martes, 31 de diciembre de 2013

LA MANO DIESTRA DEL CAPITALISMO, DE LEO STRAUSS AL MOVIMIENTO NEOCONSERVADOR (V)




El regreso al poder de los neoconservadores: la presidencia de G. W. Bush.

G. W. Bush llegó a la Casa Blanca tras unas polémicas elecciones en las que se hallaron irregularidades en las papeletas que se usaron en ciertas zonas de Florida, el Estado que decidiría las elecciones en el que su hermano Jeff era Gobernador. Tras varios recuentos de los votos, el Tribunal Supremo detuvo el recuento manual ordenado por la Corte Suprema del Estado de Florida y sumando los 25 de Florida, dictaminó que el vencedor había sido Bush con 271 votos electorales, frente a los 266 de Al Gore. Y aunque éste ganó en número de votos de los ciudadanos, Bush había sido el vencedor en votos electorales en 31 de los 50 Estados. Juró la presidencia el 20 de Enero de 2001.

En la campaña que lo llevó a la Casa Blanca una de sus principales asesoras en política exterior fue Condoleezza Rice, que se había formado en la escuela realista clásica de Kissinger y que había crecido de la mano de Bren Scowcroft.

Rice fue nombrada Secretario de Estado de la nueva administración Bush. Los objetivos de política exterior que se había marcado, los había dejado escritos a comienzos del año 2000 en un artículo escrito para “Foreign Affairs”[1], en donde argumentaba que los Estados Unidos debían llevar adelante su interés nacional de manera acertada y con responsable, citando como interlocutores a tener en cuenta a China y a Rusia. Guardando silencio sobre la cuestión del terrorismo internacional, a pesar de que en el año 2000 los EE.UU. habían sido el objetivo de atentados terroristas. Sin embargo el famoso periodista de investigación del periódico “The Washington Post” Bob Woodward[2], que destapó el mítico caso “Watergate” que llevó a Nixon fuera de la presidencia, sostiene que el grupo conocido como “Los Vulcanos” al que pertenecía ya Rice cuando publicó el artículo citado, tenía preparado un plan de ataque contra Irak y el propósito de reconfigurar el mapa de Medio Oriente desde mucho antes de la llegada de Bush al poder[3].

Durante la campaña electoral y los primeros meses de la Administración de George W. Bush, los planes de los neoconservadores no recibieron un fuerte apoyo del presidente. Aunque cuando llegó a la presidencia había nombrado a neoconservadores como Paul Wolfowitz y a sus aliados como Donald Rumsfeld o Dick Cheney en su Administración para importantes cargos políticos, apostó por una política exterior “realista” en manos de Rice que como ya hemos dicho anteriormente pertenecía a esta escuela, oponiéndose así a la idea neoconservadora de ”nation building”[4] sobre bases straussianas y a la confrontación política con China y Rusia. De hecho, en estos primeros meses recibió críticas a su política exterior de varios críticos neoconservadores. La inicial inclinación de Bush por una política realista se había visto reforzada cuando en enero de 2001 tras jurar la presidencia, el director de la CIA George Tenet le informó que las principales amenazas para la seguridad de EE.UU., eran en primer lugar Al Qaeda y, en segundo lugar, la proliferación de armas nucleares, biológicas o bacteriológicas y químicas sin mencionar en relación con estas armas a Irak.

La “War on Terror”. 

Cuando G. W. Bush llegó a la presidencia, existían dos obstáculos principales que impedían a los neoconservadores del PNAC, llevar adelante su programa para alcanzar la hegemonía mundial y reconfigurar el orden internacional: Por un lado estaba la falta de legitimidad del presidente Bush debida a su fraudulenta elección; Por el otro, en el mundo unipolar de la posguerra fría, los Estados Unidos carecían de un enemigo claramente definido que justificara el despliegue de medios militares y el presupuesto necesario para mantenerlo, que el programa neoconservador requería. 


Los atentados nunca aclarados definitivamente del 11-S, les ofrecieron a los neoconservadores el “nuevo Pearl Harbour” que necesitaban para remover ambos obstáculos de un solo golpe, e hicieron que la política exterior de la Administración Bush cambiara radicalmente, ante la necesidad de articular una respuesta contundente a los ataques terroristas. Esa respuesta se encontró en el programa neoconservador que parecía una diseñado a la altura de unos atentados, que habían demostrado la existencia de una amenaza y la vulnerabilidad de los Estados Unidos ante la misma.  

La respuesta de la administración Bush a los ataques a las torres gemelas, se fue configurando en las semanas siguientes. Wolfowitz propuso atacar de forma inmediata a Irak sin éxito, Powell como miembro de la escuela realista se opuso firmemente, pero ello no evito que los neoconservadores encontraran en los atentados, el elemento movilizador de la sociedad que les permitiría en lo sucesivo definir y dirigir la política exterior de la Administración Bush, desarrollando así sus planes bélicos de reordenación del mundo conforme a los intereses unilaterales de Washington.

