“El problema que se plantea hoy no es ni político
y social: es sin duda esto, pero también es mucho más que esto. Es un problema
de civilización”[1].
George
Bernanos.
Thomas Piketty se ha situado en el centro del debate político en esta etapa de la crisis económica. Pero, ¿quién es Thomas Piketty?; y sobre todo, ¿qué lo ha situado en el centro de la polémica?
Piketty nació en París, en 1971, en un municipio de mayoría trabajadora, Clichy, en la región de Isla de Francia, departamento de Altos del Sena, en el distrito de Nanterre, hijo de militantes desencantados del movimiento trotskista Lutte Ouvriere, que fue uno de los grupos más activos en las revueltas de mayo del 68, tras el fracaso revolucionario, y dentro de las ideas propias de los hippies de la época, sus padres se marcharon a vivir al medio rural, a Carcasona, en el sur de Francia,. Cuando cayó el Muro de Berlín, sólo tenía 18 años, decidió viajar por los países del Este, quedando impresionado por las ruinas del comunismo, una experiencia que lo decidió a estudiar Economía y Matemáticas en la Universidad de París y acabar obteniendo un doctorado en la London School of Economics a los 22 años. Se marchó a EE.UU. para continuar sus estudios en el MIT (Massachussetts Institute of Technology). También influyó en él la guerra del Golfo de 1991, que en su opinión ponía de manifiesto la ignorancia económica de los políticos. Su experiencia americana le llevó a la conclusión de que debía regresar a Francia para continuar su vida académica, al ser su país de origen el entorno en el que más cómodo se encontraba intelectualmente.
Entre los años 2000 a 2010 trabajó con Emmanuel Sáez en el estudio de la
desigualdad de los ingresos, siendo los primeros en analizar los datos de los
impuestos en Estados Unidos para mostrar cómo los ingresos altamente
concentrados no estaban en manos del 10% o 20% de la población más acaudalado,
sino que realidad se concentraba en un porcentaje inferior al 1%, quizás el 0,1%
o incluso el 0,01%. Durante este período permaneció vinculado a la organización "Europa a la izquierda",
fundada por el dirigente socialista Dominique Strauss-Khan[2]. En
las elecciones de 2007 fue asesor de Segolene Royal, candidata presidencial por
el Partido Socialista francés, momento en el que conoció a la escritora y
diputada socialista Aurelie Filipetti con la que estableció una relación
sentimental, que concluyó dramáticamente por el escándalo de violencia
doméstica que protagonizó repercutiendo negativamente en su imagen pública
cuando acabó reconociendo la situación de abuso de su pareja. El escándalo
concluyó cuando Filippetti retiró la denuncia para evitar que las respectivas familias se vieran
afectadas.
Finalmente
se convirtió en director de la Escuela de Estudios Económicos en París. (Paris School of Economics), de reciente
creación, que tiene su sede en los locales de la École Normale Supérieure en el
bulevar Jourdan en el extremo inferior del 14e arrondissement, junto al parque
Montsouris, de la que han salido 13 premios Nobel y 10 medallas Fields.
Piketty empezó su carrera investigadora con
un estudio sobre el sistema del impuesto sobre la renta inglés que considera
uno de los mecanismos políticos más importantes de la historia. A partir de
este estudio su carrera académica se centró en el estudio de las desigualdades
económicas desde una perspectiva histórica comparada, poniendo de manifiesto con
su trabajo que el capital crece más rápido que la economía y que esta tendencia
se acusa con el transcurso del tiempo, debido a la acumulación de capital en
las sociedades occidentales y al fin de la meritocracia como mecanismo de
ascenso social. Ha vendido más de un millón y medio de ejemplares de su libro “El Capital en el S. XXI” por el que se
le ha designado para recibir la Legión de Honor, la más alta
condecoración en Francia, nominación que ha rechazado este pasado mes de Enero
de 2015 para mostrar su desacuerdo con el Gobierno socialista del dirigente
socialista y miembro de la masonería francesa[3]
François Hollande.
Piketty y la ruptura del positivismo en los estudios de Economía.
Una de las novedades más importantes del trabajo académico de Piketty, ha sido la ruptura con la hegemonía del positivismo en los programas académicos dominantes en las mejores Facultades de Economía y en las Ciencias Sociales en general, en los que se hace un uso abusivo de las matemáticas, la estadística y el cálculo de probabilidades en sus análisis, lo que es un aspecto más de la ofensiva de los intelectuales de ideología neoliberal que inspiraron a Reagan y Thatcher[4] y que coincidió con el inicio de la “globalización”[5], una época en la que desde los medios de comunicación y desde los poderes públicos se otorgaban las mejores calificaciones a aquellas universidades cuyos programas académicos positivistas mejor servían a las necesidades de una economía financiarizada global, imponiendo un paradigma que no era en absoluto inocente, pues estaba y está al servicio del poder económico internacional. La obra de Piketty pone de manifiesto la dificultad de estudiar fenómenos sociales complejos, partiendo de métodos de estudio cuyo resultado es predecible. Durante los treinta años de destrucción de la soberanía nacional y del estado del bienestar, la teoría económica y política y la práctica del sistema capitalista han ido estrechamente de la mano en beneficio exclusivo de la minoría propietaria del capital. Por la misma razón, el cambio metodológico y de enfoque que Piketty incorpora, debería llevar a la formulación de nuevas alternativas políticas en favor de la mayoría de la sociedad.
Piketty va aún más allá en su crítica a las escuelas actuales de economistas, y establece una importante crítica a la teoría económica que vienen realizando, dice; "Durante mucho tiempo los economistas han tratado de definirse a sí mismos en términos de sus métodos supuestamente científicos. De hecho, estos métodos se basan en un uso inmoderado de los modelos matemáticos, que con frecuencia no son más que una excusa para ocupar el terreno y enmascarar la vacuidad del contenido. Demasiada energía ha sido y está siendo desperdiciada en pura especulación teórica sin una especificación clara de los hechos económicos que uno está tratando de explicar o de los problemas sociales y políticos que se está tratando de resolver". Una crítica a la presunción de los economistas, que con mucha palabrería y complejas teorías para iniciados, pretenden marcar distancias con los que no son miembros de “tribu”, buscando así dar satisfacción a su propia vanidad y valor a lo que en gran medida no lo tiene olvidándose de la realidad circundante. Cuando en España hay un 25% de desempleo, y la pobreza alcanza al 40% de la población que no tiene ninguna salida a la luz de las propuestas de la Unión Europea, los estudios de Economía lo menos que podría esperarse es que los estudios académicos se enfoquen en la resolución de los grandes problemas, como el empleo y la desigualdad, y buscar y encontrar soluciones. Pero es que a lo mejor las soluciones las conocen los mismos que sufrirían sus consecuencias, u precisamente por ello no quieren aplicarse.
