Miembros del Ejército Popular de
Liberación durante el desfile de conmemoración de la Segunda Guerra Mundial.
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B) China.
El imperio chino se fundó hace
2.300 años con la misma extensión territorial con la que lo conocemos en la
actualidad. Desde antiguo, China se relacionaba con el exterior a través de un
largo recorrido terrestre que incluía la Ruta de la Seda, que atravesaba
Singkiang y el Asia Central llegando hasta Oriente Medio, manteniendo al país
aislado hasta el siglo XIX, cuando los países europeos occidentales se
establecieron en sus costas aprovechando la debilidad de China, que sólo se
retiraron la invasión japonesa del país. Tras la retirada de Japón en 1945 y el
final de la guerra civil entre comunistas y nacionalistas en 1949, el derrotado
líder de los nacionalistas chinos, Chiang Kai Shek se retiró a la isla de
Taiwán, en la que junto con algunos otros territorios se construyó un Estado
independiente continuador de la antigua China. Islas como las del Archipiélago
de los Pescadores y la de Quemoy, cerca de la costa de China, continuaron bajo
soberanía nacionalista, siendo reconocido oficialmente por los EE.UU. y sus
aliados. Por su parte, Mao siguió la misma política de los antiguos
emperadores, restableciendo el poder central del interior sobre las regiones
periféricas bajo el control del Partido Comunista, cerrando el país a los
extranjeros.
Tras la muerte de Mao, su
sucesor Deng Xiaoping inició en 1978 un programa de reformas buscando usar las
fuerzas productivas los medios del mercado capitalista para lograr los
objetivos socialistas. El objetivo inmediato era alcanzar con rapidez el mayor
desarrollo económico, empleando los métodos más eficaces disponibles, para
alcanzar la base material que permitiera construir el socialismo real.
Lógicamente, el poder político debía permanecer en el seno del PCCh. Pero lo
que realmente se produjo no fue la construcción de los cimientos del
socialismo, sino el proceso de desarrollo capitalista más salvaje de la
historia. China es un caso de contradicción política sin igual, pues mientras
mantiene un régimen de partido único nominalmente comunista, ha formado un
sistema económico de claro capitalismo intervencionista, y en muchas ocasiones
de capitalismo de Estado, al que presuntuosamente han dado en llamar: economía socialista de mercado.
A comienzos de la década de
1990, la economía capitalista estaba sólidamente establecida en China, haciendo
del afán de lucro el principal criterio para juzgar el éxito o el fracaso de
todas las empresas económicas, integrándose en la economía capitalista mundial,
y ello inevitablemente tiende a remodelar las relaciones económicas y sociales
internas de acuerdo con dichos principios capitalistas. El proceso de
industrialización generó un enorme mercado de trabajo en las ciudades, lo que
forzó la emigración del campo a la ciudad de cientos de millones de campesinos,
lo que provocó su proletarización, que fueron forzados a ello por la nueva
mercantilización de la tierra y por la destrucción del sistema de derechos
sociales denominados el “tazón de arroz y
de hierro”[1],
procediendo a establecer un sistema de propiedad privada de los medios de
producción, primero en el campo a través de formas variadas de tierras “contratadas”, y luego en las empresas
urbanas y en las propiedades inmobiliarias. Esta política de reformas económicas
y apertura al exterior alcanzó su apogeo el 11de diciembre del 2001, cuando
China se incorpora a la Organizaron Mundial del Comercio (OMC), tras quince
años de negociaciones, en los que los sucesivos gobiernos chinos se fijaron
como objetivo un calendario de reformas internas acompasado con los planes y
objetivos nacionales, que no se limitaban simplemente a entrar en la OMC y
obtener excepciones para aquellos sectores necesitados de protección, sino que
todo el proceso de reforma iba encaminado a colocar a China al mismo nivel que
las grandes economías desarrolladas occidentales. Estas reformas de ejecución a
largo plazo han quedado definidas en los debates del XVII Congreso del Partido
Comunista de China que tuvo lugar en octubre de 2007 y, más recientemente, en
la XI sesión del Congreso Nacional Popular en marzo de 2008. De esta manera, en
tan solo treinta años la economía China ha sufrido una transformación desde un
sistema cerrado al comercio exterior, con una economía planificada socialista, con
un sector agrícola preponderante que ocupaba a la mayoría de la fuerza laboral.
