En 2008 el mundo se sorprendió con una de las mayores crisis de la Historia, ante la que los Estado europeos, y más concretamente el español, sólo supieron reaccionar aumentando la deuda pública, rebajando los salarios y cercenando los derechos que los trabajadores habían alcanzado durante los años dorados del S. XX, buscando la reducción del coste del trabajo. La reacción ante el desastre sólo consiguió ganar tiempo, pero no resolver las causas de la crisis sistémica del capitalismo financiero e industrial. A pesar de la insistencia de las terminales mediáticas en que la crisis forma parte del pasado, en realidad, no sólo no hemos superado la crisis, sino que lo peor está aún por llegar.
La última crisis financiera ha representado una gran oportunidad para las élites económicas, que han ganado billones de euros aumentando exponencialmente la concentración de la riqueza, en un proceso aún inconcluso, convirtiendo la crisis financiera de 2008, en una estrategia más para su enriquecimiento ilimitado, más que en una consecuencia del ciclo económico de crecimiento del capitalismo, tal y como solía ocurrir hasta ahora. El capitalismo financiero, está sabiendo aprovechar los ciclos económicos, para implementar modelos de recesión paulatina que van afectando a corporaciones sistémicas que, en un momento determinado, serán las que provoquen el Big Crash, tal y como ocurrió en 2008 con Lehman Brothers. Un acontecimiento cuya proximidad muestran los movimientos de los mercados de forma inequívoca de los últimos meses. Las primas de riesgo de Italia y España, siguen inestables ante la eventualidad de un aumento de los tipos de interés y las operaciones a corto plazo de los bonos de deuda en los mercados; hay una ingente burbuja inmobiliaria producida a través de movimientos especulativos de los grandes fondos buitre o como método de inversión de las grandes fortunas, en algunos casos como sistema de blanqueo de capitales, que huyen de la escasa rentabilidad del dinero, también existe una creciente incertidumbre ante la inestabilidad creciente de los precios del petróleo por la situación política de Oriente Medio. Mientras, los Estados Unidos suben sus tipos de interés y la UE espera hacerlo a partir del segundo semestre de este 2019. El comportamiento de los bonos del Estado de las principales economías occidentales también muestra también cómo aumentan las inversiones a corto plazo ya que tienen una mayor rentabilidad que en largo, por lo que, en este año 2019, es probable que se genere una venta masiva de productos a largo plazo que hará caer su precio. Un fenómeno que se ha dado en las tres últimas recesiones de forma invariable.
En España la tendencia no es en absoluto positiva, mientras en Estados Unidos había una tendencia alcista en los mercados a partir del año 2009, el IBEX35 no ha sido partícipe de ese ciclo positivo en la misma magnitud. Los productos financieros principales y con un mayor volumen de comercialización son muy vulnerables, y generan problemas de rentabilidad fallas estructurales profundas que debilitan a las grandes empresas, poniendo en riesgo valores hasta ahora eran tradicionalmente sólidos. Unos valores que están ya controlados por los gigantes financieros internacionales, que son los que decidirán cuándo será el momento de encender la mecha, según los intereses de sus principales clientes, y dejar que la economía estalle y nos arrastre con ella.
