El regreso
al poder de los neoconservadores: la presidencia de G. W. Bush.
G. W. Bush llegó a la Casa Blanca tras unas polémicas
elecciones en las que se hallaron irregularidades en las papeletas que se
usaron en ciertas zonas de Florida, el Estado que decidiría las elecciones en
el que su hermano Jeff era Gobernador. Tras varios recuentos de los votos, el
Tribunal Supremo detuvo el recuento manual ordenado por la Corte Suprema del
Estado de Florida y sumando los 25 de Florida, dictaminó que el vencedor había
sido Bush con 271 votos electorales, frente a los 266 de Al Gore. Y aunque éste
ganó en número de votos de los ciudadanos, Bush había sido el vencedor en votos
electorales en 31 de los 50 Estados. Juró la presidencia el 20 de Enero de
2001.
En la campaña que lo llevó a la Casa Blanca una de sus
principales asesoras en política exterior fue Condoleezza Rice, que se había
formado en la escuela realista clásica de Kissinger y que había crecido de la
mano de Bren Scowcroft.
Rice fue nombrada Secretario de Estado de la nueva
administración Bush. Los objetivos de política exterior que se había marcado,
los había dejado escritos a comienzos del año 2000 en un artículo escrito para “Foreign Affairs”[1],
en donde argumentaba que los Estados Unidos debían llevar adelante su interés
nacional de manera acertada y con responsable, citando como interlocutores a
tener en cuenta a China y a Rusia. Guardando silencio sobre la cuestión del
terrorismo internacional, a pesar de que en el año 2000 los EE.UU. habían sido
el objetivo de atentados terroristas. Sin embargo el famoso periodista de investigación
del periódico “The Washington Post”
Bob Woodward[2],
que destapó el mítico caso “Watergate”
que llevó a Nixon fuera de la presidencia, sostiene que el grupo conocido como
“Los Vulcanos” al que pertenecía ya Rice cuando publicó el artículo
citado, tenía preparado un plan de ataque contra Irak y el propósito de
reconfigurar el mapa de Medio Oriente desde mucho antes de la llegada de Bush
al poder[3].
Durante la campaña electoral y los primeros meses de la
Administración de George W. Bush, los planes de los neoconservadores no
recibieron un fuerte apoyo del presidente. Aunque cuando llegó a la presidencia
había nombrado a neoconservadores como Paul Wolfowitz y a sus aliados como
Donald Rumsfeld o Dick Cheney en su Administración para importantes cargos políticos,
apostó por una política exterior “realista”
en manos de Rice que como ya hemos dicho anteriormente pertenecía a esta
escuela, oponiéndose así a la idea neoconservadora de ”nation building”[4] sobre bases straussianas y a la
confrontación política con China y Rusia. De hecho, en estos primeros meses
recibió críticas a su política exterior de varios críticos neoconservadores. La
inicial inclinación de Bush por una política realista se había visto reforzada
cuando en enero de 2001 tras jurar la presidencia, el director de la CIA George
Tenet le informó que las principales amenazas para la seguridad de EE.UU., eran
en primer lugar Al Qaeda y, en segundo lugar, la proliferación de armas
nucleares, biológicas o bacteriológicas y químicas sin mencionar en relación
con estas armas a Irak.
La “War on Terror”.
Cuando G. W. Bush llegó a la presidencia, existían dos
obstáculos principales que impedían a los neoconservadores del PNAC, llevar
adelante su programa para alcanzar la hegemonía mundial y reconfigurar el orden
internacional: Por un lado estaba la falta de legitimidad del presidente Bush
debida a su fraudulenta elección; Por el otro, en el mundo unipolar de la
posguerra fría, los Estados Unidos carecían de un enemigo claramente definido
que justificara el despliegue de medios militares y el presupuesto necesario
para mantenerlo, que el programa neoconservador requería.
Los atentados nunca aclarados definitivamente del 11-S,
les ofrecieron a los neoconservadores el “nuevo
Pearl Harbour” que necesitaban para remover ambos obstáculos de un solo
golpe, e hicieron que la política exterior de la Administración Bush cambiara
radicalmente, ante la necesidad de articular una respuesta contundente a los
ataques terroristas. Esa respuesta se encontró en el programa neoconservador
que parecía una diseñado a la altura de unos atentados, que habían demostrado
la existencia de una amenaza y la vulnerabilidad de los Estados Unidos ante la
misma.
La respuesta de la administración Bush a los ataques a
las torres gemelas, se fue configurando en las semanas siguientes. Wolfowitz
propuso atacar de forma inmediata a Irak sin éxito, Powell como miembro de la
escuela realista se opuso firmemente, pero ello no evito que los
neoconservadores encontraran en los atentados, el elemento movilizador de la
sociedad que les permitiría en lo sucesivo definir y dirigir la política
exterior de la Administración Bush, desarrollando así sus planes bélicos de
reordenación del mundo conforme a los intereses unilaterales de Washington.