En tan solo treinta años, el sector industrial y en menor medida el de
servicios, han sufrido una transformación total generando un crecimiento
sostenido del PIB de una media del 9%, sacando de la pobreza a decenas de
millones de personas. El proceso de desarrollo y modernización del sector
industrial chino, ha llevado a término las sucesivas revoluciones industriales
en Occidente desde 1830 en menos de tres décadas, y ha colocado a China en este
comienzo del siglo XXI en las puertas de una sociedad de consumo moderna con
una red de infraestructuras muy desigual, con una clase empresarial dirigente
cualificada y una incipiente clase media dispuesta a crear un mercado interno de
consumo con el consecuente desarrollo del sector de los servicios.
Como decimos, la tradicional
política china de aislamiento internacional, ha corrido en paralelo a una pobre
economía agrícola, que en la actualidad ha desaparecido dejando su lugar a una
política de apertura comercial al exterior. Un proceso acelerado de desarrollo
económico, que se ha basado en la explotación de sus recursos naturales y del
comercio internacional, convirtiendo al país en la primera potencia económica
mundial. Con el desarrollo de una economía basada en las exportaciones como
motor económico, la costa china ha cobrado una relevancia estratégica de primer
orden, y más, si se tienen en cuenta las necesidades energéticas de esta nueva
economía. Pues el hallazgo de nuevos recursos gasíferos y de crudo en el Mar de
la China Meridional, contribuye notoriamente a equilibrar su balanza de
importaciones y exportaciones de gas y petróleo.
Este nuevo escenario, ha hecho
surgir nuevas necesidades estratégicas para China, que ha conducido a esta
nación a dar prioridad al ámbito marítimo frente al terrestre, señalando la
necesidad de convertirse en una de las grandes potencias militares navales, no
sólo del Extremo Oriente, sino a nivel global. Un nuevo actor en el tablero
estratégico mundial, que precisa desplegar sus unidades navales en todos los
mares y océanos del mundo garantizando la defensa de los intereses chinos en el
exterior. Esta nueva estrategia china, entra en colisión con la voluntad de
mantener la hegemonía de los EEUU, su vasallo japonés y la otra potencia
emergente con capacidad nuclear: la India. Pero siendo los EE.UU. la potencia
global dominante del mar, la aparición de China como potencia económica y
militar. modifica el equilibrio existente en los Océanos Índico, Pacífico
Occidental y en el Mar de China Meridional, lo que Japón, una de las cuatro
primeras potencias económicas del mundo, no puede ignorar, ya que recibe por
este mar las importaciones y el suministro energético que hacen funcionar a su
industria.
La entrada de China en el escenario internacional a
principios de este siglo XXI, como un serio competidor por la hegemonía
mundial, tanto económica como militar, ha provocado que desde 2011 los EE.UU.
adoptasen una nueva estrategia política y militar en la región del Pacífico. En
el área económica, los EE.UU. han impulsado la firma del Acuerdo Transpacífico
de Cooperación Económica (Trans-Pacific
Partnership, TPP)[2];
en la militar, el Pentágono ha desplegado sus fuerzas militares y las de sus
aliados australianos alrededor de la nueva potencia asiática, un despliegue de
instalaciones y medios de combate que le permitiría cortar las rutas
comerciales y de aprovisionamiento de crudo y materias primas, que fluyen hacia
China provenientes de África y Oriente Medio.
La economía.
China es la primera nación
comercial por delante de EE.UU. y de la Unión Europea (UE), es decir, la
primera nación por volumen de exportaciones e importaciones y de PIB, ya que el valor
de las exportaciones e importaciones chinas se cifran en 3.000 millones de euros frente a los 2.570 de los EEUU. Es la nación con mayor
población del mundo.
