard. Huntington es conocido por su análisis de la relación entre el gobierno civil y militar, su investigación acerca de los golpes de estado en países del tercer mundo y su tesis acerca de los conflictos sociales futuros. Ha sido miembro del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, la Presidential Task Force on International Development, la Commission on the United States-Latin American Relationships y la Comission on Integrated Long Term Strategy. En sus obras ha elaborado su propia definición del concepto de sistema político y de régimen político entre otras, que se consideran de referencia en la materia. Se retiró de la enseñanza en 2007 tras 58 años de docencia en la Universidad de Harvard y falleció el 24 de diciembre de 2008 a la edad de 81 años en Martha's Vineyard, Estados Unidos. En 1993, Huntington encendió un importante debate sobre relaciones internacionales con la publicación de un artículo extremadamente influyente y comúnmente citado, titulado ¿El choque de civilizaciones? (Original en inglés The Clash of Civilizations?) en la revista Foreign Affairs. Con frecuencia, a este artículo se lo compara con la visión expresada por Francis Fukuyama en El fin de la Historia y el último hombre. Posteriormente, Huntington expandió este trabajo en un libro completo, publicado en 1996, titulado El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial (Original en inglés The Clash of Civilizations and the Remaking of the World Order.) El artículo y el libro articulan su teoría de un mundo compuesto por múltiples civilizaciones en conflicto. En sus escritos critica, tanto al comportamiento occidental como el "no-occidental", acusando a ambos de hipócritas ocasionales y de estar centrados en sí mismos. Huntington también advierte que las naciones occidentales podrían perder su predominancia si fallan en reconocer la naturaleza de esta tensión latente. Sus críticos opinan que este trabajo es una manera encubierta de hacer legítima la agresión hacia los países del tercer mundo por parte del occidente liderado por los Estados Unidos, con el objeto de impedir que las regiones subdesarrolladas y en vías de desarrollo alcancen el nivel económico de los países ricos. Sin embargo, Huntington también ha argumentado que este cambio en la estructura geopolítica requiere que Occidente se fortalezca internamente, abandonando el universalismo democrático y el incesante intervencionismo. Es interesante comparar a Huntington, su teoría acerca de las civilizaciones y su influencia sobre los creadores de políticas en el Pentágono y la Administración de los Estados Unidos, con Arnold J. Toynbee y su teoría, que se basa fuertemente en la religión y ha recibido críticas similares. Algunos estudios recientes han demostrado fallas sustanciales en el tratamiento de Huntington para elaborar un modelo aplicable a las democracias latinoamericanas como así su idea cultural de las civilizaciones. Maximiliano Korstanje enfatiza en que es erróneo argüir que los países hispano-americanos hayan solidificado sus instituciones por medio de una democracia corporativa.
[8] Vid. Fernández-Cruz Sequera, Francisco José. Ayn Rand y Leo Strauss. El capitalismo, sus tiranos y sus dioses. Editorial EAS, Alicante, 2015.

martes, 3 de mayo de 2016

LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA ANTE EL NUEVO CAOS ELECTORAL

La sinrazón del sistema de partidos al que la mayoría sigue empeñada en denominar equivocadamente democracia, en lugar de plutocracia que sería una denominación más exacta y acertada, nos conduce a una nueva contienda electoral para decidir qué partido es el que va a ejecutar la política impuesta por la Comisión Europea, el BCE y el FMI, que mantienen su pasividad ante la economía española, a la espera de la formación de un gobierno que estabilice el régimen y ejecute sus directrices para garantizar el pago de la deuda externa a los bancos alemanes y a los inversores en deuda pública, lo que nos está conduciendo a la desaparición de la clase media, a contraer una deuda pública impagable, a la recesión económica, la devaluación salarial, la deflación y la quiebra del sistema de pensiones y de la Seguridad Social. El escenario económico al que nos enfrentamos durante esta larga campaña electoral es desolador.
 
1º) La política del gobierno y el déficit público, los ingresos caen el doble que los gastos y el déficit del Estado es mayor en 2016 que en 2015.
 
El gobierno de Mariano Rajoy ha reducido el déficit público desde el 9,60% del PIB que se registró cuando accedió al poder al 5,08% del año pasado, aunque continúa estando por encima del 4,2% del PIB previsto para 2015 pactado con Bruselas. Y las previsiones apuntan a que en 2016 no se cumplirá tampoco el objetivo anual señalado por la UE en el 3,6% del PIB, casi un punto y medio por debajo del actual, y aunque solo conocemos las cifras hasta febrero del presente año, por lo que pueden variar durante el resto del año, en términos de contabilidad nacional, los ingresos no financieros se han reducido en un -9,7%, lo que comparado con el crecimiento de febrero de 2015 (+2,1%) o de febrero de 2014 (+3,3%) es un desastre. Y si bien es cierto que los gastos no financieros del Estado también se han reducido en un -4,1%, el resultado final es que las necesidades de financiación del presupuesto del Estado han aumentado en 13.306 millones de euros, lo que supone que el déficit del Estado en 2016 aumentaría respecto del de 2015.
 
