miércoles, 2 de enero de 2013

EL ABISMO FISCAL: EL ÚLTIMO CAPÍTULO DE LA DECADENCIA ECONÓMICA DEL IMPERIO.




“El 16 de Septiembre de 1985, cuando el Departamento de Comercio anunció que los Estados Unidos se habían convertido en una nación deudora, el Imperio Americano feneció. El Imperio tenía setenta y dos años de edad y había estado con mala salud desde 1968. Como la mayoría de los imperios modernos el nuestro descansaba no tanto en la fuerza militar como sobre la superioridad económica”.
Gore Vidal.
“The Day of American Empire run out of gas”. United States.
Essays 1952-1992, Abacus, New York, p. 1005.


El cambio de año ha estado presidido por las tensiones generadas por las negociaciones entre republicanos y demócratas en Washington, a fin de evitar el conocido como “Cliff Fiscal”. Podría parecer atrevido hablar  de este acontecimiento como otro capítulo de la decadencia de la que, por el momento, es la mayor potencia económica del mundo, sino fuera porque es una evidencia que se desprende de todos los índices económicos.

Si explicamos brevemente esta decadencia económica de los Estados Unidos, podemos decir que tiene una doble vertiente interna y externa.

La decadencia interna.

Se traduce en un notable descenso del nivel de vida de la inmensa mayoría de los ciudadanos, compatible con el aumento del producto Nacional Bruto, , el aumento del ingreso por habitante y con un aumento de los niveles de vida del 10% de los ciudadanos con mayores ingresos. Este fenómeno se refleja en un aumento del número absoluto de pobres y en el estancamiento en las expectativas de prosperidad de la mayor parte de la población, con la pérdida de cientos de miles de puestos de trabajo en la industria, y junto con el empleo, la pérdida de su seguridad social, siendo sustituidos estos puestos de trabajo con nuevos empleos peor remunerados y con inferior cobertura social. Prueba de ello es que en 1970 lo sueldos y salarios percibidos por los trabajadores de industrias productivas suponían el 37% del total de los ingresos del trabajo, mientras que en 1990 esa proporción se había reducido al 27%; era del 24% en 1997 y del 23% en 2001. Y no sólo la calidad, sino también la cantidad, la tasa de desempleo era del 4,51% en 1950, 4,78% en 1960, del 6,21% en 1970 y del 7,27% en 1980. Y en la actualidad, si se suma la población de los “sin techo” , los más de tres millones de reclusos y los más de cinco millones de desempleados, el desempleo alcanza el 11% de la población activa.


En los últimos años, apenas ha cambiado el nivel de ingresos de la inmensa mayoría de las familias. EL ligero aumento del 12% en 22 años se debe a que ha aumentado mucho la remuneración de las mujeres de manera que compensa la reducción de los ingresos de los varones.

Sobre la base de estos datos podemos hablar con todo rigor de un estancamiento del progreso económico y de la movilidad social de las familias norteamericanas a partir de la década de los setenta. Este deterioro de los ingresos es el resultado final de varios procesos: desempleo, pérdida de calidad del empleo, competencia de las importaciones de países en vías de desarrollo, estancamiento de la productividad del trabajo, la destrucción de empleo público, y más que todo, la limitación y reducción de las medidas redistributivas. 

La precariedad laboral de la mayoría de los ciudadanos norteamericanos aumenta la hostilidad hacia los competidores y extranjeros, su agresividad, su aislamiento en una vida estrictamente familiar, lo que lleva a su cerrazón y a la pérdida de interés en cosas que no se relacionen con su trabajo, sus ingresos o su casa. Todo esto al tiempo que los salarios y bonificaciones de los ejecutivos mejor pagados aumentaron en un 951% entre 1975 y 1995, cinco veces más que la tasa de inflación. En ese mismo período, los ingresos de las dos terceras partes de la población apenas crecieron un 12%.