Frente a sus costas circula la mitad del comercio mundial, haciendo del mar
circundante una ruta de indudable valor estratégico. China tiene la marina
mercante más grande
del mundo, ocupando el tercer lugar en el ranking mundial del
transporte marítimo mundial, al ser este país propietario de la tercera mayor
flota tras las banderas de conveniencia de Panamá y Liberia. Una cuestión
fundamental, ya que la dependencia marítima china de las exportaciones de sus
manufacturas, y la adquisición de materias primas procedentes de África e
Hispanoamérica hacen de esta cuestión una de las sensibles desde el punto de
vista estratégico y de seguridad para Pekín, motivando su decisión de ejercer
su dominio estratégico sobre los mares circundantes y de expandir y modernizar
su fuerza naval. Así, China se ha convertido en el mayor país constructor naval
superando a Japón y a Corea del Sur, su producción supone el 43% de la producción
mundial. El sector naval cuenta con más de 2.000 empresas que incluyen cerca de
1.000 astilleros con 800 centros de apoyo, dando trabajo a unos 800.000
obreros, y cuenta también con abundantes recursos pesqueros en numerosas áreas
de sus aguas, y su enorme tráfico portuario ha llevado a Shanghái a convertirse
en el primer puerto comercial de la tierra.
Es el primer productor de acero, carbón, cemento y
fertilizantes, la que cuenta con el mayor número de astilleros, más de 4000. Su
economía ha crecido una media de un 7.6% anual durante los últimos diez años. Es
el primer país importador de petróleo debido a que el exponencial crecimiento
económico de los últimos diez años, ha incrementado el consumo energético.
Además, es el mayor consumidor mundial de carbón, acero, aluminio, cobre y
cemento. Siendo importado más del 50% del hierro que consume. Los recursos
mineros chinos en su península de Liaotong y en las tierras altas del sur son
inmensos. Se estima que China goza de unas reservas de hierro de 40.000
millones de toneladas, produce el 8% de las reservas de estaño refinado del
mundo, además de grandes reservas de magnetita, molibdeno, mercurio y manganeso
y otras menores de plomo,
cinc y uranio, siendo además el primer país productor de tierras
raras del mundo[3].
China es el primer consumidor
mundial de energía y el segundo consumidor mundial de petróleo con una demanda
creciente, por lo que, para mantener el desarrollo económico e industrial,
necesita encontrar todo el petróleo, gas y otros combustibles necesarios, lo
que inevitablemente lleva a entrar en conflicto con las restantes potencias
desarrolladas que controlan los recursos energéticos. Esta dependencia de
combustibles importados, es una debilidad estratégica del naciente imperio del
centro. En 2010 importaba 4.8 millones de barriles diarios procedente en su
mayor parte de Arabia Saudita, Irán, Angola, Sudán, Kuwait, Rusia, Kazajistán, Libia
y Venezuela, con los que ha estrechado sus relaciones estratégicas, al
intercambiar este suministro de crudo por ayuda militar y económica. Además, ha
firmado acuerdos comerciales con Turkmenistán, Kazajistán, Uzbekistán y
Kirguistán, convirtiendo gradualmente a los países de Asia central en una de
sus principales fuentes de energía, dada la inestabilidad de Oriente Medio y la
alianza de los países productores de crudo de la región con los EE.UU. y sus
países vasallos europeos, a pesar de que norte de África y el Oriente Próximo
siguen representando el 60% de las importaciones, a lo que se suma el alto
coste de los hidrocarburos rusos. Gran parte del subsuelo chino acumula
importantes reservas de petróleo y de gas, concentradas en explotaciones muy
rentables, siendo oficialmente reconocido que las reservas del conjunto del Mar
de China Meridional representan el 30% de sus actuales reservas de petróleo y
el 25% de las reservas mundiales, esperando extraer 50 millones de toneladas
anualmente antes de 2020. De cumplirse estas previsiones, la producción del mar
chino compensaría el declive de la producción de los yacimientos interiores de
Daging y Shengli cuya rentabilidad decrece un 3% anual. Por otra parte, China
está siguiendo una política exterior semejante a la de los EE.UU. en relación
con la importación de petróleo, pero a diferencia del imperio americano, China
es respetuosa con la política interna de los países con los que se relaciona, a
los que no exige que adopten un régimen político semejante al suyo, como ocurre
con los EE.UU. y su exigencia de adoptar una apariencia de democracia y de
respeto por los derechos humanos.
