Freikorps en Berlín durante el golpe de estado de Kapp |
Elegía
“Porque es hermoso que un valiente muera,
caído en las primeras filas, luchando por su Patria.
Es, en cambio, la cosa más dolorosa de todas
vivir como un mendigo, abandonando la Patria y sus fértiles campos,
errante con la madre querida y el padre anciano
y los hijos aún niños y la esposa legítima.
“Porque es hermoso que un valiente muera,
caído en las primeras filas, luchando por su Patria.
Es, en cambio, la cosa más dolorosa de todas
vivir como un mendigo, abandonando la Patria y sus fértiles campos,
errante con la madre querida y el padre anciano
y los hijos aún niños y la esposa legítima.
Éste será objeto de odio para aquéllos a cuyo país llegue
cediendo a la necesidad y a la horrible pobreza;
deshonra su linaje, desmiente su noble rostro
y toda infamia y toda vileza va con él.
Por lo tanto, si no hay para un vagabundo ninguna ayuda
ni tampoco respeto, consideración ni compasión,
luchemos valientemente por nuestra tierra
y muramos por nuestros hijos sin ahorrar nuestras vidas.
Así pues, oh jóvenes, luchad unidos
y no déis la señal de la huida vergonzosa ni del miedo;
haced grande y fuerte en el pecho vuestro corazón
y no tengáis amor por vuestras vidas cuando lucháis con el enemigo;
ni huyáis abandonando caídos a los de más edad,
cuyas rodillas ya no son ágiles, a los viejos;
pues es vergonzoso que, caído en las primeras filas,
yazca en el suelo delante de los jóvenes un hombre de más edad,
de cabeza ya blanca y barba cana, exhalando en el polvo su alma valerosa,
con las ensangrentadas vergüenzas cogidas en las manos
-visión abominable, cosa impía de ver- y desnudo;
en un joven, en cambio, todo es decoroso
mientras posee la brillante flor de la amable juventud:
su vista produce admiración a los hombres y amor a las mujeres;
caído en las primeras filas, es un héroe.
Ea pues, que cada uno de vosotros permanezca en su puesto
con las piernas bien abiertas, firmemente apoyado en el suelo con los dos pies,
mordiendo el labio con los dientes.”
TIRTEO de Esparta, (siglo VII a.C.)
El estallido de la guerra en 1914 dividió radicalmente
a los europeos en muchos más sentidos de los que a primera vista nos pudiera
parecer, mucho más allá de la aparición
de dos alianzas de naciones enfrentadas entre sí. La guerra destruyó imperios,
derribó tronos, alzó al ateísmo frente a la religiosidad europea y arrasó su
cultura y su alma. La guerra dividió a los europeos no sólo en bandos
combatientes, sino en dos conceptos de la existencia irreconciliables: por un
lado, los herederos espirituales de la antigua civilización y cultura europeas; por el otro, los nuevos
adalides de las fuerzas extraeuropeas y antieuropeas. Una división que cruzó
cada nación no reconociendo más fronteras que las del alma, pues la guerra, al
quebrar la unidad espiritual de Occidente rompió también la unidad de cada
pueblo, que durante los últimos dos mil años había servido como base para
rechazar los asaltos de los extraños a Europa. Sólo así fue posible que por
primera vez hoyaran suelo europeo las fuerzas militares de los EE.UU., y que se
alzara de su tumba el espectro del comunismo, ese fantasma que recorría Europa
desde 1848 según decían Marx y Engels, que terminó por torcer los pasos
vacilantes del socialismo ético. La Gran Guerra, terminó enfrentando el
espíritu de la noble y temible Esparta, al del vengativo tiranicida de
Espartaco.