La obra: “El Capital en el S. XXI”.
Desde que a mediados de los años 50 Simón Kuznets[6] realizara sus estudios sobre la desigualdad en la distribución de la riqueza, ningún economista se había detenido a estudiar esta desigualdad. Kuznets fue el primero en plantear la curva de campana invertida para la desigualdad en los Estados Unidos, pero su informe fue silenciado hasta el año 2011, en el que se recuperó el trabajo de Kuznets y un comité de economistas líderes votó el documento de 1955 como uno de los veinte artículos más influyentes publicados en American Economic Review.
Con “El capital en el siglo XXI” Thomas Piketty recupera el estudio de la desigualdad y lo sitúa nuevamente en el centro del debate ideológico. La obra fue inicialmente publicada en francés en agosto de 2013 con el título original de Le Capital au XXIe siècle. En abril de 2014 fue publicada su versión en inglés con el título de Capital in the Twenty-First Century, traducida por Arthur Goldhammer, y finalmente su versión en español fue publicada en noviembre de 2014 por la editorial Fondo de Cultura Económica. El libro se transformó en un éxito de ventas en sus versiones en francés e inglés, y llegó al número uno en la lista de los libros de no ficción del The New York Times en mayo de 2014. En lengua española la obra ha alcanzado un razonable éxito de ventas y ha sido objeto de numerosos debates. El libro estudia la desigualdad económica en Europa y los Estados Unidos desde el siglo XVIII, a partir de los datos que sobre riqueza, desigualdad y salarios de los últimos trescientos años ha reunido Piketty a lo largo de quince años de trabajo, demostrando que tras el período de prosperidad que ha supuesto la etapa dorada que abarca desde 1950 a 1980 del S.XX para los trabajadores europeos y norteamericanos, la desigualdad ha aumentado drásticamente en las últimas tres décadas y que esta tendencia irá aumentando peligrosamente para la propia estabilidad del sistema capitalista en Occidente. Uno de los aspectos del libro que enriquece la lectura son las frecuentes citas de obras literarias de Jane Austen o de Honoré de Balzac en las que se muestra como lo normal para las clases altas era no trabajar y sostener la riqueza familiar a través del matrimonio.
Piketty y la ruptura del positivismo en los estudios de Economía.
Una de las novedades más importantes del trabajo académico de Piketty, ha sido la ruptura con la hegemonía del positivismo en los programas académicos dominantes en las mejores Facultades de Economía y en las Ciencias Sociales en general, en los que se hace un uso abusivo de las matemáticas, la estadística y el cálculo de probabilidades en sus análisis, lo que es un aspecto más de la ofensiva de los intelectuales de ideología neoliberal que inspiraron a Reagan y Thatcher[4] y que coincidió con el inicio de la “globalización”[5], una época en la que desde los medios de comunicación y desde los poderes públicos se otorgaban las mejores calificaciones a aquellas universidades cuyos programas académicos positivistas mejor servían a las necesidades de una economía financiarizada global, imponiendo un paradigma que no era en absoluto inocente, pues estaba y está al servicio del poder económico internacional. La obra de Piketty pone de manifiesto la dificultad de estudiar fenómenos sociales complejos, partiendo de métodos de estudio cuyo resultado es predecible. Durante los treinta años de destrucción de la soberanía nacional y del estado del bienestar, la teoría económica y política y la práctica del sistema capitalista han ido estrechamente de la mano en beneficio exclusivo de la minoría propietaria del capital. Por la misma razón, el cambio metodológico y de enfoque que Piketty incorpora, debería llevar a la formulación de nuevas alternativas políticas en favor de la mayoría de la sociedad.
Piketty va aún más allá en su crítica a las escuelas actuales de economistas, y establece una importante crítica a la teoría económica que vienen realizando, dice; "Durante mucho tiempo los economistas han tratado de definirse a sí mismos en términos de sus métodos supuestamente científicos. De hecho, estos métodos se basan en un uso inmoderado de los modelos matemáticos, que con frecuencia no son más que una excusa para ocupar el terreno y enmascarar la vacuidad del contenido. Demasiada energía ha sido y está siendo desperdiciada en pura especulación teórica sin una especificación clara de los hechos económicos que uno está tratando de explicar o de los problemas sociales y políticos que se está tratando de resolver". Una crítica a la presunción de los economistas, que con mucha palabrería y complejas teorías para iniciados, pretenden marcar distancias con los que no son miembros de “tribu”, buscando así dar satisfacción a su propia vanidad y valor a lo que en gran medida no lo tiene olvidándose de la realidad circundante. Cuando en España hay un 25% de desempleo, y la pobreza alcanza al 40% de la población que no tiene ninguna salida a la luz de las propuestas de la Unión Europea, los estudios de Economía lo menos que podría esperarse es que los estudios académicos se enfoquen en la resolución de los grandes problemas, como el empleo y la desigualdad, y buscar y encontrar soluciones. Pero es que a lo mejor las soluciones las conocen los mismos que sufrirían sus consecuencias, u precisamente por ello no quieren aplicarse.
La obra: “El Capital en el S. XXI”.
Desde que a mediados de los años 50 Simón Kuznets[6] realizara sus estudios sobre la desigualdad en la distribución de la riqueza, ningún economista se había detenido a estudiar esta desigualdad. Kuznets fue el primero en plantear la curva de campana invertida para la desigualdad en los Estados Unidos, pero su informe fue silenciado hasta el año 2011, en el que se recuperó el trabajo de Kuznets y un comité de economistas líderes votó el documento de 1955 como uno de los veinte artículos más influyentes publicados en American Economic Review.