Bush formó un pequeño gabinete de crisis encabezado por
Donald Rumsfeld y Paul Wolfowitz, junto con el vicepresidente Dick Cheney y
Richard Perle, como asesor del Pentágono. La última vez que estos hombres
trabajaron juntos había sido en la administración Reagan veinte años atrás.
Entonces, tuvieron como objetivo al “Imperio
del Mal”: La Unión Soviética. Ahora, comenzaron a moldear la respuesta a
los ataques del 11-S en los mismos términos épicos en los que intervinieron al
lado de Reagan.
La primera intervención de G. W. Bush exponiendo una
concepción straussiana de los atentados, un retorno a la era Reagan, tuvo lugar
el 14 de Septiembre de 2001, tres días después de los atentados, en la Catedral
Nacional de Washington, en donde habló de "una
lucha colosal entre el Bien y el Mal (en la cual) nuestra responsabilidad ante
la historia es clara: responder a estos ataques y quitar el mal del mundo".
Una visión religiosa de los ataques del 11-S, que encajaba a la percepción con
su condición de cristiano “renacido”
y por lo tanto cristiano sionista. Criticando el este sentido mesiánico y
religioso del discurso político de Bush, el ex candidato demócrata a la
presidencia George McGovern, sostuvo: “El
presidente afirma con frecuencia que lo está guiando la mano de Dios. Pero si
Dios lo guió a invadir a Irak, Dios envió otro mensaje al Papa, a las
Conferencias Episcopales católicas, al Consejo Nacional de Iglesias y a muchos
rabinos muy distinguidos, que creen todos que la invasión y bombardeo de Irak
iba contra la voluntad de Dios. Con todo respeto, sospecho que Karl Rove,
Richard Perle, Paul Wolfowitz, Donald Rumsfeld y Condoleezza Rice... son los
dioses (o diosas) a quienes escuchaba el presidente”.
La segunda intervención oficial de Bush tras los
atentados, se produjo el 20 de Septiembre en el discurso dirigido al Congreso,
en el que dijo: “Cada nación, en cada
región, ahora tiene que tomar una decisión. O ustedes están con nosotros o
están con los terroristas. De hoy en adelante, cualquier nación que dé refugio
o apoyo al terrorismo será mirada por Estados Unidos como un régimen hostil”. De
nuevo Bush establecía un criterio schmittiano en política que había recibido a
través de los discípulos de Strauss. La dialéctica amigo-enemigo establecida en
términos absolutos de “buenos” y “malos”.
La tercera intervención de Bush inmediatamente después
de los atentados, tuvo lugar el 30 de Septiembre de 2001, en la “Quadrennial Defense Review”. En su
intervención, Bush asumió públicamente la idea de “ataque preventivo”,
incluyendo entre los objetivos de Estados Unidos el “cambio de régimen de un Estado adversario”, y la ocupación de “territorio extranjero hasta que los
objetivos estratégicos de los Estados Unidos hayan sido cumplidos”.
El 29 de Enero de 2002 tuvo lugar el “Discurso sobre el Estado de la Nación”.
El encargado de redactar el discurso había sido el comentarista judío
canadiense David Frum[5],
quien propuso inicialmente el término “Eje
del Odio”, con claras connotaciones con las potencias del Eje de la Segunda
Guerra Mundial. Esta expresión tenía su antecedente en un artículo publicado en
Agosto de 1992 por el politólogo israelí y norteamericano Yossef Bodansky,
titulado "Teherán, Bagdad y Damasco:
El Nuevo Pacto del Eje" siendo Director del “Grupo de Trabajo del Congreso sobre El terrorismo y la guerra no
convencional” de la Cámara de Representantes de EE.UU. La esencia del
argumento de Bodansky era que Irán, Irak y Siria habían formado un "pacto tripartito" a raíz de la Primera Guerra del Golfo, y que esta
alianza suponía una amenaza inminente a la que sólo podía hacerse frente con
una segunda invasión y el derrocamiento Saddam Hussein. A iniciativa del
Vicepresidente Dick Cheney, se sustituyó la palabra “Odio” por la de “Mal”,
buscando una referencia religiosa que resultara más impactante entre el público
no sólo norteamericano sino mundial. Esta nueva frase nos devolvía a la acuñada
en su momento por Reagan, cuando nombró a la Unión Soviética como el “Imperio del Mal”. Al parecer, en el
borrador del discurso redactado por Frum, se incluía solo a Irak, pero
Condolezza Rice y el Consejero de Seguridad Nacional Stephen Hadley,
consideraban que personificar solo a Irak como malvado, implicaría una
inminente invasión de este país por los Estados Unidos. De ahí que ambos propusieran
ampliar la personificación del Eje del Mal a Irán y Corea del Norte[6],
sin más razones que las simplemente cosméticas para con sus verdaderas
intenciones. La redacción definitiva del discurso utilizó por primera vez la
expresión “Eje del Mal” para referirse
a los gobiernos de Irán, Irak y Corea del Norte a los que acusó de ayudar al
terrorismo y de obtener armas de destrucción masiva, diciendo: “Estados como éstos y sus aliados
terroristas constituyen un eje del mal, armándose para amenazar la paz del mundo".