En este escenario económico, millones de personas en todo el mundo permanecen en la miseria extrema, sobra de todo, nunca se ha producido tanto y tantas clases de bienes como en la actualidad, ni nunca ha habido tanto dinero en circulación para poder adquirir esos bienes y servicios. Sin embargo, la caída de las ventas es alarmante, y los productos se acumulan sin vender en los almacenes, y todo ello por falta de demanda capaz de absorber esa capacidad productiva, por lo que la única solución posible desde la lógica capitalista, es reducir la oferta con las implicaciones que ello tiene. El capitalismo ha llegado así a un punto crítico de exceso de producción respecto de la demanda existente, lo que necesariamente nos conducirá, en poco tiempo, a una nueva fase de la recesión que empezó en 2008, y que causará uno de los mayores desastres conocidos en la economía mundial que terminará disolviendo la soberanía de los países y transformará el capitalismo de forma hasta ahora desconocida, tal y como demuestran numerosos datos:
1º) Se está produciendo una concentración de la renta, una brutal acumulación de capital como nunca antes se había visto. En el mundo, la fortuna de los milmillonarios aumentó en un 12% en el último año, 2.500 millones de dólares diarios, mientras que la riqueza de la mitad más pobre, 3.800 millones de personas, se redujo en un 11%. Un fenómeno que ocurre también igualmente en España, la pobreza aumentó con el crack de 2008, cuatro veces más de lo que se ha reducido con posterioridad, y en la actualidad, no sólo somos el cuarto país más desigual de la UE, sino que, tras Bulgaria somos el segundo país europeo en el que la distancia entre ricos y personas empobrecidas ha aumentado más. Mientras que, en 2008, el 10% de los hogares más ricos contaban con 9,7 veces más ingresos que el 10% de los más pobres, en 2017 tienen 12,8 veces más. el crecimiento económico ha beneficiado desproporcionadamente a las rentas altas. Durante el último año, el 1% más rico de España acaparó 12 de cada 100 euros creados; mientras que el 50% más pobre se repartió 9 de cada 100. Y si se analiza todo el período desde el inicio del crecimiento económico posterior al crack de 2008, el 1% más rico tiene el 24,42 de cada 100 euros de riqueza, mientras que el 50% más pobre se tiene que repartir 7 euros de cada 100. Por lo que, si añadimos a la destrucción de clase media por el crecimiento desigual que genera la llamada Cuarta Revolución Industrial, la eventualidad de un nuevo crack financiero, el escenario se torna mucho más duro para la casi extinta clase media, puesto que debería enfrentar estos eventos desde una situación de absoluta desprotección. Mientras que en la anterior recesión se partía de una base de prosperidad en los países de la UE, ahora se parte una situación de pérdidas de derechos laborales y salariales que tendría como consecuencia una de las mayores masacres sociales de la historia de la humanidad, que los Estados no podrán evitar, dada la pérdida de su capacidad de maniobra como resultado de las políticas de gasto y rescates bancarios, que han dado lugar a la mayor deuda pública conocida;
2º) La deuda sigue siendo el gran problema del capitalismo financiero, que, pese a las políticas de los gobiernos dirigidas a salvarlo de su propia burbuja de deuda, quebrando los Estados para ello, sigue sin resolverse. Ya no serán las hipotecas subprime el iceberg del Titanic financiero, como sucedió en 2008, pero ahora pueden serlo los préstamos con garantías empresariales, o los activos tóxicos sobrevalorados respecto de su valor real de mercado que continúan en los balances de los bancos, o la quiebra de los Estados incapaces de devolver la deuda pública acumulada en el proceso de encaje del crack de 2008;
3º) La guerra comercial y de divisas que mantiene Estados Unidos con China, Rusia y otras economías emergentes del mundo, está poniendo en peligro el equilibrio del comercio internacional, con consecuencias imprevisibles dentro del proceso de desdolarización que inevitablemente se producirá, conforme los nuevos actores económicos mundiales reclamen su puesto en el escenario internacional. China no será un eterno rehén de la divisa estadounidense. Y el unilateralismo de EE.UU. está alejando a esta nación de sus socios europeos. Precisamente, la Unión Europea ha anunciado que tiene la intención de revisar sus balanzas comerciales respecto a Norteamérica.
El capitalismo financiero e industrial mundial, ha iniciado un proceso de reestructuración, de cambio a un nuevo paradigma, que se ha iniciado con una fuerte contracción económica, una concentración de capital y un drástico descenso de la producción, que está generando más desempleo, más desigualdad y más pobreza, alejándose cada vez más de cualquier idea de estabilidad económica.
En unos cuantos años el mundo no será como el que hoy conocemos y el capitalismo habrá mutado, nuevamente, hacia algo que nadie, ni siquiera los expertos economistas más avezados, puede anticipar. Pero lo que sí podemos hacer es tratar de vislumbrar a través de la bruma que oculta el futuro, las primeras luces del destino.
La concentración de capitales discurrirá en paralelo a la concentración de poder real económico y político.