Bush formó un pequeño gabinete de crisis encabezado por Donald Rumsfeld y Paul Wolfowitz, junto con el vicepresidente Dick Cheney y Richard Perle, como asesor del Pentágono. La última vez que estos hombres trabajaron juntos había sido en la administración Reagan veinte años atrás. Entonces, tuvieron como objetivo al “Imperio del Mal”: La Unión Soviética. Ahora, comenzaron a moldear la respuesta a los ataques del 11-S en los mismos términos épicos en los que intervinieron al lado de Reagan.

La primera intervención de G. W. Bush exponiendo una concepción straussiana de los atentados, un retorno a la era Reagan, tuvo lugar el 14 de Septiembre de 2001, tres días después de los atentados, en la Catedral Nacional de Washington, en donde habló de "una lucha colosal entre el Bien y el Mal (en la cual) nuestra responsabilidad ante la historia es clara: responder a estos ataques y quitar el mal del mundo". Una visión religiosa de los ataques del 11-S, que encajaba a la percepción con su condición de cristiano “renacido” y por lo tanto cristiano sionista. Criticando el este sentido mesiánico y religioso del discurso político de Bush, el ex candidato demócrata a la presidencia George McGovern, sostuvo: “El presidente afirma con frecuencia que lo está guiando la mano de Dios. Pero si Dios lo guió a invadir a Irak, Dios envió otro mensaje al Papa, a las Conferencias Episcopales católicas, al Consejo Nacional de Iglesias y a muchos rabinos muy distinguidos, que creen todos que la invasión y bombardeo de Irak iba contra la voluntad de Dios. Con todo respeto, sospecho que Karl Rove, Richard Perle, Paul Wolfowitz, Donald Rumsfeld y Condoleezza Rice... son los dioses (o diosas) a quienes escuchaba el presidente”.

La segunda intervención oficial de Bush tras los atentados, se produjo el 20 de Septiembre en el discurso dirigido al Congreso, en el que dijo: “Cada nación, en cada región, ahora tiene que tomar una decisión. O ustedes están con nosotros o están con los terroristas. De hoy en adelante, cualquier nación que dé refugio o apoyo al terrorismo será mirada por Estados Unidos como un régimen hostil”. De nuevo Bush establecía un criterio schmittiano en política que había recibido a través de los discípulos de Strauss. La dialéctica amigo-enemigo establecida en términos absolutos de “buenos” y “malos”.

La tercera intervención de Bush inmediatamente después de los atentados, tuvo lugar el 30 de Septiembre de 2001, en la “Quadrennial Defense Review”. En su intervención, Bush asumió públicamente la idea de “ataque preventivo”, incluyendo entre los objetivos de Estados Unidos el “cambio de régimen de un Estado adversario”, y la ocupación de “territorio extranjero hasta que los objetivos estratégicos de los Estados Unidos hayan sido cumplidos”.

El 29 de Enero de 2002 tuvo lugar el “Discurso sobre el Estado de la Nación”. El encargado de redactar el discurso había sido el comentarista judío canadiense David Frum[5], quien propuso inicialmente el término “Eje del Odio”, con claras connotaciones con las potencias del Eje de la Segunda Guerra Mundial. Esta expresión tenía su antecedente en un artículo publicado en Agosto de 1992 por el politólogo israelí y norteamericano Yossef Bodansky, titulado "Teherán, Bagdad y Damasco: El Nuevo Pacto del Eje" siendo Director del “Grupo de Trabajo del Congreso sobre El terrorismo y la guerra no convencional” de la Cámara de Representantes de EE.UU. La esencia del argumento de Bodansky era que Irán, Irak y Siria habían formado un "pacto tripartito" a raíz de la Primera Guerra del Golfo, y que esta alianza suponía una amenaza inminente a la que sólo podía hacerse frente con una segunda invasión y el derrocamiento Saddam Hussein. A iniciativa del Vicepresidente Dick Cheney, se sustituyó la palabra “Odio” por la de “Mal”, buscando una referencia religiosa que resultara más impactante entre el público no sólo norteamericano sino mundial. Esta nueva frase nos devolvía a la acuñada en su momento por Reagan, cuando nombró a la Unión Soviética como el “Imperio del Mal”. Al parecer, en el borrador del discurso redactado por Frum, se incluía solo a Irak, pero Condolezza Rice y el Consejero de Seguridad Nacional Stephen Hadley, consideraban que personificar solo a Irak como malvado, implicaría una inminente invasión de este país por los Estados Unidos. De ahí que ambos propusieran ampliar la personificación del Eje del Mal a Irán y Corea del Norte[6], sin más razones que las simplemente cosméticas para con sus verdaderas intenciones. La redacción definitiva del discurso utilizó por primera vez la expresión “Eje del Mal” para referirse a los gobiernos de Irán, Irak y Corea del Norte a los que acusó de ayudar al terrorismo y de obtener armas de destrucción masiva, diciendo: “Estados como éstos y sus aliados terroristas constituyen un eje del mal, armándose para amenazar la paz del mundo".