El presidente Bush terminó lanzando su declaración de “War on Terror” (”Guerra contra el Terror”) diciendo: “Nuestra guerra contra el terror comienza con Al Qaeda, pero no acabará
allí. No terminará hasta que cada grupo terrorista de ambiciones globales haya
sido encontrado, frenado y derrotado.”
David Frum |
En el siguiente mes de Abril del año 2002, el
presidente se refirió por primera vez a un “cambio
de régimen” en Irak, como un objetivo militar a conseguir, y en Junio del
mismo año, en su discurso de graduación de los cadetes de West Point manifestó
que la doctrina de disuasión, contención y equilibrio de poder postulada por la
escuela realista ya no era adecuada. En su lugar abogó por la “Doctrina Wolfowitz” del “ataque preventivo” y la intervención
unilateral.
Esta “Doctrina de
Guerra Preventiva” fue finalmente anunciada como la “Estrategia de
Seguridad Nacional de los Estados Unidos de América” el 20 de Septiembre de
2002, diciendo: “de ahora en adelante,
debemos llevar la batalla al campo enemigo, desarticular sus planes y
confrontar las peores amenazas antes de que ellas emerjan”, dando un giro
impresionante en la historia de los conceptos y de las doctrinas estratégicas
en la historia de los EE.UU. en la definición de las nuevas amenazas, al
plantear el uso de la fuerza militar con carácter preventivo frente a ataques
que se juzgaran inminentes, contra las organizaciones terroristas o contra los
Estados que apoyasen a éstos, o actuaran con la intención de conseguir armas de
destrucción masiva para su utilización.
Las ideas
que se hicieron con el poder: la “Doctrina
Bush”.
La nueva política exterior conocida como ”Doctrina Bush”, se basaba en tres pilares fundamentales: el unilateralismo;
la “Guerra contra el Terror” como
guerra sin límites y la utilización de mitos como la división maniquea entre
Bien y Mal entre naciones.
El unilateralismo, era una necesidad derivada del
ejercicio de la hegemonía global benevolente ejercida por los EE.UU. para
garantizar la seguridad de la nación. Lógicamente, conlleva la relativización
del respeto por el Derecho Internacional y el desprecio de la soberanía de los
Estados menos poderosos, que conduce a una disolución de las soberanías
nacionales, que corre en paralelo a los intereses supranacionales de las
corporaciones multinacionales en debilitar el poder de los Estados en su propio
beneficio. Este desprecio por las soberanías empujó a los EE.UU. a un
debilitamiento del sometimiento a las reglas del Derecho Internacional y de los
tratados en los que los EE.UU. eran parte, como por ejemplo ocurrió con la
participación de los Estados Unidos en el Tribunal Penal Internacional, en el
Consejo de Seguridad de la ONU o en la creación de un espacio en el que el
Derecho está ausente, un limbo jurídico, un
espacio sin Ley, como es el campo de concentración de Guantánamo en Cuba.
Este unilateralismo lo justificó Dick
Cheney en 2003 diciendo: “No podemos
dejar nuestros intereses únicamente en manos de mecanismos internacionales que
puedan ser bloqueados por Estados cuyos intereses pueden ser diferentes de los
nuestros, por tanto hay veces que no tenemos necesidad de recurrir ni al
Tribunal Penal Internacional o al Consejo de Seguridad para proteger nuestros
intereses internacionales". Un rechazo del multilateralismo, que
consideraban contrario al orden natural y propio de las correlaciones de poder
existentes en las relaciones internacionales.
Leo Strauss defendía que el estado natural del hombre
es la guerra, la lucha por la supervivencia, y que por tanto, la “guerra perpetua”, y no la “paz perpetua”,
era el destino inexorable de las naciones. En el discurso de 29 de Enero de
2002, Bush enunció por primera vez el concepto de “Guerra contra el Terror”, al que se refirió como una misión
nacional, como el destino sin fin de la nación americana, recogiendo la idea
del destino de los EE.UU. que formuló Michael Ledeen “Creo que luchar es el destino
de América porque América siempre estará amenazada por tiranías. Por tanto creo
que la única incógnita aquí es si vamos a ganar o a perder, dónde vamos a
luchar o bajo qué circunstancias, porque que vamos a luchar está claro, porque
van a venir a por nosotros”. Esta “Guerra
contra el Terror”, es una reinterpretación del concepto straussiano de
guerra perpetua, en tanto en cuanto la abstracción de la amenaza y la duración
indefinida de sus objetivos conducen a un estado de conflicto sin límites
temporales, espaciales, teleológicos o materiales. En este documento de
planificación estratégica, se introdujo la noción del ataque preventivo como
una nueva línea de actuación de la política exterior estadounidense.