Respecto del suministro de gas,
China importa gas natural licuado desde Vladivostok o del Ártico, descartando
la ruta occidental. Está previsto que el gaseoducto ruso entre en servicio
alrededor de 2017-18, por lo que hasta el 2030 el volumen no superará los 12
bcm (billones de metros cúbicos), 8 procedentes desde Sajalin y 4 desde Siberia
(Yakutia), y no llegará a los 338 bcm hasta 2048. En cuanto a las energías
renovables, China es el primer productor de paneles solares y de turbinas de
viento. Esta necesidad china de obtener recursos energéticos, ha motivado el
interés de Pekín en los recursos de Asia Central, lo que entra en conflicto con
la soberanía y la esfera de influencia rusas y la agresiva política
norteamericana en la región, lo que está teniendo serías consecuencias para el
equilibrio de poder en la región. No obstante, China sigue siendo el primer
país productor de CO2 debido al consumo de carbón, que representa el 62% de la
provisión neta de la energía que consume, con el consiguiente problema
medioambiental.
Todos estos recursos están al servicio de una industria que
encabeza la lista mundial de las producciones de acero, carbón, cemento,
fertilizantes y televisores desde 1996, y es el tercer productor de automóviles
a escala mundial, después de EEUU y de Japón.
Es
el primer prestamista mundial, con las mayores reservas de divisas, es el
acreedor principal de los EE.UU. con 1.800 millones de dólares en bonos del
Tesoro, percibe anualmente de Washington casi 50.000 millones de dólares en
concepto de intereses de la deuda, que acto seguido invierte en África con lo
cual el imperio americano está financiando indirectamente la expansión de Pekín
en el continente negro. En veinte años China ha desalojado a las antiguas
potencias coloniales de su mercado africano.
China posee las fuerzas armadas más numerosas, es una de las cinco
naciones que es vocal permanente del Consejo de Seguridad, es miembro fundador
de la Cumbre Asiática Occidental, formada por la India, Australia, Nueva
Zelanda y de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN por su sigla
en inglés: Association of Southeast Asian
Nations), la organización regional de estados del sudeste asiático
compuesta por diez: Malasia, Indonesia,
Brunéi, Vietnam, Camboya, Laos, Myanmar, Singapur, Tailandia y Filipinas. Papúa
Nueva Guinea y Timor Oriental son Estados observadores. Esta organización tiene
una población de 600 millones de personas y el PIB conjunto es de 5,7 billones
de dólares, a la que habría que sumar el volumen
de población y el PIB de China. China no olvida que su flanco más endeble de
su defensa es el mar, puesto que por él llegaron las invasiones del Japón y de
los países occidentales, por eso su objetivo es la construcción de una flota
militar moderna y capaz de competir a largo plazo con la de los EE.UU., si bien
actualmente no cuenta con las nuevas tecnologías militares con las últimas
innovaciones en sistemas armas y de comunicaciones.
Fuente de la imagen http://blogs.elconfidencial.com/mundo/las-tres-voces/2016-01-22/jugando-a-hacer-islas-en-el-mar-de-china |
La economía mundial creció en
2015 un 2,4%[4]
con fuertes desequilibrios en las distintas zonas, mientras China obtuvo un
crecimiento del 6,9% sobre su PIB y ha crecido en un porcentaje semejante en 2016
y espera alcanzar el 6,5% en 2,17%[5]
según el Banco Mundial. En los dos últimos años, China ha experimentado una
desaceleración de su crecimiento económico especialmente pronunciada en los
sectores manufacturero e inmobiliario, mientras que el exceso de capacidad
productiva es cada vez más una rémora para una amplia serie de industrias. A
pesar de que el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) ha sido más lento,
la creación de empleo urbano superó el objetivo anual para 2015, al tiempo que
en el medio rural se mantiene estable, aumentando la renta disponible para los
hogares a un ritmo superior al aumento del PIB, al igual que ocurre con el
crecimiento del crédito que está provocando que el endeudamiento o
apalancamiento financiero siga aumentando.