El presidente Bush terminó lanzando su declaración de “War on Terror” (”Guerra contra el Terror”) diciendo: “Nuestra guerra contra el terror comienza con Al Qaeda, pero no acabará allí. No terminará hasta que cada grupo terrorista de ambiciones globales haya sido encontrado, frenado y derrotado.”

David Frum
En el siguiente mes de Abril del año 2002, el presidente se refirió por primera vez a un “cambio de régimen” en Irak, como un objetivo militar a conseguir, y en Junio del mismo año, en su discurso de graduación de los cadetes de West Point manifestó que la doctrina de disuasión, contención y equilibrio de poder postulada por la escuela realista ya no era adecuada. En su lugar abogó por la “Doctrina Wolfowitz” del “ataque preventivo” y la intervención unilateral.

Esta “Doctrina de Guerra Preventiva” fue finalmente anunciada como la “Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de América” el 20 de Septiembre de 2002, diciendo: “de ahora en adelante, debemos llevar la batalla al campo enemigo, desarticular sus planes y confrontar las peores amenazas antes de que ellas emerjan”, dando un giro impresionante en la historia de los conceptos y de las doctrinas estratégicas en la historia de los EE.UU. en la definición de las nuevas amenazas, al plantear el uso de la fuerza militar con carácter preventivo frente a ataques que se juzgaran inminentes, contra las organizaciones terroristas o contra los Estados que apoyasen a éstos, o actuaran con la intención de conseguir armas de destrucción masiva para su utilización.

Las ideas que se hicieron con el poder: la “Doctrina Bush”.

La nueva política exterior conocida como ”Doctrina Bush”, se basaba en tres pilares fundamentales: el unilateralismo; la “Guerra contra el Terror” como guerra sin límites y la utilización de mitos como la división maniquea entre Bien y Mal entre naciones.

El unilateralismo, era una necesidad derivada del ejercicio de la hegemonía global benevolente ejercida por los EE.UU. para garantizar la seguridad de la nación. Lógicamente, conlleva la relativización del respeto por el Derecho Internacional y el desprecio de la soberanía de los Estados menos poderosos, que conduce a una disolución de las soberanías nacionales, que corre en paralelo a los intereses supranacionales de las corporaciones multinacionales en debilitar el poder de los Estados en su propio beneficio. Este desprecio por las soberanías empujó a los EE.UU. a un debilitamiento del sometimiento a las reglas del Derecho Internacional y de los tratados en los que los EE.UU. eran parte, como por ejemplo ocurrió con la participación de los Estados Unidos en el Tribunal Penal Internacional, en el Consejo de Seguridad de la ONU o en la creación de un espacio en el que el Derecho está ausente, un limbo jurídico, un  espacio sin Ley, como es el campo de concentración de Guantánamo en Cuba. Este unilateralismo lo justificó  Dick Cheney en 2003 diciendo: “No podemos dejar nuestros intereses únicamente en manos de mecanismos internacionales que puedan ser bloqueados por Estados cuyos intereses pueden ser diferentes de los nuestros, por tanto hay veces que no tenemos necesidad de recurrir ni al Tribunal Penal Internacional o al Consejo de Seguridad para proteger nuestros intereses internacionales". Un rechazo del multilateralismo, que consideraban contrario al orden natural y propio de las correlaciones de poder existentes en las relaciones internacionales. 
 
