domingo, 12 de abril de 2015

PIKETTY Y EL CAPITAL EN EL SIGLO XXI. ¿EL MARX DE LOS NUEVOS TIEMPOS? (IV de IV)



Fuente ilustración: informeurbano.com.ar


Las críticas de la izquierda a la obra de Piketty.

Piketty nos explica en su libro la enorme concentración del capital que se ha producido desde la década de los setenta y la ofensiva neoliberal, hasta alcanza r niveles sin precedentes, documentando de forma minuciosa cómo la desigualdad social tanto en riqueza como en renta ha evolucionado a lo largo de dos siglos. A lo largo de su obra, el galo explica detalladamente las características que definen esta concentración de la riqueza en los países más ricos, apoyando su afirmación en una masa verdaderamente abrumadora de datos sobre la evolución de las distintas formas de riqueza y propiedad, señalando que tanto el nivel como la concentración de riqueza han alcanzado una dimensión tal, que garantiza su propia reproducción por transmisión hereditaria que perpetúa la existencia de una nueva oligarquía que se apoya en los poderes del Estado para asegurar la continuidad del sistema en lo político, económico y social. Piketty destruye  la idea de que el capitalismo de libre mercado extiende la riqueza y defiende los derechos individuales. El capitalismo de libre mercado lo único que garantiza es la producción de oligarquías antidemocráticas,

Al margen de la socialdemocracia burguesa parlamentaria, que se siente muy cómoda en sus escaños alternando en su identificación con ricos y pobres según sus particulares y coyunturales intereses, la izquierda europea que sobrevive extramuros de los parlamentos, ha criticado la obra de Piketty por no someterse éste a los dogmas canónicos del marxismo clásico. Desde esta posición ideológica, y dejando al margen otras críticas de menor interés centradas en cuestiones de carácter metodológico, como es la de la definición del capital, realizadas por autores como James Galbraith, han surgido denuncias que ponen de manifiesto la ausencia del factor trabajo en la explicación de la acumulación del capital expuesta en la obra del francés, así como la acusación de que, lejos de exagerar la realidad, Piketty subestima la verdadera extensión y profundidad de la desigualdad en la sociedad actual.


La ausencia del factor trabajo en la obra de Piketty.

La primera acusación contra Piketty es, que no se puede entender el capital sin el trabajo, ni comprender el fenómeno de la  desigualdad, sin analizar cómo trabajo y capital se relacionan entre sí, pues esta omisión limita la comprensión del alcance de la desigualdad.

Partiendo de que el crecimiento de la riqueza que hemos vivido estas décadas es en gran parte el resultado del incremento de la actividad especulativa del capital financiero, en una actividad en la que el dinero genera dinero sin que haya ninguna resultado productivo de por medio, puede afirmarse que la relación del capital con el trabajo no es directa, sino indirecta.  La rentabilidad del capital productivo de las últimas décadas, ha sido el resultado de la caída de la demanda que se ha experimentado como consecuencia de la disminución de salarios, lo que genera el aumento del crecimiento del capital especulativo, que redunda en un crecimiento del capital financiero como respuesta a la necesidad de endeudarse de los consumidores ante el retroceso de los salarios en los tramos más bajos de retribución del trabajo. Por lo que cabe afirmar que la baja rentabilidad del capital productivo es lo que genera el crecimiento de la actividad financiera especulativa, del capitalismo financiero especulativo. Obviamente, la relación entre trabajo y capital financiero es indirecta en el mejor de los casos por no decir casi inexistente, porque donde la relación entre trabajo y capital es directa, es en el capitalismo productivo, en el que los beneficios del capital, tanto de accionistas como de directivos gestores, dependen fundamentalmente de los costes de producción entres los que los costes salariales son esenciales.


Desde que en la década de los setenta el neoliberalismo empezó a forzar el retroceso de las políticas favorables a las rentas del trabajo y a las clases medias, la participación de las rentas del capital en la renta nacional ha ido creciendo de forma constante, mientras que las rentas del trabajo se han visto drásticamente reducidas. Un fenómeno que se ha visto acelerado con la Gran Recesión de 2008 a nivel global, y especialmente en los países de la periferia de Europa  que se han visto abocados a una forzada devaluación interna. Este aumento de los beneficios del capital en la economía productiva está relacionado directamente con el descenso de los salarios de los trabajadores, y es el origen de la acumulación necesaria de capital para su inversión en la especulación financiera, y esto es lo que se ha señalado desde la izquierda más alejada de las posiciones  académicas socialdemócratas de Krugman o Stiglitz. Pero el que Piketty no señale la caída de las rentas del trabajo como la causa de la concentración del capital y del aumento de la desigualdad, no invalida la tesis principal de su obra, cuyo objeto de estudio no es determinar las causas del fenómeno, sino su realidad y existencia. El economista francés consigue demostrar con su abundante exposición de datos, que en su mayor parte el destino final de esta riqueza son los instrumentos especulativos del capital, los derivados[1] por ejemplo, pero prescinde del conflicto entre el capital y el trabajo en el reparto de la plusvalía, como elemento central para entender el comportamiento del capital.

En las últimas décadas los beneficios del capital han sido obtenidos cada vez en mayor medida de la especulación financiera y no de la actividad productiva, que ha crecido espectacularmente por la baja rentabilidad de la inversión productiva en comparación con la actividad especulativa, provocando una inestabilidad financiera que ha repercutido tanto en los estados como en las sociedades, sin que tenga ningún objetivo social. Y  ello se ha debido de forma muy importante a la desregulación del capital financiero promovida por el neoliberalismo, resultando el capitalismo financiero absolutamente negativo para los intereses generales de los pueblos.


La insuficiencia de la descripción de la desigualdad hecha por Piketty. El desequilibrio de poder entre capital y trabajo.

Para el actual ministro de economía griego, Yanis Varoufakis[2], los datos encontrados por Piketty en su investigación confirman el hecho de que la desigualdad creció de manera exorbitante en el siglo XIX, pero comenzó su reducción en la década de 1910, continuando su disminución durante las dos guerras mundiales hasta que el sistema de Bretton Woods se derrumbó en 1973, momento a partir del que volvió su tendencia ascendente. Por lo que si se acepta la idea de Piketty de que la desigualdad en circunstancias normales debe continuar aumentando, la conclusión entonces es, que se deben considerar como una “aberración”, una desviación de la tendencia “natural” del capitalismo, las décadas del S. XX en las que la desigualdad se redujo. Para explicar este hecho, Piketty apunta como causa a los estrictos controles sobre el capital establecidos por los “New Dealers”[3] en los Estados Unidos, extendidos por todo el mundo occidental después de la última guerra mundial y los acuerdos de Bretton Woods, además del efecto positivo de la presión sindical para la obtención de mejores salarios y de políticas fiscales redistributivas en la sociedad mediante impuestos progresivos. El ministro griego entiende que el declive constante en la participación del trabajo en la renta nacional desde los años setenta se deriva de la pérdida de poder político y económico por los trabajadores, mientras que el capital movilizaba tecnología, desempleo, deslocalizaciones y políticas contrarias a los intereses de los trabajadores, a través de la ofensiva neoliberal liderada por Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Como reconoció Alan Budd, un asesor de Margaret Thatcher, las políticas contra la inflación de los años ochenta resultaron ser una:

“muy buena forma de aumentar el desempleo, y aumentar el desempleo fue una forma extremadamente atractiva de reducir la fuerza de la clase trabajadora… lo que se diseñó allí fue, en términos marxistas, una crisis del capitalismo que recreaba un ejército de reserva del trabajo y que ha permitido a los capitalistas generar grandes beneficios desde entonces”.