Sin embargo, paradójicamente, la renta per capita ha aumentado porque ha habido una parte de la población que ha mejorado extraordinariamente. Hay más ricos y éstos lo son más que antes. Se constata así una tendencia hacia una sociedad, en la que la riqueza se va concentrando cada vez más, en un menor número de personas. La desigualdad en el reparto de la renta va aumentando a través de los años, y las élites económicas marcan las pautas de comportamiento político y económico de la sociedad, tienen todo el poder, frente a una menguante clase media que con mucho esfuerzo trata de mantener su nivel de vida, y un número creciente de pobres, que aumenta con cada nueva crisis, que se mantiene bajo el nivel de la pobreza. Esta situación hizo exclamar al ministro de trabajo con Clinton, Robert Rich: “¡Tenemos una de las distribuciones de renta más injustas del mundo!. El economista judío y comentarista del New York Times Paul Krugman, ha ido más allá y ha calificado al sistema americano de “plutocracia” o gobierno de los ricos, que se opone a la “democracia” o gobierno del pueblo. La desigualdad de la riqueza y la desproporción del poder se deriva directamente del sistema político, en el que la influencia de los ricos en el proceso electoral es decisiva y evidente, porque está permitido a los grandes intereses económicos defenderlos a través de los “lobbys” o grupos de presión, tratando de influir en la promulgación de leyes y normas que puedan afectarles; y porque que a través del sistema de financiación de las candidaturas, hace que siempre coincida la victoria electoral con la candidatura que más apoyo económico ha recibido a su campaña electoral. Hecho este último que se ha visto aún más favorecido desde el año 2002 con la promulgación de la ley McCain-Feingold que ha elevado la cantidad máxima de las aportaciones, y ha relajado la legislación sobre la financiación de las campañas electorales.

La decadencia exterior.

En términos relativos, la economía de los Estados Unidos ha perdido importancia en el mundo. En 1950, los EE.UU. suponían el 40% de la economía mundial y era el único mercado lo suficientemente grande y con el suficiente poder de compra, para convertirlo en el más atractivo del mundo. El dólar era la moneda más buscada y al menos nominalmente, las reservas de oro del Sistema Federal  de Reserva representaban el 75% de las tenencias mundiales de oro monetario, y eran el principal prestamista a nivel mundial.

En la actualidad, nada es igual. La Unión Europea y Japón juntos son más grandes, las economías emergentes de China, Brasil e India han desplazado el atractivo para invertir del mercado norteamericano, y el dólar se ve debilitado de forma imparable. Con el paso del tiempo la posición internacional de EE.UU. se ha debilitado continuamente; de ser un país que a mediados del S.XX prestaba dinero a todos los países ha pasado a ser deudor neto de medio mundo. Una deuda que no va dirigida a expandir la capacidad productiva del país, sino a financiar el enorme déficit fiscal originado por las reducciones de impuestos y el aumento del gasto militar. Ahora la deuda externa de los EE.UU. es la mayor del mundo; pero que tiene una gran ventaja: que se contrae y se paga en la moneda propia a diferencia de la inmensa mayoría de los países, que tienen que pagar en moneda extranjera.


El déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos de EE.UU. es bueno para los países que exportan a los EE.UU. , China, Japón, Corea, Alemania, etc., pero no deja de representar una desventaja y una debilidad para el país. Es una consecuencia de la desindustrialización de América y de la internacionalización de la producción propia y de la expatriación de muchas empresas manufactureras a países con trabajo más barato, con la consiguiente pérdida de puestos de trabajo bien pagados que ya hemos mencionado. De esta manera las empresas norteamericanas son más eficientes y ganan más dinero, pero los trabajadores norteamericanos no reciben los frutos de esa inversión en el extranjero. La apertura del mercado norteamericano ha perjudicado los niveles de vida de muchos ciudadanos norteamericanos, sobre todo a los que trabajan en la producción de bienes que compiten con los importados. El ajuste de su moneda que sería necesario para equilibrar estos enormes déficits externos, llevarían al dólar a un escenario imprevisible.

El déficit fiscal es otra debilidad, de 1939 a 2004 sólo se ha equilibrado el presupuesto federal total durante la presidencia de Truman de 1947 a 1949, de forma puntual en la década siguiente, y en 1960 con Eisenhower, Nixon obtuvo también un superávit en 1969. Desde ese año, y sin duda a causa de la guerra de Vietnam, el déficit fiscal crece exponencialmente y se dispara extraordinariamente con Reagan volviendo a equilibrarse con Clinton que vuelve a obtener superávit en 2000. 