Dick Cheney
Leo Strauss defendía que el estado natural del hombre es la guerra, la lucha por la supervivencia, y que por tanto, la “guerra perpetua”, y no la “paz perpetua”, era el destino inexorable de las naciones. En el discurso de 29 de Enero de 2002, Bush enunció por primera vez el concepto de “Guerra contra el Terror”, al que se refirió como una misión nacional, como el destino sin fin de la nación americana, recogiendo la idea del destino de los EE.UU. que formuló Michael Ledeen  “Creo que luchar es el destino de América porque América siempre estará amenazada por tiranías. Por tanto creo que la única incógnita aquí es si vamos a ganar o a perder, dónde vamos a luchar o bajo qué circunstancias, porque que vamos a luchar está claro, porque van a venir a por nosotros”. Esta “Guerra contra el Terror”, es una reinterpretación del concepto straussiano de guerra perpetua, en tanto en cuanto la abstracción de la amenaza y la duración indefinida de sus objetivos conducen a un estado de conflicto sin límites temporales, espaciales, teleológicos o materiales. En este documento de planificación estratégica, se introdujo la noción del ataque preventivo como una nueva línea de actuación de la política exterior estadounidense. Básicamente consistía en que Estados Unidos se reservaba el derecho de ejercer preventivamente el uso de la fuerza contra otro Estado en el caso de que creyera que existían indicios de que ese Estado podía ser una amenaza contra Estados Unidos. Los neoconservadores celebraron esta nueva estrategia ya que les permitía llevar a la práctica sus ideas sobre la intervención en otros países para expandir la democracia, sin importarles que fuera ilegal y contraria al artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, según el cual el uso de la fuerza es ilegal como legítima defensa en tanto un Estado no haya sido objeto de una agresión previa.

El mito de la lucha entre el Bien y el Mal, era una idea ya sostenida por la administración Reagan al final de la Guerra Fría”, que Richard Perle y G. W. Bush recuperaron para la ocasión, estableciendo un paralelismo con la “War on Terror”. Perle decía: “La lucha contra el totalitarismo soviético fue una lucha entre valores morales fundamentales, al igual que la Guerra contra el Terror, y en ese sentido esto es una batalla entre el Bien y el Mal”; Por su parte, Bush explicaba que: “La Guerra contra el Terror es como la Guerra Fría. Es una batalla ideológica con un enemigo que desprecia la libertad y abraza el totalitarismo. Vamos a derrotar a ese enemigo y a extender la libertad”. La idea de unos EE.UU. enfrentados a las naciones que forman el “Eje del Mal”, obedece a la creación de un mito al modo straussiano, lanzado por las élites dirigentes en los EE.UU. para cohesionar a la sociedad norteamericana, en torno a un proyecto que se refuerza por medio de la definición de una amenaza difusa y absoluta: “El Terror”. Su mensaje es claro y simple, se mueve en el terreno de lo maniqueo, es fácilmente comprensible, sintetiza el Mal sin mezcla alguna de Bien y el hecho de su falsedad se torna irrelevante ante su utilidad para la consecución de la política que las élites pretenden ejecutar.
La identificación que la administración Bush alcanzó con el movimiento neoconservador con la publicación de la “Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de América” en Septiembre de 2002 fue plena, como puede apreciarse en la opinión que a Bill Kristol le mereció este documento: “El mundo es un desastre. Y creo que es un gran mérito que Bush se haya puesto serio al respecto. El peligro no es que hagamos mucho, sino que hagamos demasiado poco”.
 
Las mentiras de la guerra.

El 7 de Octubre de 2001 se dio el primer paso en el camino de la guerra con la invasión de Afganistán bajo el nombre operativo de “Libertad Duradera”. Un conflicto que no suscitó ningún género de dudas entre la opinión pública internacional, dado el carácter del régimen islámico que gobernaba el país, y la certeza pública que se tenía, de que ofrecía amparo a los terroristas responsables del ataque del 11-S.

Lo cierto es que ya en Enero de 2001, Richard A. Clarke, presidente del Grupo de Seguridad Antiterrorista en la administración Clinton, y más tarde miembro de la administración Bush, presentó un plan a Condoleezza Rice que involucraba una acción encubierta en Afganistán para impedir que Al Qaeda tuviese un refugio seguro en el país asiático. Al parecer, el plan implicaba el apoyo encubierto a la Alianza del Norte, ataques aéreos, y la introducción de fuerzas de operaciones especiales en Afganistán. El 10 de septiembre de 2001, la administración Bush acordó un plan para derrocar al régimen afgano por la fuerza si se negaba a entregar a Osama Bin Laden,  proporcionando ayuda militar encubierta a los grupos enemigos de los talibanes. Y si no lo lograban tratarían de derrocar al régimen talibán mediante una acción directa. No llegó a aplicarse. Las hostilidades comenzaron con la intervención de equipos de la División de Actividades Especiales de la CIA a las que se unieron las Fuerzas Especiales del Ejército del 5º Grupo de Fuerzas Especiales y otras unidades del Mando de Operaciones Especiales. El Reino Unido, Canadá y Australia también desplegaron fuerzas y varios países más proporcionaron permiso de establecimiento, acceso y sobrevuelo, dando lugar al comienzo de las campañas de bombardeo. Así comenzó un conflicto que a finales de 2013 no ha concluido.