Lo que dijo Alan Budd puede constatarse comparando la diferencia de la remuneración entre un trabajador promedio y un alto directivo en 1970, que estaba alrededor de una proporción de 30:1, y la diferencia actual, que se halla fácilmente en una proporción de 300:1, y en el caso de la multinacional McDonald’s sobre los 1.200:1[4]. Sin embargo, Piketty no ofrece una explicación relativa al hecho de que estas políticas se aplicaran de 1949 a 1970 pero no después. Varoufakis se pregunta:

“¿Por qué, por ejemplo los ‘New Dealers’ pudieron ser capaces de prevenir la aparición de multimillonarios? ¿Por qué las administraciones republicanas de EEUU o los gobiernos de los Tory en el Reino Unido (bajo Harold Macmillan) tuvieron tan poco interés en hacer retroceder el descenso de la desigualdad y adoptar las fantasías del ‘goteo’ que prevalecieron después de los setenta tanto bajo los demócratas como los republicanos, los Tory y los Laboristas y parte de las administraciones socialdemócratas? ¿Fueron los shocks exógenos que empujaron al capitalismo a una posición más igualitaria ocasionados por la visita de un espíritu ético ‘exógeno’ sobre los poderosos y grandes, tal vez provocado por la guerra? ¿O puede que la respuesta esté, por el contrario, en alguna dinámica obrante más profunda que es endógena al capitalismo como la tendencia de este último de enriquecer más a los que ya son ricos? ¿Y puede argumentarse que la mencionada dinámica se evaporó en los setenta por razones que no son en ningún sentido ‘naturales’?”[5]

Varoufakis evidencia que Piketty no aborda la respuesta a estas cuestiones, sino que asume que todos los factores que provocaron esta reducción de la desigualdad eran de carácter coyuntural, y que una vez que dichos factores desaparecieron la desigualdad vuelve a su punto de equilibrio a largo plazo. La mera existencia de este período “aberrante” del capitalismo, entra en contradicción con la ley de inexorable cumplimiento formulada por Piketty, sobre la incesante acumulación de riqueza por parte de una minoría, que es debida según el galo, a que la tasa de retorno del capital (r) siempre supera a la tasa de crecimiento de renta (g), lo que constituye la “contradicción central” del capitalismo.

Piketty tampoco responde al interrogante de, ¿qué fuerzas producen y mantienen dicha contradicción central del capitalismo? Históricamente el capital ha tendido a crear niveles cada vez mayores de desigualdad, lo que ya apuntaba Marx en el primer volumen de “El Capital”, por lo que la afirmación de Piketty no es novedosa para la izquierda marxista, pero lo que sí es diferente en la obra del francés respecto de los cánones de Marx, es en partir de una explicación estadística de los datos recabados, para la formulación de una ley que explique este proceso de acumulación de riqueza, sin atribuir el origen de los mismos, en coincidencia con el judío alemán, a la existencia de un desequilibrio de poder entre capital y trabajo, sobre lo que Piketty guarda silencio para desagrado de sus críticos marxistas.
 
Fuente ilustración: espresso.repubblica.it

El error de Piketty en la descripción del capital.

Como hemos visto, el origen de la desigualdad actual, está en la acumulación de capital producida por el aumento de los beneficios empresariales, ¿pero cómo se pasó del escenario de redistribución de la riqueza y reducción de la desigualdad de los treinta gloriosos a la situación presente? En el Volumen Segundo de “El Capital”, Marx señaló que la tendencia del capital a la depresión salarial en algún momento llegaría a restringir la capacidad del mercado de absorber el producto del propio capital. Henry Ford, que supo reconocer esta doble condición de trabajador y de consumidor de los obreros, instituyó el fabuloso salario para su época de cinco dólares por día, para aumentar la demanda de los consumidores, y que, como decía entonces, pudieran adquirir su famoso modelo Ford T, invirtiendo la tendencia descrita por Marx. Entonces muchos pensaron que la falta de demanda efectiva era lo que se hallaba tras la Gran Depresión de los años treinta, lo que llevó al abandono del patrón oro y  a las políticas expansivas keynesianas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, que desde su perspectiva de conservación del capitalismo tuvieron un resultado eficiente en la reducción en las desigualdades de renta entre el capital y el trabajo, hasta el final de la vigencia de los acuerdos de Breton Woods y la crisis del 73. Hacia el final de los años sesenta, los capitalistas buscaban  reducir el peso del trabajo en el reparto de la riqueza, y de este interés surgió el pensamiento de Milton Friedman y la Escuela de Chicago, que dieron comienzo a la ofensiva neoliberal a nivel mundial, que fue consiguiendo reducir los impuestos, en paralelo al desmantelamiento del estado social y de las fuerzas defensoras del trabajo. Este fenómeno se producía bajo las tesis neoliberales y friedmanitas de que el aumento de la riqueza entre los más ricos retornaría a los más pobres en forma de “goteo” o trickle down[6]. Con el triunfo de Thatcher y Reagan y el establecimiento de dictaduras en diversos países y la aplicación de las políticas de “shock” para aplicar el programa neoliberal, comenzó la década de los 80, con unos tipos impositivos máximos para el capital en descenso y las ganancias de capital  aumentando y acumulándose entre los capitalistas de los Estados Unidos, que comenzaron a canalizar el flujo de beneficios del capital de forma intensa hacia la inversión en el capitalismo financiero especulativo. Llegada la década de los noventa, estas políticas habían hecho caer drásticamente las rentas del trabajo y deprimido la demanda, y para mantener ésta en alza y ante la abundancia de capitales de nueva inversión en el capitalismo financiero, se produjo una gigantesca expansión del crédito, incluyendo la extensión de los créditos hipotecarios sin apenas garantías o sin ninguna garantía en los mercados sub-prime, creando de esta manera una burbuja financiera que cuando estalló en 2008 provocó el desplome del sistema de crédito mundial, lo que no impidió que recuperado el sistema de crédito con el dinero de los Estados, los índices de beneficios y la concentración de la riqueza continuasen en aumento a partir del año 2009. En este momento, las empresas han aumentado exponencialmente sus beneficios y acumulan cada vez más riqueza, que no reinvierten porque las condiciones del mercado son altamente volátiles. Se comprende que el financiero multimillonario norteamericano Warren Buffet dijera que: “por supuesto que hay una lucha de clases, y es mi clase, la de los ricos, los que la están librando, y vamos ganando”.



Y aquí llegamos a otro aspecto de la crítica marxista de la formulación de la ley matemática que hace Piketty, que es la definición que hace del capital como una cosa, que a juicio de sus críticos, y no sólo marxistas sino también liberales, es errónea. Para éstos, el capital no es una cosa, sino un proceso de circulación en el cual el dinero se utiliza para crear más dinero a menudo, pero no exclusivamente, a través de la explotación del trabajo. Piketty define el capital como el conjunto de todos los valores que son propiedad privada de los individuos, corporaciones y gobiernos, que pueden ser objeto de comercio en el mercado, sin importar si estos valores están siendo utilizados o no, ya sean estos físicos o intelectuales. Si aplicamos a este concepto de capital la ley de Piketty, que dice que la tasa de retorno del capital (r) siempre supera a la tasa de crecimiento de renta (g), nos encontramos que para poder calcular la tasa de retorno (r) tenemos que conocer el valor inicial del capital, lo que es de una extraordinaria complejidad técnica, dado que no se puede valorar de forma independiente del valor de los bienes y servicios que se usan para producir o de su precio en el mercado. Siendo así, la tasa de retorno del capital (r) depende en el índice de crecimiento porque el capital se valora con base en lo que se produce y no según lo que se ha utilizado para su producción, por lo que su valor está influenciado por las condiciones especulativas del mercado. Si se quita de la definición de capital de Piketty la propiedad inmobiliaria, entonces las desigualdades crecientes de riqueza y renta no se sostienen, sin perjuicio de que su descripción de la desigualdad en el pasado y en el presente pueda seguir siendo válida.