El gasto militar.

Un problema fundamental del déficit fiscal es que está producido en su mayor parte por el gasto militar que supone la financiación de dos guerras simultáneas, además de las operaciones de “restablecimiento de la democracia” como las de Libia , que desvían recursos de la producción de bienes y servicios que aumentan la capacidad productiva, los conocimientos, la salud, el bienestar del país, hacia la producción de “seguridad y defensa” que son conceptos intangibles, condiciones subjetivas, cuya demanda está determinada por unos pocos profesionales de la guerra, al margen de los sentimientos y los deseos de los ciudadanos, pero que resultan imprescindibles para el mantenimiento del proyecto imperial y los intereses de Israel. Estados Unidos gasta por sí sólo en su presupuesto militar casi lo mismo que todo el mundo combinado,  el 43%, lo que equivale a 1531 mil millones de dólares al año, hasta seis veces más de lo que gasta China, el segundo país en gasto militar. Mantener una estructura de más de 1000 bases militares repartidas por todo el mundo, 


Estamos ante un caso de “imperial outstrecht” descrito por el historiador Paul Kennedy[1]. Suponen los estrategas americanos que el mantenimiento de su imperio se tiene que hacer apoyado en una fuerza militar de alcance planetario que, incluso contando con el apoyo militar de sus aliados, excede la capacidad económica del Imperio. Los Estados Unidos se están endeudando para mantener su hegemonía imperial, dado que los recursos propios no son suficientes. <ya resultas de ello, su economía empieza a perder la confianza de los inversores asiáticos, europeos e hispanoamericanos. Cuando esta confianza en el dólar se haya desplomado completamente, el Imperio comenzará a replegarse. Paul Kennedy ha mostrado que a todos los imperios anteriores les ocurrió así. Todos tuvieron el mismo problema y el mismo fin. Cuando el coste de mantenimiento de su estructura superó los beneficios obtenidos de la misma, comenzaron a perder su hegemonía.


El origen del “precipicio fiscal”.

Hasta 1917 el Congreso tenía que aprobar todos y cada uno de los créditos, pero la Primera Guerra Mundial hizo que se aprobara la Ley de Libertad Bond Segundo el “techo de deuda”. Es decir, el Departamento del tesoro sólo puede pedir prestado hasta un determinado máximo y ese máximo es aprobado por el Congreso. Una vez alcanzado ese tope máximo, el gobierno no puede pedir prestado ni un dólar. Desde entonces el límite ha sido ampliado en más de setenta ocasiones, y en Diciembre de 2012, el límite de la deuda es de  1.639.000.000.000 $.

A principios de la primera década de este siglo, dos elementos se combinaron para enfrentar una reforma fiscal: por un lado la necesidad de introducir estímulos en la economía tras la burbuja de las punto com; y por otro, la discusión acerca del destino de los fondos originados con el superávit alcanzado durante el mandato de Clinton.

La subida de los valores de las compañías tecnológicas a finales de los noventa, se basaba en la falsa expectativa de que obtendrían beneficios, cuando sólo daban pérdidas. Esta previsión hacía subir constantemente la cotización de los valores, desplazando el beneficio desde la rentabilidad de las empresas a la especulación con sus títulos. A mitad de 2000 se advirtió que la demanda decaía y que las expectativas de crecimiento no se iban a cumplir, por lo que la caída del precio de las acciones en el 2001 arrastró al Nasdaq seiscientos puntos. La nueva economía había caído y el producto nacional bruto de Estados Unidos se redujo tres trimestres consecutivos, lo que técnicamente es una recesión.