Este aumento del déficit tiene su origen en uno de los principales problemas de España: la baja recaudación tributaria respecto a otros países europeos. Según los datos de Eurostat de 2015, la recaudación española supone el 37,8% del PIB y solo hay cinco países de los 27 de la UE que recaudan menos que España -Bulgaria, Irlanda, Letonia, Lituania y Rumanía-, siendo la media europea del 45,2% del PIB. Una baja recaudación que nos sumerge en un déficit estructural ajeno al ciclo económico, que a causa de la bajada de IRPF que impulso el crecimiento del PIB, el pasado año se incrementó en un punto del PIB, y en este 2016 no solo no se va a reducir, sino que se estima que llegará casi al 3%, algo que el gobierno sabe perfectamente, porque nuevamente 2016 vuelve a ser un año electoral, y ante la inminencia de las elecciones, el gobierno de Rajoy y del PP ha puesto en marcha un programa de gasto extraordinario, al mismo tiempo que negocia con Bruselas un incremento del objetivo de déficit 2016 de hasta el 3,6%, aunque se sabe que no se va a cumplir, el propio Banco de España ha señalado un 4,4% del PIB como cifra más probable del déficit en 2016.
 
Y la imposibilidad de atajar el problema económico y la racionalización del Estado tiene su origen en el llamado “Estado de las Autonomías”. España no es un país con un gobierno, una política económica y un Estado, España es un conglomerado informe de 17 pequeñas taifas cada una con un manirroto al frente gastando lo que no saben dueñas. A mediados de abril, el Gobierno elevó el objetivo de déficit autonómico del 0,3% del PIB al 0,7% para este 2016, más del doble del déficit previsto. Este cambio se debe al nuevo objetivo de déficit general pactado con Bruselas para este año, que ha pasado del 2,8% del PIB al 3,6%. Por ello, deja a las autonomías el mismo objetivo de déficit que en 2015, después de que solo tres lograran cumplirlo (País Vasco, Canarias y Galicia). Y ante este disparate, el Ministro de Hacienda Montoro les ha prometido 7.400 millones de euros más para su financiación que en 2015, por lo que se sabe de antemano que las CC.AA. no van a cumplir con su objetivo de déficit, no lo han hecho nunca desde 2008, por lo que si partimos de que las comunidades autónomas arrojan un déficit medio desde 2008 de 1,0 puntos de PIB, al que hay que añadir el propio del Estado, la suma de ambos nos sitúa en el 2,8/2,9 del PIB. Y eso sin contabilizar los miles de facturas que han ocultado las CCAA. Pero el gobierno dice que está seguro de compensar este gasto con el aumento del crecimiento, aunque las cifras del Banco de España y del INE de un crecimiento del 0,7% del PIB no coinciden con nada. Los ingresos en febrero de 2016 son inferiores a los de febrero de 2015 en 3.200 millones, por lo que somos multados con 2.000 millones por incumplimiento, siendo el primer país de la eurozona en ser sancionado. No obstante, la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) de la UE, que no ha podido emitir en plazo legal el informe preceptivo sobre el Programa de Estabilidad 2016-2019 que el Gobierno remitió a las instituciones comunitarias europeas, avisó a finales del pasado mes de abril de que será necesario un ajuste de 4.000 millones de euros para cumplir con el déficit, y advertía además, que este ajuste debe hacerse precisamente en el gasto de las comunidades autónomas, por lo que el anuncio de Montoro hecho semanas atrás anunciando un recorte de 2.000 millones, lo que permitiría rebajar en dos décimas el PIB, se queda corto. Evidentemente, es bastante complicado que España alcance el 3,6% de déficit este año, cuando 2015 cerró por encima del 5%, y la Autoridad Fiscal estima en sus cálculos que el déficit público de este año se situará en torno al 4,1%, nueve décimas inferior al 5% del que ha informado el Ministerio de Hacienda para el conjunto del año 2015. Un desfase de 13.000 millones este año.
 
Pero no debe olvidarse que déficit significa gastar a crédito, adquirir nuevas deudas. En España, el pago de intereses representa el 44,4% de nuestra deuda pública total a finales de 2015, y desde 1995 a 2015 hemos pagado intereses que representan el 61,37% del incremento de deuda pública entre esos años. ¿Cuál es la razón por la que hay que llenar el bolsillo de los banqueros? El gobierno, al igual que hace el BCE con los bancos privados, podría financiarse a un coste cercano al 0%. En contra de lo que la gente corriente piensa, la banca privada no precisa disponer de dinero para prestárselo al Gobierno: simplemente lo crean de la nada, lo mismo que hacen cuando prestan a empresas o individuos particulares, la deuda privada, y para colmo manipulando los tipos de interés a los que financian, junto a los fondos de inversión que invierten en deuda pública. Y es precisamente porque el dinero con el que los bancos centrales financian a bancos privados o a los gobiernos viene de la nada, por lo que puede prestarse prácticamente sin interés. Siguiendo al profesor Torres:
 
“Los economistas neoliberales dicen que eso no podría ser así porque se desencadenaría una inflación gigantesca dado que los gobiernos pedirían prestado sin cesar pero este argumento es una completa estupidez. Primero, porque los bancos centrales limitarían su financiación al gasto público que fuese necesario para mantener en equilibrio la economía y, segundo, porque la historia ha demostrado que el dinero es mucho más peligroso en manos de la banca privada que en la de los gobiernos a la hora de crear burbujas y crisis financieras, naturalmente, siempre que los gobiernos estén sujetos al control del que ahora se carece precisamente para que puedan ayudar sin límite a los bancos privados y a las grandes empresas. Eso es lo que nos lleva a decir que se trata de un privilegio injustificado del que goza la banca privada en perjuicio de la población en su conjunto, de un robo legalizado y consentido que sobrecarga y mata a la economía, que destruye empleos y riqueza y que provoca crisis e inestabilidad social constantes. Hay que acabar cuanto antes con el sistema (llamado de reserva fraccionaria) que permite a los bancos crear dinero de la nada produciendo burbujas y sobreendeudamiento constantes, y hay que disponer de bancos centrales que financien a los gobiernos con buen criterio y garantizando el buen funcionamiento de las economía y el uso razonable de los gastos del Estado“ 
 
 
2º) El desempleo.
 