Para los marxistas críticos de Piketty, el dinero y los inmuebles así como las infraestructuras y maquinaría que no intervienen en la producción no son capital, por lo que si la tasa de retorno del capital que se utiliza es alta, es porque parte del capital se retira de la circulación, con lo que a efectos prácticos no existe, provocando una escasez artificial garantizando así una alta tasa de retorno. Es esta escasez artificial de capital en el proceso productivo, lo que motiva que la tasa de retorno del capital supere a la tasa de crecimiento de la renta, garantizando así su propia reproducción. Para los marxistas, Piketty se equivoca en su explicación del origen de la desigualdad y de la tendencia oligárquica de los capitalistas, por lo que, sin perjuicio del valor documental de la obra, Piketty ha fracasado en establecer un modelo que explique las políticas que adopta el capital en este S. XXI.


Conclusiones.

El aumento de la desigualdad en la distribución de la riqueza y de la renta, forma parte de nuestra realidad cotidiana, lo que la obra de Thomas Piketty nos aporta, más allá de unas u otras discrepancias o errores, es la base documental que permite afirmarlo con fundamento.

La desigualdad es inherente a la naturaleza en todos los órdenes de la existencia, pero la desigualdad que estudia Piketty no es la natural resultado del esfuerzo o la capacidad, del mérito, sino otra de naturaleza muy distinta que se deriva de una tendencia oligárquica del capital que coloca en la cúspide social no a quién más vale, sino a quién más tiene, que unido a los restantes tenedores se constituyen en jauría, en casta depredadora que secuestra el poder político, económico y social para su exclusivo beneficio. La desigualdad en estos términos, reduce la movilidad en la sociedad, conduce a la perpetuación de la estratificación social y a la puesta al servicio de los capitalistas del Estado, con la consecuente reducción del sistema de bienestar social conocida como “austeridad”.

Thomas Piketty desde su ideología socialdemócrata aporta varias soluciones para corregir esta deriva del capitalismo, desarrollando una defensa del impuesto de sucesiones, de la tributación progresiva y un impuesto global a la riqueza inviable políticamente, sin advertir que el problema no es la política que se aplique en la gestión del sistema capitalista, sino el capitalismo en sí.


El impuesto mundial que grave el capital a nivel internacional, para impedir la concentración de capital propuesto por el galo, es a todas luces una solución políticamente inviable, técnicamente compleja y discutiblemente deseable. Es lo que podría llamarse una solución mundialista. Para aplicar un impuesto de estas características, debería existir una autoridad supranacional, mundial, que supervisara su aplicación por encima de los Estados, las dificultades técnicas para su regulación son casi insuperables, se requeriría un cambio profundo de los niveles de transparencia e información entre Estados, la erradicación de los paraísos fiscales en los que se encuentra refugiada la mayor parte de la riqueza existente en el mundo, y todo ello con el beneplácito y las bendiciones de los mismos capitalistas a los que se les va a imponer el impuesto. Absurdo.

Ahora bien, tanto a nivel estatal como de región económica europea, sí sería posible avanzar en la imposición de las rentas del capital, a condición claro de excluir de Europa a la cueva de piratas asentada en la City londinense, que debería ser erradicada de la economía europea. Se debería imponer el objetivo de recuperar el control de la regulación de la circulación de capitales, bien a nivel europeo o bien a nivel estatal, para de esta manera hacer posible que el capital tribute, al menos, como las rentas del trabajo. Y si de verdad se quiere reducir la desigualdad a sus términos racionales, a estas medidas debería sumarse el incremento de las rentas del trabajo, restituyendo la tensión entre capital y trabajo a una situación de justo equilibrio. Y por supuesto, no debemos olvidar el papel que está jugando la economía especulativa, el capitalismo financiero, en la generación de todos los desequilibrios que nos conducen reiteradamente a las distintas crisis de carácter financiero que nos han venido asolando, burbuja inmobiliaria, crisis de deuda soberana la actual guerra de divisas, etc. que perjudican gravemente la llamada economía real. Es necesario, crear una deuda pública europea, por mucho que la codicia y el egoísmo alemán se opongan. La existencia de una moneda única con 18 deudas públicas y 18 tipos de interés asociados a esa deuda, no es económicamente viable. Sólo si existe un fondo común de deuda pública con un solo tipo de interés y un Banco Central Europeo con capacidad real de intervención, centrado no sólo en el control de la inflación, sino también en la generación de empleo, podremos estabilizar el tipo de interés de la deuda europea y salir de la actual crisis controlando el déficit común. Ahora bien, si queremos gestionar esta nueva realidad económica de forma eficaz, necesitamos un poder político centralizado y real a nivel europeo, que tome decisiones a todos los niveles. Y ello supone la independencia política europea respecto de EE.UU. y de su estructura política y militar. O esto es así, o los españoles debemos volvernos para casa, denunciar el Tratado de Lisboa y de Mastrique abandonando el euro, asumir el desastre económico que esto supondría en este momento para la sociedad española, como precio por recuperar la independencia, asumir el “corralito” y la fuga de capitales que nos aguardaría al día siguiente de salir del euro, devaluar nuestra nueva peseta para recuperar competitividad y volver a empezar de cero.

La necesidad de cambiar y salir del impasse  en el que nos encontramos es acuciante. En Europa seguimos fantaseando con la idea imposible de mantener un crecimiento económico del 3% anual, como si lo que ha sido excepcional durante un período de tiempo, se fuera a perpetuar. La obra de pIketty ha demostrado que sólo las economías que están en una fase correctiva recuperando un retraso respecto de los restantes países económicamente desarrollados o en fase de reconstrucción tras una gran catástrofe esto es posible. Así lo vemos en India, China o Brasil, que crece por encima incluso de ese 3% ó 5% tan deseados en Europa. Piketty ha demostrado que un crecimiento del 1% o 1,5% sostenido en el tiempo es muy elevado. Pero para lograrlo hay que rectificar las políticas de austeridad europeas e invertir en nuevas fuentes de energía renovable, el precio del petróleo actual obedece a una situación de excepcionalidad política en el tablero del poder y no a la relación entre volumen de producción y coste de la misma, y por encima de cualquier consideración hay que invertir en formación superior y especializada que haga del factor trabajo en España y Europa algo especialmente valioso.

Pero sobre todas estas cuestiones de orden político Piketty no dice nada en su libro, y este es su gran defecto y, quizás,  su gran virtud, que lo que calla es tan importante como lo que cuenta. Lo que se expone en la obra de Piketty no sólo es un estado de cosas económico, sino la plasmación de las decisiones políticas que se vienen adoptando en las últimas décadas en contra de los intereses generales de los trabajadores y de los pueblos. No es un problema económico, es un problema político. Y en este orden de cosas, la disyuntiva no es capitalismo o marxismo, sino la superación de ambos.
 