En lo económico, estos últimos doscientos años de capitalismo, terminarán en un Big Crash sin precedentes a corto o medio plazo, que forzará la conformación de una geografía política basada en las nuevas realidades económicas emergentes del crack. El enorme poder acumulado por las corporaciones transnacionales, borrará las fronteras entre los tipos de empresas, todas podrán hacer de todo, serán productoras y financieras, las diferencias entre el capitalismo financiero y el industrial se irán difuminando. Y, con la excepción de captar depósitos, cualquier corporación podrá hacer todo lo que ahora mismo hace un banco prestando servicios bancarios, pero sin ser un banco, o una industria, sea manufacturera o logística. Este nuevo escenario, nos sitúa ante una realidad ignota formada a voluntad de corporaciones transnacionales de tamaño nunca antes visto, presentes en cien o doscientos países, con permanente tendencia a concentrarse para maximizar las ventajas de la reducción de costes y aumento de beneficios, al tiempo que diversifican su actividad;
En lo político, y como consecuencia de lo anterior las grandes corporaciones transnacionales alcanzarán una hegemonía indiscutible sobre los Estados, que verán diluirse su soberanía quedando ésta reducida a una cuestión retórica para consumo doméstico. La decadencia del poder legislativo y ejecutivo de los Estados frente a las corporaciones, reposicionará a éstas como actores políticos dotados de algo parecido a la soberanía política, y a lo que no puedo evitar resistirme a llamar así, precisamente por el fin público que siempre hemos supuesto a este concepto.
Finalmente, la geografía política deberá adaptarse a la económica, los Estados dejarán de ser considerados como conceptos que encierran una realidad económica homogénea dentro de sus fronteras, y serán las fronteras de los Estados las que se adaptarán a las nuevas realidades económicas. La UE ya recogió esta idea a principios de los años 80 con la Europa de las dos velocidades. Es decir, que la idea de una Europa unida no es económicamente sostenible, y no solo a nivel europeo nacional, sino dentro de cada vieja nación Estado tampoco lo es a nivel regional, la economía de la mitad norte de España o de Italia, no se parecen en nada a la del sur de sus respectivos países.
Las corporaciones habrán iniciado el camino de la sustitución de los Estados, aunque este proceso aún precisará de tiempo. Nos encontramos ante la crisis definitiva, la que cambiará definitivamente las reglas de la vida, para someter todo lo existente a la única realidad: la del omnímodo poder del dinero.
En lo económico, estos últimos doscientos años de capitalismo, terminarán en un Big Crash sin precedentes a corto o medio plazo, que forzará la conformación de una geografía política basada en las nuevas realidades económicas emergentes del crack. El enorme poder acumulado por las corporaciones transnacionales, borrará las fronteras entre los tipos de empresas, todas podrán hacer de todo, serán productoras y financieras, las diferencias entre el capitalismo financiero y el industrial se irán difuminando. Y, con la excepción de captar depósitos, cualquier corporación podrá hacer todo lo que ahora mismo hace un banco prestando servicios bancarios, pero sin ser un banco, o una industria, sea manufacturera o logística. Este nuevo escenario, nos sitúa ante una realidad ignota formada a voluntad de corporaciones transnacionales de tamaño nunca antes visto, presentes en cien o doscientos países, con permanente tendencia a concentrarse para maximizar las ventajas de la reducción de costes y aumento de beneficios, al tiempo que diversifican su actividad;
En lo político, y como consecuencia de lo anterior las grandes corporaciones transnacionales alcanzarán una hegemonía indiscutible sobre los Estados, que verán diluirse su soberanía quedando ésta reducida a una cuestión retórica para consumo doméstico. La decadencia del poder legislativo y ejecutivo de los Estados frente a las corporaciones, reposicionará a éstas como actores políticos dotados de algo parecido a la soberanía política, y a lo que no puedo evitar resistirme a llamar así, precisamente por el fin público que siempre hemos supuesto a este concepto.
Finalmente, la geografía política deberá adaptarse a la económica, los Estados dejarán de ser considerados como conceptos que encierran una realidad económica homogénea dentro de sus fronteras, y serán las fronteras de los Estados las que se adaptarán a las nuevas realidades económicas. La UE ya recogió esta idea a principios de los años 80 con la Europa de las dos velocidades. Es decir, que la idea de una Europa unida no es económicamente sostenible, y no solo a nivel europeo nacional, sino dentro de cada vieja nación Estado tampoco lo es a nivel regional, la economía de la mitad norte de España o de Italia, no se parecen en nada a la del sur de sus respectivos países.
Las corporaciones habrán iniciado el camino de la sustitución de los Estados, aunque este proceso aún precisará de tiempo. Nos encontramos ante la crisis definitiva, la que cambiará definitivamente las reglas de la vida, para someter todo lo existente a la única realidad: la del omnímodo poder del dinero.