Los indicadores de actividad económica del primer trimestre de 2016, no son nada halagüeños. Dicen así:
  1. Consumo de energía eléctrica corregido (-0,7% vs. +2,5 el trimestre anterior;
  2. Consumo aparente de cemento (-0,5% vs.+5,8 el trimestre anterior), un auténtico desplome de la actividad de construcción;
  3. Matriculación de vehículos de carga fuertemente correlacionado con la inversión (+11% vs. +31% el trimestre precedente);
  4. Sector exterior con datos hasta febrero el saldo comercial es de -2.074 millones vs. -1.869.
Es evidente que el crecimiento se está desacelerando de forma progresiva, y el mercado de trabajo con él. Los datos de desempleo reflejan con precisión lo que está pasando en el mercado laboral durante este primer trimestre del año: aunque la ocupación continúa creciendo no lo hace de forma suficiente para contener el paro (4,79 millones) ni para reducir la tasa de desempleo en relación a la población activa, que ha vuelto a crecer una décima y se sitúa en el 21%, el mayor nivel de la Eurozona tras Grecia. Más concretamente, la ocupación creció en 17.600 personas en el sector público, mientras que descendió en 82.100 en el privado. En los 12 últimos meses el empleo ha aumentado en 513.300 personas en el sector privado y en 61.500 en el público, según los datos de la Encuesta de Población Activa, mientras que la tasa de paro juvenil ha subido hasta el 46,49%, al tiempo que aumenta el número de hogares con todos sus miembros en paro, 54.300 en marzo de 2016.
 
Lo cierto es que con el transcurso del tiempo el desempleo irá disminuyendo por pura ley natural, por extinción, pues la caída de la natalidad está haciendo que cada vez sean menos las personas se incorporan al mercado de trabajo como consecuencia de la caída de la natalidad durante las últimas décadas. El número de activos, según el Instituto Nacional de Estadística (INE) disminuyó entre enero y marzo en 52.700, hasta los 22,8 millones, mientras que la tasa de actividad baja 14 centésimas hasta el 59,29%. En el último año la población activa ha descendido en 78.400 personas.
 
Se nos podrá alegar que debido a la alta estacionalidad de la economía española, el primer trimestre del año es tradicionalmente malo para el empleo. Pero si se elimina ese factor, en términos desestacionalizados, la variación trimestral es del 0,87%. Es decir, es verdad que se habrían creado puestos de trabajo en los últimos 12 meses hasta alcanzar los 574.800 nuevos empleos, con una tasa anual del 3,29%. Otra cosa es la calidad de ese empleo y su miserable remuneración. Lamentablemente, este aumento del empleo precario y mal pagado no significa un cambio de modelo productivo. La creación de empleo se ha concentrado en las regiones más volcadas en el turismo, Andalucía (130.600 más), Cataluña (104.400) y Comunidad Valenciana (56.500), y en el sector servicios (503.500 ocupados más).
 
Lo cierto es que la tecnología está sustituyendo al trabajo, y esto provoca una demanda del mismo muy inferior a la oferta existente. Ganar en productividad mediante la modernización de la producción con el uso de la tecnología, hace que cada vez el trabajo sea menos demandado. En estas circunstancias, lo que se va a imponer de forma generalizada son unas condiciones laborales de mera supervivencia y una creciente externalización de la oferta de trabajo por subasta a través de Internet, por lo que van a quedar muy pocos trabajadores fijos y aún menos con remuneraciones elevadas, a no ser que aporten un valor añadido a la producción considerable o sean imprescindibles para aportar muchísimo valor añadido. Y aun así, este mercado de trabajo de un alto valor tampoco va a escapar al aumento de la productividad mediante el uso de la tecnología, por lo que en este segmento laboral la oferta también será muy superior a la demanda reduciendo su retribución. En estas condiciones del mercado de trabajo, obviamente el subempleo y la subremuneración van a aumentar, al tiempo que la sobrecualificación del trabajador se va a generalizar, por lo que las exigencias laborales para obtener un empleo se elevarán exponencialmente. Y en este estado de cosas, el aumento del paro estructural está asegurado, un número cada vez mayor de personas expulsadas definitivamente del mercado de trabajo, en el que no pueden integrarse de ninguna manera, por lo que ya ni siquiera van a ser oferta de trabajo porque han dejado de ser necesarias y estarán excluidos del mercado laboral. Así es que una vez se haya completado la destrucción de la clase media, las condiciones laborales de la inmensa mayoría de los contratos, no permitirá salir de la pobreza a los “afortunados” trabajadores que obtengan un empleo.
 
Todo esto va a acabar afectando a todos los sectores de la economía, pues con la caída de salarios, caerá el consumo y el acceso a los bienes producidos, porque el uso masivo de la tecnología y la reorganización de los procesos productivos para adaptarlos a esa tecnología disparará la productividad, y aunque la reducción de costes será aplicada a la reducción de los precios de venta, habrá una masa ingente de personas excluidas del consumo. En este contexto la renta social básica se implantará por necesidad, aunque se nos presentará como un “avance de los trabajadores”, permitirá un consumo básico de subsistencia de bienes y servicios de primera necesidad agudizando la desigualdad y extendiendo la pobreza, generando en muchas ocasiones pequeñas economías cooperativas y de trueque.
 
