Hace cinco
años que los europeos nos debatimos a
diario, con la presión ejercida en nuestras economías por la llamada “crisis del euro”. Esta “crisis” ha venido empujando de forma
progresiva a los países periféricos de la zona euro, a un alza continuada e
insostenible de los tipos de interés por su deuda pública, ante la eventualidad
de su posible insolvencia. Ello ha venido obsesionando a los gobiernos
afectados sin que hayan conseguido encontrar ninguna solución al problema.
Pero, ¿cuál es el origen de esta situación?, ¿cómo hemos llegado a ella?.
El 15 de Agosto de 1971 la
administración Nixon fue obligada a abandonar los Acuerdos de Bretton Woods por
los que venía a respaldar el dólar a razón de 35$/onza de oro. De esta manera
el dólar que era la moneda de reserva mundial desde 1944 quedaba como moneda “flotante”, la inflación masiva generó
una crisis monetaria que desembocó en la energética de 1973, que fue hábilmente
resuelta por la administración de Nixon. La
OPEP[1] había
considerado cambiar en 1973 y 1978 el precio del petróleo, e imponer el pago
del mismo con una “cesta de monedas”.
Esta reflexión de los países petroleros, obligó a los Secretarios del Tesoro de
las presidencias de Nixon y de Carter a negociar con Arabia Saudí para hacer
fracasar este proyecto. El acuerdo al que llegaron impuso un trato preferencial
para con la Autoridad Monetaria Saudita en 1974 para la compra de 2,5 mil
millones en bonos del Tesoro de los EE.UU. fuera del proceso normal de subasta.
Es decir, a coste muy reducido, a cambio la OPEP sólo utilizaría dólares para comerciar
con el crudo. Por entonces, todas las inversiones sauditas en los EE.UU. fueron
declaradas “secreto”, estos datos
sólo pudieron ser conocidos y hechos públicos años después, a través del “Acta de Libertad de demanda de Información”
(FOIA).
Nuevamente en 1978, EE.UU. frustró una propuesta de la OPEP de
formalizar una “cesta de petromonedas”
(dólar, yen y marco). El precio que tuvo que pagar por ello a la monarquía
saudí fue un aumento del 350% de poder para su voto dentro del FMI. Desde estos
acuerdos con los saudíes, el dólar quedaba otra vez establecido como divisa de
referencia mundial y petromoneda monopólica, convirtiéndose en la clave de la
hegemonía norteamericana, y en la principal preocupación del complejo
financiero, industrial y militar que dirige esa nación.
Desde entonces, la posición
monopólica del dólar como moneda de comercio de los hidrocarburos, ha permitido
a la Reserva Federal expandir su crédito como apoyo al control financiero de la
economía, y a la financiación masiva de la deuda que exige el control militar
del mundo por los EE.UU. y la brutal vorágine consumista de la sociedad
americana.
De esta
manera, desde la década de 1970, los Estados Unidos comenzaron a importar una
parte cada vez mayor de los productos industriales producidos en el planeta,
dado que el coste real de los mismos era próximo a cero, mientras que para el
resto de los países, era imprescindible la obtención de divisas con las que
adquirir hidrocarburos. Las importaciones netas de Estados Unidos fueron,
naturalmente, las exportaciones netas de los países con superávit, tales como
Alemania, Japón y China. A su vez, aproximadamente el 70% de los beneficios
obtenidos por los empresarios de las naciones excedentarias exportadoras a los
EE.UU. fueron canalizados hacia Wall Street, en busca de una mayor rentabilidad
y seguridad, obtenidas con las inversiones en la moneda de reserva mundial. En
Wall Street, los financieros comenzaron a utilizar esta afluencia de capitales
extranjeros con varios objetivos:
- Proporcionar crédito a los consumidores norteamericanos;
- Expandir la industria americana por medio de la inversión directa en empresas de Estados Unidos, y;
- Financiar la expansión militar de los EE.UU. comprando bonos del Tesoro. Es decir, financiando los déficits del gobierno estadounidense.
Además
de los anteriores efectos económicos, no debemos olvidar la financiación
extraordinaria que ha supuesto durante cerca de cuarenta años, el consumo de
combustible de los EE.UU. pagado con un dinero que costaba lo que costaba su
impresión en papel.
El sistema
económico descrito, se caracterizaba por ser un flujo circular continuo, que
funcionaba expandiendo cada vez más la masa de dinero circulante, que alimentaba
así un nivel cada vez más acelerado de la demanda en los Estados Unidos y de su
endeudamiento tanto público como privado,, en Asia y en Europa, cuyos bancos,
especialmente los alemanes en Europa, pronto se sumaron a la dinámica de Wall Street de impulsar la “burbuja” de crédito en sus respectivos
países o regiones económicas. Para ello se endeudaban a su vez con las
entidades bancarias y financieras norteamericanas.