[1] Son un tipo de activos financieros llamados derivados o instrumentos financieros, cuya principal cualidad es que su valor de cotización se basa en el precio de otro activo. Puede haber gran cantidad de derivados financieros dependiendo de “el índice valor” inicial del que se deriven, pueden ser: acciones, renta fija, renta variable, índices bursátiles, bonos de deuda privada, índices macroeconómicos como el Euribor o los tipos de interés, etc. Los derivados financieros suelen ser algunos de los productos financieros más interesantes aunque habitualmente no son tan conocidos como el resto. Normalmente cotizan en mercados de valores, aunque también pueden no hacerlo. El precio de los derivados varía con respecto siempre al del llamado “activo subyacente”, el valor al que está ligado dicho derivado. También puede ser referido a productos no financieros ni económicos como las materias primas. Algunos de los ejemplos más conocidos son el oro, el trigo o el arroz. Normalmente la inversión que debes realizar es muy inferior a si compraras una acción o una parte del valor subyacente por el que desees apostar. Los derivados financieros tienen que cumplir una cualidad indispensable y es que siempre se liquidan de forma futura. En nuestro país los derivados están regulados por dos órganos rectores fundamentalmente: MEEF Renta Variable en Madrid y MEEF Renta Fija en Barcelona. Aunque parezca que su función es poco importante, sí lo es, ya que no sólo regulan sino que además gestionan las compras y ventas que se realizan a diario mediante una cámara de compensación propia que ejecuta las liquidaciones entre todas las operaciones. Son activos que permiten la especulación con el valor futuro de los activos subyacentes sin hacer un gran desembolso. Un carácter especulativo que es muy grande debido a que no sólo se puede hacer un uso normal de compra y venta de las acciones, sino que también se puede comerciar con los derechos para comprar o vender los activos; con un mismo capital inicial operando con la segunda opción de los derechos se pueden conseguir muchos más beneficios. Dentro de los derivados financieros contamos con dos tipos: 1º Futuros. No hay que pagar nada en el momento de su contratación, pero si hay que predisponer una garantía ante el pago. La principal cualidad de este tipo, es que se contrae una obligación de pago sobre los derivados adquiridos, el riesgo es grande, pero también los beneficios posibles también; 2º Opciones: Al contratar una opción hay que pagar una pequeña prima y en ocasiones suscribir también una garantía. Lo bueno de las opciones es que realmente se fija un compromiso de beneficios y pérdidas; si se pierde, siempre el límite será el valor de la prima previa y los beneficios de carácter ilimitados. Cabe matizar que los derivados financieros son también un seguro cómo ante una bajada inesperada del valor subyacente al que esté referido. De hecho hay dos tipos de derivados financieros que toman el nombre de “seguro” por la capacidad extrema de ofrecer dicha cualidad (los tipos de seguros son el de cambio y de cambio múltiple). En definitiva podemos decir que los derivados financieros son un tipo de activos los cuales fundamentan su valor en el futuro de otro, siendo su riesgo muy alto o más moderado dependiendo de si la contratación es de futuros o de opciones de acciones.
Fuente:www.elblogsalmon.com/conceptos-de-economia/que-son-los-derivados-financieros
[2] Yanis Varufakis (en griego Γιάνης Βαρουφάκης), nació en Atenas el 24 de marzo de 1961, y tiene la doble nacionalidad greco-australiana. Es profesor de Economía y escritor. Fue elegido diputado al parlamento griego en las elecciones parlamentarias de Grecia de 2015 representando SYRIZA y luego nombrado ministro de Finanzas de Grecia en el Gobierno de Alexis Tsipras. Es un participante activo en los debates sobre la crisis económica de 2008-2012 mundial y la crisis del euro o crisis económica europea. Es autor de El minotauro global. Actualmente es profesor de Teoría Económica en la Universidad de Atenas y colaborador, como economista, en la empresa Valve Corporation.
[3] Esta expresión hace referencia a los conocidos como los “nuevos distribuidores”. Franklin Roosevelt trajo una nueva casta de funcionarios del gobierno a Washington. Anteriormente a su presidencia, la mayoría de los administradores del gobierno eran ricos, hombres de negocios o partidarios políticos. Roosevelt, buscaba nuevos talentos, por lo que llevó a Washington un equipo de intelectuales de la Ivy League (La Liga de la Hiedra es una conferencia deportiva de ocho universidades privadas del noreste de los Estados Unidos, que tienen en común unas connotaciones académicas de excelencia, así como de elitismo por su antigüedad y admisión selectiva) y a trabajadores sociales del estado de Nueva York. Conocido como el "grupo de expertos", estos asesores aportaron nuevas ideas económicas y argumentos para Roosevelt. Los “Nuevos Distribuidores” fueron fuertemente influenciados por los reformadores de principios del siglo XX, que creían que el gobierno tenía, no sólo un derecho, sino el deber de intervenir en todos los aspectos de la vida económica con el fin de mejorar la calidad de vida estadounidense.
[4] Ibidem.
[5] www.rotekeil.com/2014/10/24/el-ultimo-enemigo-del-igualitarismo-una-resena-critica-de-el-capital-en-el-siglo-xxi-de-thomas-piketty-por-yanis-varoufakis/
1 “Trickle down economics” es un término utilizado en los Estados Unidos para referirse, en sentido peyorativo, a las políticas económicas que sostienen que, beneficiando a los miembros más ricos de la sociedad, en particular mediante la eliminación de impuestos, su riqueza “goteará” o “calará” hacia las capas más bajas de la sociedad. A menudo suelen asociarse con las ideas que se engloban en el término amplio de “Reaganomics”, o políticas económicas iniciadas en la época Reagan.
Fuente: http://www.investopedia.com/terms/t/trickledowntheory.asp

domingo, 5 de abril de 2015

PIKETTY Y EL CAPITAL EN EL SIGLO XXI. ¿EL MARX DE LOS NUEVOS TIEMPOS? (III de IV)





Las primeras críticas liberales en defensa del capitalismo.

El Capital en el siglo XXI fue recibido con escepticismo en Francia, pero el apoyo de los partidarios de revertir las reducciones de impuestos a las rentas altas efectuadas por los republicanos durante la primera presidencia de Bush hijo, consiguió que la obra de Thomas Piketty se convirtiese en un éxito de ventas. Momento desde el que se ha convertido en el blanco de todas las críticas a derecha e izquierda. En su libro Piketty ha constatado con argumentos científicos, lo que a simple vista podemos comprobar a diario sin esfuerzo: la “contradicción central del capitalismo” es una inexorable e inevitable concentración de riqueza en manos de una minoría, el capitalismo no es un sistema de distribución de riqueza sino de concentración de la misma, que no premia ni el mérito, ni el esfuerzo, ni la capacidad, ni tampoco recompensa el trabajo, sino que es un sistema de concentración de la riqueza en unas pocas manos que se ven privilegiadas por el mero hecho de la tenencia del capital, que les atribuye además la primacía sobre el poder político. La idea extendida durante la crisis de que el 1% de las personas se benefician del sistema mientras el 99% se ven en mayor o menor medida sometidas a sus intereses, se demuestra científicamente en la obra de Thomas Piketty, que en su libro repasa un ingente volumen de datos de los últimos 200 años, para concluir que el mundo vive desde los años 70 un proceso de aceleración de la concentración de la riqueza, que nos conduce a niveles de desigualdad vividos a finales del S XIX. La obra del economista francés ha convertido el debate sobre la desigualdad en una cuestión polémica, y las reacciones críticas frente al mismo no se han hecho esperar. Desde la derecha se han denunciado presuntas incongruencias en los datos que expone en El Capital en el siglo XXI, buscando minar la tesis fundamental del libro: la creciente desigualdad de la riqueza es inherente al sistema capitalista.  Evidentemente, cuando se recopilan grandes cantidades de datos es posible que se puedan cometer errores de medida, de interpretación o incurrir en análisis parciales y por ello distorsionados, sin que en ningún momento se pueda hablar de manipulación. Si a lo anterior añadimos que Piketty se remonta en el tiempo a una época en la que los datos no se recopilaban de forma sistemática, ni con los mismos criterios científicos y de método que en la actualidad,  ni su registro se producía con una periodicidad determinada, es fácil llegar a la conclusión de que si se consigue desacreditar este aspecto de la investigación, se podrían socavar y deslegitimar las conclusiones del economista francés. Por lo tanto, no es de extrañar que sea a este aspecto hacia el que se han dirigido las críticas liberales.