En China el comercio representa
más del 45% de su PIB (media 2012-2014, OMC), con un superávit comercial muy
importante, el país asiático se ha convertido en el mayor exportador del mundo
y ocupa el segundo puesto en la clasificación de importadores. Después de
haberse contraído en 2011 debido a la crisis de la zona euro, el excedente
comercial se ha reforzado gracias a una ralentización del crecimiento de las
importaciones, como consecuencia de la morosidad del mercado inmobiliario. En
2015, el superávit comercial chino alcanzó más de 595 mil millones de dólares,
sobre todo debido a una caída de las importaciones (-14,1% con respecto a 2014)
más rápida que la baja de las exportaciones (-2,8%). Los principales socios
comerciales de China son los países del sudeste asiático, Estados Unidos y la
Unión Europea[6].
China mantiene rígidos controles
en el cambio de divisas, habiendo liberado las operaciones en cuentas
corrientes, por lo que el renminbi no es libremente convertible manteniendo un
tipo de cambio forzadamente bajo subestimando el gobierno chino su moneda para
potenciar las exportaciones. La tasa de cambio es de 7,46 renminbis por 1
dólar, cuando el FMI estima que la paridad real es de a 1,96 renminbis por
dólar. Sin embargo, esto no ha impedido que, a principios de octubre de 2016,
China haya accedido al selecto grupo de monedas que integran los SDR’s, la
moneda mundial que utiliza el FMI. Es sabido que, en 1944, en Bretton Woods,
Massachusetts, los inminentes vencedores de la Segunda Guerra Mundial decidieron
crear un orden económico y financiero mundial, que se apoyaría financieramente
de forma principal, para mantener la hegemonía de los vencedores en dos
instituciones: el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Estas dos
estructuras transnacionales continúan hoy dominando la estructura global
financiera, y con la excepción de Corea del Norte y de Cuba, el resto de los
países del mundo son miembros, excepto Corea del Norte y Cuba, país este último
cuyo ingreso es muy próximo, dado el apoyo a su ingreso de los EE.UU. Con la
entrada de China en la cesta de monedas del FMI, se hace irreversible el
proceso de apertura financiera al capitalismo, y se reconoce su influencia en
la estabilidad financiera mundial y el reconocimiento del importante papel que
ha jugado China tanto en 1998 durante la crisis asiática, como en 2008 durante
la Gran Recesión. Además, los hechos mandan: China es hoy el principal socio
comercial de muchísimos países desarrollados, marcando de forma esencial la
agenda de la economía mundial. Pero además, el ingreso de China en este selecto
club de monedas es un reconocimiento a la transformación social y económica que
ha sacado a 600 millones de personas de la pobreza, contribuyendo durante más
de diez años al 50% del crecimiento mundial y convirtiendo a China en la
segunda economía del mundo por tamaño y la primera potencia comercial, Después
de 30 años de crecimiento económico superior al 10% anual, con una renta per
cápita actual cercana a los 5.000 dólares cuando en 1978 era de 226 dólares y un 70% del PIB en
manos privadas, la economía china ha entrado en un proceso de menor crecimiento
que seguirá reduciéndose en el futuro, con niveles de endeudamiento superiores
al 250% del PIB, un altísimo nivel de créditos improductivos en su sistema
bancario y un nivel de envejecimiento de su población imparable, sin olvidar su
papel de banquero de los EE.UU. y Europa
con 3,2 trillones de dólares norteamericanos en reservas, que le dan
capacidad para absorber una ingente cantidad de deudas, lo que le permite, en
competencia con el Banco Mundial y con la solitaria oposición de EE.UU.,
desempeñar un importante papel en la política de desarrollo mundial con la
creación de su propio banco: AIIB. Por estas razones, el ingreso en los SDR’s,
la moneda mundial que utiliza el FMI, es la puesta de largo del proyecto de
Deng Xiaoping, una víctima de la Revolución Cultural de Mao Tse Tung, que
impulsó en 1978 un sistema combinando el capitalismo económico y el comunismo
político denominado “socialismo con
características chinas”, y lograr ser una moneda reserva mundial sin ser
convertible, sin tener una economía de mercado y sin ser un país democrático es
todo un desafío al sistema de Bretton Woods, con el que se impuso el yugo de la
hegemonía norteamericana al mundo. China representa así un modelo económico y
social alternativo al del bloque capitalista liderado por los EE.UU. Un país de
partido único, sin elecciones, con la justicia integrada en el poder ejecutivo,
es un modelo para muchos países emergentes como Vietnam o Camboya, pero también
puede serlo para otros de África o Iberoamérica. Para los que con la caída del
muro de Berlín auguraban el triunfo total del capitalismo y el neoliberalismo y
el final de la Historia, China está
demostrando que la historia es más compleja y está muy lejos de su final, pero
a pesar de su éxito, los problemas para China no han cesado, ya que necesita
crecer por encima del 5% hasta el 2020 para absorber los nuevos demandantes de
empleo, y millones de chinos no tienen pensiones ni sanidad públicas, por lo
que gigantesca tasa de ahorro privado no puede disminuir sin poner en riesgo su
equilibrio social.