La zona
euro fue diseñada teniendo como telón de fondo una economía global, en la que
Estados Unidos desempeñaba un papel crucial en el consumo de los excedentes mundiales,
generando con el mismo la demanda necesaria para los exportadores netos de todo
el mundo.
Cuando en el otoño de 2008 las estafas
piramidales de Wall Street se desplomaron, la llamada “financiarización” de la deuda, la capacidad de Wall Street para
continuar “cerrando” el círculo
global de importación de bienes y exportación de deuda desapareció. El sector
bancario de Estados Unidos ya no podía aprovechar los déficits de los Estados
Unidos (presupuestario y comercial) para conseguir financiación de la demanda
interna, en niveles suficientes para mantener el consumo de las exportaciones
netas del resto del mundo a este país. Y como la unión monetaria europea carecía
y carece de dispositivos estabilizadores esenciales, los Estados que habían perdido
su soberanía en política monetaria con la entrada en la moneda única, se vieron
profundamente afectados. La zona euro se creó de manera que se eliminaban los
amortiguadores naturales de los Estados participantes en la moneda común,
haciéndoles imposible absorber las fluctuaciones económicas a través de la
devaluación de la propia moneda.
Este
diseño de la zona euro funcionó mientras la demanda de EE.UU. estaba activa, y
el flujo comercial norteamericano era eficaz para consumir los excedentes mundiales
de producción. De tal manera que el sector bancario de Europa, venía manteniendo
un nivel suficiente de liquidez con el retorno de divisas ingresadas en pago de
los productos exportados y por la expansión crediticia de la banca de Wall
Street. En esta situación, la falta de un sistema de reciclaje del excedente de
producción intraeuropeo pasó desapercibido. Pero cuando la capacidad de Estados
Unidos para llevar a cabo ese papel de consumo del excedente mundial
desapareció en 2008, los defectos del diseño de la zona euro se sintieron intensamente,
sobre todo en la periferia europea.
Cuando en
2008 se pinchó la “burbuja” crediticia,
los líderes europeos se negaron a ver la realidad: el diseño de la unión
monetaria exigía una reconfiguración inmediata que le permitiera a Europa bien
convertirse en una unidad absoluta; bien volver a las monedas nacionales. Esta
voluntaria ceguera los llevó a plantear
unos poco sistemáticos "planes de
rescate" de la quebrada banca europea, e iniciar unos debates
improductivos carentes de realismo, sobre si debería aplicarse una mayor o
menor reducción de los presupuestos estatales, el margen de déficit público
aceptable, la velocidad a la que debería llegarse al mismo, etc. De esta manera, quedaba oculto por un
estéril debate la verdadera causa de la marcha de la Eurozona hacia la
fragmentación: la falta de un reciclaje efectivo del excedente de producción
que ya no era exportado a los EE.UU. En pocas palabras, las elites de Europa no
pudieron reconocer, tanto antes como después de 2008, que el diseño de la zona
euro se basó en la capacidad de los Estados Unidos de consumir los excedentes
mundiales de producción.
Evolución
del saldo comercial de los EE.UU.
Fuente:
http://politicacomercialdeeu.wordpress.com/
|
En la
actualidad, y después de un descenso de dos años, el déficit comercial de
Estados Unidos ha vuelto casi a niveles anteriores a 2008. Sin embargo, el
déficit de Estados Unidos, a pesar de que se ha recuperado después de la crisis
de 2008, ya no tiene la capacidad para desempeñar el papel de reciclaje del
excedente de producción como lo hacía antes de la “Gran Crisis”. Por lo menos no de manera que se pueda volver al
escenario anterior al 2008. Basta con señalar que en 2011 los Estados Unidos
estaban generando una demanda un 23,7% inferior a la de 2008. En segundo lugar,
y al mismo tiempo, Wall Street no está atrayendo el nivel de flujos de capital
que sería necesario para mantener el ritmo de la inversión en su sector privado
anterior a 2008. En concreto, en 2011 los Estados Unidos habían perdido el 56,48%
de los activos de propiedad extranjera en comparación con el momento anterior a
la crisis de 2008. La razón principal, y de hecho crucial para esta abrupta
caída fue, que los flujos netos de capital extranjero, así como los préstamos a
las empresas estadounidenses cayeron drásticamente de alrededor de 500.000
millones de dólares en 2006 a 50.000 millones en 2011[2].
En 2013,
la evolución de la demanda norteamericana ofrece un panorama devastador: Por un
lado, la crisis no provocó la reducción del déficit de los Estados Unidos, sin
embargo, éste no ha sido ni es capaz de mantener los flujos mundiales de bienes
y ganancias equilibrados a nivel planetario. Los mercados estadounidenses están
consumiendo un 24% menos de importaciones netas, un 66% de la demanda anterior
a la crisis de 2008, y están atrayendo al sector privado americano un 57% menos
de capital del que Wall Street negociaba cuando se derrumbó en 2008.