Con “El capital en el siglo XXI” Thomas Piketty recupera el estudio de la desigualdad y lo sitúa nuevamente en el centro del debate ideológico. La obra fue inicialmente publicada en francés en agosto de 2013 con el título original de Le Capital au XXIe siècle. En abril de 2014 fue publicada su versión en inglés con el título de Capital in the Twenty-First Century, traducida por Arthur Goldhammer, y finalmente su versión en español fue publicada en noviembre de 2014 por la editorial Fondo de Cultura Económica. El libro se transformó en un éxito de ventas en sus versiones en francés e inglés, y llegó al número uno en la lista de los libros de no ficción del The New York Times en mayo de 2014. En lengua española la obra ha alcanzado un razonable éxito de ventas y ha sido objeto de numerosos debates. El libro estudia la desigualdad económica en Europa y los Estados Unidos desde el siglo XVIII, a partir de los datos que sobre riqueza, desigualdad y salarios de los últimos trescientos años ha reunido Piketty a lo largo de quince años de trabajo, demostrando que tras el período de prosperidad que ha supuesto la etapa dorada que abarca desde 1950 a 1980 del S.XX para los trabajadores europeos y norteamericanos, la desigualdad ha aumentado drásticamente en las últimas tres décadas y que esta tendencia irá aumentando peligrosamente para la propia estabilidad del sistema capitalista en Occidente. Uno de los aspectos del libro que enriquece la lectura son las frecuentes citas de obras literarias de Jane Austen o de Honoré de Balzac en las que se muestra como lo normal para las clases altas era no trabajar y sostener la riqueza familiar a través del matrimonio.
Desde la “Gran
Recesión” de 2008, se ha generalizado la intuición de que el capitalismo es
incapaz de corregir la desigualdad y de acabar con la pobreza extrema; por el
contrario, las personas corrientes comienzan a pensar que es su causa. De ahí
había la singular importancia del libro
de Piketty, pues demuestra de modo científico que esa intuición es correcta.
Por ello, la repercusión de la obra de Piketty es indudable, un ejemplo de ello
es la opinión de Branko Milanovic, antiguo economista jefe del Banco Mundial, publicada
en The New Yorker, que describía la
obra de Piketty como: "uno de los
libros decisivos del pensamiento económico". A su vez, The New
York Times que señalaba a Piketty entre las figuras señeras que marcan una
década y que consiguen aunar popularidad y calidad académica, situándolo como
uno de los pensadores que no sólo defienden una tesis explicativa de la
realidad , sino que además expresan el zeitgeist[7] de su época. Pero es que, además,
aunque es un libro razonablemente extenso y complejo, está redactado de forma
comprensible para los lectores de cultura media, d manera que consiguen llegar
a más personas en sus explicaciones del funcionamiento del capitalismo.
La tesis central de Piketty.
Es obligado decir que la obra Piketty es admirable en su propósito, pues se centra en denunciar la realidad injusta de nuestro tiempo: el crecimiento de la desigualdad. En las últimas tres décadas la desigualdad en el reparto de la riqueza ha ido en progresivo aumento y este es un proceso que no va a detenerse en los próximos años salvo que podamos evitarlo.
Desde que comenzó la contraofensiva neoliberal para revertir el resultado de los treinta años de la “edad de oro del capitalismo”[8], el triunfo de los postulados del libre mercado y la desregulación financiera denominados “globalización”, lo que se ha traducido en la primacía de los poderes económicos sobre los políticos, se ha creado una pequeña clase acomodada propia del primer mundo en la periferia mundial, mientras que en los países desarrollados se ha destruido en gran parte a la clase media creando un tercer mundo en su seno. De esta manera los beneficios del capitalismo alcanzan cada vez a menos personas, y si no se realizan intervenciones extraordinarias por parte del Estado para recuperar la soberanía frente a los poderes económicos, el proceso de reparto de la riqueza es perfectamente reversible, y la tendencia a la reacumulación de la riqueza continuará en ascenso haciendo que el siglo XXI se parezca cada vez más al siglo XIX, un momento en el que la acumulación de riquezas provocaba que las élites propietarias de grandes capitales pudieran vivir de la riqueza heredada en lugar de trabajar.
El argumento central de “El Capital en el siglo XXI”, que Piketty demuestra con datos amasados durante más de quince años sobre los ingresos y la riqueza que se extiende a más de 300 años y 20 países, es que el capitalismo de mercado a la larga conducirá a la acumulación de la riqueza cada vez en un número menor de personas, por lo que la economía estará dominada por quienes nazcan en una posición de riqueza heredada. Aunque Piketty ha confesado que nunca leyó a Karl Marx, su análisis coincide con el del filósofo judío alemán que, a la vista de los datos de los que disponía en su momento, predijo que la desigualdad y la lucha de clases marcarían el colapso del capitalismo. En realidad lo que ocurrió es que los cataclismos históricos de las dos grandes guerras mundiales desviarían al capitalismo de su natural tendencia a la concentración de la riqueza, y que el final del capitalismo predicho por Marx nunca se produjo, y que incluso en el momento de la revolución bolchevique de 1917 los salarios estaban iniciando un ascenso en el resto de Europa.
Para conocer las tesis de Piketty se hace necesario comprender a qué denominamos riqueza. Kuznets decía en un discurso ante el congreso estadounidense en 1934 que: “es muy difícil deducir el bienestar de una nación a partir de su renta nacional (per cápita”)[9], siguiendo esta idea debemos entender como riqueza, no sólo la renta monetaria per cápita, sino todo lo que sea maquinaria, propiedad, acciones o efectivo, y la titularidad de todos estos bienes está distribuida de forma mucho más desigual que el ingreso. Por esta razón, explicar la desigualdad desde una división de la sociedad entre quienes viven de la propiedad de los medios de producción (los capitalistas) y quienes viven de las rentas del trabajo (los trabajadores), es un explicación real pero simplista, pues no es una explicación completa sin añadir a la misma a los propietarios de los medios financieros especulativos que son los que finalmente dominan a los anteriores.