Y cuando este conflicto espiritual se tornó militar, y al choque de espíritus le sucedió el choque de material y ejércitos, se pusieron de manifiesto las diferencias dentro del movimiento socialista, que finalmente concluyeron con la división y enfrentamiento entre las distintas tendencias del socialismo agrupado en la II Internacional. Cuando llegó el final de los combates, la facción revolucionaria del movimiento socialista se encontró ante lo que creía que era el momento idóneo para llevar a cabo su revolución, siguiendo el ejemplo de la Rusia soviética. De esta manera, Hungría, Baviera, Alemania o Italia, entre otros, experimentaron sendos asaltos revolucionarios que finalmente fracasarían. Finalmente, el socialismo terminó dividido en tres tendencias, que dieron lugar cada una de ellas a la fundación de los partidos socialistas o socialdemócratas burgueses, de los comunistas colectivistas e internacionalistas y de los socialistas identitarios comunitaristas o fascistas.
En el caso de Alemania, el final de la guerra y la proclamación de la república, vino marcado por dos elementos relacionados entre sí que entrecruzan su origen y su accionar: por un lado, los movimientos revolucionarios comunistas; por el otro, la evidente participación de numerosos judíos en estos acontecimientos.
1. La división de la II Internacional en los años anteriores a la guerra mundial.
En 1889, trece años después de la liquidación de la Primera Internacional (1876), los socialistas de la época habían creado una segunda organización internacional, denominada Internacional obrera Socialista, que era presidida por Emile Vandervelde, líder del Partido Obrero belga, el partido socialista de la época, siendo su secretario Camille Huysmans, otro conocido socialista belga. Durante los veinte años anteriores al comienzo de la Gran Guerra, tras la expulsión de los anarquistas en 1893, tuvo lugar dentro de la II Internacional, un encarnizado debate entre los partidarios de la revolución y los reformistas. Los reformistas eran partidarios de llegar a un entendimiento con el poder e integrarse en los regímenes liberales, realizando una labor progresiva de corrección del capitalismo, que los aproximara a un sistema socialista. Mantenían una posición de principios izquierdistas, pero llegaban a decisiones prácticas negociadas con las fuerzas liberales. En el congreso de la Internacional celebrado en París en el año 1900, el voto de la mayoría se inclinó por rechazar la participación en el gobierno; pero, en la resolución final, se dejaba abierta la posibilidad de la participación en el gobierno en circunstancias extremas. Parecía así dejarse resuelta la cuestión más fundamental para el movimiento socialista: integrarse o no en el sistema capitalista. Debemos señalar, que en este momento aún no eran mayoría los seguidores del socialismo marxista en el seno de la Internacional. Pero los socialistas estaban divididos respecto de la participación de los socialistas en el gobierno y la alianza con los grupos burgueses.
Y cuando este conflicto espiritual se tornó militar, y al choque de espíritus le sucedió el choque de material y ejércitos, se pusieron de manifiesto las diferencias dentro del movimiento socialista, que finalmente concluyeron con la división y enfrentamiento entre las distintas tendencias del socialismo agrupado en la II Internacional. Cuando llegó el final de los combates, la facción revolucionaria del movimiento socialista se encontró ante lo que creía que era el momento idóneo para llevar a cabo su revolución, siguiendo el ejemplo de la Rusia soviética. De esta manera, Hungría, Baviera, Alemania o Italia, entre otros, experimentaron sendos asaltos revolucionarios que finalmente fracasarían. Finalmente, el socialismo terminó dividido en tres tendencias, que dieron lugar cada una de ellas a la fundación de los partidos socialistas o socialdemócratas burgueses, de los comunistas colectivistas e internacionalistas y de los socialistas identitarios comunitaristas o fascistas.
En el caso de Alemania, el final de la guerra y la proclamación de la república, vino marcado por dos elementos relacionados entre sí que entrecruzan su origen y su accionar: por un lado, los movimientos revolucionarios comunistas; por el otro, la evidente participación de numerosos judíos en estos acontecimientos.