 
En el 2001 y junto con el pinchazo de la burbuja de las compañías tecnológicas, y la necesidad de estimular la economía, Bush junior hereda un superávit de 127.300 millones de dólares. La reforma fiscal de Bush del año 2001 era una respuesta a ambas herencias, era una respuesta económica a la recesión, y una respuesta política a un debate planteado en los noventa: ¿qué hacer con el superávit fiscal?. A un ritmo de crecimiento económico en torno al 3%, la Casa Blanca estaba convencida de que se podía combinar la reducción de impuestos con la eliminación total de la deuda nacional, objetivo primordial de los excedentes fiscales. Eso sí, tanto Bush, como el resto de los políticos ya sean demócratas o republicanos, prefirieron olvidar la “otra” deuda nacional: los billones de dólares que la Seguridad Social se había comprometido a pagar en las décadas siguientes como resultado del envejecimiento de la población.

Las enormes ganancias de capital de los más ricos de finales de los años noventa en Wall Street, se veían gravadas por  el temido IRS (la Hacienda federal), de ahí que una de las principales medidas de la reforma fiscal, fuera la exención de tributar por los beneficios obtenidos por los dividendos de las acciones, que beneficiaba al 20% más rico de la sociedad; y la abolición del impuesto de sucesiones, que sólo afectaba al 2% de la población más adinerado.

Para la clase media, el principal beneficio era la eliminación del marriage penalty, un sistema que penalizaba a familias donde ambos cónyuges tenían ingresos similares que pasó de pagar un 28% a un 25%. A cambio, Bush no eliminó el “Impuesto Mínimo Alternativo”, pensado hace años para familias de altos ingresos, pero que como no había sido ajustado a la evolución de la inflación, afectaba de lleno a la clase media.

El presidente Bush firmó la primera ola de rebajas fiscales en 2001, recortando los tipos fiscales, para reducir los impuestos en 1,6 billones de dólares en 10 años. Y como resultado de los recortes, empeoró la situación de la red hospitalaria pública y el resto de las infraestructuras públicas. En Defensa, el presupuesto global subió más de un 14%. Los recortes afectaron de lleno a departamentos como Medio Ambiente, Educación, Transportes y Agricultura, que eran las cenicientas del paquete presupuestario. Estos recortes dejarían de tener efecto a finales de 2010.

Tras los hechos del 11-S y as Torres Gemelas de Nueva York, se produce  en 2002 la quiebra de Worldcom, la quiebra más grande de la historia en ese momento como consecuencia de un fraude de sus directivos. Este acontecimiento engendró un mayor pesimismo acerca del capitalismo popular norteamericano. Casi la mitad de la población había invertido en Bolsa a través de fondos de inversión, fondos de pensiones y seguros de vida. Los ahorradores se alejaron del riesgo “sistémico” de los mercados financieros.

La inestabilidad del mercado financiero, llevó a una segunda oleada de recortes de impuestos, que  se aprobó el 15 de Mayo de 2003. El Senado aprobó  una reducción de impuestos que suspendía hasta 2007 el cobro de los impuestos sobre dividendos de las acciones de las empresas. Después de esa fecha las excepciones se anularían (cosa que nadie se creía que iba a ocurrir). En los próximos diez años esta reducción le supuso al gobierno federal una pérdida de ingresos que puede estar entre los 350.000 millones de dólares, que prevé el Senado, y los 660.000 millones que estima el Center on Budget and Policy Priorities. En cualquiera de los dos extremos la reducción de impuestos agrandaría el déficit fiscal previsto. La medida era una manera de dar un empujón al negocio de la Bolsa que no parecía querer recuperarse. La lógica económica de la medida, que se trata de justificar con el argumento de evitar la doble imposición, es la de dar más dinero a los ricos, porque son ellos quienes saben invertir el dinero y crear empleo, una vieja falacia de la derecha norteamericana. La anterior reforma de 2001 también beneficiaba de una manera desproporcionada a los ciudadanos de mayores ingresos. Hay que ver estas reducciones de impuestos como una redistribución de ingresos de la clase media hacia reducciones de impuestos como una redistribución de ingresos de la clase media hacia los ricos, un proceso que se viene haciendo, con algunas interrupciones, desde los tiempos del Presidente Reagan en 1981. Este es uno de los elementos que causa la creciente concentración de la riqueza y el ingreso en pocas manos.