Así llegaremos a la nueva civilización moderna anunciada en el S. XX, de la que hace unas décadas decía Julius Evola en su Rebelión contra el mundo moderno, que:
 
"Si ha existido alguna civilización de esclavos, esta es precisamente la civilización moderna. Ninguna civilización tradicional vio jamás masas tan grandes condenadas a un trabajo vacío, desalmado, automático: esclavitud, que no tiene siquiera como contrapartida la estatura y la realidad tangible de la figura de los señores y de los dominadores, sino que viene impuesta anodinamente a través de la tiranía del factor económico y de las estructuras de una sociedad más o menos colectivizada.
 
Y ya que la visión moderna de la vida, en su materialismo, ha negado al individuo toda posibilidad de conferir al propio destino algo de transfigurante, de verse un signo y un símbolo, así la esclavitud de hoy es la más dura y desesperada de las que se han conocido".
 
Sin embargo, Evola se equivocaba. En esta etapa del materialismo aún hay otra forma de alienación del ser humano superior a la del trabajo vacío carente de creatividad, otra forma de esclavitud que priva al hombre de sentido, que lo cosifica y expulsa de su condición de humano: reducirlo a ser un esclavo prescindible del beneficio, que vive alienado y expulsado de la sociedad. Por lo que si el futuro del trabajo es el empleo de un número decreciente de trabajadores y de horas de trabajo para conseguir producir más bienes, la remuneración del trabajo tenderá a caer y la recaudación fiscal y las cotizaciones a la Seguridad Social con ella, tal y como ya ha empezado a suceder. La tecnología ha impulsado al capitalismo a un estadio en el que cada vez más, puede prescindir del factor trabajo, que obviamente no va a ser remunerado, enfrentando a un número creciente a un empobrecimiento espectacular de su vida, tanto en lo personal –rentas, consumo– como en lo público –estado del bienestar y derechos sociales–, y esta situación no es un futuro lejano, sino inmediato.
 
 
3º Las pensiones.
 
La caída del empleo y de la remuneración del trabajo, la deflación salarial y los trabajos basura, han provocado un grave y endémico déficit en la Seguridad Social, que será este año de más de 20.000 millones de euros o 1,9% puntos del PIB, y según las estimaciones del Ejecutivo, antes de 2020 se acumulará un agujero financiero que superará los 40.000 millones de euros, consumiendo definitivamente la totalidad del Fondo de Reserva de las pensiones, del que apenas restan unos 34.000 millones. Un déficit que se mantendrá a pesar de la poco realista creación de empleo prevista por el gobierno: 2.000.000 de puestos de trabajo que arrojarían unos ingresos adicionales por cotizaciones sociales de 20.000 millones de euros anuales, pero que no bastarán, por el simple motivo de que los gastos crecerán aún más deprisa, como consecuencia de la negativa evolución demográfica de nuestro país. El mismo INE prevé que dentro de tres décadas habremos pasado de la actual tasa de dos trabajadores cotizantes por pensionista a solo un único trabajador cotizante por pensionista: es decir, la cobertura de las prestaciones sociales contributivas se deteriorará de manera irreversible por mucho empleo que creemos simplemente porque no habrá gente suficiente. En cuanto al Régimen de Trabajadores Autónomos, su situación es igualmente calamitosa, el año 2015 se cerró con un déficit de 6.600 millones de euros, por lo que muy previsiblemente el gobierno que salga de las elecciones impondrá un aumento de las cotizaciones mínimas, en el que se encuentran más del 80% de los cotizantes, para tratar de recuperar el equilibrio temporalmente.
 
Así pues, a corto plazo la crisis va a consolidar un déficit en la Seguridad Social que agotará el fondo de reserva de las pensiones; y a largo plazo, la demografía volverá el sistema completamente insostenible, prolongando su vida con serios recortes a las presentes condiciones de acceso a la jubilación.
 
 
4º La pretendida alternativa: la denominada "nueva política".
 
Los partidos políticos, todos ellos tanto de la “vieja política” como de la “nueva”, son partidarios de continuar cediendo nuestra soberanía monetaria y de mantener la moneda única, y a pesar de ello, pretenden incumplir las reglas de la misma. El programa del PSOE/C's no solo no reduce el déficit estructural sino que lo aumenta, y Podemos propone elevarlo sin límite; y todo ello dentro del sistema euro y con renuncia a la soberanía monetaria lo que directamente nos lleva a la quiebra. Por lo que para evitarlo, el gobierno que saldrá de votar en junio, aplicará un incremento del IVA al 23%, una subida a las cotizaciones sociales de los autónomos y una reducción de las pensiones en un 20%, y con ello el consumo va a caer, la recaudación fiscal a disminuir y los ingresos de la Seguridad Social van a descender.
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Fuente de la imagen de inicio:
http://economia.elpais.com/economia/2015/12/04/actualidad/1449238609_750698.html
[1] http://juantorreslopez.com

 

 

domingo, 24 de abril de 2016

EL AGUA: EL GRAVE PROBLEMA GEOESTRATÉGICO DE CHINA

El estudio desde una perspectiva geoestratégica de la escasez de agua en China, hace necesaria una aclaración previa que permita diferenciar la diferencia entre Geoestrategia y Geopolítica, dos términos que se suelen emplear juntos o indistintamente, y que aunque son conceptos entre los que existe gran similitud, no por ello dejan de ser diferentes, pues existe entre sí la misma diferencia que hay entre los conceptos de política y estrategia. De esta manera y a fin de distinguirlos, conviene señalar que la Geoestrategia es la incidencia de la geografía en la estrategia mientras que la Geopolítica, es la incidencia de la geografía en la política. Tanto la estrategia como la política se ocupan de la aplicación de los medios a la consecución de unos fines, y aunque los factores geopolíticos y geoestratégicos pueden ser los mismos por su procedencia geográfica, como la Estrategia se ocupa del ámbito de la acción y la Política pertenece a la esfera de la decisión, la aplicación de dichos factores es distinta, según se refieran a lo estratégico o a lo político. Así por ejemplo, los recursos hídricos son un factor común a la geoestrategia y a la geopolítica, pero su consideración es diversa según la perspectiva estratégica o política desde la que sean considerados. 
 