El trio de las Azores: Blair, Bush y Aznar
Pero sería en 2003 con la invasión de Irak, cuando comenzaron a surgir dificultades para construir el mito del enemigo exterior, que la “Guerra contra el Terror” y el “Eje del Mal” precisaban. El consenso público a la guerra de Irak se basaba en una campaña de mentiras lanzadas por los neoconservadores sobre la amenaza que suponía este país hacia Estados Unidos, debido a su supuesta posesión de armas de destrucción masiva y a una ficticia e inédita alianza entre Al Qaeda y Sadam Hussein. Estas razones para la invasión de Irak se utilizaban indistintamente, dependiendo del público al que se dirigía el mensaje. La amenaza de las armas de destrucción masiva fue enfatizada para el público británico, la conexión entre Saddam y Al Qaeda lo fue para los americanos, dos tercios de los cuales pensaron en algún momento que dicha relación existía, y en España se utilizó no sólo la mentira de las armas de destrucción masiva, sino también la liberación “democrática” del pueblo iraquí.

Pero como ya pasara con el “Team B” y la “Red del Terror”, las mentiras de la propaganda, entraban en contradicción con la realidad que ofrecían los informes de inteligencia de la CIA. Se reprodujo el enfrentamiento que décadas atrás había tenido lugar, pero esta vez los contendientes eran por un lado los “idealistas” neoconservadores de Rumsfeld, que controlaban el Pentágono y la DIA (Agencia de Inteligencia de la Defensa); y por el otro los “realistas” de Colin Powell, que estaba al frente del Departamento de Estado y de la CIA. Para vencer en esta batalla, Wolfowitz, Douglas Feith y Donald Rumsfeld, crearon en Septiembre de 2002 su propia agencia de inteligencia en el Pentágono llamada “Oficina de Planes Especiales” (OSP), a la que también se referían como “Cabal”,  con el objetivo de puentear a la CIA y “encontrar” las evidencias que demostraran que Saddam Hussein estaba aliado con Al Qaeda al tiempo que escondía armas de destrucción masiva, lo que lo convertía en una amenaza para Estados Unidos y para la paz mundial. Al frente de la misma situaron a Abraham N. Shulsky[7], que se había destacado en el desarrollo de la política diseñada desde el PNAC. Shulsky es un antiguo alumno judío de Strauss bajo cuya dirección se doctoró en 1972, que proporcionó a Bush las pruebas falsas mostradas a sus aliados, para justificar el ataque contra Irak frente a la opinión pública. A este se unió en dicha labor el especialista del WINEP sobre formas de subversión y desestabilización, también judío, Michael Rubin.

En paralelo a los preparativos para invadir Irak, continuó la propaganda  para invadir Irán y otros países. Michael Ledeen en una conferencia pronunciada en el JINSA el 30 de abril del 2003 afirmó que el régimen persa estaba a punto de derrumbarse y que sólo necesitaba un empujón “y deberíamos dárselo”. También dijo que: "se acaba el tiempo para la diplomacia; es tiempo de un Irán libre, una Siria libre y un Líbano libre". Los planificadores del Comité Asesor de la Junta Política de Defensa mencionaron también Pakistán, Libia, Somalia y Sudán. Incluso lanzaron un globo sonda para ver la reacción pública frente a una iniciativa contra Arabia Saudí. Antes de abandonar la presidencia del Comité Asesor de la Junta de Política de Defensa en 2003, Richard Perle convocó una reunión informativa a cargo de un partidario de atacar Arabia Saudí. Laurent Murawiec, que describió Arabia Saudí como "la raíz del mal, el primer móvil, el oponente más peligroso" de Estados Unidos en Oriente Medio. Por su parte, la revista neoconservadora "The Weekly Standard" propiedad del magnate judío de los medios de comunicación Rupert Murdoch, publicó casi al mismo tiempo que la reunión un artículo titulado "El próximo enfrentamiento saudí", y ese mensaje fue retomado por la revista del Comité Judío Estadounidense, "Commentary", con un artículo aún más explícito titulado "Nuestros enemigos, los saudíes". De todos modos, en parte quizá porque la familia Bush e importantes apoyos empresariales del Gobierno Bush tienen ahí una gran implicación en Arabia Saudí, este país fue abandonado como objetivo. Como vemos, la lista de países seleccionados no se acababa en Irak.

Si se aportaban pruebas de que Saddam Hussein seguía disponiendo de armas de destrucción masiva, en violación de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, y mantenía contactos con Al Qaeda, la invasión estaría justificada. De las relaciones de Saddam con Bin Laden no había pruebas, pero que seguía conservando armas químicas y biológicas parecía indudable. Pero que inventaron las pruebas es un dato indiscutible, como prueba Woodward[8]  en su libro ya citado, que demuestra que la administración Bush nunca tuvo datos fehacientes acerca de las supuestas armas de Saddam. Pero aprovecharon que la CIA no había evitado los ataques del 11-S y carecía de informadores en el interior de Iraq, para concluir que la ausencia de pruebas no demostraba la inexistencia de las armas. Exactamente la misma conclusión a la que se llegó décadas atrás, respecto de la flota soviética.