Sin embargo, no todo han sido
ventajas en el desarrollo económico de China, su coste medioambiental ha sido y
es muy alto. Décadas de progreso descontrolado han agotado o contaminado gran
parte de los acuíferos destinados a abastecer a la población, una quinta parte
de la población mundial. Una gran parte de la energía empleada en este impulso
industrial ha tenido su origen en el consumo de carbón, que ha producido que
las explotaciones carboníferas demanden cantidades inmensas de agua, lo que a
su vez ha provocado la lenta desaparición de ríos y acuíferos, lo que combinado
con un crecimiento caótico de las ciudades y una red de abastecimiento de agua
obsoleta, y cuya sobrexplotación ha llevado a China a ver la desaparición de
más de 27.000 ríos desde los años 50 del siglo pasado, dejando al país asiático
con menos del 7% de las reservas globales y una demanda creciente por parte del
20% de la población mundial, factores que parecen empujar a la segunda economía
del mundo a su próxima gran crisis: la
crisis del agua[7].
La demanda de agua derivada de las explotaciones carboníferas no es la única
consecuencia visible que el desarrollo chino ha tenido sobre las reservas de
agua del país. El aumento de la población y el consecuente crecimiento de los
asentamientos urbanos son otra de las principales causas del problema.
El eje estratégico mundial se ha
trasladado desde el Atlántico hasta el Pacífico asiático, con el auge económico
de China, Japón, las dos Coreas, la India, Pakistán e Indonesia. Un
desplazamiento del polo de poder y hegemonía mundial que no ha dejado indiferente
a los EE.UU., que están incrementando su poder militar como medio de mantener
su el dólar como moneda de reserva mundial, verdadero talón de Aquiles de su
poder, lo que evidentemente irá en perjuicio de la OTAN y de la Unión Europea,
tendencia que se verá reforzada con la ampliación del Canal de Panamá en curso,
que hará posible el paso de los portaaviones de ataque norteamericanos del Atlántico
al Pacífico. Los EEUU están librando una guerra preventiva contra la amenaza
que supone la alianza ruso-china, y tratan de establecen el aparato militar y
estratégico necesario ante un posible enfrentamiento con ambas potencias, que desde
Washington se juzga inevitable en un futuro no demasiado lejano.
La
geoestrategia china.