El propio Piketty explica los motivos para su investigación: "Hace unos años me pregunté dónde estaban los datos brutos que sostenían todas las teorías acerca de la desigualdad, desde David Ricardo y Marx hasta los pensadores más contemporáneos. Empecé buscando en Gran Bretaña y Estados Unidos y descubrí que no había gran cosa. Y luego descubrí que los datos existentes contradecían casi todas las teorías, incluidas las de Ricardo y Marx. Cuando me puse a estudiar otros países, vi que aparecía un patrón: que el capital, y el dinero producido por él, se acumula más deprisa que el crecimiento en las sociedades capitalistas. Y que ese patrón, observado en el siglo XIX, se hizo más predominante a partir de la década de 1980, cuando se eliminaron los controles sobre el capital en muchos países ricos."[10]
La relación r > g, o cuando el rendimiento anual del capital (r) es mayor que el crecimiento económico (g).
Según Piketty, en la sociedad de nuestro tiempo se ha venido produciendo una tensión entre fuerzas antagónicas en el reparto de la riqueza, una en sentido divergente y otra convergente, pero esta tensión se ha resuelto finalmente en favor de la divergencia, lo que se corrobora con unos datos en tal sentido normalmente mucho mayores. La originalidad de Piketty está en señalar que fuerzas se concretan en la comparación entre la tasa de retorno del patrimonio (r) y la tasa de crecimiento (g). El conocido discípulo de Samuelson y premio Nobel de Economía Robert Solow[11], así lo ha advertido al decir: “que yo sepa, nadie se había fijado en eso antes”.
Con esta fórmula r > g, donde r representa la tasa media anual de rendimiento del capital (es decir, beneficios, dividendos, intereses y rentas) y g representa la tasa de crecimiento económico, Piketty explica el origen de la desigualdad creciente. Durante gran parte de la historia moderna, la tasa de rendimiento del capital se ha situado entre el 4 y el 5 por ciento, mientras que la tasa de crecimiento ha sido decididamente inferior, entre el 1 y el 2 por ciento, lo que crea una fuerza desestabilizadora, dado que cuando el rendimiento anual del capital es mayor que el crecimiento económico, el capitalismo genera automáticamente desigualdades, pues en una economía de bajo crecimiento como la descrita en la fórmula, en la que la riqueza acumulada crece más rápido que los ingresos del trabajo. En consecuencia, los ricos, que ya tienen la mayor parte de la riqueza, se hacen más ricos, mientras que los que dependen de las rentas del trabajo se empobrecen, con independencia de su mérito y de su capacidad, haciendo imposible todo ascenso en la escala social, haciendo inútil todo intento de organización meritocrática de la sociedad, al dar prioridad a la riqueza heredada por encima del mérito y la capacidad del individuo.
Un fenómeno que se consolida a lo largo del tiempo gracias a que cada vez el capital o riqueza es mayor en relación a la renta, lo que Piketty mide como “capital to income ratio” o riqueza total entre renta nacional anual. Siendo dicha relación de unas siete veces en el siglo XIX, de dos veces durante los “Treinta gloriosos” y de casi seis veces en la actualidad tras la ofensiva por la reacumulación de la riqueza de los capitalistas. Se confirma así con los abundantes datos históricos que se aportan en la obra, lo ajustado a la realidad de su fórmula.
A lo largo de la historia el retorno neto sobre el capital siempre ha sobrepasado ampliamente el crecimiento económico existente, salvo con una excepción: el siglo pasado. Así que cuando las economías de Europa y Estados Unidos se expandieron durante los “Treinta gloriosos”, entre finales de los años cuarenta y principios de los setenta, el resultado fue que la desigualdad se redujo. Pero vista esta etapa en perspectiva, la misma no obedece a una evolución propia de la naturaleza del capitalismo, sino a una excepción transitoria a la regla de r>g debida a la voluntad política de contener el auge de las masas de Occidente dependientes del trabajo que habían provocado la convulsiones de las últimas décadas. La Gran Depresión de 1929 y las dos guerras mundiales que habían forzado el aumento de los impuestos a niveles desconocidos hasta esa fecha para financiar el esfuerzo de la guerra, disminuyeron considerablemente el volumen de las fortunas familiares, reduciendo las herencias, lo que provocó una reducción temporal de la brecha entre las clases altas y bajas al redistribuir entre muchos la riqueza acumulada por unos pocos. Siendo así, puede afirmarse que la prosperidad vivida a mediados del siglo pasado no es el resultado normal del sistema capitalista, sino una excepción producida por una serie de factores poco comunes: destrucción de capital a resultas de la guerra, requerimiento de mano de obra para la reconstrucción, alto crecimiento económico, tecnología, aumento población y fuerte carga impositiva a las rentas altas. Pero tras estos últimos treinta años de ofensiva neoliberal, los países en los que el rendimiento anual del capital (r) es mayor que el crecimiento económico (g) constituyen la práctica totalidad del mundo desarrollado, y en ellos el 10% más rico acapara más de la mitad de los ingresos, por ejemplo los EE.UU., lo que hace que siga aumentando la desigualdad en una progresión insostenible en el largo plazo.
Las conclusiones de Piketty coinciden con las de otros economistas españoles como Niño Becerra, que en un artículo del blog que publica en La Carta de la Bolsa, dice que: "Todo lleva a una concentración de la riqueza para quienes cuentan con el capital"[12]. Y en el mismo sentido encontramos el trabajo realizado por Amparo Castelló-Climent y Rafael Doménech titulado “Human capital and income inequality: Some facts and some puzzles”, publicado en Abril de 2014, donde demuestran que el aumento de la educación entre las clases más humildes, ello no ha ayudado a disminuir la desigualdad en los ingresos. Pero no sólo los economistas y académicos coinciden en el diagnóstico sobre el aumento de la desigualdad, sino que el propio FMI en uno de sus últimos trabajos titulado “Redistribution, Inequality, and Growth, publicado en Febrero 2014, llega a la conclusión de que la baja desigualdad después de impuestos está altamente correlacionada con un crecimiento más alto y más duradero, y que: “contrariamente a lo popularmente asumido por los economistas, las políticas redistributivas no tienen un impacto negativo en el crecimiento salvo en casos extremos, e incluso en algunos casos pueden ser positivas: tal es el caso del gasto en sanidad o educación”[13].