Bush anuncia la victoria sobre Irak
La finalidad de la OSP era difundir sus informes de forma directa  en el Congreso y en la Casa Blanca. Unos informes que inmediatamente llegaban a los medios de comunicación, y servían para manipular a la opinión pública y predisponerla de forma favorable a los planes de los neoconservadores. Uno de sus trabajos más famosos sería el informe en el que se acusaba a Irak de haber comprado uranio en Níger, acusación que resultó absolutamente falsa. No obstante, tuvieron éxito y lograron justificar la invasión de Irak, que dio comienzo el 20 de Marzo de 2003 con el nombre operativo de “Operación Libertad Iraquí”.

En mayo de 2003, las acusaciones de falsedad de los informes de inteligencia de la OSP, se reforzaron tras el intento de Paul Wolfowitz de restar importancia al hecho de que no se hubieran encontrado las armas de destrucción masiva, en declaraciones a la revista “Vanity Fair”, manifestando que el asunto de las armas había sido enfatizado como una justificación para la guerra por “razones burocráticas, ya que era la única razón por la que todo el mundo estaba de acuerdo”. El escándalo aumentó cuando un artículo de Seymour Hersh en el “New Yorker”, descubrió que el jefe de la campaña de desinformación de Rumsfeld era Adam Shulsky, el conservador straussiano coautor de un artículo sobre Leo Strauss y el papel del engaño en las operaciones de inteligencia. Al mismo tiempo, analistas de la CIA y diplomáticos del Departamento de Estado, acusaron a la OSP de realizar un operativo de inteligencia con la manipulación de los datos para influenciar a la opinión pública. El desprestigio de la agencia fue en aumento, y en junio de 2003 fue disuelta por Rumsfeld, ya que la invasión de Irak ya había tenido lugar y había cumplido su finalidad. El exagente de la CIA Larry C. Johnson declaró en una entrevista a la BBC que: “La OSP es peligrosa para la Seguridad Nacional norteamericana y una amenaza para la paz mundial. La OSP mintió y manipuló la inteligencia para adaptarla a su agenda de eliminar a Saddam. Son un grupo de ideólogos con nociones predeterminadas de la verdad y la realidad. Cogen pedazos de inteligencia que apoyen su teoría e ignoran todo lo que sea contrario. Deberían ser eliminados”.

La OSP había supuesto la institucionalización de las ideas de Strauss sobre la mentira y su función social, consagrando el uso del engaño y de la mentira con fines políticos. Pese a que la OSP fue disuelta, en 2006 se creó una agencia similar en el Pentágono para gestionar la información relacionada con Irán, llamada “Directorio Iraní”, con el mismo objetivo que la OSP: la preparación psicológica de la sociedad para preparar la invasión de Irán. Entre 2006 y 2008 mantuvo su actividad de propaganda y desinformación, aunque los fracasos militares de las invasiones de Afganistán e Irak y la paulatina pérdida de popularidad de la Administración Bush irían debilitando poco a poco dicha posibilidad. 

Tal y como dijo el reconocido periodista Carl Bernstein[9], en un programa de MSNBC, la locura” de la guerra de Irak fue llevada a cabo por Bush, Cheney y los “judíos neocons que querían rehacer el mundo”. Bernstein justificó sus comentarios sobre la responsabilidad de los judíos sobre la guerra señalando que, al ser él mismo un judío, “tal vez yo puedo decir eso”. “Esta fue una guerra demencial que nos trajo una economía y moral muy baja”. “Fuimos a la guerra en contra de un hombre que no tenía absolutamente nada que ver con el 9/11. ¡Era totalmente un pretexto! Es inexplicable y hay que ir con Cheney, ir con Bush, hay que ir con los neo-conservadores judíos que querían rehacer el mundo. Tal vez puedo decir eso que porque soy judío. Para traer un resultado determinado…“[10]

Los neoconservadores en los tiempos de Obama.

La llegada a la presidencia de los EE.UU. de Barack Hussein Obama, forzó la salida de los neoconservadores del gobierno. En medio del fracaso militar y de la crisis financiera tuvieron que cederle el paso a un presidente de la “escuela realista” como Barack Obama.