La primera reacción de la derecha neoliberal se ha producido en la misma Francia. El ensayista liberal Nicolás Baverez[1], autor de libros como Francia en declive, comienza descalificando moralmente a la propia persona de Piketty del que apunta en las páginas de Le Point que "es un socialista avergonzado que opta por ponerse bajo la sombra de Karl Marx y esconder sus ideas bajo una pretendida independencia". Es decir, un hipócrita y un  falsario, pobre argumento a la altura de quién lo sostiene. Además afirma que la tesis de una creciente desigualdad "recuerdan a Malthus" y denuncia que "los propios datos de Piketty muestran que la riqueza no tiene por qué seguir un camino de creciente concentración. Por ejemplo, el 1% más rico de Francia maneja el 20% de la riqueza nacional desde la década de 1970 [...] pero a comienzos del siglo XX, este porcentaje era del 60%"[2], y que Piketty "no tiene en cuenta la cuestión clave de la desigualdad: el despegue de los países emergentes, que ha dado luz a una nueva clase media y ha reducido en un tercio las desigualdades Norte/Sur a lo largo de las dos últimas décadas". Argumentos todos ellos cuya realidad estadística es incontestable, pero cuya falsedad moral es manifiesta, si una persona vive con un dólar al día y se emplea para trabajar en una multinacional y dobla su renta a dos dólares diarios el aumento de su renta será excepcional, pero gracias a la deslocalización de la fábrica a ese país logra el recorte de costes salariales y a pesar del aumento logístico del transporte de las mercancías, los capitalistas aumenta su margen de beneficios y aumenta aún más su riqueza. Por lo que sostener esta cuestión como “la cuestión clave de la desigualdad”, por la inconsistencia del argumento es algo propio de la hipocresía liberal. Sigue Baverez diciendo respecto de las políticas de los socialdemócratas franceses de Hollande, que: "las soluciones aportadas reducen la economía a un juego en el que el actor central es un Estado que simplemente recoge y redistribuye. Sin embargo, las teorías que sueña Piketty ya las está aplicando François Hollande.  Los resultados son conocidos: tras continuos "shocks" fiscales  basados  en  impuestos  confiscatorios,  la  economía  gala  está  estancada,  el  paro  es  masivo,  la desestabilización entre las clases medias va a más y el radicalismo político está creciendo", y abunda señalando la inoportunidad de la publicación del libro de Piketty diciendo: "es irónico que Piketty publique su catecismo justo cuando Hollande empieza a pensar en replegar las subidas de impuestos, consciente de la devastación que están causando sus políticas". Y hacer esta afirmación pone de manifiesto la mala fe de Baverez, pues para cualquiera que haya leído de forma superficial la obra de Piketty, sabe que las soluciones que propone, además de irrealizables en todo caso, no han podido ser aplicadas por la propia naturaleza global de las mismas. Lo que las críticas de Baverez ponen de relieve, no es la debilidad de la tesis de Piketty, sino la visceralidad y la alarma con las que la derecha neoliberal ha reaccionado frente a las mismas. 

La pretendida y falsaria refutación de las tesis de Piketty por el Financial Times[3].

La denuncia de la injusticia intrínseca al capitalismo por el autor francés, no ha gustado a los defensores del sistema económico, por lo que sus portavoces no han tardado en contraatacar, a sabiendas de que al menos deben suscitar un margen de duda, si no razonable, sí al menos suficiente por su reiteración para desacreditar el trabajo de Piketty entre el mayor número de personas y privar de legitimidad a cualquier reflexión sobre la necesidad de la sustitución del capitalismo.

Los ataques a la obra de Piketty no se hicieron esperar. Robert Shrimsley, articulista del Financial Times, publicó el día 30 de Abril de 2014, una columna titulada “The nine stages of the Piketty bubble”[4], en la que decía que: "Nos encontramos ante una burbuja intelectual que lo único que hace es subir la cotización del autor... desde la nada más absoluta. Pura economía financiera, de hecho". Un ataque burdo sin apoyo en dato alguno.

Pero el 24 de Mayo de 2014 el Financial Times[5] inició la ofensiva contra las tesis de Piketty tratando de dar cierto fundamento a la misma. Chris Giles, editor económico del diario, afirmaba en su primera plana, en una elaborada información, que Piketty había incurrido en una serie de errores estadísticos que, según Giles, invalidan sus tesis. “Una vez que se limpian y se simplifican los datos, los resultados sobre Europa no muestran ninguna tendencia a un crecimiento de la desigualdad en la riqueza después de 1970”[6]. El diario financiero señala una serie de incoherencias y de posibles errores en los datos relativos a Estados Unidos y, sobre todo, a Reino Unido. Piketty habría cometido errores al transcribir partes de los datos utilizados, en aspectos como las proyecciones que hace para épocas en las que no había información, en el método comparativo que usa para distintos países y en el un uso tendencioso o arbitrario de las estadísticas para probar su principal tesis, lo que se conoce como “cherry-picking”[7]. En concreto, frente a los datos de acumulación y control de la riqueza por una minoría en el Reino Unido que señala Piketty, Gilles opone  las cifras oficiales publicadas por la Oficina Nacional de Estadísticas, lo que para el francés es el 10% poseyendo el 71% de la riqueza, para el británico es el 44%.  Además, según este diario, en las hojas de cálculo del francés “hay errores de transcripción de las fuentes originales y fórmulas incorrectas. También da la sensación de que algunos de los datos están construidos sin una fuente original”. Y añade: "Una vez que el Financial Times ha limpiado y simplificado sus datos, las cifras europeas no muestran ninguna tendencia hacia el aumento de la desigualdad de la riqueza a partir de 1970" le acusan, incluso, de copiar datos de Suecia en 1908 y pegarlos en la tabla relativa a EE.UU. y Europa en 1920. En total, Giles asegura haber encontrado errores en 114 en las 142 líneas de datos que contienen las tablas sobre desigualdad empleadas por Piketty. El diario británico afirma que su investigación socava la tesis de la desigualdad creciente, y asegura que hay poca evidencia en las fuentes originales del economista para confirmar su tesis de que una proporción creciente de la riqueza total está en manos de una minoría de ricos”[8], para terminar acusando a Piketty de ser “deshonesto”.

El artículo de Gilles en el Financial Times provocó una cierta euforia en los principales diarios de derecha del mundo anglosajón, que tomaron la crítica de Giles como la refutación definitiva de las tesis de Piketty, con la excepción de un medio de incuestionable ideología capitalista: la revista The Economist. Esta publicación señaló que las críticas de Giles eran cuestionables y que este ignoraba en su artículo que la mayoría de los datos de Piketty provenían del World Top Income Database, fuente que nadie cuestiona, reduciendo los fallos que pudiera haber cometido Piketty a: “un par de errores que parecen ser de transcripción o de ajustes hechos a datos que requieren una evaluación del investigador”. Pero no fue sólo este semanario el que puso de manifiesto la falta de fundamento de las críticas de Gilles. Según James Henry, autor de The price of offshore revisited y profesor de la Universidad de Columbia, los errores de transcripción de datos de Piketty son triviales, y añadió que el error del francés es el cálculo que hace sobre la riqueza oculta en paraísos fiscales, pues “Hay unos 21 millones de millones de dólares ocultos en guaridas fiscales. La mitad de esta suma está en manos de las 91.000 personas más ricas del mundo, un 0,001 por ciento de la población mundial, que controla una tercera parte de toda la riqueza mundial. Piketty ha subestimado esta cifra. Este es el principal cuestionamiento que se le puede hacer. El resto es trivial”[9] Una crítica que ya el propio Piketty reconocía en una carta de respuesta publicada en el Financial Times junto con su polémica artículo, en la que reconoce la necesidad de una mejor contabilización de la riqueza oculta en estos paraísos fiscales: “En realidad es muy posible que mis propias estimaciones no tomen plenamente en cuenta la riqueza offshore o en guaridas fiscales, algo que profundizaría la desigualdad”[10]. Pero no debe olvidarse, que los datos utilizados por Piketty provienen de otro investigador de la Paris School of Economics, Gabriel Zucman, quien estima en unos 8 millones de millones de dólares la riqueza oculta en los paraísos fiscales, un cálculo realizado tomando como punto de partida los datos macroeconómicos disponibles y los activos financieros, dejando fuera todo otro tipo de acumulación de riqueza como obras de arte o bienes muebles.