En síntesis, la tesis de Piketty es que en el capitalismo actual la riqueza heredada siempre tendrá más valor que el mérito o la capacidad de cualquier individuo, por lo que el capitalismo es incompatible con la justicia social y que la oposición establecida entre el 1% de propietarios de la riqueza y el 99% restante, no es cosa de estudiantes contestatarios y radicales del movimiento del 15-M sino un hecho indiscutible. La afirmación marxista del siglo XIX, actualizada por Piketty al siglo XXI, de que la tendencia de los ricos es a la acumulación de cada vez más riqueza, como una consecuencia del mercado que lo empuja inexorablemente a aumentar su capital, y que esa tendencia arrastra inevitablemente a la sociedad hacia la oligarquía, es una realidad incontestable. Resulta igualmente interesante conocer cómo se pretende desacreditar este estudio por parte de los neoliberales y los llamados “libertarios”.
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La tesis central de Piketty.
Es obligado decir que la obra Piketty es admirable en su propósito, pues se centra en denunciar la realidad injusta de nuestro tiempo: el crecimiento de la desigualdad. En las últimas tres décadas la desigualdad en el reparto de la riqueza ha ido en progresivo aumento y este es un proceso que no va a detenerse en los próximos años salvo que podamos evitarlo.
Desde que comenzó la contraofensiva neoliberal para revertir el resultado de los treinta años de la “edad de oro del capitalismo”[8], el triunfo de los postulados del libre mercado y la desregulación financiera denominados “globalización”, lo que se ha traducido en la primacía de los poderes económicos sobre los políticos, se ha creado una pequeña clase acomodada propia del primer mundo en la periferia mundial, mientras que en los países desarrollados se ha destruido en gran parte a la clase media creando un tercer mundo en su seno. De esta manera los beneficios del capitalismo alcanzan cada vez a menos personas, y si no se realizan intervenciones extraordinarias por parte del Estado para recuperar la soberanía frente a los poderes económicos, el proceso de reparto de la riqueza es perfectamente reversible, y la tendencia a la reacumulación de la riqueza continuará en ascenso haciendo que el siglo XXI se parezca cada vez más al siglo XIX, un momento en el que la acumulación de riquezas provocaba que las élites propietarias de grandes capitales pudieran vivir de la riqueza heredada en lugar de trabajar.
El argumento central de “El Capital en el siglo XXI”, que Piketty demuestra con datos amasados durante más de quince años sobre los ingresos y la riqueza que se extiende a más de 300 años y 20 países, es que el capitalismo de mercado a la larga conducirá a la acumulación de la riqueza cada vez en un número menor de personas, por lo que la economía estará dominada por quienes nazcan en una posición de riqueza heredada. Aunque Piketty ha confesado que nunca leyó a Karl Marx, su análisis coincide con el del filósofo judío alemán que, a la vista de los datos de los que disponía en su momento, predijo que la desigualdad y la lucha de clases marcarían el colapso del capitalismo. En realidad lo que ocurrió es que los cataclismos históricos de las dos grandes guerras mundiales desviarían al capitalismo de su natural tendencia a la concentración de la riqueza, y que el final del capitalismo predicho por Marx nunca se produjo, y que incluso en el momento de la revolución bolchevique de 1917 los salarios estaban iniciando un ascenso en el resto de Europa.
Para conocer las tesis de Piketty se hace necesario comprender a qué denominamos riqueza. Kuznets decía en un discurso ante el congreso estadounidense en 1934 que: “es muy difícil deducir el bienestar de una nación a partir de su renta nacional (per cápita”)[9], siguiendo esta idea debemos entender como riqueza, no sólo la renta monetaria per cápita, sino todo lo que sea maquinaria, propiedad, acciones o efectivo, y la titularidad de todos estos bienes está distribuida de forma mucho más desigual que el ingreso. Por esta razón, explicar la desigualdad desde una división de la sociedad entre quienes viven de la propiedad de los medios de producción (los capitalistas) y quienes viven de las rentas del trabajo (los trabajadores), es un explicación real pero simplista, pues no es una explicación completa sin añadir a la misma a los propietarios de los medios financieros especulativos que son los que finalmente dominan a los anteriores.
El propio Piketty explica los motivos para su investigación: "Hace unos años me pregunté dónde estaban los datos brutos que sostenían todas las teorías acerca de la desigualdad, desde David Ricardo y Marx hasta los pensadores más contemporáneos. Empecé buscando en Gran Bretaña y Estados Unidos y descubrí que no había gran cosa. Y luego descubrí que los datos existentes contradecían casi todas las teorías, incluidas las de Ricardo y Marx. Cuando me puse a estudiar otros países, vi que aparecía un patrón: que el capital, y el dinero producido por él, se acumula más deprisa que el crecimiento en las sociedades capitalistas. Y que ese patrón, observado en el siglo XIX, se hizo más predominante a partir de la década de 1980, cuando se eliminaron los controles sobre el capital en muchos países ricos."[10]
La relación r > g, o cuando el rendimiento anual del capital (r) es mayor que el crecimiento económico (g).
Según Piketty, en la sociedad de nuestro tiempo se ha venido produciendo una tensión entre fuerzas antagónicas en el reparto de la riqueza, una en sentido divergente y otra convergente, pero esta tensión se ha resuelto finalmente en favor de la divergencia, lo que se corrobora con unos datos en tal sentido normalmente mucho mayores. La originalidad de Piketty está en señalar que fuerzas se concretan en la comparación entre la tasa de retorno del patrimonio (r) y la tasa de crecimiento (g). El conocido discípulo de Samuelson y premio Nobel de Economía Robert Solow[11], así lo ha advertido al decir: “que yo sepa, nadie se había fijado en eso antes”.