La importancia mundial de China
en el S. XXI es indudable, tanto por su economía como por su demografía, dos factores
predominantes tanto a nivel geopolítico como geoestratégico. Pero su factor
estratégico más débil es la dependencia energética del exterior, lo que hace al
país especialmente dependiente de Rusia y de la futura ruta de suministros norte
a través de la costa rusa con el Ártico, próxima a abrirse con el deshielo
provocado por el calentamiento atmosférico y los gaseoductos que suministran a la
economía china a través de Siberia. En tanto ello ocurre, y dado que la mayor parte
del crudo que consume su economía procede del Golfo Pérsico, China tratará de
mantener abierta esta línea de suministro, lo que determina su geoestrategia estableciendo
como prioridad el mantenimiento del suministro de petróleo y gas a través del
Océano Indico procedente de Oriente Medio intentando garantizar la defensa de
esta línea de aprovisionamiento marítimo. Este objetivo ha dado lugar al establecimiento
de la estrategia naval conocida como el “Collar
de Perlas”, una cadena de bases de apoyo logístico y operativo a lo largo
de la costa septentrional del Indico, de la que forman parte la base naval en
la isla de Woody entre Vietnam y Filipinas, el puerto de Itwe en Birmania, la
base naval de Gwadar (Pakistán) a 160 millas del Estrecho de Ormuz, el gran
puerto de Nambatok (Sri Lanka) y hasta Port Sudán vía Irán, así como el
perímetro del Golfo de Adén, con las que China tratará de dominar el Océano Índico
septentrional y el control de los estrechos de Ormuz y de Malaca. Esto
requeriría la presencia permanente en el Océano Indico Septentrional de un
grupo de combate aeronaval perteneciente a la Flota Meridional de China
dedicado a la protección de esta línea vital de la economía china.
El desarrollo chino de las últimas
décadas no admite comparación con ningún otro en la Historia reciente, y en el
caso de que continúe este crecimiento anual durante los próximos 20 años, China
será la primera potencia mundial en todos los órdenes, pero no estará exenta de
amenazas y riesgos que pueden poner en cuestión la hegemonía y el liderazgo mundial
al que sin duda aspira. Lo que inevitablemente conducirá al imperio del centro al
enfrentamiento con los EE.UU. para el que China parece estar preparándose, mejorando
las capacidades de su marina de guerra al contar con un portaaviones operativo,
de menor entidad por ahora, y otro en construcción, un submarino nuclear
balístico, sesenta submarinos convencionales, y continúa el desarrollo y prueba
de armas estratégicas, habiendo probado con éxito un misil balístico
intercontinental. Pero son muchos los posibles conflictos latentes en este
momento: Una eventual proclamación de independencia de Taiwán apoyada por los
EE.UU.; un conflicto con Japón, tras un periodo de guerra fría por la soberanía
del Archipiélago de las Islas Senkaku, y por los de las Islas Paracelso y
Spratly; o, por último, un conflicto interno secesionista con la región
autónoma de Sinkiang. Pero son muchos
los posibles conflictos latentes en este momento: Una eventual proclamación de independencia
de Taiwán apoyada por los EE.UU.; un conflicto con Japón, tras un periodo de
guerra fría por la soberanía del Archipiélago de las Islas Senkaku, y por los de
las Islas Paracelso y Spratly; o, por último, un conflicto interno secesionista
con la región autónoma de Sinkiang.
Pero son muchos los posibles
conflictos latentes en este momento: Una eventual proclamación de independencia
de Taiwán apoyada por los EE.UU.; un conflicto con Japón, tras un periodo de
guerra fría por la soberanía del Archipiélago de las Islas Senkaku, y por los de
las Islas Paracelso y Spratly; o, por último, un conflicto interno secesionista
con la región autónoma de Sinkiang. La prevención de un eventual conflicto por
la posesión de Taiwán obliga a China a dominar el mar Meridional llevando a
cabo ataques preventivos contra las fuerzas aeronavales norteamericanas basadas
en el Pacífico Occidental, con el objeto de obligarlas a alejarse de la costa
china y operar a mayor distancia, lo que iría seguido por operaciones
aeronavales de gran intensidad que impidan la presencia de fuerzas aeronavales
de los EE.UU. dentro del espacio marítimo del Mar de China hasta la primera
cadena de islas, logrando obstruir la llegada de fuerzas de los EE.UU. en apoyo
de Taiwán, para concluir con un asalto anfibio en gran escala sobre esta isla. En
cuanto al desarrollo de un hipotético conflicto con Japón por el Archipiélago
de las Senkaku, pasa necesariamente por el estrangulamiento energético del Japón
por medio del bloqueo aeronaval, al mismo tiempo que garantiza el suministro
propio, buscando resolver el conflicto librando una única batalla decisiva que permita
la finalización diplomática del conflicto. Finalmente, un conflicto por los archipiélagos
de las Islas Paracelso y Spratly implicaría una variedad de contendientes, Taiwán,
Vietnam, Malasia y Filipinas, sitúa a China ante la imperiosa necesidad de conseguir
el dominio del mar circundante, con capacidad para eliminar todas las amenazas
que pudieran poner en peligro la ocupación china de estos archipiélagos.