El efecto nocivo de los déficits fiscales está en que refleja un desequilibrio entre el ahorro nacional y la absorción (consumo más inversión9, que tiene que ser financiada en parte por ahorro extranjero. Por medio de los déficits fiscales y la deuda que generan se hace a la economía dependiente de los flujos de capital provenientes del exterior, en definitiva de la voluntad de los extranjeros de financiar los déficits americanos. Es una manera de hipotecar la economía nacional. Téngase en cuenta que el gobierno federal tiene que financiar con capital extranjero dos déficits: el fiscal de que tratamos aquí y el de cuenta corriente ya mencionado. Este déficit fiscal presiona al gobierno federal a reducir gastos innecesarios. Pero ¿cuáles son los gastos innecesarios para el gobierno federal?. Por regla general lo son los servicios cuyos beneficiarios tienen menos garra política, es decir, que mantenerlos descontentos no le causa de inmediato problemas políticos al gobierno federal. Fácil es de ver dada la estructura social y de poder en los Estados Unidos, quienes pagan en la práctica las medidas de austeridad fiscal: los más pobres.

Algunos de estos “gastos innecesarios”, como es el programa Medicaid, que atiende a la salud de las personas con menores ingresos, la educación preescolar o la seguridad ciudadana, incluyendo las prisiones, el gobierno federal los ha transferido al gobierno de los estados y a los municipales. Pero a la vez que les transfiere competencias –muchas veces no deseadas- no les está transfiriendo los fondos necesarios para financiarlas. Más aún, se les exige que equilibren el presupuesto. El resultado es que o bien los estados reducen los niveles de protección social que pueden dar o tienen que buscar recursos en otra parte. Pero ahora obligados a financiar competencias nuevas, los estados tienen que recurrir a nuevas fuentes de ingresos, difíciles de obtener, o reducir las prestaciones a los ciudadanos, sobre todo en los sectores más costosos, como es la salud y la educación, que no han alejado a los presupuestos estatales de la ruina incluso en los estados ricos.

Llegado el año 2010 el Reloj nacional de la Deuda (RND) que aparece en una pantalla cerca de Times Square, en Nueva york, ya no contaba con los dígitos suficientes para contabilizar la deuda del gobierno de los EE.UU. Las circunstancias eran aún peores a las de 2001. La “Gran Crisis” campaba a sus anchas, con quince millones de parados y una recesión del 5,1% del PIB, dejar sin efecto la reforma fiscal de 2001 a 2003 hubiera supuesto una profundización de la recesión. Además, a los gastos de las dos guerras en marcha, había que añadir el descomunal importe del “rescate bancario”. Por estas razones, el 12 de Febrero de 2010 se volvió a elevar el “techo” de la deuda, elevándolo a la cantidad de 14,29 billones de dólares, que se alcanzó en Abril de 2011, y el 31 de Julio de 2011 se volvía a elevar por medio de la Budget Control Act. A cambio de este aumento del límite de la deuda, se asumía que el 31 de Diciembre de 2012 se eliminarían los recortes y exenciones fiscales del período 2001-3, y entrarían en vigor recortes de gasto equivalentes al 5% del PIB aproximadamente, en los gastos de Defensa, Seguridad Social, beneficios federales por desempleo y Medicare (sanidad pública para ancianos). Cabe destacar que la deuda durante el primer mandato de Obama ha aumentado en un 43%, y en estos momentos ronda los 19 billones de dólares, esperando que supere en 2017 el 170% del PIB.

Estas medidas de recorte del gasto público y eliminación de exenciones fiscales a los más ricos que por ley debían entrar en vigor el 31 de Diciembre de 2012, son lo que se ha dado en llamar el “Cliff Fiscal” o “precipicio fiscal”, y su puesta en marcha supondría un recorte del déficit equivalente al 4% del PIB norteamericano, unos 600.000 millones de dólares. Se produciría así un aumento del impuesto sobre la renta, sobre el patrimonio, y de sociedades el 1 de enero de 2013. La única manera de evitar ese “precipicio fiscal” era la aprobación por el Congreso de un plan alternativo de reducción del déficit en 1,2 billones en los próximos años. Según la Asociación Nacional de  Industriales, la entrada en vigor de estas medidas supondría una tasa de desempleo del 11% y una caída del PIB del 1,3%. Y desde el Pentágono y los contratistas de Defensa han descrito los recortes en Defensa como un “riesgo inaceptable

El acuerdo provisional.