En definitiva, lo único que
queda de la economía global en la que la zona euro se creó, son los flujos de
capital extranjero que siguen llegando en busca de una seguridad que Europa no
les ofrece, acelerando así la deuda pública de Estados Unidos. En consecuencia,
la zona euro no podrá en el futuro depender de los Estados Unidos para
proporcionar, como lo hizo antes de 2008, el nivel de demanda agregada que es
necesario para mantener el sueño mercantilista de una Alemania hegemónica
convertida en el motor de Europa; Es decir, de una zona euro que no es sino un
gran espacio económico alemán, que responde al descenso de sus exportaciones
motivado por la caída de la demanda mundial, con la devaluación interna de los
europeos: reduciendo los salarios reales y la demanda interna. Reacción que además
se justifica culpando de la debacle del euro a los países periféricos de la
eurozona, acusando a éstos con el fin de hacer creer que la insolvencia de
países como Irlanda, España o Italia tuvo algo que ver con el despilfarro
fiscal.
Como decimos, la verdadera
causa de la difícil situación actual de la zona euro, ha sido la excesiva
dependencia de la capacidad de la economía estadounidense para generar
suficiente demanda de las exportaciones netas de la zona euro. Una vez que Wall
Street se desplomó y la liquidez desapareció en todo el mundo, los efectos no
se hicieron esperar:
1º La
quiebra de los bancos y la insolvencia de los Estados ante la drástica
reducción de sus ingresos fiscales causada por la caída de la demanda interna;
2º La
renuencia de los burócratas europeos y de los políticos de los Estados de la
Unión en crear un sistema de resolución bancaria de la Eurozona, en el marco de
una reorganización de la moneda única.
¿Por qué
esa resistencia de Alemania a todas las medidas que pondrían fin a la crisis
del euro?:
1º Porque la
banca alemana se ha beneficiado de la “burbuja”
crediticia, pero no quiere asumir las pérdidas que está haciendo pagar a la
banca de los países periféricos;
2º Porque
Alemania no quiere pagar por la deuda de la periferia, y además se ve
incentivada para mantener el status quo
porque la deuda pública alemana se está financiando a coste cero.
Además, Alemania y los países del
norte de Europa, las naciones con superávit de la zona euro, se mantienen
firmes en su determinación de mantener un esquema de moneda única diseñado para
un momento en que Estados Unidos desempeñó un papel que ya no puede cumplir, porque
si se establece un mecanismo de reciclaje de excedentes intraeuropeo adecuado
supondría la nivelación de todos los Estados europeos parte en la moneda única
a un igual status financiero y
económico, lo que significaría que Alemania perdería la
capacidad de decisión para salir de la zona euro en el futuro. Sería, una renuncia
de estos países a la capacidad de decidir el abandono de la zona euro, que sólo
las naciones con superávit poseen verdaderamente, pues para las naciones
deficitarias, una salida de esta zona supondría una salida masiva de capitales
y el colapso de su sector bancario.
Por estos motivos, al público
alemán se le ha convencido de que Alemania se ha escapado de lo peor de la
crisis debido a sus virtudes de ahorro y trabajo duro, en contraste con los “vicios” de los países del Sur “vagos y derrochadores”. Ellos ven las
bajas tasas de interés de los bonos alemanes como una recompensa por su
probidad en el ahorro, y no como la prueba de la fuga de capitales del resto de
la zona euro causada por la desintegración provocada por ellos mismos en la
periferia europea. Además, el superávit de la economía alemana ya antes de
2008, ha sido también motivado por la demanda de la periferia europea de
productos alemanes, daneses, holandeses, chinos y japoneses que permitió a los
países como Alemania y los Países Bajos seguir siendo exportadores netos de
capital y bienes de consumo dentro y fuera de la zona euro, al mismo tiempo que
la importación de productos por los EE.UU. impulsaba la demanda de productos de
la periferia de la zona euro.
En
conclusión, antes de 2008 los Estados Unidos operaron como consumidor enorme de
un volumen desproporcionado de las exportaciones netas, así como de los
beneficios del resto del mundo. Este mecanismo de reciclaje de excedentes era
esencial para el mantenimiento del edificio defectuoso de la zona euro. Una vez
desaparecido el actor norteamericano, la zona de la moneda
común europea debía haber sido
rediseñada consumando la Unión Económica de Europa o por el contrario entraría
en un largo período, de dolorosa desintegración y regreso a las monedas
nacionales, como efectivamente está ocurriendo.
Pronto
comenzarán los ataques contra la moneda única, por parte de diversos países
periféricos condenados a morir en la trampa del euro. Salvo que la situación dé
un giro radical e imprevisto, la cuestión no es si salir o no del euro, sino
cuándo salir y si nos dará tiempo a abandonarlo antes de que éste estalle.
[1]
Organización de Países Exportadores de Petróleo.
[2] Fuente de los datos citados:
www.europeanfinancialreview.com/?p=6830,%2019%20junio%202013
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