Por último, no debe olvidarse el conflicto en el espacio virtual de la ciberseguridad. Este nuevo escenario se ha convertido en una fuente de tensión entre China y los EE.UU., poniendo a China ante el desafío de lograr obtener información sensible adversa y preservar la propia. Erróneamente, la Unión Europea mantiene una política de ciberseguridad meramente defensiva, mientras que China, Rusia, Irán o EE.UU. han adoptado una postura ofensiva provocando una escalada de incidentes, que sin duda puede tener efectos impredecibles. El papel de actor protagonista que China interpreta en las relaciones internacionales, nos obliga a estudiar las reacciones geoestratégicas que respecto de China han adoptado las principales potencias.
[1] Es un término despectivo que utilizaban los reformistas partidarios del mercado, para referirse al sistema de seguridad de empleo y a los beneficios de seguridad social de los que gozaban una parte de la clase obrera urbana.
[2] El acuerdo, inicialmente
conocido como Pacific Three Closer
Economic Partnership (P3-CEP), tuvo como inicio de sus negociaciones la
cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) celebrada el año
2002 en Los Cabos, México, por el presidente de Chile Ricardo Lagos, y los
primeros ministros Helen Clark, de Nueva Zelanda, y Goh Chok Tong, de Singapur.
Posteriormente, Brunéi participó por primera vez en la quinta ronda de
negociaciones en abril de 2005, momento desde el cual se conoció como Acuerdo
P4. Pero el verdadero impulso del TPP tuvo lugar cuando Bush informó al Congreso
el 22 de septiembre 2005 de la intención de los EE.UU. de adherirse a dicha
negociación. El propósito del acuerdo original era eliminar el 90% de los
aranceles entre los países miembros al 1 de enero de 2006, y eliminarlos
completamente antes de 2015. Después, ocho países más —Australia, Canadá,
Estados Unidos, Japón, Malasia, México, Perú y Vietnam— se sumaron al grupo. El
TPP recoge acuerdos en materia de agricultura, aduanas, bienes industriales,
reglas de origen, textiles, servicios, servicios financieros, movilidad de
personas de negocios, inversión, telecomunicaciones, competencia/empresas
comerciales del Estado, comercio y medio ambiente, compras de gobierno,
derechos de propiedad intelectual, comercio y trabajo, medidas sanitarias y
fitosanitarias, obstáculos técnicos al comercio, remedios comerciales, y temas
legales e institucionales, y contiene
fuertes restricciones y medidas de protección de la propiedad
intelectual, aún más severas que las del tratado de libre comercio entre Corea
del Sur y los Estados Unidos y al Acuerdo Comercial Anti-Falsificación (ACTA),
siendo incluso comparadas con el polémico proyecto de ley Stop Online Piracy
Act (SOPA), lo que afecta a la disponibilidad de medicamentos genéricos en los
países más pobres. Al igual que ocurre con el tratado transatlántico, el
tratado transpacífico se negoció en secreto, impidiendo incluso a los
parlamentarios de los países involucrados el libre acceso a los documentos.
[3]http://lagranpartida.blogspot.com.es/2013/06/la-geopolitica-de-las-tierras-raras-el.html
[4] http://www.bancomundial.org/es/news/press-release/2016/01/06/anemic-recovery-in-emerging-markets-to-weigh-heavily-on-global-growth-in-2016
[5] http://www.globalasia.com/actualidad/economia/el-banco-mundial-pronostica-que-china-crecera-un-67
[6] El tipo de cambio es bajo
y subestimado. La tasa de cambio es de 7,46 CNY por 1 USD, cuando el FMI estima
la paridad a 1,96 CNY por 1 USD. La volatilidad de la moneda aumentará con las
presiones internacionales al gobierno para que la revalorice.
[7]
Vid. “El agua: el grave problema
geoestratégico de China”. http://lagranpartida.blogspot.com.es/2016/04/el-agua-el-grave-problema.html