A última hora de este 1 de Enero de 2013, se ha ratificado in extremis el acuerdo alcanzado entre republicanos y demócratas en la Cámara de Representantes, para que las medidas adoptadas por el Congreso con el apoyo de ambos partidos se aprobara, aplazando dos meses el problema. El Legislativo ha convertido así  en permanentes, para la inmensa mayoría de los estadounidenses, las rebajas fiscales introducidas hace una década por el presidente republicano George W. Bush. El resultado supone una victoria política indiscutible para el presidente Barack Obama, quien hizo de la protección de la clase media su banderín de enganche durante la pasada campaña electoral. La Cámara de Representantes, dominada por los republicanos, ha aprobado el proyecto legislativo destinado a cancelar los efectos del llamado "abismo fiscal" en el que ha permanecido el país, al menos técnicamente, durante un día.

La legislación aprobada hoy, que entrará en vigor en cuanto la firme Obama, convierte en permanente el nivel actual de los tipos impositivos sobre la renta, haciendo permanente así la progresiva brecha abierta entre ricos y pobres, aunque  eleva el impuesto para las familias con rentas anuales superiores a los 450.000 dólares, que volverán a contribuir con un tipo del 39,6 %, como hace dos décadas, en lugar del 35 % actual.

El acuerdo no prorroga, sin embargo, la rebaja temporal de las retenciones sobre los salarios que aprobó el gobierno de Obama dentro de las medidas de estímulo a la economía, por lo que los estadounidenses sí que notarán a partir de mañana una reducción de sus salarios netos. La reducción de los salarios, muy marcada en los periodos republicanos, ha sido muy acentuada en el periodo 2009-2011, la renta media familiar ha descendido un 4,1%, pasando de ser 52.195 a 50.054 dólares, Una bajada de salarios que contribuye a la reducción de la demanda doméstica y a la ralentización económica.

A través de esa combinación de subidas de los tipos y reducción de ciertas deducciones para los más adinerados, el Gobierno espera recaudar 620.000 millones de dólares en nuevos ingresos en los próximos diez años. La ley prorroga, además, por un año el subsidio de emergencia por desempleo que beneficia a dos millones de estadounidenses, y retrasa la aplicación de otros 110.000 millones de dólares de recortes de gastos.

Aplaza, sin embargo, por dos meses, los recortes automáticos previstos en el gasto del Gobierno federal, el Cliff fiscal”, lo que presagia nuevos enfrentamientos en poco tiempo entre republicanos y demócratas. El próximo reto será, sin duda, la búsqueda de un acuerdo sobre la reducción del gasto, especialmente del destinado a algunos programas sociales muy populares, como Medicare para los jubilados y Medicaid para los pobres, cuyos costes se van a disparar por el envejecimiento de la población. Con lo que aumentará la progresiva pérdida de calidad de vida, e irá decayendo al demanda interna de forma progresiva, lo que afectará a los países exportadores a EE.UU. de sus productos, como China, Brasil y Alemania. Para Europa, una caída de las exportaciones de Alemania, provocará una caída de la demanda interna y de las importaciones de productos españoles entre otros. Lo último que le queda a España antes del abismo.

 

Obama dijo que el Congreso tiene que proporcionar al Gobierno los medios requeridos por las leyes que los mismos congresistas aprueban. Y ha avisado de que no está dispuesto a entrar de nuevo en largas negociaciones con el Congreso sobre el aumento del techo de endeudamiento nacional dentro de dos meses; pero, ¿le queda otra solución?.

Lo único cierto es que la deuda seguirá creciendo a razón de 800.000 millones de dólares cada año, y el tic-tac del reloj sigue sonando, mientras marca el ritmo de la ruina del Imperio



[1] Kennedy, Paul. “Auge y caída de las grandes potencias”. Ed. Random House Mondadori, 1994. Barcelona (España).

No hay comentarios: