lunes, 8 de julio de 2013

LA TRAMPA DE LA MONEDA ÚNICA. LA NEGATIVA ALEMANA A SOLUCIONAR LA “CRISIS DEL EURO”.



Hace cinco años que los europeos  nos debatimos a diario, con la presión ejercida en nuestras economías por la llamada “crisis del euro”. Esta “crisis” ha venido empujando de forma progresiva a los países periféricos de la zona euro, a un alza continuada e insostenible de los tipos de interés por su deuda pública, ante la eventualidad de su posible insolvencia. Ello ha venido obsesionando a los gobiernos afectados sin que hayan conseguido encontrar ninguna solución al problema. Pero, ¿cuál es el origen de esta situación?, ¿cómo hemos llegado a ella?. 

El 15 de Agosto de 1971 la administración Nixon fue obligada a abandonar los Acuerdos de Bretton Woods por los que venía a respaldar el dólar a razón de 35$/onza de oro. De esta manera el dólar que era la moneda de reserva mundial desde 1944 quedaba como moneda “flotante”, la inflación masiva generó una crisis monetaria que desembocó en la energética de 1973, que fue hábilmente resuelta por la administración de Nixon. La OPEP[1] había considerado cambiar en 1973 y 1978 el precio del petróleo, e imponer el pago del mismo con una “cesta de monedas”. Esta reflexión de los países petroleros, obligó a los Secretarios del Tesoro de las presidencias de Nixon y de Carter a negociar con Arabia Saudí para hacer fracasar este proyecto. El acuerdo al que llegaron impuso un trato preferencial para con la Autoridad Monetaria Saudita en 1974 para la compra de 2,5 mil millones en bonos del Tesoro de los EE.UU. fuera del proceso normal de subasta. Es decir, a coste muy reducido, a cambio la OPEP sólo utilizaría dólares para comerciar con el crudo. Por entonces, todas las inversiones sauditas en los EE.UU. fueron declaradas “secreto”, estos datos sólo pudieron ser conocidos y hechos públicos años después, a través del “Acta de Libertad de demanda de Información” (FOIA).

Nuevamente en 1978, EE.UU. frustró una propuesta de la OPEP de formalizar una “cesta de petromonedas” (dólar, yen y marco). El precio que tuvo que pagar por ello a la monarquía saudí fue un aumento del 350% de poder para su voto dentro del FMI. Desde estos acuerdos con los saudíes, el dólar quedaba otra vez establecido como divisa de referencia mundial y petromoneda monopólica, convirtiéndose en la clave de la hegemonía norteamericana, y en la principal preocupación del complejo financiero, industrial y militar que dirige esa nación.

Desde entonces, la posición monopólica del dólar como moneda de comercio de los hidrocarburos, ha permitido a la Reserva Federal expandir su crédito como apoyo al control financiero de la economía, y a la financiación masiva de la deuda que exige el control militar del mundo por los EE.UU. y la brutal vorágine consumista de la sociedad americana.

De esta manera, desde la década de 1970, los Estados Unidos comenzaron a importar una parte cada vez mayor de los productos industriales producidos en el planeta, dado que el coste real de los mismos era próximo a cero, mientras que para el resto de los países, era imprescindible la obtención de divisas con las que adquirir hidrocarburos. Las importaciones netas de Estados Unidos fueron, naturalmente, las exportaciones netas de los países con superávit, tales como Alemania, Japón y China. A su vez, aproximadamente el 70% de los beneficios obtenidos por los empresarios de las naciones excedentarias exportadoras a los EE.UU. fueron canalizados hacia Wall Street, en busca de una mayor rentabilidad y seguridad, obtenidas con las inversiones en la moneda de reserva mundial. En Wall Street, los financieros comenzaron a utilizar esta afluencia de capitales extranjeros con varios objetivos:
  • Proporcionar crédito a los consumidores norteamericanos; 
  • Expandir la industria americana por medio de la inversión directa en empresas de Estados Unidos, y;
  • Financiar la expansión militar de los EE.UU. comprando bonos del Tesoro. Es decir, financiando los déficits del gobierno estadounidense.

Además de los anteriores efectos económicos, no debemos olvidar la financiación extraordinaria que ha supuesto durante cerca de cuarenta años, el consumo de combustible de los EE.UU. pagado con un dinero que costaba lo que costaba su impresión en papel.

El sistema económico descrito, se caracterizaba por ser un flujo circular continuo, que funcionaba expandiendo cada vez más la masa de dinero circulante, que alimentaba así un nivel cada vez más acelerado de la demanda en los Estados Unidos y de su endeudamiento tanto público como privado,, en Asia y en Europa, cuyos bancos, especialmente los alemanes en Europa, pronto se sumaron a la dinámica de  Wall Street de impulsar la “burbuja” de crédito en sus respectivos países o regiones económicas. Para ello se endeudaban a su vez con las entidades bancarias y financieras norteamericanas.

La zona euro fue diseñada teniendo como telón de fondo una economía global, en la que Estados Unidos desempeñaba un papel crucial en el consumo de los excedentes mundiales, generando con el mismo la demanda necesaria para los exportadores netos de todo el mundo.

Cuando en el otoño de 2008 las estafas piramidales de Wall Street se desplomaron, la llamada “financiarización” de la deuda, la capacidad de Wall Street para continuar “cerrando” el círculo global de importación de bienes y exportación de deuda desapareció. El sector bancario de Estados Unidos ya no podía aprovechar los déficits de los Estados Unidos (presupuestario y comercial) para conseguir financiación de la demanda interna, en niveles suficientes para mantener el consumo de las exportaciones netas del resto del mundo a este país. Y como la unión monetaria europea carecía y carece de dispositivos estabilizadores esenciales, los Estados que habían perdido su soberanía en política monetaria con la entrada en la moneda única, se vieron profundamente afectados. La zona euro se creó de manera que se eliminaban los amortiguadores naturales de los Estados participantes en la moneda común, haciéndoles imposible absorber las fluctuaciones económicas a través de la devaluación de la propia moneda.

Este diseño de la zona euro funcionó mientras la demanda de EE.UU. estaba activa, y el flujo comercial norteamericano era eficaz para consumir los excedentes mundiales de producción. De tal manera que el sector bancario de Europa, venía manteniendo un nivel suficiente de liquidez con el retorno de divisas ingresadas en pago de los productos exportados y por la expansión crediticia de la banca de Wall Street. En esta situación, la falta de un sistema de reciclaje del excedente de producción intraeuropeo pasó desapercibido. Pero cuando la capacidad de Estados Unidos para llevar a cabo ese papel de consumo del excedente mundial desapareció en 2008, los defectos del diseño de la zona euro se sintieron intensamente, sobre todo en la periferia europea.

Cuando en 2008 se pinchó la “burbuja” crediticia, los líderes europeos se negaron a ver la realidad: el diseño de la unión monetaria exigía una reconfiguración inmediata que le permitiera a Europa bien convertirse en una unidad absoluta; bien volver a las monedas nacionales. Esta voluntaria ceguera  los llevó a plantear unos poco sistemáticos "planes de rescate" de la quebrada banca europea, e iniciar unos debates improductivos carentes de realismo, sobre si debería aplicarse una mayor o menor reducción de los presupuestos estatales, el margen de déficit público aceptable, la velocidad a la que debería llegarse al mismo,  etc. De esta manera, quedaba oculto por un estéril debate la verdadera causa de la marcha de la Eurozona hacia la fragmentación: la falta de un reciclaje efectivo del excedente de producción que ya no era exportado a los EE.UU. En pocas palabras, las elites de Europa no pudieron reconocer, tanto antes como después de 2008, que el diseño de la zona euro se basó en la capacidad de los Estados Unidos de consumir los excedentes mundiales de producción.

 Evolución del saldo comercial de los EE.UU.
Fuente: http://politicacomercialdeeu.wordpress.com/

En la actualidad, y después de un descenso de dos años, el déficit comercial de Estados Unidos ha vuelto casi a niveles anteriores a 2008. Sin embargo, el déficit de Estados Unidos, a pesar de que se ha recuperado después de la crisis de 2008, ya no tiene la capacidad para desempeñar el papel de reciclaje del excedente de producción como lo hacía antes de la “Gran Crisis”. Por lo menos no de manera que se pueda volver al escenario anterior al 2008. Basta con señalar que en 2011 los Estados Unidos estaban generando una demanda un 23,7% inferior a la de 2008. En segundo lugar, y al mismo tiempo, Wall Street no está atrayendo el nivel de flujos de capital que sería necesario para mantener el ritmo de la inversión en su sector privado anterior a 2008. En concreto, en 2011 los Estados Unidos habían perdido el 56,48% de los activos de propiedad extranjera en comparación con el momento anterior a la crisis de 2008. La razón principal, y de hecho crucial para esta abrupta caída fue, que los flujos netos de capital extranjero, así como los préstamos a las empresas estadounidenses cayeron drásticamente de alrededor de 500.000 millones de dólares en 2006  a  50.000 millones en 2011[2].

En 2013, la evolución de la demanda norteamericana ofrece un panorama devastador: Por un lado, la crisis no provocó la reducción del déficit de los Estados Unidos, sin embargo, éste no ha sido ni es capaz de mantener los flujos mundiales de bienes y ganancias equilibrados a nivel planetario. Los mercados estadounidenses están consumiendo un 24% menos de importaciones netas, un 66% de la demanda anterior a la crisis de 2008, y están atrayendo al sector privado americano un 57% menos de capital del que Wall Street negociaba cuando  se derrumbó en 2008.

En definitiva, lo único que queda de la economía global en la que la zona euro se creó, son los flujos de capital extranjero que siguen llegando en busca de una seguridad que Europa no les ofrece, acelerando así la deuda pública de Estados Unidos. En consecuencia, la zona euro no podrá en el futuro depender de los Estados Unidos para proporcionar, como lo hizo antes de 2008, el nivel de demanda agregada que es necesario para mantener el sueño mercantilista de una Alemania hegemónica convertida en el motor de Europa; Es decir, de una zona euro que no es sino un gran espacio económico alemán, que responde al descenso de sus exportaciones motivado por la caída de la demanda mundial, con la devaluación interna de los europeos: reduciendo los salarios reales y la demanda interna. Reacción que además se justifica culpando de la debacle del euro a los países periféricos de la eurozona, acusando a éstos con el fin de hacer creer que la insolvencia de países como Irlanda, España o Italia tuvo algo que ver con el despilfarro fiscal.

Como decimos, la verdadera causa de la difícil situación actual de la zona euro, ha sido la excesiva dependencia de la capacidad de la economía estadounidense para generar suficiente demanda de las exportaciones netas de la zona euro. Una vez que Wall Street se desplomó y la liquidez desapareció en todo el mundo, los efectos no se hicieron esperar:

1º La quiebra de los bancos y la insolvencia de los Estados ante la drástica reducción de sus ingresos fiscales causada por la caída de la demanda interna;

2º La renuencia de los burócratas europeos y de los políticos de los Estados de la Unión en crear un sistema de resolución bancaria de la Eurozona, en el marco de una reorganización de la moneda única.

¿Por qué esa resistencia de Alemania a todas las medidas que pondrían fin a la crisis del euro?:

1º Porque la banca alemana se ha beneficiado de la “burbuja” crediticia, pero no quiere asumir las pérdidas que está haciendo pagar a la banca de los países periféricos;

2º Porque Alemania no quiere pagar por la deuda de la periferia, y además se ve incentivada para mantener el status quo porque la deuda pública alemana se está financiando a coste cero.

Además, Alemania y los países del norte de Europa, las naciones con superávit de la zona euro, se mantienen firmes en su determinación de mantener un esquema de moneda única diseñado para un momento en que Estados Unidos desempeñó un papel que ya no puede cumplir, porque si se establece un mecanismo de reciclaje de excedentes intraeuropeo adecuado supondría la nivelación de todos los Estados europeos parte en la moneda única a un igual status financiero y económico, lo que  significaría que Alemania perdería la capacidad de decisión para salir de la zona euro en el futuro. Sería, una renuncia de estos países a la capacidad de decidir el abandono de la zona euro, que sólo las naciones con superávit poseen verdaderamente, pues para las naciones deficitarias, una salida de esta zona supondría una salida masiva de capitales y el colapso de su sector  bancario.

Por estos motivos, al público alemán se le ha convencido de que Alemania se ha escapado de lo peor de la crisis debido a sus virtudes de ahorro y trabajo duro, en contraste con los “vicios” de los países del Sur “vagos y derrochadores”. Ellos ven las bajas tasas de interés de los bonos alemanes como una recompensa por su probidad en el ahorro, y no como la prueba de la fuga de capitales del resto de la zona euro causada por la desintegración provocada por ellos mismos en la periferia europea. Además, el superávit de la economía alemana ya antes de 2008, ha sido también motivado por la demanda de la periferia europea de productos alemanes, daneses, holandeses, chinos y japoneses que permitió a los países como Alemania y los Países Bajos seguir siendo exportadores netos de capital y bienes de consumo dentro y fuera de la zona euro, al mismo tiempo que la importación de productos por los EE.UU. impulsaba la demanda de productos de la periferia de la zona euro.


En conclusión, antes de 2008 los Estados Unidos operaron como consumidor enorme de un volumen desproporcionado de las exportaciones netas, así como de los beneficios del resto del mundo. Este mecanismo de reciclaje de excedentes era esencial para el mantenimiento del edificio defectuoso de la zona euro. Una vez desaparecido el actor norteamericano, la zona de la moneda común europea debía haber sido rediseñada consumando la Unión Económica de Europa o por el contrario entraría en un largo período, de dolorosa desintegración y regreso a las monedas nacionales, como efectivamente está ocurriendo.

Pronto comenzarán los ataques contra la moneda única, por parte de diversos países periféricos condenados a morir en la trampa del euro. Salvo que la situación dé un giro radical e imprevisto, la cuestión no es si salir o no del euro, sino cuándo salir y si nos dará tiempo a abandonarlo antes de que éste estalle.

[1] Organización de Países Exportadores de Petróleo.
[2] Fuente de los datos citados:
www.europeanfinancialreview.com/?p=6830,%2019%20junio%202013

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