No por ello la política exterior de EE.UU. durante los años  transcurridos de la presidencia del demócrata Obama ha perdido agresividad en la defensa de los intereses de EE.UU. e Israel en Oriente Medio. Siria fue en 2011 la elección de los EE.UU. e Irán fue la de 2013 ante la necesidad de alcanzar el control de las fuentes de energía, y el temor a que el Gobierno israelí sea incapaz de imponer sus condiciones a los palestinos, mientras este país sea una potencia regional. Con Siria al igual que con Irán, se han alcanzado acuerdos, evitando una invasión directa por ahora, dado el respaldo que a ambos países ofrecen Rusia y China. Pero la agenda norteamericana sigue abierta y su programa de hegemonía en marcha.
Los neoconservadores en su mayoría han vuelto a sus “thinks tanks” y a sus medios de comunicación, en los que aguardan su nueva oportunidad, tratando de mantener su influencia política. Un ejemplo de ello es la “Brookings Institution”, el laboratorio de ideas más influyente de Washington, en el que se ha integrado William Kristol, desde donde no duda en reivindicarse: "Vivimos en un momento fluido en la política americana. Pero tengo bastante confianza en que el neoconservadurismo tiene un presente y un futuro", dijo Kristol.

Según el historiador francés Justin Vaïsse, experto en el movimiento neoconservador y en la “Brookings Institution”, los neoconservadores tienen futuro. "Están presentes en el debate, en cuestiones como los derechos humanos o Irán", explica. "Evidentemente no influyen de forma directa en la Administración, porque los que están en el poder son de otro campo. Pero debido a la permeabilidad de las ideas y al hecho de que mantienen una línea determinada, balizan el debate"[11]. La influencia intelectual de los neoconservadores permanece, e incorpora nuevas voces, como ocurre con los columnistas Charles Krauthammer y David Brooks, ambos muy críticos con la política exterior de Obama, que ha asumido una diplomacia realista, inclinada hacía la defensa de los intereses nacionales de EE.UU. dentro del marco legal internacional, lo que contraviene en gran parte los deseos del lobby sionista americano, lo que nuevamente refuerza a los neoconservadores, como una alternativa ideológica más vigorosa.

Pese a la percepción generalizada de que los neoconservadores han desaparecido del escenario político, la realidad es que sólo han perdido su perfil propio, diluyéndose en el magma republicano conservador, guiado ahora por la cadena televisiva Fox News y el movimiento Tea Party. Como dice el neoconservador arrepentido que hoy dice ser Francis Fukuyama: "en su actual encarnación, el neoconservadurismo ha evolucionado hacia el conservadurismo, o algunas de las ideas neoconservadoras se han convertido en ideas republicanas"; "Es difícil ver la diferencia".

Y si el movimiento neoconservador se ha diluido dentro de la derecha republicana hasta el punto de no poder distinguirse a los conservadores tradicionales de los neoconservadores, ¿los hace esto menos poderosos?, ¿menos peligrosos?. Nada más lejos de la realidad. Precisamente ahora es cuando han conseguido su triunfo absoluto, pues sus ideas políticas se han impuesto y forman parte del acervo ideológico común a toda la derecha americana. ¿Puede decirse entonces que el movimiento neoconservador ha muerto?. Sí, pero de éxito.

Llegamos al final, y debemos recordar una vez más que la Historia tiene una dimensión subterránea, cuyo desconocimiento o ignorancia implica no comprender los procesos históricos en desarrollo. Una dimensión subterránea que opera a modo de una infraestructura, que determina decisivamente la orientación de las superestructuras que sobre ella se asientan. Si nos limitamos únicamente a analizar el desarrollo de las superestructuras, la superficie de la Historia, jamás entenderemos las razonas últimas que la mueven. Lo cierto es que las fuerzas que operan en cada momento no son estables ad infinitum, y que son sustituidas por otros núcleos de poderes sucesivos o simultáneos, y que en el tiempo presente no sabemos cuándo va a ocurrir una nueva sucesión de fuerzas históricas operantes, y ni siquiera sabemos si ocurrirá, ni cómo sucederá. 

Lo que sabemos es que las épocas de profunda crisis como la que vive Occidente desde que finalizó la Segunda Guerra Mundial, son propensas a engendrar mitos políticos, dioses mortales, cuya omnipotencia no deja ajeno a su soberbia ningún espacio de vida. Es en momentos como este, cuando como dioses de tragedia clásica caídos del cielo hacen acto de presencia los tiranos demagógicos, y que la radicalidad, amoralidad, crueldad y carácter ilimitado de la obediencia por ellos reclamada, sólo es comparable con el poder absoluto que, en la Antigüedad, exigieron al hombre los tiranos y sus dioses.
 