Con esta fórmula r > g, donde r representa la tasa media anual de rendimiento del capital (es decir, beneficios, dividendos, intereses y rentas) y g representa la tasa de crecimiento económico, Piketty explica el origen de la desigualdad creciente. Durante gran parte de la historia moderna, la tasa de rendimiento del capital se ha situado entre el 4 y el 5 por ciento, mientras que la tasa de crecimiento ha sido decididamente inferior, entre el 1 y el 2 por ciento, lo que crea una fuerza desestabilizadora, dado que cuando el rendimiento anual del capital es mayor que el crecimiento económico, el capitalismo genera automáticamente desigualdades, pues en una economía de bajo crecimiento como la descrita en la fórmula, en la que la riqueza acumulada crece más rápido que los ingresos del trabajo. En consecuencia, los ricos, que ya tienen la mayor parte de la riqueza, se hacen más ricos, mientras que los que dependen de las rentas del trabajo se empobrecen, con independencia de su mérito y de su capacidad, haciendo imposible todo ascenso en la escala social, haciendo inútil todo intento de organización meritocrática de la sociedad, al dar prioridad a la riqueza heredada por encima del mérito y la capacidad del individuo.
Un fenómeno que se consolida a lo largo del tiempo gracias a que cada vez el capital o riqueza es mayor en relación a la renta, lo que Piketty mide como “capital to income ratio” o riqueza total entre renta nacional anual. Siendo dicha relación de unas siete veces en el siglo XIX, de dos veces durante los “Treinta gloriosos” y de casi seis veces en la actualidad tras la ofensiva por la reacumulación de la riqueza de los capitalistas. Se confirma así con los abundantes datos históricos que se aportan en la obra, lo ajustado a la realidad de su fórmula.
A lo largo de la historia el retorno neto sobre el capital siempre ha sobrepasado ampliamente el crecimiento económico existente, salvo con una excepción: el siglo pasado. Así que cuando las economías de Europa y Estados Unidos se expandieron durante los “Treinta gloriosos”, entre finales de los años cuarenta y principios de los setenta, el resultado fue que la desigualdad se redujo. Pero vista esta etapa en perspectiva, la misma no obedece a una evolución propia de la naturaleza del capitalismo, sino a una excepción transitoria a la regla de r>g debida a la voluntad política de contener el auge de las masas de Occidente dependientes del trabajo que habían provocado la convulsiones de las últimas décadas. La Gran Depresión de 1929 y las dos guerras mundiales que habían forzado el aumento de los impuestos a niveles desconocidos hasta esa fecha para financiar el esfuerzo de la guerra, disminuyeron considerablemente el volumen de las fortunas familiares, reduciendo las herencias, lo que provocó una reducción temporal de la brecha entre las clases altas y bajas al redistribuir entre muchos la riqueza acumulada por unos pocos. Siendo así, puede afirmarse que la prosperidad vivida a mediados del siglo pasado no es el resultado normal del sistema capitalista, sino una excepción producida por una serie de factores poco comunes: destrucción de capital a resultas de la guerra, requerimiento de mano de obra para la reconstrucción, alto crecimiento económico, tecnología, aumento población y fuerte carga impositiva a las rentas altas. Pero tras estos últimos treinta años de ofensiva neoliberal, los países en los que el rendimiento anual del capital (r) es mayor que el crecimiento económico (g) constituyen la práctica totalidad del mundo desarrollado, y en ellos el 10% más rico acapara más de la mitad de los ingresos, por ejemplo los EE.UU., lo que hace que siga aumentando la desigualdad en una progresión insostenible en el largo plazo.
Las conclusiones de Piketty coinciden con las de otros economistas españoles como Niño Becerra, que en un artículo del blog que publica en La Carta de la Bolsa, dice que: "Todo lleva a una concentración de la riqueza para quienes cuentan con el capital"[12]. Y en el mismo sentido encontramos el trabajo realizado por Amparo Castelló-Climent y Rafael Doménech titulado “Human capital and income inequality: Some facts and some puzzles”, publicado en Abril de 2014, donde demuestran que el aumento de la educación entre las clases más humildes, ello no ha ayudado a disminuir la desigualdad en los ingresos. Pero no sólo los economistas y académicos coinciden en el diagnóstico sobre el aumento de la desigualdad, sino que el propio FMI en uno de sus últimos trabajos titulado “Redistribution, Inequality, and Growth, publicado en Febrero 2014, llega a la conclusión de que la baja desigualdad después de impuestos está altamente correlacionada con un crecimiento más alto y más duradero, y que: “contrariamente a lo popularmente asumido por los economistas, las políticas redistributivas no tienen un impacto negativo en el crecimiento salvo en casos extremos, e incluso en algunos casos pueden ser positivas: tal es el caso del gasto en sanidad o educación”[13].
En síntesis, la tesis de Piketty es que en el capitalismo actual la riqueza heredada siempre tendrá más valor que el mérito o la capacidad de cualquier individuo, por lo que el capitalismo es incompatible con la justicia social y que la oposición establecida entre el 1% de propietarios de la riqueza y el 99% restante, no es cosa de estudiantes contestatarios y radicales del movimiento del 15-M sino un hecho indiscutible. La afirmación marxista del siglo XIX, actualizada por Piketty al siglo XXI, de que la tendencia de los ricos es a la acumulación de cada vez más riqueza, como una consecuencia del mercado que lo empuja inexorablemente a aumentar su capital, y que esa tendencia arrastra inevitablemente a la sociedad hacia la oligarquía, es una realidad incontestable. Resulta igualmente interesante conocer cómo se pretende desacreditar este estudio por parte de los neoliberales y los llamados “libertarios”.
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[1] Citado al inicio de “Les non conformistes des annes 30. Une
tentaive de renouvellement de la pensée politique française”. Loubet del
Bayle. París, 1967.