Básicamente consistía en que Estados Unidos se reservaba el derecho de ejercer
preventivamente el uso de la fuerza contra otro Estado en el caso de que
creyera que existían indicios de que ese Estado podía ser una amenaza contra
Estados Unidos. Los neoconservadores celebraron esta nueva estrategia ya que
les permitía llevar a la práctica sus ideas sobre la intervención en otros
países para expandir la democracia, sin importarles que fuera ilegal y
contraria al artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, según el cual el
uso de la fuerza es ilegal como legítima defensa en tanto un Estado no haya
sido objeto de una agresión previa.
El mito de la lucha entre el Bien y el Mal, era una
idea ya sostenida por la administración Reagan al final de la Guerra Fría”, que
Richard Perle y G. W. Bush recuperaron para la ocasión, estableciendo un
paralelismo con la “War on Terror”.
Perle decía: “La lucha contra el
totalitarismo soviético fue una lucha entre valores morales fundamentales, al
igual que la Guerra contra el Terror, y en ese sentido esto es una batalla
entre el Bien y el Mal”; Por su parte, Bush explicaba que: “La Guerra contra el Terror es como la
Guerra Fría. Es una batalla ideológica con un enemigo que desprecia la libertad
y abraza el totalitarismo. Vamos a derrotar a ese enemigo y a extender la
libertad”. La idea de unos EE.UU. enfrentados a las naciones que forman el “Eje del Mal”, obedece a la creación de
un mito al modo straussiano, lanzado por las élites dirigentes en los EE.UU.
para cohesionar a la sociedad norteamericana, en torno a un proyecto que se
refuerza por medio de la definición de una amenaza difusa y absoluta: “El Terror”. Su mensaje es claro y
simple, se mueve en el terreno de lo maniqueo, es fácilmente comprensible, sintetiza
el Mal sin mezcla alguna de Bien y el hecho de su falsedad se torna irrelevante
ante su utilidad para la consecución de la política que las élites pretenden
ejecutar.
La
identificación que la administración Bush alcanzó con el movimiento neoconservador
con la publicación de la “Estrategia de
Seguridad Nacional de los Estados Unidos de América” en Septiembre de 2002
fue plena, como puede apreciarse en la opinión que a Bill Kristol le mereció
este documento: “El mundo es un desastre.
Y creo que es un gran mérito que Bush se haya puesto serio al respecto. El
peligro no es que hagamos mucho, sino que hagamos demasiado poco”.
Las
mentiras de la guerra.
El 7 de Octubre de 2001 se dio el primer paso en el
camino de la guerra con la invasión de Afganistán bajo el nombre operativo de “Libertad Duradera”. Un conflicto que no
suscitó ningún género de dudas entre la opinión pública internacional, dado el
carácter del régimen islámico que gobernaba el país, y la certeza pública que
se tenía, de que ofrecía amparo a los terroristas responsables del ataque del
11-S.
Lo cierto es que ya en Enero de 2001, Richard A.
Clarke, presidente del Grupo de Seguridad Antiterrorista en la administración
Clinton, y más tarde miembro de la administración Bush, presentó un plan a
Condoleezza Rice que involucraba una acción encubierta en Afganistán para
impedir que Al Qaeda tuviese un refugio seguro en el país asiático. Al parecer,
el plan implicaba el apoyo encubierto a la Alianza del Norte, ataques aéreos, y
la introducción de fuerzas de operaciones especiales en Afganistán. El 10 de
septiembre de 2001, la administración Bush acordó un plan para derrocar al
régimen afgano por la fuerza si se negaba a entregar a Osama Bin Laden, proporcionando ayuda militar encubierta a los
grupos enemigos de los talibanes. Y si no lo lograban tratarían de derrocar al
régimen talibán mediante una acción directa. No llegó a aplicarse. Las
hostilidades comenzaron con la intervención de equipos de la División de
Actividades Especiales de la CIA a las que se unieron las Fuerzas Especiales
del Ejército del 5º Grupo de Fuerzas Especiales y otras unidades del Mando de
Operaciones Especiales. El Reino Unido, Canadá y Australia también desplegaron
fuerzas y varios países más proporcionaron permiso de establecimiento, acceso y
sobrevuelo, dando lugar al comienzo de las campañas de bombardeo. Así comenzó
un conflicto que a finales de 2013 no ha concluido.
El trio de las Azores: Blair, Bush y Aznar |
Pero sería en 2003 con la invasión de Irak, cuando
comenzaron a surgir dificultades para construir el mito del enemigo exterior,
que la “Guerra contra el Terror” y el
“Eje del Mal” precisaban. El consenso
público a la guerra de Irak se basaba en una campaña de mentiras lanzadas por
los neoconservadores sobre la amenaza que suponía este país hacia Estados Unidos,
debido a su supuesta posesión de armas de destrucción masiva y a una ficticia e
inédita alianza entre Al Qaeda y Sadam Hussein. Estas razones para la invasión
de Irak se utilizaban indistintamente, dependiendo del público al que se
dirigía el mensaje. La amenaza de las armas de destrucción masiva fue
enfatizada para el público británico, la conexión entre Saddam y Al Qaeda lo
fue para los americanos, dos tercios de los cuales pensaron en algún momento
que dicha relación existía, y en España se utilizó no sólo la mentira de las
armas de destrucción masiva, sino también la liberación “democrática” del pueblo iraquí.
Pero como ya pasara con el “Team B” y la “Red del
Terror”, las mentiras de la propaganda, entraban en contradicción con la
realidad que ofrecían los informes de inteligencia de la CIA. Se reprodujo el
enfrentamiento que décadas atrás había tenido lugar, pero esta vez los
contendientes eran por un lado los “idealistas” neoconservadores de Rumsfeld,
que controlaban el Pentágono y la DIA (Agencia de Inteligencia de la Defensa);
y por el otro los “realistas” de
Colin Powell, que estaba al frente del Departamento de Estado y de la CIA. Para
vencer en esta batalla, Wolfowitz, Douglas Feith y Donald Rumsfeld, crearon en
Septiembre de 2002 su propia agencia de inteligencia en el Pentágono llamada “Oficina de Planes Especiales” (OSP), a
la que también se referían como “Cabal”, con el objetivo de puentear a la CIA y “encontrar” las evidencias que
demostraran que Saddam Hussein estaba aliado con Al Qaeda al tiempo que
escondía armas de destrucción masiva, lo que lo convertía en una amenaza para
Estados Unidos y para la paz mundial. Al frente de la misma situaron a Abraham
N. Shulsky[7],
que se había destacado en el desarrollo de la política diseñada desde el PNAC.
Shulsky es un antiguo alumno judío de Strauss bajo cuya dirección se doctoró en
1972, que proporcionó a Bush las pruebas falsas mostradas a sus aliados, para
justificar el ataque contra Irak frente a la opinión pública. A este se unió en
dicha labor el especialista del WINEP sobre formas de subversión y
desestabilización, también judío, Michael Rubin.
En paralelo a los preparativos para invadir Irak,
continuó la propaganda para invadir Irán
y otros países. Michael Ledeen en una conferencia pronunciada en el JINSA el 30
de abril del 2003 afirmó que el régimen persa estaba a punto de derrumbarse y
que sólo necesitaba un empujón “y
deberíamos dárselo”. También dijo que: "se
acaba el tiempo para la diplomacia; es tiempo de un Irán libre, una Siria libre
y un Líbano libre". Los planificadores del Comité Asesor de la Junta
Política de Defensa mencionaron también Pakistán, Libia, Somalia y Sudán.
Incluso lanzaron un globo sonda para ver la reacción pública frente a una
iniciativa contra Arabia Saudí. Antes de abandonar la presidencia del Comité
Asesor de la Junta de Política de Defensa en 2003, Richard Perle convocó una
reunión informativa a cargo de un partidario de atacar Arabia Saudí. Laurent
Murawiec, que describió Arabia Saudí como "la
raíz del mal, el primer móvil, el oponente más peligroso" de Estados
Unidos en Oriente Medio. Por su parte, la revista neoconservadora "The Weekly Standard"
propiedad del magnate judío de los medios de comunicación Rupert Murdoch,
publicó casi al mismo tiempo que la reunión un artículo titulado "El próximo enfrentamiento saudí",
y ese mensaje fue retomado por la revista del Comité Judío Estadounidense,
"Commentary", con un
artículo aún más explícito titulado "Nuestros
enemigos, los saudíes". De todos modos, en parte quizá porque la
familia Bush e importantes apoyos empresariales del Gobierno Bush tienen ahí
una gran implicación en Arabia Saudí, este país fue abandonado como objetivo.
Como vemos, la lista de países seleccionados no se acababa en Irak.
Si se aportaban pruebas de que Saddam Hussein seguía
disponiendo de armas de destrucción masiva, en violación de las resoluciones
del Consejo de Seguridad de la ONU, y mantenía contactos con Al Qaeda, la
invasión estaría justificada. De las relaciones de Saddam con Bin Laden no había
pruebas, pero que seguía conservando armas químicas y biológicas parecía
indudable. Pero que inventaron las pruebas es un dato indiscutible, como prueba
Woodward[8] en su libro ya citado, que demuestra que la
administración Bush nunca tuvo datos fehacientes acerca de las supuestas armas
de Saddam. Pero aprovecharon que la CIA no había evitado los ataques del 11-S y
carecía de informadores en el interior de Iraq, para concluir que la ausencia
de pruebas no demostraba la inexistencia de las armas. Exactamente la misma
conclusión a la que se llegó décadas atrás, respecto de la flota soviética.
Bush anuncia la victoria sobre Irak |
La finalidad de la OSP era difundir sus informes de
forma directa en el Congreso y en la
Casa Blanca. Unos informes que inmediatamente llegaban a los medios de comunicación,
y servían para manipular a la opinión pública y predisponerla de forma
favorable a los planes de los neoconservadores. Uno de sus trabajos más famosos
sería el informe en el que se acusaba a Irak de haber comprado uranio en Níger,
acusación que resultó absolutamente falsa. No obstante, tuvieron éxito y
lograron justificar la invasión de Irak, que dio comienzo el 20 de Marzo de
2003 con el nombre operativo de “Operación
Libertad Iraquí”.
En mayo de 2003, las acusaciones de falsedad de los
informes de inteligencia de la OSP, se reforzaron tras el intento de Paul
Wolfowitz de restar importancia al hecho de que no se hubieran encontrado las
armas de destrucción masiva, en declaraciones a la revista “Vanity Fair”, manifestando que el asunto de las armas había sido
enfatizado como una justificación para la guerra por “razones burocráticas, ya que era la única razón por la que todo el
mundo estaba de acuerdo”. El escándalo aumentó cuando un artículo de
Seymour Hersh en el “New Yorker”,
descubrió que el jefe de la campaña de desinformación de Rumsfeld era Adam
Shulsky, el conservador straussiano coautor de un artículo sobre Leo Strauss y
el papel del engaño en las operaciones de inteligencia. Al mismo tiempo,
analistas de la CIA y diplomáticos del Departamento de Estado, acusaron a la
OSP de realizar un operativo de inteligencia con la manipulación de los datos
para influenciar a la opinión pública. El desprestigio de la agencia fue en
aumento, y en junio de 2003 fue disuelta por Rumsfeld, ya que la invasión de
Irak ya había tenido lugar y había cumplido su finalidad. El exagente de la CIA
Larry C. Johnson declaró en una entrevista a la BBC que: “La OSP es peligrosa para la Seguridad Nacional norteamericana y una
amenaza para la paz mundial. La OSP mintió y manipuló la inteligencia para
adaptarla a su agenda de eliminar a Saddam. Son un grupo de ideólogos con
nociones predeterminadas de la verdad y la realidad. Cogen pedazos de
inteligencia que apoyen su teoría e ignoran todo lo que sea contrario. Deberían
ser eliminados”.
La OSP había supuesto la institucionalización de las
ideas de Strauss sobre la mentira y su función social, consagrando el uso del
engaño y de la mentira con fines políticos. Pese a que la OSP fue disuelta, en
2006 se creó una agencia similar en el Pentágono para gestionar la información
relacionada con Irán, llamada “Directorio Iraní”, con el mismo objetivo que la
OSP: la preparación psicológica de la sociedad para preparar la invasión de
Irán. Entre 2006 y 2008 mantuvo su actividad de propaganda y desinformación,
aunque los fracasos militares de las invasiones de Afganistán e Irak y la
paulatina pérdida de popularidad de la Administración Bush irían debilitando
poco a poco dicha posibilidad.
Tal y como dijo el reconocido periodista Carl Bernstein[9],
en un programa de MSNBC, la “locura”
de la guerra de Irak fue llevada a cabo por Bush, Cheney y los “judíos neocons que querían rehacer el
mundo”. Bernstein justificó sus comentarios sobre la responsabilidad de los
judíos sobre la guerra señalando que, al ser él mismo un judío, “tal vez yo puedo decir eso”. “Esta fue una
guerra demencial que nos trajo una economía y moral muy baja”. “Fuimos a la guerra en contra de un hombre
que no tenía absolutamente nada que ver con el 9/11. ¡Era totalmente un
pretexto! Es inexplicable y hay que ir con Cheney, ir con Bush, hay que ir con
los neo-conservadores judíos que querían rehacer el mundo. Tal vez puedo decir
eso que porque soy judío. Para traer un resultado determinado…“[10]
Los
neoconservadores en los tiempos de Obama.
La llegada a la presidencia de los EE.UU. de Barack
Hussein Obama, forzó la salida de los neoconservadores del gobierno. En medio
del fracaso militar y de la crisis financiera tuvieron que cederle el paso a un
presidente de la “escuela realista” como Barack Obama.
No por ello la política exterior de EE.UU. durante los
años transcurridos de la presidencia del
demócrata Obama ha perdido agresividad en la defensa de los intereses de EE.UU.
e Israel en Oriente Medio. Siria fue en 2011 la elección de los EE.UU. e Irán
fue la de 2013 ante la necesidad de alcanzar el control de las fuentes de
energía, y el temor a que el Gobierno israelí sea incapaz de imponer sus
condiciones a los palestinos, mientras este país sea una potencia regional. Con
Siria al igual que con Irán, se han alcanzado acuerdos, evitando una invasión
directa por ahora, dado el respaldo que a ambos países ofrecen Rusia y China.
Pero la agenda norteamericana sigue abierta y su programa de hegemonía en
marcha.
Los neoconservadores en su mayoría han vuelto a sus “thinks tanks” y a sus medios de
comunicación, en los que aguardan su nueva oportunidad, tratando de mantener su
influencia política. Un ejemplo de ello es la “Brookings Institution”, el laboratorio de ideas más influyente de
Washington, en el que se ha integrado William Kristol, desde donde no duda en
reivindicarse: "Vivimos en un
momento fluido en la política americana. Pero tengo bastante confianza en que
el neoconservadurismo tiene un presente y un futuro", dijo Kristol.
Según el historiador francés Justin Vaïsse, experto en
el movimiento neoconservador y en la “Brookings
Institution”, los neoconservadores tienen futuro. "Están presentes en el debate, en cuestiones como los derechos
humanos o Irán", explica. "Evidentemente
no influyen de forma directa en la Administración, porque los que están en el
poder son de otro campo. Pero debido a la permeabilidad de las ideas y al hecho
de que mantienen una línea determinada, balizan el debate"[11].
La influencia intelectual de los neoconservadores permanece, e incorpora nuevas
voces, como ocurre con los columnistas Charles Krauthammer y David Brooks,
ambos muy críticos con la política exterior de Obama, que ha asumido una diplomacia
realista, inclinada hacía la defensa de los intereses nacionales de EE.UU.
dentro del marco legal internacional, lo que contraviene en gran parte los
deseos del lobby sionista americano, lo que nuevamente refuerza a los
neoconservadores, como una alternativa ideológica más vigorosa.
Pese a la percepción generalizada de que los
neoconservadores han desaparecido del escenario político, la realidad es que
sólo han perdido su perfil propio, diluyéndose en el magma republicano
conservador, guiado ahora por la cadena televisiva Fox News y el movimiento Tea
Party. Como dice el neoconservador arrepentido que hoy dice ser Francis
Fukuyama: "en su actual encarnación,
el neoconservadurismo ha evolucionado hacia el conservadurismo, o algunas de
las ideas neoconservadoras se han convertido en ideas republicanas"; "Es difícil ver la diferencia".
Y si el movimiento neoconservador se ha diluido dentro
de la derecha republicana hasta el punto de no poder distinguirse a los
conservadores tradicionales de los neoconservadores, ¿los hace esto menos
poderosos?, ¿menos peligrosos?. Nada más lejos de la realidad. Precisamente
ahora es cuando han conseguido su triunfo absoluto, pues sus ideas políticas se
han impuesto y forman parte del acervo ideológico común a toda la derecha
americana. ¿Puede decirse entonces que el movimiento neoconservador ha muerto?.
Sí, pero de éxito.
Llegamos al final, y debemos recordar una vez más que
la Historia tiene una dimensión subterránea, cuyo desconocimiento o ignorancia
implica no comprender los procesos históricos en desarrollo. Una dimensión
subterránea que opera a modo de una infraestructura, que determina
decisivamente la orientación de las superestructuras que sobre ella se
asientan. Si nos limitamos únicamente a analizar el desarrollo de las
superestructuras, la superficie de la Historia, jamás entenderemos las razonas
últimas que la mueven. Lo cierto es que las fuerzas que operan en cada momento
no son estables ad infinitum, y que son sustituidas por otros núcleos de
poderes sucesivos o simultáneos, y que en el tiempo presente no sabemos cuándo
va a ocurrir una nueva sucesión de fuerzas históricas operantes, y ni siquiera
sabemos si ocurrirá, ni cómo sucederá.
Lo que sabemos es que las épocas de profunda crisis
como la que vive Occidente desde que finalizó la Segunda Guerra Mundial, son
propensas a engendrar mitos políticos, dioses mortales, cuya omnipotencia no
deja ajeno a su soberbia ningún espacio de vida. Es en momentos como este,
cuando como dioses de tragedia clásica caídos del cielo hacen acto de presencia
los tiranos demagógicos, y que la radicalidad, amoralidad, crueldad y carácter
ilimitado de la obediencia por ellos reclamada, sólo es comparable con el poder
absoluto que, en la Antigüedad, exigieron al hombre los tiranos y sus dioses.
[1] Rice, Condolezza; “Promoviendo el Interés Nacional”;
Enero/ Febrero 2000; “Foreign Affairs”.
[2] Robert Upshur "Bob" Woodward nacido en1943 en
Geneva en el Estado de Illinois, hijo de un juez se matriculó en la Universidad
de Yale con una beca para oficiales de la Reserva Naval, sirviendo como oficial
de Inteligencia naval tras graduarse en Historia y Literatura Inglesa. Empezó a
trabajar en “The Washington Post” en
1971. En 1972 se asoció con el periodista judío Carl Bernstein, de ambos,
Woodward fue quién tuvo acceso a la fuente de información conocida como “Garganta Profunda”, que les facilitó la
información que dio lugar finalmente a la dimisión del presidente Nixon. Su
historia fue llevada al cine por Hollywood bajo el título de “Todos los hombres del presidente” y su
personaje en la ficción fue encarnado por Robert Redford. Entrevistó en seis ocasiones
al presidente G. W. Bush sobre cuya política ha escrito cuatro libros sobre los
atentados del 11-S y las guerras en Afganistán e Irak. Woodward creyó las
afirmaciones del gobierno de Bush acerca de la existencia de armas iraquíes de
destrucción masiva antes de la guerra. Durante una aparición en “Larry King Live”, se le
preguntó en una entrevista telefónica:
"supongamos que vamos a la guerra entramos en Irak y no hay armas de
destrucción masiva"; Woodward respondió: "Creo que la posibilidad de que eso ocurra es aproximadamente cero.
Hay demasiadas cosas allí". Más tarde admitió su error.
[3] Woodward, Bob. “Plan de ataque: Cómo se decidió invadir Iraq”. Editorial Planeta.
Barcelona, 2004.
[4]
“Constitución o construcción de la nación”. Un concepto
referido en politología muy frecuentemente a la refundación de una nación o a
la idea de nación vinculada a un Estado “fracasado”.
[5]
David
J. Frum nació en 1960 en Canadá y es hijo de la periodista canadiense judía
Barbara Frum (nacida Rosberg). Es un comentarista y político, que estuvo activo
en la política canadiense, y después de emigrar a los Estados Unidos se
convirtió en político en la política estadounidense. Su hermana es Linda Frum,
miembro del Senado de Canadá y del Comité Canadá-Israel. Es primo lejano del
economista Paul Krugman. Ha sido miembro del Comité Canadá-Israel y del AIPAC,
y redactor de discursos para el presidente George W. Bush. También el autor del
primer libro de "información privilegiada" sobre la presidencia
de Bush. Sus artículos periodísticos han aparecido en una variedad de revistas
y periódicos canadienses y estadounidenses, incluyendo el “National Post”, “The Week”,
“The Daily Beast” y “Newsweek”. Es miembro de la junta
directiva de la Coalición Republicana Judía y vicepresidente y miembro asociado
del “Instituto R Street”. También ha
pertenecido al “American Enterprise Institute”. Obtuvo la nacionalidad norteamericana en 2007.
[6]
Woodward,
Bob. “Plan de ataque: Cómo se decidió
invadir Iraq”. Pág. 107. Editorial Planeta. Barcelona, 2004.
[7]
Abram
N. Shulsky es Senior Fellow en el Instituto Hudson. Fue asesor del Secretario
de Defensa para Política en el período 2001-2009, en cuestiones relacionadas
con Irak y la Guerra Global contra el Terrorismo. Ha sido consultor en asuntos
de seguridad nacional en la Corporación RAND y en la Oficina de Evaluación de
la Red en la Oficina del Secretario de Defensa (OSD); como Director de Política
de Control de Armas Estratégicas en el OSD. Ha actuado como representante del
Secretario de Defensa para las conversaciones sobre política nuclear y espacial
(Defense and Space Group) con la antigua Unión Soviética. También ha sido Director
del Comité de Inteligencia del Senado y asistente legislativo del senador
Daniel Patrick Moynihan, con respecto a cuestiones de inteligencia y miembro
del personal de planificación política de la Oficina del Secretario de Defensa
para Política. Se graduó como especialista en Matemáticas en la Universidad de
Cornell, y en la de Chicago obtuvo su Doctorado en Ciencias Políticas bajo la
dirección e Leo Strauss, por quien fue “iniciado”
en los secretos de su doctrina. Shulsky ha sido patrocinado por la
neoconservadora “Olin Foundation”, que ha venido
subvencionando y publicando sus obras como teórico de los servicios de
inteligencia. En ellas ha propagado la doctrina straussiana el valor de las “nobles mentiras”, ya que el engaño es
la norma de la política, por lo que los servicios de inteligencia deben
concentrarse en superar las dificultades que se oponen a sus esfuerzos en
obtener y analizar la información relevante que permita la adopción las
decisiones políticas más adecuadas en cada momento.
[8] Woodward,
Bob. Op. Cit.
[9] Carl
Bernstein es un periodista estadounidense de ascendencia judía que, como
reportero de investigación para “The Washington Post” junto con Bob Woodward, destapó la historia del caso “Watergate”, provocando la dimisión del
presidente Richard Nixon.
[10] www.youtube.com/watch?v=BbyBL3-ZOsM
[11]
www.lavanguardia.com/internacional/20100518/53929395423/los-neocon-siguen-influyendo-en-la-politica-de-obama.html
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