En 1978 Deng Xiaoping inició su programa de reformas buscando usar el las fuerzas productivas los medios del mercado capitalista para lograr los objetivos socialistas. El objetivo inmediato era alcanzar con rapidez el mayor desarrollo económico, empleando los métodos más eficaces disponibles, para alcanzar la base material que permitiera construir el socialismo real. Lógicamente, el poder político debía permanecer en el seno del PCCh. Pero lo que realmente se produjo no fue la construcción de los cimientos del socialismo, sino el proceso de desarrollo capitalista más salvaje de la historia. China es un caso de contradicción política sin igual, pues mientras mantiene un régimen de partido único nominalmente comunista, ha formado un sistema económico de claro capitalismo intervencionista, y en muchas ocasiones de capitalismo de Estado, al que presuntuosamente han dado en llamar: economía socialista de mercado.
 
A comienzos de la década de 1990, la economía capitalista estaba sólidamente establecida en China, haciendo del afán de lucro el principal criterio para juzgar el éxito o el fracaso de todas las empresas económicas, integrándose en la economía capitalista mundial, y ello inevitablemente tiende a remodelar las relaciones económicas y sociales internas de acuerdo con dichos principios capitalistas. El proceso de industrialización generó un enorme mercado de trabajo en las ciudades, lo que forzó la emigración del campo a la ciudad de cientos de millones de campesinos, lo que provocó su proletarización, que fueron forzados a ello por la nueva mercantilización de la tierra y por la destrucción del sistema de derechos sociales denominados el “tazón de arroz y de hierro”[1], procediendo a establecer un sistema de propiedad privada de los medios de producción, primero en el campo a través de formas variadas de tierras “contratadas”, y luego en las empresas urbanas y en las propiedades inmobiliarias. Esta política de reformas económicas y apertura al exterior alcanzó su apogeo el 11de diciembre del 2001, cuando China se incorpora a la Organizaron Mundial del Comercio (OMC), tras quince años de negociaciones, en los que los sucesivos gobiernos chinos se fijaron como objetivo un calendario de reformas internas acompasado con los planes y objetivos nacionales, que no se limitaban simplemente a entrar en la OMC y obtener excepciones para aquellos sectores necesitados de protección, sino que todo el proceso de reforma iba encaminado a colocar a China al mismo nivel que las grandes economías desarrolladas occidentales. Estas reformas de ejecución a largo plazo han quedado definidas en los debates del XVII Congreso del Partido Comunista de China que tuvo lugar en octubre de 2007 y, más recientemente, en la XI sesión del Congreso Nacional Popular en marzo de 2008. De esta manera, en tan solo treinta años la economía China ha sufrido una transformación desde un sistema cerrado al comercio exterior, con una economía planificada socialista, con un sector agrícola preponderante que ocupaba a la mayoría de la fuerza laboral. En tan solo treinta años, el sector industrial y en menor medida el de servicios, han sufrido una transformación total generando un crecimiento sostenido del PIB de una media del 9%, sacando de la pobreza a decenas de millones de personas. El proceso de desarrollo y modernización del sector industrial chino, ha llevado a término las sucesivas revoluciones industriales en Occidente desde 1830 en menos de tres décadas, y ha colocado a China en este comienzo del siglo XXI en las puertas de una sociedad de consumo moderna con una red de infraestructuras muy desigual, con una clase empresarial dirigente cualificada y una incipiente clase media dispuesta a crear un mercado interno de consumo y el desarrollo del sector de los servicios. 
 
En el Sur de China se encuentra el 80% de las reservas de agua del país, la mayor parte en la cuenda del Yangtsé, una región de la que proceden los recursos de agua dulce de China, alrededor de 2.000 metros cúbicos per cápita, que representan un tercio del promedio global. La mayor parte de la demanda de agua en China, ha sido tradicionalmente cubierta con el agua procedente de la cordillera del Himalaya, conocida también como el Tercer Polo de la Tierra, en donde los glaciares son cada vez más pequeños y no producen un flujo de agua continuo, un lugar en donde nacen los tres grandes ríos que cruzan el país:
 
- El Mekong, que atraviesa China, Birmania, Tailandia, Laos, Camboya y Vietnam hasta su desembocadura en el Golfo de Tailandia;
- El Yangtsé, el tercero más largo del mundo tras el Nilo y el Amazonas; y
- El Huanghe o Río Amarillo, con cerca de 5.500 km de largo, es el segundo río más grande de China y el que contiene más arena del mundo, cuyas aguas son inservibles para el uso agrícola o industrial.
 