[2] Dominique Gastón Andrés Strauss-Kahn, Nació en una familia judía el 25 de abril de 1949 en Neuilly-sur-Seine, Francia. Es hijo de Gilbert Strauss-Kahn, fiscal Jurídico y miembro del Gran Oriente de Francia, y de Jacqueline Fellus, periodista, originaria de Rusia y Túnez. Nació en una familia judía alsaciana, establecida en Marruecos en 1951. Se crio en Agadir. Salió de Marruecos a raíz del terremoto de Agadir de 1960 hacia Mónaco., y pasó sus primeros años de vida en Marruecos. Obtuvo un doctorado en Economía de la Universidad de París y se tituló en Derecho, Administración de Empresas, Ciencias políticas y Estadísticas Su carrera académica comenzó como profesor adjunto, y en 1978 ocupó la titularidad de una cátedra de Economía en la Universidad de París. Como académico, realizó investigaciones sobre el comportamiento del ahorro de los hogares, las finanzas públicas y la política social. Entre 1981 y 1986 se desempeñó como comisionado adjunto del Commissariat général du Plan. Tras ser elegido diputado de la Asamblea Nacional en 1986, presidió la Comisión de Finanzas de 1988 a 1991. Entre 1993 y 1997, Strauss-Kahn trabajó en el sector privado como abogado especialista en empresas. De 1991 a 1993 fue Ministro de Industria y Comercio Internacional, y en calidad de tal participó en las negociaciones de la Ronda de Uruguay. Entre 2001 y 2007 fue reelegido a la Asamblea Nacional en tres ocasiones, y en 2006 se postuló a la candidatura presidencial por el Partido Socialista. En 2000 y 2001 enseñó Economía en el Institut d’études politiques de París y fue designado profesor visitante de la Universidad de Stanford. También se desempeñó como asesor personal del secretario general de la OCDE. De junio de 1997 a noviembre de 1999, fue Ministro de Economía, Hacienda e Industria de Francia, y en calidad de tal participó en el lanzamiento del euro. También representó a Francia en los directorios de varias instituciones financieras internacionales, entre ellas el FMI. Asumió el cargo de Director Gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) —como décimo titular— el 1 de noviembre de 2007. Tras ser seleccionado por el Directorio Ejecutivo del FMI, anunció que seguirá adelante con la reforma de la organización integrada por 185 países y encargada de contribuir a la supervisión de la economía mundial. Antes de iniciar sus funciones en el FMI, fue miembro de la Asamblea Nacional francesa y catedrático de Economía en el Institut d’études politiques de París. Tras las muy poco verosímiles acusaciones de agresión sexual en los EE.UU., de las que se ha sospechado que han sido preparadas para evitar su candidatura a la presidencia francesa, ha sido finalmente juzgado en un tribunal de París por proxenetismo a resultas de su participación en orgías en las que al parecer participaban numerosas prostitutas
[2] Dominique Gastón Andrés Strauss-Kahn, Nació en una familia judía el 25 de abril de 1949 en Neuilly-sur-Seine, Francia. Es hijo de Gilbert Strauss-Kahn, fiscal Jurídico y miembro del Gran Oriente de Francia, y de Jacqueline Fellus, periodista, originaria de Rusia y Túnez. Nació en una familia judía alsaciana, establecida en Marruecos en 1951. Se crio en Agadir. Salió de Marruecos a raíz del terremoto de Agadir de 1960 hacia Mónaco., y pasó sus primeros años de vida en Marruecos. Obtuvo un doctorado en Economía de la Universidad de París y se tituló en Derecho, Administración de Empresas, Ciencias políticas y Estadísticas Su carrera académica comenzó como profesor adjunto, y en 1978 ocupó la titularidad de una cátedra de Economía en la Universidad de París. Como académico, realizó investigaciones sobre el comportamiento del ahorro de los hogares, las finanzas públicas y la política social. Entre 1981 y 1986 se desempeñó como comisionado adjunto del Commissariat général du Plan. Tras ser elegido diputado de la Asamblea Nacional en 1986, presidió la Comisión de Finanzas de 1988 a 1991. Entre 1993 y 1997, Strauss-Kahn trabajó en el sector privado como abogado especialista en empresas. De 1991 a 1993 fue Ministro de Industria y Comercio Internacional, y en calidad de tal participó en las negociaciones de la Ronda de Uruguay. Entre 2001 y 2007 fue reelegido a la Asamblea Nacional en tres ocasiones, y en 2006 se postuló a la candidatura presidencial por el Partido Socialista. En 2000 y 2001 enseñó Economía en el Institut d’études politiques de París y fue designado profesor visitante de la Universidad de Stanford. También se desempeñó como asesor personal del secretario general de la OCDE. De junio de 1997 a noviembre de 1999, fue Ministro de Economía, Hacienda e Industria de Francia, y en calidad de tal participó en el lanzamiento del euro. También representó a Francia en los directorios de varias instituciones financieras internacionales, entre ellas el FMI. Asumió el cargo de Director Gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) —como décimo titular— el 1 de noviembre de 2007. Tras ser seleccionado por el Directorio Ejecutivo del FMI, anunció que seguirá adelante con la reforma de la organización integrada por 185 países y encargada de contribuir a la supervisión de la economía mundial. Antes de iniciar sus funciones en el FMI, fue miembro de la Asamblea Nacional francesa y catedrático de Economía en el Institut d’études politiques de París. Tras las muy poco verosímiles acusaciones de agresión sexual en los EE.UU., de las que se ha sospechado que han sido preparadas para evitar su candidatura a la presidencia francesa, ha sido finalmente juzgado en un tribunal de París por proxenetismo a resultas de su participación en orgías en las que al parecer participaban numerosas prostitutas
[3]http://lacasadelmason.blogspot.com.es/2014/11/el-francmason-francois-hollande-da-un.html;
https://www.youtube.com/watch?v=uBDWZ5qTSZ8;
[4] Vid. “El origen ideológico de Margaret Thatcher: la enfermedad mental”.
http://lagranpartida.blogspot.com.es/2013/04/el-origen-ideologico-de-margaret.html
[5] Vid. “La expansión del modelo político norteamericano”.