[1] Rice, Condolezza; “Promoviendo el Interés Nacional”; Enero/ Febrero 2000; “Foreign Affairs”.
[2] Robert Upshur "Bob" Woodward nacido en1943 en Geneva en el Estado de Illinois, hijo de un juez se matriculó en la Universidad de Yale con una beca para oficiales de la Reserva Naval, sirviendo como oficial de Inteligencia naval tras graduarse en Historia y Literatura Inglesa. Empezó a trabajar en “The Washington Post” en 1971. En 1972 se asoció con el periodista judío Carl Bernstein, de ambos, Woodward fue quién tuvo acceso a la fuente de información conocida como “Garganta Profunda”, que les facilitó la información que dio lugar finalmente a la dimisión del presidente Nixon. Su historia fue llevada al cine por Hollywood bajo el título de “Todos los hombres del presidente” y su personaje en la ficción fue encarnado por Robert Redford. Entrevistó en seis ocasiones al presidente G. W. Bush sobre cuya política ha escrito cuatro libros sobre los atentados del 11-S y las guerras en Afganistán e Irak. Woodward creyó las afirmaciones del gobierno de Bush acerca de la existencia de armas iraquíes de destrucción masiva antes de la guerra. Durante una aparición en “Larry King Live”, se le preguntó en una entrevista telefónica: "supongamos que vamos a la guerra entramos en Irak y no hay armas de destrucción masiva"; Woodward respondió: "Creo que la posibilidad de que eso ocurra es aproximadamente cero. Hay demasiadas cosas allí". Más tarde admitió su error.
[3] Woodward, Bob. “Plan de ataque: Cómo se decidió invadir Iraq”. Editorial Planeta. Barcelona, 2004.
[4] “Constitución o construcción de la nación”. Un concepto referido en politología muy frecuentemente a la refundación de una nación o a la idea de nación vinculada a un Estado “fracasado”.
[5] David J. Frum nació en 1960 en Canadá y es hijo de la periodista canadiense judía Barbara Frum (nacida Rosberg). Es un comentarista y político, que estuvo activo en la política canadiense, y después de emigrar a los Estados Unidos se convirtió en político en la política estadounidense. Su hermana es Linda Frum, miembro del Senado de Canadá y del Comité Canadá-Israel. Es primo lejano del economista Paul Krugman. Ha sido miembro del Comité Canadá-Israel y del AIPAC, y redactor de discursos para el presidente George W. Bush. También el autor del primer libro de "información privilegiada" sobre la presidencia de Bush. Sus artículos periodísticos han aparecido en una variedad de revistas y periódicos canadienses y estadounidenses, incluyendo el “National Post”, “The Week”, “The Daily Beast” y “Newsweek”. Es miembro de la junta directiva de la Coalición Republicana Judía y vicepresidente y miembro asociado del “Instituto R Street”. También ha pertenecido al “American Enterprise Institute”. Obtuvo la nacionalidad norteamericana en 2007.
[6] Woodward, Bob. “Plan de ataque: Cómo se decidió invadir Iraq”. Pág. 107. Editorial Planeta. Barcelona, 2004.
[7] Abram N. Shulsky es Senior Fellow en el Instituto Hudson. Fue asesor del Secretario de Defensa para Política en el período 2001-2009, en cuestiones relacionadas con Irak y la Guerra Global contra el Terrorismo. Ha sido consultor en asuntos de seguridad nacional en la Corporación RAND y en la Oficina de Evaluación de la Red en la Oficina del Secretario de Defensa (OSD); como Director de Política de Control de Armas Estratégicas en el OSD. Ha actuado como representante del Secretario de Defensa para las conversaciones sobre política nuclear y espacial (Defense and Space Group) con la antigua Unión Soviética. También ha sido Director del Comité de Inteligencia del Senado y asistente legislativo del senador Daniel Patrick Moynihan, con respecto a cuestiones de inteligencia y miembro del personal de planificación política de la Oficina del Secretario de Defensa para Política. Se graduó como especialista en Matemáticas en la Universidad de Cornell, y en la de Chicago obtuvo su Doctorado en Ciencias Políticas bajo la dirección e Leo Strauss, por quien fue “iniciado” en los secretos de su doctrina. Shulsky ha sido patrocinado por la neoconservadora “Olin Foundation”, que ha venido subvencionando y publicando sus obras como teórico de los servicios de inteligencia. En ellas ha propagado la doctrina straussiana el valor de las “nobles mentiras”, ya que el engaño es la norma de la política, por lo que los servicios de inteligencia deben concentrarse en superar las dificultades que se oponen a sus esfuerzos en obtener y analizar la información relevante que permita la adopción las decisiones políticas más adecuadas en cada momento.
[8] Woodward, Bob. Op. Cit.
[9] Carl Bernstein es un periodista estadounidense de ascendencia judía que, como reportero de investigación para “The Washington Post” junto con Bob Woodward, destapó la historia del caso “Watergate”, provocando la dimisión del presidente Richard Nixon.
[10] www.youtube.com/watch?v=BbyBL3-ZOsM
[11] www.lavanguardia.com/internacional/20100518/53929395423/los-neocon-siguen-influyendo-en-la-politica-de-obama.html