 
Por el contrario, el Norte de China es una región llana y seca en la que vive la tercera parte de su población, incluyendo Pekín. En esta región, las capas freáticas bajan de dos a tres metros por año y plantea riesgos serios para la agricultura. De las 22 provincias de China, 11 padecen graves problemas de suministro de agua, queriendo decir ellos tienen menos de 1.000 metros cúbicos del agua por persona un año desde 2012, llevando la escasez a la población rural a regar sus terrenos con aguas residuales. Una de las fuentes principales de agua del norte, el Huanghe, se ha secado cada año durante las tres décadas pasadas, antes de alcanzar el mar. En Hebei, la provincia contigua a la de Pekín, se han secado 969 de sus 1.052 lagos, y si la extracción de aguas subterráneas en el Norte sigue en los niveles actuales, en 15 años no habrá ninguno. Esta situación es la consecuencia del rápido desarrollo de las áreas urbanas, resultado del incremento exponencial de la población, lo que ha llevado al gobierno a ordenar cortes de agua no sólo en Pekín, sino también en muchas otras ciudades del noreste de China. Un cúmulo de problemas amenaza el crecimiento y la estabilidad de la segunda economía del mundo. Y las proyecciones demográficas y de desarrollo urbano, lejos de mejorar la situación en los próximos años tienden a empeorarla, pues para 2020 se espera que las grandes ciudades acojan al 60% de la población, lo que supone la llegada de 350 millones de personas a las grandes áreas urbanas procedentes del medio rural. A esto hay que añadirle el riego de los cultivos y la demanda del vasto tejido industrial, que en la actualidad generalmente se lleva a cabo a través de un sistema de cañerías ineficiente. Y al problema del abastecimiento urbano, se suma el referido a la producción de energía, ya que el 75% de le energía que consume la nación procede de la combustión de carbón, y se emplea en su producción la sexta parte del consumo total de agua del país, y el problema va en aumento. Para 2040 se espera que la demanda de energía total de China sea más del doble de la actual, y dos veces la de los EE.UU., por lo que el reflejo económico de la escasez de agua en China es inmenso, se calcula que el coste anual de los problemas de agua suponen un 2,3% del PIB, pero es probable que sea aún más elevado. Según un informe de 2012 del banco HSBC, más del 45% del PIB chino se produce en provincias con escasez y recortes de agua y afectando a más de 300 millones de personas.
 
Río Huanghe o Amarillo (Fuente: http://confuciomag.com/huanghe-rio-amarillo)
Estas décadas de crecimiento económico descontrolado han agotado o contaminado gran parte de los acuíferos destinados a abastecer a la población, una quinta parte de la población mundial. Una gran parte de la energía empleada en este impulso industrial ha tenido su origen en el consumo de carbón, que ha producido que las explotaciones carboníferas demanden cantidades inmensas de agua, lo que a su vez ha provocado la lenta desaparición de ríos y acuíferos, lo que combinado con un crecimiento caótico de las ciudades y una red de abastecimiento de agua que genera un gran desperdicio de agua y un sistema de almacenamiento obsoleto, ha llevado a la desaparición de más de 27.000 ríos desde los años 50 del siglo pasado, y ha dejado contaminados el 75 % de los lagos y aguas litorales y cerca de 280 millones de ciudadanos chinos beben agua considerada insalubre y cerca de un 60 por ciento de los acuíferos subterráneos están seriamente afectados, dejando al país asiático con menos del 7% de las reservas globales y una demanda creciente por parte del 20% de la población mundial. Pero la demanda de agua derivada de las explotaciones carboníferas no es la única consecuencia visible de las consecuencias que el desarrollo chino ha tenido sobre las reservas de agua del país, sino que el aumento de la población y el consecuente crecimiento de los asentamientos urbanos son otra de las principales causas del problema, una suma de factores que parecen empujar a la segunda economía del mundo a su próxima gran crisis: la crisis del agua.
 
Las previsiones oficiales del gobierno chino indican que la demanda de agua superará a la oferta en 2030, pero atendiendo al ritmo al que crecen las ciudades de segundo y tercer nivel, es muy probable que esto ocurra mucho antes, por lo que en la actualidad se ha empezado a racionar el consumo de agua con cortes selectivos en distintas grandes ciudades, una situación que se ha ido generalizando en la mayoría de las urbes chinas y que inevitablemente irá a más.
 
El Proyecto de trasvase de agua Sur-Norte (SNWDP).
 
El gobierno chino es consciente de la crisis a la que se enfrenta, y trata de resolver la situación con una de las mayores obras de ingeniería conocidas, que dio comienzo en 2002: el trasvase de agua desde el sur al Norte del país. Este trasvase está basado en una idea de Mao Zedong, quién poco después de tomar el poder a mediados del siglo XX, dijo que China “debía de llevar el agua de donde había (Sur) a donde no la había (Norte)”, una idea que fue abandonada por falta capacidad y de medios para su ejecución. En 2002 se retomó el plan para llevar agua desde la parte meridional del país hasta la zona norte, dividido en tres secciones. Esta obra de ingeniería tiene como objetivo final proporcionar casi 45.000 millones de metros cúbicos anuales a más de 400 millones de habitantes, desplazando para su ejecución a cerca de medio millón de personas. El primer tramo del Proyecto de desviación de Agua de Sur-Norte (SNWDP), que afecta a los recursos procedentes de la provincia de Hebei, en el centro de China, y que recoge agua del curso bajo del río Yangtsé, en el sur, entró en funcionamiento el 10 de diciembre de 2014, comenzó a funcionar, suministrando agua a más de 30 millones de personas de Pekín, Hebei, Henan y Tianjín, estando en ejecución dos tramos más, el Oriental y el Occidental. El volumen de agua que mueve este tramo, es superior al del río Támesis. Pero con el trasvase la contaminación de los acuíferos no se ha detenido, y este es el principal problema a medio y largo plazo, ya que multitud de industrias siguen contaminando los ríos a lo largo de su curso, por lo que el gobierno chino no puede garantizar que tanto los ríos como las aguas subterráneas de China sean seguras, y tampoco puede garantizar que el crecimiento y el desarrollo de los nuevos emplazamientos urbanos se lleve a cabo de una manera planificada y sostenible, por lo que las reservas de agua consideradas seguras siguen disminuyendo. Una situación que se complica además, porque China tiene una infraestructura de distribución urbana de agua y una potabilización de los recursos hídricos obsoleta, por lo que como el propio Ministerio de Recursos Hídricos de China ha reconocido, con el trasvase no se resolverá el problema del abastecimiento de agua forma permanente.
 