1. La división de la II Internacional en los años anteriores a la guerra mundial.
En 1889, trece años después de la liquidación de la Primera Internacional (1876), los socialistas de la época habían creado una segunda organización internacional, denominada Internacional obrera Socialista, que era presidida por Emile Vandervelde, líder del Partido Obrero belga, el partido socialista de la época, siendo su secretario Camille Huysmans, otro conocido socialista belga. Durante los veinte años anteriores al comienzo de la Gran Guerra, tras la expulsión de los anarquistas en 1893, tuvo lugar dentro de la II Internacional, un encarnizado debate entre los partidarios de la revolución y los reformistas. Los reformistas eran partidarios de llegar a un entendimiento con el poder e integrarse en los regímenes liberales, realizando una labor progresiva de corrección del capitalismo, que los aproximara a un sistema socialista. Mantenían una posición de principios izquierdistas, pero llegaban a decisiones prácticas negociadas con las fuerzas liberales. En el congreso de la Internacional celebrado en París en el año 1900, el voto de la mayoría se inclinó por rechazar la participación en el gobierno; pero, en la resolución final, se dejaba abierta la posibilidad de la participación en el gobierno en circunstancias extremas. Parecía así dejarse resuelta la cuestión más fundamental para el movimiento socialista: integrarse o no en el sistema capitalista. Debemos señalar, que en este momento aún no eran mayoría los seguidores del socialismo marxista en el seno de la Internacional. Pero los socialistas estaban divididos respecto de la participación de los socialistas en el gobierno y la alianza con los grupos burgueses.
Conferencia de la II Internacional en 1913 |
En la conferencia de la Internacional celebrada en
Ámsterdam en 1904, esta situación dio lugar a un debate entre el francés Jaures
y el alemán Bebel, que tuvo un gran impacto entre los asistentes, al reflejar
dos posiciones opuestas, la pactista del francés y la revolucionaria del
alemán. Sin embargo, en la práctica política diaria, el parlamentarismo había
ganado terreno. Ya entre 1909 y 1910, el asunto fue discutido por los socialistas
belgas, que estaban dispuestos a formar gobierno junto con los liberales, lo
que finalmente no ocurrió a la vista de los resultados electorales. En todo
caso, permanecía la división de los socialistas en torno a la posibilidad de
pactar con los gobiernos parlamentarios liberales.
También estaban divididos, por la cuestión de la conveniencia y necesidad de utilizar como arma la huelga general política. Era opinión de muchos radicales, que la mayoría absoluta en el parlamento no sería suficiente para forzar un cambio de sistema político, por lo que entendían que era necesario recurrir a la acción violenta extraparlamentaria de la clase obrera, en forma de huelga general. En Alemania, el congreso del partido en 1906 desestimó esta posibilidad, a su empleo se opuso vehementemente Karl Legien, secretario general del sindicato.
Otra cuestión que abundaba en la falta de unidad de los socialistas, era la cuestión colonial. La Internacional se asentaba en los principios fundamentales de igualdad de derechos de todos los pueblos y razas, su igual derecho a la dignidad, la justicia, la libertad y a la independencia Nacional, así como en el principio de solidaridad entre los oprimidos de todas las naciones y razas. En el Congreso de Londres de 1896, la Internacional había formulado el principio de "plena autodeterminación para todas las naciones", considerando al colonialismo como una "manifestación del capitalismo". Pero cuando esta cuestión se enfocaba desde la perspectiva nacional e cada partido, el enfoque cambiaba. Los socialistas británicos defendían la colonización con el argumento de que ningún pueblo podía mantener la exclusiva en la explotación de los recursos a expensas de otros pueblos; la tierra, como bien común de toda la humanidad obliga a todas las naciones a compartir sus recursos naturales, prevaleciendo este derecho sobre los intereses de la población local. En Alemania, los socialistas reformistas abundaban en la misma dirección y apoyaban las pretensiones alemanas de proceder a un nuevo reparto colonial.
En el Congreso de París de 1900, ya se apuntaba a la redistribución de las colonias y de los recursos como causa de una futura guerra imperialista. Pero la conferencia más importante fue la celebrada en Stuttgart en 1907, los franceses propusieron la huelga de masas e incluso la insurrección en caso de guerra; pero para los alemanes esto era inaceptable, dado que ello les conduciría directamente a la ilegalización. Presentaron en su lugar un nuevo texto que nada concretaba. Lenin[1], a través de su emisaria la judía Rosa Luxemburgo[2], proponía utilizar la crisis económica y política provocada por la guerra para “acelerar la caída de la hegemonía capitalista”, haciendo depender cada actuación concreta de la situación política de cada país.