[5] Vid. “La expansión del modelo político norteamericano”.
http://lagranpartida.blogspot.com.es/2012/12/la-expansion-del-modelo-politico.html
[6]
Simón Kuznets nació en 1901 en Pinsk, en el entonces imperio ruso, la actual
Bielorrusia, y falleció en 1985, en Cambridge, Massachusetts, Estados Unidos. Fue
un economista judío de origen ruso, que emigró a los EE.UU. terminando sus
estudios en la Universidad de Columbia. Trabajó de profesor en la Warthon School de la Universidad de
Pensilvania, en la Universidad Johns Hopkins y en la Universidad Harvard. Sus
ideas macroeconómicas lo llevaron a ganar el Premio Nobel de economía, en 1971
por sus estudios del crecimiento económico. Relacionó el crecimiento económico
y la distribución de los ingresos, afirmaba que el crecimiento bastaba para
reducir la desigualdad, aunque ésta también se asocia a los comienzos del
crecimiento cuando existe la necesidad de realizar grandes inversiones en
infraestructura y en bienes de capital, decía que luego la generación de empleo
y el aumento de la productividad conducirían a salarios más elevados y a una
mejor distribución del ingreso. También se interesó por el sistema de
contabilidad nacional, lo que le condujo a crear el sistema norteamericano
unificado de contabilidad nacional aún vigente. Aunque Kuznets había trabajado
en la relación entre crecimiento económico y distribución del ingreso, fue
siempre muy crítico con la idea de medir el bienestar exclusivamente sobre la
base del ingreso per cápita, afirmaba que había que tener en cuenta las
diferencias entre cantidad y calidad del crecimiento, entre sus costes y sus
beneficios y entre el plazo corto y el largo.
[7] Es una expresión del idioma
alemán que significa "el espíritu (Geist) del tiempo (Zeit)". Se refiere al
ambiente intelectual y cultural de un período histórico.
[8]
Se denomina Edad de oro del capitalismo o años dorados —también conocido en
francés como Trente Glorieuses o
Treinta Gloriosos y en alemán como Nachkriegsboom
o boom de la posguerra— al período socioeconómico transcurrido desde el final
de la Segunda Guerra Mundial en 1945 hasta la crisis del petróleo de 1973. Esta
época histórica estuvo marcada por tres procesos: un crecimiento económico
nunca antes alcanzado; la creación del Estado del bienestar; y el
enfrentamiento entre las grandes potencias en el marco de la Guerra Fría. Ambos
estaban estrechamente vinculados ya que el conflicto entre los bloques
capitalista y comunista incluía también un importante componente económico: el
capitalismo se enfrentaba a la amenaza del comunismo revolucionario sustentado
en la base de un modo de producción colectivista planificado. Esta fue la razón
por la que el capitalismo otorgó importancia a las cuestiones sociales, como
una manera de contener las tendencias subversivas del sistema para lo que
convirtió al Estado en instrumento de una política moderadamente redistributiva
de la riqueza a través de los impuestos. Este concepto se denomina “Estado de Bienestar”. En los países capitalistas
del primer mundo, el Estado asumió un papel intervencionista en la actividad
económica corrigiendo parcialmente las disfunciones y el resultado negativo de
un mercado en situación de teórica competencia perfecta, actuando en materias como
el empleo, la inversión en obra pública e infraestructuras para las que se
precisaba una fuerte acumulación de capitales, asegurando con ello las
condiciones de propiedad de los medios de producción del sistema capitalista.
A diferencia
de lo que pretende el capitalismo en la
actualidad, se primaba la producción más que la productividad. La producción a
bajo costo de una enorme y diversificada cantidad de bienes, a raíz del
desarrollo de nuevas tecnologías y la introducción de métodos de producción más
eficientes que mantuviera la productividad en niveles de rentabilidad
empresarial aceptables. La necesidad de dar salida a estos excedentes de
producción, supuso el desarrollo de la publicidad, todo ello condujo a la aparición
de la llamada sociedad de consumo y a generar una mayor bienestar social como
consecuencia de la generalización del confort y la aparición del tiempo libre
entre la clase media que desarrolló nuevos sectores de actividad económica como
el turismo. En este período, Estados Unidos se consolidó como la principal
potencia mundial y a su vez Europa Occidental y Japón registraron altísimas
tasas de crecimiento. La concentración de los beneficios del desarrollo
económico de estos países, condujo a la aparición de una brecha de desigualdad
económica entre los países del hemisferio norte y los del sur, que a pesar de haber iniciado un incipiente proceso
de industrialización nunca culminado, continuaron dependiendo de las exportaciones
de productos básicos, materias primas y alimentos.
[9] Citado por C. Cobb, T. Halstead
y J. Rowe, The Atlantic Monthly,
octubre 1995.
[10]www.lavanguardia.com/cultura/20140611/54409823263/capitalismo-piketty.html#ixzz3RNvaBiQc
[11] Robert Merton Solow (23 de
agosto de 1924, Nueva York, EE. UU.) es un economista estadounidense
especialmente conocido por sus trabajos sobre teoría del crecimiento económico.
En 1987 recibió el Premio Nobel de Economía. Estudió con Wassily Leontief, a quien
ayudó como asistente a calcular el primer conjunto de coeficientes técnico de
las tablas input-output. A partir de este momento se interesó por los modelos
estadísticos, En los años de 1949-50 preparó su tesis doctoral que trató sobre
la distribución de la renta salarial usando como herramienta procesos de Márkov
y en 1950, logró una plaza como profesor en la Universidad de Columbia. En 1949, se trasladó al MIT (Instituto
Tecnológico de Massachusetts) donde impartió cursos de econometría y
estadística. Allí, su interés se desplazó gradualmente hacia la macroeconomía.
Durante los siguientes cuarenta años, trabajó en varias teorías notables como
la programación lineal (1958) o la curva de Phillips (1960) junto a Paul
Samuelson. Considera que siendo el incremento de la desigualdad social es un
efecto lateral no deseado del crecimiento económico, que puede contrarrestarse
mediante un gran énfasis en la inversión en capital humano, compatibilizando un
rápido incremento de la productividad con aumentos crecientes de impuestos
[12] http://www.eleconomista.es/economia/noticias/6377128/01/15/Nino-Becerra-Todo-lleva-a-una-concentracion-de-la-riqueza-para-quienes-cuentan-con-el-capital.html
[13] Citado por el periodista Kike Vázquez en su
blog publicado por el diario digital:
http://blogs.elconfidencial.com/mercados/perlas-de-kike/2014-04-28/thomas-piketty-el-guru-de-la-desigualdad_122170/
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