No es una casualidad que Chris Gilles eligiera los datos de Piketty sobre los EE.UU. y el Reino Unido para tratar de descalificar las tesis sobre la desigualdad creciente. El diario británico The Guardian entró en liza el 26 de Mayo de 2014, cuando Paul Mason, editor económico de Channel4 de televisión, señaló que las críticas de Giles y de los medios de comunicación de la derecha, se apoyan en cifras oficiales erróneas. Masón decía: “Las conclusiones del Financial Times apenas se diferencian de las de Piketty en el análisis de Suecia y Francia. Lo hacen en el del Reino Unido y Estados Unidos. La razón es obvia. Desde tiempos inmemoriales los ricos tienen una especial aversión a declarar su riqueza. Con la reestructuración capitalista de 1979 se ha promovido la acumulación de riqueza oculta que obligó a Piketty a una mezcla de datos de herencia y encuestas junto a cálculos”  Lo cierto es que en el Reino Unido, ni siquiera los datos oficiales son coincidentes. El HMRC, el fisco británico, estima que el 10% más rico del país tiene un 70% de la riqueza. Pero para la Oficina Nacional de Estadísticas, sólo tienen el 44%. El aumento del número de paraísos fiscales desde que comenzó la ofensiva neoliberal a comienzos de los años 70, ha hecho cada vez más difícil calcular la riqueza de las élites capitalistas. Ante esta situación, el único dato al que se puede acceder con menor dificultad, es el de los ingresos, pero la diferencia entre ingresos y acumulación de la riqueza, hace muy difícil verificar la evolución de la desigualdad, generando incongruencias los datos obtenidos dependiendo de la fuente de la que se obtienen.

En cuanto a los datos referidos a los Estados Unidos, ocurre lo mismo que en el caso británico. Sam Pizzigati, del Institute for Policy Studies[11] de Washington, habla de una “paradoja americana” para explicar la incongruencia de algunos de los datos que contiene la obra de Piketty sobre este país. Pizzigati vuelve a señalar a los paraísos fiscales como el origen de la desconexión entre ingresos y riqueza, diciendo que: “Entre los datos que tenemos sobre la desigualdad de ingresos y de riqueza hay una profunda desconexión que equivale a una paradoja. El análisis de la curva de ingresos nos dice que ha habido un enorme crecimiento de la desigualdad entre los más ricos y el resto. Pero cuando analizamos la desigualdad de riqueza, vemos que la diferencia es ínfima. La explicación más lógica de esta diferencia es la riqueza oculta en paraísos fiscales. Si no, habría que pensar que esta gente se gasta 5000 dólares en cenas cada noche del año”[12].

La primera reacción en respuesta al artículo de Gilles, fue la del propio Piketty en forma de carta, publicada en este mismo diario unos días después de publicarse el artículo de Gilles, en la que formulaba una dura réplica de diez páginas. Acusa al diario de estar haciendo el “ridículo” y de ser “deshonesto”, y reivindica la validez de sus hallazgos estadísticos, aunque admitiendo siempre que son mejorables. Piketty se defiende diciendo que: “me sorprendería mucho que cualquiera de mis conclusiones sustantivas sobre la evolución al largo plazo de las distribuciones de riqueza se vean muy afectadas por estas mejoras”. Sí reconoció la necesidad de una mejor contabilización de la riqueza oculta: “En realidad es muy posible que mis propias estimaciones no tomen plenamente en cuenta la riqueza offshore o en guaridas fiscales, algo que profundizaría la desigualdad”[13] ya que “no tengo duda de que mis series de datos históricos pueden ser mejorados y serán mejorados en el futuro” aunque no cree que las conclusiones de su trabajo se vayan a ver afectadas por una eventual corrección de los datos. De hecho, la edición británica de la obra, se incluye un anexo digital con enlaces a todas sus fuentes al objeto de promover “un debate abierto y transparente” sobre la progresión de la desigualdad.

La respuesta de Piketty era de esperar, pero la que verdaderamente ha resultado sorprendente ha sido la del semanario neoliberal The Economist, que publicó un artículo titulado ¿Un problema de Piketty?, en respuesta al de Chris Gilles en el Financial Times. En este artículo, The Economist cuestiona las afirmaciones vertidas en el Financial Times: "El señor Giles -Chris Giles, editor de economía del periódico que ha realizado el trabajo de comprobación de la tesis del francés- presenta los cargos y concluye que las afirmaciones del libro de Piketty no parecen estar respaldadas por las propias fuentes del libro, una declaración condenatoria, de ser cierta (…) [y aunque] el análisis de Giles es impresionante no parece apoyar muchas de las alegaciones presentadas por el FT o la conclusión de que el argumento del libro es erróneo". La revista plantea, además que: "no resulta fácil verificar si los datos son, en realidad, erróneos. Hay un par de casos en los que parece que se hubiera cometido un error en la transcripción, pero uno no puede estar seguro".  Y señalando que será necesario hacer más investigaciones sobre los datos para afirmar sin duda si los datos de Piketty son correctos o no, concluye diciendo: "Con el tiempo quedará claro si Piketty es el profeta que algunos ven o es otra cosa". 

Con anterioridad al inicio de la polémica, Paul Krugman[14] había publicado varios artículos[15] denunciando las reacciones desmedidas de los medios neoliberales frente al libro de Piketty, y había publicado algunas entradas en su blog[16] en el mismo sentido. En éste, y respecto de la polémica desencadenada por el artículo de Gilles en el Financial Times, dijo que: “Cualquiera que imagine que la noción de creciente desigualdad en la riqueza ha sido refutada sufrirá seguro una decepción”. Finalmente, en un artículo publicado en The New York Times, y reproducido en español en el diario El País el día 10 de Junio de 2014[17] con el título de “Crítica fallida a Piketty”, decía sobre la polémica de los datos que:

La cuestión principal aquí le resulta familiar a todo aquel que trabaje mucho en temas de desigualdad. Existen dos tipos de datos sobre la distribución de la renta y la riqueza: los estudios, en los que se pregunta a la gente qué hace o qué posee, y los datos fiscales.
Los datos de los estudios son mejores a la hora de describir a las familias de rentas más bajas, que a menudo no están cubiertas por los impuestos; pero es bien sabido que los datos subestiman las rentas más altas y la riqueza porque, hablando en líneas generales, es difícil entrevistar a los multimillonarios. Además, se dispone de datos de estudios desde hace bastante poco, después de la II Guerra Mundial, y con frecuencia, mucho más tarde.
Por eso Piketty trabajó principalmente con datos fiscales, aunque también utilizó algunos datos de estudios; cuando los combinaba, realizaba ajustes para corregir las tendencias a la baja conocidas de los cálculos de los estudios sobre las mayores riquezas”

Y aprovechaba para denunciar la manipulación que había llevado a cabo Gilles de la diferencia entre los datos fiscales y la riqueza en poder de una minoría, poniendo en evidencia la mala fe con la que se había actuado desde el Financial Times, tratando de engañar a sus lectores. Y decía que: “Desde que se hizo evidente que la desigualdad estaba aumentando – allá por la década de 1980 – en la derecha ha habido un sector bastante importante de negación de la desigualdad. La negación no se basaba en ningún argumento, ni tampoco contenía objeciones coherentes. Consistía más bien en lanzar al aire muchos argumentos distintos, con la esperanza de que algo calase: la desigualdad no está aumentando; está aumentando, pero se ve compensada por la movilidad”; y terminaba expresando su sorpresa porque: “Tradicionalmente, la negación de la desigualdad se ha llevado a cabo en la página de opinión de The Wall Street Journal y en lugares de mentalidad parecida. El ver que se extiende a The Financial Times es una novedad, y es señal de que el periódico puede estar sufriendo una murdochización progresiva”

Pero Krugman son tiene motivos para sorprenderse de que las críticas a Piketty se publiquen en este diario, no hay que olvidar que, como dice el economista Gonzalo Bernardos, el “Financial Times es el periódico de los inversores, de la gente que trabaja en los mercados financieros. Y son éstos los que determinan en la actualidad cómo se tiene que gestionar la crisis, más que los políticos”
 Los ataques academicos de la derecha neoliberal.