http://qz.com/158815/chinas-so-bad-at-water-conservation-that-it-had-to-launch-the-most-impressive-water-pipeline-project-ever-built/
El trasvase tiene como objetivo desplazar 44,8 mil millones de metros cúbicos anuales de agua de Sur a Norte, un volumen superior al del río Támesis, a través de algunos canales más largos en el mundo. El proyecto supone la mayor transferencia de agua de toda la historia, tanto por el volumen del agua trasvasado, como por la distancia a la que se desplaza, un total de 4.350 kilómetros, la misma distancia aproximada que hay sobre la distancia la costa Este y Oeste de América del Norte. El trasvase afecta a 15 provincias y supone el desplazamiento de más de medio millón de personas, y el coste de su ejecución está presupuestado en 60.000 millones de dólares, cantidad que muy probablemente será ampliamente superada. Esta obra de ingeniería, pondrá de manifiesto los límites de la capacidad del gobierno chino para resolver un problema geoestratégico de primer orden como supone satisfacer las necesidades de agua de la población y la economía china, a la que puede marcar un límite material en su desarrollo.
 
El proyecto está diseñado como una estructura en forma de rejilla de canalizaciones de agua, que permite enviar dirigir el suministro casi en cualquier dirección a través del sistema Esta red de canales, consiste en el siheng sanzong, literalmente "cuatro horizontales, tres verticales", que permiten que las aguas del Yangtsé, Huanghe, Huai y Hai circulen del Oeste al Este, y otras tres rutas que se han trazado del Sur al Norte con una longitud de 1.500 kilómetros, tanto por canales naturales como por artificiales. La primera rama, la ruta del Este, comenzó en 2012 a transferir el agua del Yangtsé en la provincia Jiangsu, a las ciudades secas de la provincia Shandong. La segunda comenzó a llevar el agua de China central a Pekín y otras ciudades del Norte en 2014; y la tercera, une el Yangtsé con el Huyanghe cruzando las montañas de Sichuan y Qinghai, que se elevan entre 3.000 y 5.000 metros.
 
Las tres secciones en las que se divide el Proyecto de desviación de Agua de Sur-Norte (SNWDP).
Fuente: http://qz.com/158815/chinas-so-bad-at-water-conservation-that-it-had-to-launch-the-most-impressive-water-pipeline-project-ever-built/
La realidad ha demostrado que la idea de Mao es mucho más compleja de ejecutar de lo que el líder comunista suponía, ya se ha desplazado a 345.000 personas de las 500.000 previstas a otras regiones para su reubicación, el mayor desplazamiento de población por un proyecto de infraestructura desde que se desplazó a 1,4 millones de personas para la construcción de la presa de las Tres Gargantas en el Huanghe. Pero el gobierno está ignorando el impacto de las reubicaciones masivas y forzosas de población, y además se está arriesgando a largo plazo el caudal de los dos ríos más importantes del Sur y a la población que depende de su cauce para su supervivencia, aunque la previsión del gobierno es que cuando las tres rutas estén terminadas, el Yangtsé sólo perderá aproximadamente el 5 % de su caudal, unos 29.400 metros cúbicos de agua, que es lo que vierte en el océano cada segundo. Pero la realidad es que en el caso del Yangtsé, la cantidad de agua que se calcula va a ser trasvasada para la ruta central está basada en los cálculos del flujo de agua del río Han, afluente del Yangtsé, habidos entre 1950 y 1990, y desde entonces los cauces se han hecho menos constantes y las temperaturas crecientes han hecho más frecuentes las sequías en el Sur del país, sin embargo, los cálculos dela gua a trasvasar no han sido ajustados. Y la realidad es que el caudal de agua del Yangtsé ha estado cayendo también. En 2012, los investigadores chinos encontraron que la cantidad del agua que entra en el Yangtsé desde los glaciares de la meseta tibetana, habían caído el 15 % durante las cuatro décadas pasadas. Y en el año 2009, las reservas totales de agua dulce en la cuenca de este río, habían caído desde 2005 el 17 %, según el Anuario Estadístico de China. Además, el Yangtsé ve un flujo de agua muy inferior al habitual durante los meses secos del año, afectando a la navegación y al ecosistema del río, lo que ha forzado a cavar una vez al año en el lecho del erío para darle profundidad y permitir la navegación fluvial. Y un volumen inferior de caudal de agua tiene un coste añadido, pues también significa una mayor salinidad del agua en el estuario de la desembocadura del Yangtsé, lo que impone unos gastos más altos a las fábricas situadas a lo largo de la orilla, para desalar el agua e incorporarla a su proceso de producción. Un uso industrial que añade un alto nivel de contaminación del agua, que impide el consumo humano y ganadero, y que al ser trasvasada al Norte podría provocar un deterioro generalizado de la salud provocando serias enfermedades. A este problema se le ha querido buscar solución mediante el tratamiento de las aguas negras de las fábricas en dos algos que funcionan como punto de transferencia del agua trasvasada. Con lo que finalmente nos encontramos con que la canalización del agua para su trasvase, provoca a su vez nuevas canalizaciones del agua trasvasada para su tratamiento, prolongando y encareciendo el proceso pues en caso contrario sería inútil haber llevado el agua al Norte, generando la necesidad de un aluvión de proyectos suplementarios de ingeniería imprevistos, en los que insisten los funcionarios del partido Comunista de cada provincia atravesada por el trasvase, preocupados por la pérdida del agua en sus respectivas regiones, lo que ha llevado a su vez a la construcción de casi 1.000 presas sobre el río Han y sus afluentes y otros proyectos sobre Yangtsé, lo que además se aprovecha para triplicar la generación de electricidad, por lo que muchos ríos chinos simplemente no fluirán en 10 años. Al final, lo único que han logrado ha sido crear una red de proyectos de toman el agua de un río para rellenar otro vaciado previamente, han creado un nuevo problema sin llegar a solucionar ninguno. Un ejemplo de estos proyectos encaminados a resolver problemas creados con el SNWDP, es la construcción de un nuevo trasvase para transferir el agua del Yangtsé al Han, para suministrar agua a las ciudades río abajo del Depósito de Danjiangkou, y junto a este nuevo canal hay 14 nuevas presas sobre el río Han y otras 353 sobre el Yangtsé, haciendo de este río el segundo del mundo en interrupciones en su curso de agua. A su vez, la ruta central suministrará 1,24 mil millones de metros cúbicos de agua al año a Pekín, lo que no basta para cubrir el déficit anual de la ciudad de 1,5 mil millones de metros cúbicos. Un déficit que va en aumento, ya que como la población de la ciudad está en constante aumento, su necesidad de agua también aumenta, y lo hace más rápido de lo que el proyecto de trasvase puede hacerlo. Y el futuro no se presenta prometedor. El Instituto de Investigación del agua e Hidroeléctrica estima que la demanda total de agua en el Norte de China, alcanzará 203 mil millones de metros cúbicos hacia 2050, del cual el SNWDP sólo suministrará poco más de un cuarto.
 