Desmontada la pretendida refutación de la obra de Piketty por el Financial Times, desde las filas de la derecha los ataques no se han detenido. Ya en España, el alevín de la extrema derecha neoliberal y miembro del denominado “Instituto Juan de Mariana”[19], Juan Ramón Rallo, ha pretendido refutar la obra de Piketty en diversos artículos, algunos publicados en su blog[20], sin aportar fundamento sólido alguno para ello, señalando que Piketty yerra en su modelo teórico, en su análisis histórico y en sus propuestas políticas, debido a que el marco teórico del libro no es adecuado y el  análisis histórico del  libro es equivocado, por lo que las  propuestas  políticas  derivadas del libro son  erróneas. Es más, dice que: “Incluso aquellos Estados intervencionistas que más éxito han tenido a la hora de reducir  la desigualdad –los Estados nórdicos– no se caracterizan por una agresiva y progresiva fiscalidad sobre los ricos, sino por promover el  universal acceso a un capital humano de calidad. Por consiguiente, ni siquiera dentro de una retórica estatista las políticas propuestas por Piketty parecen tener justificación alguna, como de hecho le acaban de recordar sus propios correligionarios en su propio país”. Debe ser el único europeo, que no ha debido enterarse de la presión fiscal que se experimenta en los países del Norte de Europa sobre toda la población en general y sobre las rentas altas en particular, que ha llegado a merecer por sus detractores el calificativo de confiscatoria.

Ya por último, nuevamente los medios de la derecha neoliberal norteamericana se hacían eco del gran acontecimiento[21] y volvían a lanzar las campanas al vuelo, lo que con gran alborozo se reproducía en la prensa del mismo tenor en España[22], para anunciar que un estudiante del MIT había probado que la desigualdad no ha aumentado desde 1970, salvo en el valor de los activos inmobiliarios. El “estudio”, siendo generosos lo vamos a llamar así, nació de un comentario de apenas 500 palabras publicado en un blog por Matthew Rognlie, un estudiante de 26 años ligado al Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT)[23]. Las críticas de Rognlie al trabajo de Piketty fueron publicitadas por el economista Tyler Cowen de la Universidad George Mason, seguidor del pensamiento de Friedrich von Hayek, quien animó Rognlie a realizar un trabajo más amplio sobre la cuestión, a cuya instancia el estudiante fue ampliando poco a poco el alcance de sus estimaciones, hasta componer un informe titulado “A note on Piketty and diminishing returns to capital”[24] que ha sido publicado por el Instituto Brookings[25], uno de los think tanks de la derecha neoliberal más poderosos de los EE.UU. y del que se hizo eco rápidamente The Washington Post[26] la prensa capitalista tras el fiasco del Financial Times.

El estudiante Rognlie, dice haber encontrado tres grandes errores en la obra de Piketty:

Niega que la tasa de retorno del capital arroje un rumbo ascendente a lo largo del tiempo;
2º Apunta que los cálculos de Piketty sobreestiman la rentabilidad futura que podrán obtener los más acaudalados a base de reinvertir su capital.;

3º Explica que "los ingresos derivados de las rentas del capital se han mantenido estables de 1970: el único aspecto que ha cambiado y que ha ido a más son los precios de los activos inmobiliarios, pero al margen de esa apreciación no se observa repunte alguno de la desigualdad".

Una vez su tesis salió a la luz, el estudiante intercambió varios correos electrónicos con Piketty, quien ha declarado a los medios que "existen aspectos poco comprendidos de su libro". En opinión de Rognlie, la respuesta del galo fue "densa" e "inconsistente", sin un argumento concreto capaz de refutar su trabajo crítico ahora promocionado por el Instituto Brookings

No ha sido sólo un joven estudiante como Rognlie el que ha continuado la descalificación del trabajo de Piketty, también el profesor Lawrence H. Summers, profesor de Economía de la Universidad de Harvard y antiguo Secretario de Hacienda durante la presidencia de Clinton, ha salido a la palestra, escribiendo un extenso artículo[27] cuestionando muchas de las suposiciones de Piketty que, según dice, supone que la rentabilidad de capital se mantiene estable, es decir, ignorando los diminishing returns o ley de los rendimientos decrecientes[28].

Tanto Rognlie como Summers, afirman que es posible que la tasa de rentabilidad del capital no sea tan elevada como dice Piketty, porque el francés no ha tenido en cuenta la fuerte depreciación que sufre dicho factor en los momentos actuales respecto de otros tiempos, por lo que la tasa neta, una vez descontada dicha depreciación, puede hacer que la conclusión a la que llega Piketty sobre un futuro en el que las rentas del capital absorban proporciones más elevadas del producto total, puede no cumplirse. Pero ambas críticas a las tesis de Piketty se equivocan en dos puntos esenciales:

En primer lugar, lo único que necesita Piketty para tener razón en sus pronósticos, aun asumiendo rendimientos decrecientes y escasa  capacidad de sustitución del capital, es que haya un progreso tecnológico dentro de las estructuras del capital, lo suficientemente intenso como para compensar la entrada de los rendimientos decrecientes. Summers y Rognlie no incluyen la influencia de ese progreso técnico, pero Piketty sí, de ahí que la evidencia empírica que aportan no sirva para refutar el modelo de Piketty;

En segundo lugar, la elasticidad de sustitución mide la capacidad de sustitución entre el capital y el trabajo en el corto plazo: es una elasticidad de sustitución para unas circunstancias técnicas y temporales concretas, pero no una elasticidad de sustitución en el largo plazo. La distinción es relevante ya que la creación de nuevos bienes de capital permite a largo plazo generar nuevas estructuras de bienes de capital más productivas que las anteriores, y este efecto no es recogido por las estimaciones empíricas que apuntan Summers y Rognlie. La capacidad de un sistema productivo de reemplazar trabajo por capital es bastante limitada en el corto plazo, lo que no implica que a largo plazo también lo sea, tal y como reconoce Rognlie en su trabajo. Y la elasticidad verdaderamente relevante para las conclusiones de Piketty es la de largo plazo.

En suma, las críticas que se han dirigido hasta la fecha contra Piketty por parte de quienes aceptan que el tipo de interés depende de la productividad marginal del capital no son válidas. Si lo fueran, debería haberse observado un tipo de interés del capital fuertemente decreciente desde el s. XVIII pero, tal como documenta Piketty, esa tasa de retorno se ha mantenido constante en el entorno del 4-5%.  Por lo que para que las conclusiones del economista francés sean verosímiles, basta con asumir que la tasa de retorno sobre el capital se va a mantener estable en torno a los niveles en los que se ha ubicado en los últimos trescientos años.

Al combinar todas estas líneas de la crítica neoliberal, salta a la vista el verdadero problema de la derecha con el libro de Piketty: que su autor es un extranjero “comunista” que pretende privar a los ricos de lo que por mandato divino les pertenece. Como dice el economista español Gonzalo Bernardos: “Piketty ha puesto mucho énfasis en el principal problema que hay en el mundo desarrollado, que es la distribución de la renta. Por qué para algunos la crisis ha sido una oportunidad, para los más ricos, para los inversores, y en cambio, para muchos, para la mayoría, la crisis ha sido una maldad. Desde esta perspectiva, Piketty argumenta que cuando los rendimientos del capital superan a los rendimientos de la economía, el capital está absorbiendo una parte de la renta que no le corresponde, que le corresponde a los más desfavorecidos, lo que empeora la desigualdad de la renta“ [29]

Obviamente, en una obra tan extensa como la de Piketty, cabe discrepar en un 10% o un 20% de sus argumentos y análisis, pero de lo que no cabe duda alguna es de la casi unanimidad que provoca su afirmación básica de que la desigualdad aumenta y la riqueza se está concentrando cada vez en un menor número de personas. Es decir, hay un consenso mayoritario en que el libro de Piketty es básicamente correcto, lo que no supone que haya una coincidencia en las propuestas de Piketty para corregir la deriva del capitalismo.