Vista de un tramo de las Tres Gargantas en el Huanghe.
(Fuente: http://confuciomag.com/huanghe-rio-amarillo)
En cuanto al resultado económico de esta faraónica obra, por ahora cabe decir que el SNWDP está añadiendo al crecimiento del PIB chino entre el 0,12% y el 0,3%, lo que reporta una ventaja económica sustancial, al crear hasta 600.000 empleos. Pero este beneficio económico se ve compensado con los gastos que supone el proyecto, que crecen rápidamente debido a la necesidad de instalar docenas de plantas de tratamiento de aguas negras, nuevos canales, etc., que ha superado los 500.000 millones de yuanes, unos 60.000 millones de dólares al tipo de cambio de 2002, momento del comienzo de la construcción, lo que triplica el coste de la presa de las Tres Gargantas, pudiendo ocurrir finalmente, que se hubieran enterrado cantidades ingentes de recursos en una red de canales y estructuras a través del país que terminara por no resolver ninguno de los problemas que motivaron su construcción. Y la financiación del proyecto significa que los residentes de Pekín que pagan actualmente 4 yuanes (0,66 dólares) por metro cúbico del agua, tendrán que pagar alrededor de 10 yuanes por metro cúbico. Hasta ahora, el agua de la ruta de Este cuesta hasta 2,24 yuanes por metro cúbico, pero el precio final será mucho más alto. En definitiva, el aumento del coste del agua podría afectar muy negativamente a los costes del agua para las fábricas, elevando los costes de producción y reduciendo la competitividad de la industria china en el exterior. Pero si no se amortiza el coste de construcción de la totalidad del proyecto principal y los subalternos del SNWDP, podría ser una catástrofe económica para el gobierno, pues aproximadamente el 45% del proyecto es financiado por préstamos bancarios. Todo esto pone en entredicho la rentabilidad económica del proyecto.
 
Proximidades del depósito de Danjiangkou Dam en la provincia de Hubei. (Reuters/Stringer)
Lo cierto es que el SNWDP es otro ejemplo de la inclinación comunista a la megalomanía, y no hay que perder de vista que la mayor parte de los miembros del Comité Central del Partido Comunista de China son ingenieros, ocho de los nueve miembros del comité permanente del Politburó anterior eran ingenieros, incluyendo al ex-Presidente, Hu Jintao, que era un ingeniero hídrico, por lo que sienten gran predilección por los grandes proyectos desarrollados en este medio. Pero más que una manifestación de la capacidad de los comunistas chinos para resolver un problema de la magnitud del presente, es un síntoma de la debilidad del sistema mixto capitalista-comunista chino, al haber conducido al país a una situación de derroche, pésimas infraestructuras, desarrollo urbanístico irracional, alta contaminación y deterioro del medio ambiente de muy difícil solución. Y los intentos de corregir los errores cometidos por medio de sanciones económicas a las industrias contaminantes, chocan de forma relativamente frecuente con la corrupción de los funcionarios locales.
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[1] Es un término despectivo que utilizaban los reformistas partidarios del mercado, para referirse al sistema de seguridad de empleo y a los beneficios de seguridad social de los que gozaban una parte de la clase obrera urbana.