Pero las discrepancias puntuales sobre uno u otro aspecto del análisis de Piketty, no le impide al profesor Bernardos decir que: “El libro de Piketty es una amenaza. Ahora bien, los economistas jugamos con los años. Seguramente, algunas cifras pueden no ser del todo exactas, pero esto no invalida sus argumentos. Se puede decir que el libro de Piketty es oportunista, pero yo diría que es un libro oportuno. Es un libro que no es de actualidad económica, sino de historia económica y marca, sobre todo, un aspecto muy importante: estamos volviendo a finales del siglo XIX y a principios del XX. Y esto tiene implicaciones muy importantes socialmente. Porque esta situación, si sigue así, va a llevar a una lucha de clases, algo que se había olvidado”[30].


[1] Nicolás Baverez, nacido el 8 de mayo de 1961 en Lyon, es un ensayista francés y abogado desde 1998, titulado en la Escuela Normal Superior de Ulm (promoción 1980) y graduado en la elitista Escuela Nacional de Administración ENA (clase de Michel de Montaigne, 1988). También es doctor en Historia y profesor asociado en la Escuela de Ciencias Sociales. Es un ferviente liberal desde su ingreso en la ENA en 1986. Para él: "El anti-liberalismo es un flagelo que es el principio de la decadencia y la regresión de Francia". Es uno de los principales representantes de la corriente conocida por sus críticos como "decadentista". Baverez ha denunciado un descenso relativo de Francia ante el resto del mundo causado por la intervención excesiva y desacertada del Estado en la economía y los altos impuestos. Según él, Francia es el único país desarrollado que se esfuerza por mantener el modelo obsoleto de economía cerrada de los años sesenta.
[2] www.libremercado.com/2014-05-03/asi-es-thomas-piketty-el-nuevo-fetiche-economico-de-la-izquierda-1276517386/
[3] www.ft.com/cms/s/2/e1f343ca-e281-11e3-89fd-00144feabdc0.html#axzz3VhYPrD2p
[4] http://www.ft.com/intl/cms/s/0/2d492786-cf90-11e3-bec6-00144feabdc0.html#axzz3WOGwBgcM
[5] www.ft.com/cms/s/2/e1f343ca-e281-11e3-89fd-00144feabdc0.html#axzz3VhYPrD2p
[6] www.abc.es/economia/20140604/abci-capitalismo-contra-guru-piketty-201406032035.html
[7] El “cherry-picking” (literalmente, selección de cerezas) es el sesgo en el cual un investigador escoge únicamente los datos que confirman su hipótesis previa. Por tanto, no está mostrando datos representativos, sino únicamente aquellos que le van a dar la razón. La metáfora sería la de considerar que la cesta de cerezas que se vende en el supermercado es representativa de todas las cerezas, cuando en realidad ha pasado por un proceso de selección.
[8]www.elconfidencial.com/economia/2014-05-24/el-financial-times-refuta-la-tesis-economica-de-piketty_135939/
[9] www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-247297-2014-05-29.html
[10] www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-247297-2014-05-29.html
[11] El Instituto de Estudios Políticos (IPS) es un think tank con sede en Washington, DC. Es uno de las cinco grandes think tanks norteamericanos de izquierda próximos al partido demócrata.
[12] www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-247297-2014-05-29.html
[13]www.elconfidencial.com/economia/2014-05-24/el-financial-times-refuta-la-tesis-economica-de-piketty_135939/
[14] Paul Robin Krugman (Albany, 28 de febrero de 1953) es un economista estadounidense de origen judío, profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton y en la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres y columnista del periódico New York Times. En 2008 fue galardonado con el Premio Nobel de Economía por sus trabajos sobre la Nueva Teoría del Comercio y la Nueva Geografía Económica
[15] www.nytimes.com/2014/04/25/opinion/krugman-the-piketty-panic.html; www.nytimes.com/2014/03/24/opinion/krugman-wealth-over-work.html
[16] www.krugman.blogs.nytimes.com/2014/05/24/is-piketty-all-wrong/
[17] www.blogs.elpais.com/paul-krugman/2014/06/cr%C3%ADtica-fallida-a-Las piketty.html
[18] www.finanzas.com/noticias/economia/20140605/politicos-banqueros-como-dioses-2684852.html
[19] Es un think tank de ideología neoliberal fundado en el año 2005. Patrocina el Máster de Economía de la Escuela Austriaca en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, a cuyo cuerpo docente pertenecen sus directivos y que han hecho de la Facultad de Ciencias Económicas de esta Universidad una plaza fuerte del neoliberalismo en España. Guarda estrechas relaciones con el diario digital neoconservador www.libertaddigital.com, con la web www.liberalismo.org y el diario digital www.negocios.com, así como con el conocido periodistadigital.com.
[20] www.juanramonrallo.com/2015/01/los-tres-errores-clave-de-thomas-piketty/
[21]www.brookings.edu/about/projects/bpea/papers/2015/land-prices-evolution-capitals-share
[22]www.libremercado.com/2015-03-28/un-joven-de-26-anos-desmonta-a-piketty-el-guru-de-la-izquierda-1276544264/?utm_source=3&utm_medium=masleido&utm_campaign=masleido
[23] El Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT por las iniciales de su nombre en idioma inglés, Massachusetts Institute of Technology) es una universidad privada localizada en Cambridge, Massachusetts (Estados Unidos). Los ingresos agregados de las empresas fundadas por ex alumnos del MIT, lo situaría como la undécima economía más grande del mundo. Es considerada como una de las más selectivas de los EEUU e incluso del mundo.
[24] www.mit.edu/~mrognlie/piketty_diminishing_returns.pdf
[25] La Institución Brookings o Brookings Institution es un think tank fundado en 1916. Su sede se encuentra en Washington D.C. dedicado a la investigación en las ciencias sociales, especialmente en Economía y Política Exterior. Es uno de los think tanks más antiguos y declara que su objetivo principal es "ayudar al desarrollo de políticas públicas sólidas y promover la comprensión del público de cuestiones de importancia nacional." La organización se describe a sí misma como independiente, pero en realidad es una organización neoliberal que apoyó fervientemente a la administración Bush y a la política de reducción de impuestos a los ricos. La organización está dirigida actualmente por Strobe Talbott, ex Secretario adjunto de Estado bajo la presidencia de Clinton. Carlos Pascual, el antiguo embajador en Ucrania, actúa como vicepresidente de la Institución Brookings y como Director del programa de Estudios de Política Exterior.
[26] www.washingtonpost.com/blogs/wonkblog/wp/2015/03/19/meet-the-26-year-old-whos-taking-on-thomas-pikettys-ominous-warnings-about-inequality/
[27]www.larrysummers.com/2014/05/14/piketty-book-review-the-inequality-puzzle/&prev=search
[28] La ley de los rendimientos decrecientes (en inglés: diminishing returns) es una de las leyes más difundidas de la economía. Afirma que a medida que se añaden cantidades adicionales de un factor productivo en la producción de un bien, manteniendo el empleo del resto de los factores sin variación, se alcanza un punto a partir del que la producción total aumenta cada vez menos hasta que incluso empieza a disminuir. Esta ley es central en la teoría de la producción, una de las principales divisiones de la teoría microeconómica neoclásica. El concepto de rendimientos decrecientes se remonta a los primeros economistas como Johann Heinrich von Thünen, Anne Robert Jacques Turgot, Thomas Malthus y David Ricardo. Sin embargo los economistas clásicos como Malthus y Ricardo atribuirán el decrecimiento de los rendimientos en los resultados (outputs) en la disminución de la calidad de las entradas (inputs). Los economistas neoclásicos asumían que cada "unidad" de trabajo es idéntica = perfectamente homogénea. Los rendimientos decrecientes eran debidos a la interrupción de todo el proceso productivo a medida que unidades adicionales de trabajo se añadían a una cantidad fija de capital. Karl Marx desarrolló una versión de la ley de rendimientos decrecientes en su teoría de la tendencia de la tasa de ganancia en su obra El Capital (volumen III).
[29]www.finanzas.com/noticias/economia/20140605/politicos-banqueros-como-dioses-2684852.html
[30]www.finanzas.com/noticias/economia/20140605/politicos-banqueros-como-dioses-2684852.html