En 1910, el Congreso de Copenhague, decidió que los parlamentarios socialistas votarían en contra de todos los créditos de guerra, y en el congreso extraordinario celebrado en Basilea en 1913, se adoptó una resolución por unanimidad contra la amenaza de una guerra. El 29 de julio 1914 se celebró en Bruselas la última sesión del secretariado de la Internacional. Austria ya había declarado la guerra y en París y Berlín, se habían organizado manifestaciones a favor de la guerra. Los delegados rusos y británicos dijeron que iban a resistir y propusieron una huelga general, pero no había nadie a favor. Los alemanes dijeron que iban a cumplir con su deber. Los franceses aseguraron la voluntad de paz del gobierno francés. La última conferencia de la Internacional antes de la guerra, se celebró en Basilea el 24 y 25 de noviembre de 1912, y nuevamente se realizaron declaraciones descalificando la posibilidad de una guerra, sin que se acordara una línea de actuación conjunta.
El 1º de agosto, Alemania y Francia se movilizaron. Para los socialistas alemanes, la acción revolucionaria contra el gobierno del Káiser ni se consideró, y el 4 de agosto votaron los presupuestos de guerra. Los socialistas franceses invocaron las decisiones de los socialistas alemanes para colocarse a su vez junto al gobierno. Sólo los bolcheviques rusos, los socialdemócratas húngaros, búlgaros e italianos y el Partido Socialista de los Estados Unidos, se aferraron a las resoluciones contra la guerra dictadas por la Internacional, convocando una conferencia por separado en la ciudad suiza de Zimmerwald sin valor político alguno. La Internacional había muerto a manos de la Nación.
2. El origen del enemigo interior: el “derrotismo revolucionario”. La creación de la III Internacional.
Lenin condenó severamente el colapso ideológico de la socialdemocracia alemana e internacional:
"La actitud de los dirigentes del Partido Socialdemócrata alemán -el partido más fuerte y más influyente de la segunda Internacional (1889-1914)- que votaron el presupuesto de guerra y que recogen la fraseología chovinista y burguesa de los Junkers prusianos y la burguesía, es una traición pura y simple al socialismo. Esta actitud no se puede justificar de ninguna manera, aun suponiendo que el Partido Socialdemócrata alemán sea extremadamente débil y esté forzado temporalmente a plegarse a la voluntad de la mayoría burguesa de la nación. De hecho, en la situación actual, el partido se ha involucrado en una política nacional-liberal.
La actitud de los líderes de los partidos socialdemócratas belgas y franceses que han traicionado al socialismo al entrar los gobiernos burgueses, merece ser condenado de la misma manera.
La traición al socialismo por la mayoría de los líderes de la 2º Internacional (1889-1914) significa la bancarrota ideológica y política de esta última."[3]
También estaban divididos, por la cuestión de la conveniencia y necesidad de utilizar como arma la huelga general política. Era opinión de muchos radicales, que la mayoría absoluta en el parlamento no sería suficiente para forzar un cambio de sistema político, por lo que entendían que era necesario recurrir a la acción violenta extraparlamentaria de la clase obrera, en forma de huelga general. En Alemania, el congreso del partido en 1906 desestimó esta posibilidad, a su empleo se opuso vehementemente Karl Legien, secretario general del sindicato.
Otra cuestión que abundaba en la falta de unidad de los socialistas, era la cuestión colonial. La Internacional se asentaba en los principios fundamentales de igualdad de derechos de todos los pueblos y razas, su igual derecho a la dignidad, la justicia, la libertad y a la independencia Nacional, así como en el principio de solidaridad entre los oprimidos de todas las naciones y razas. En el Congreso de Londres de 1896, la Internacional había formulado el principio de "plena autodeterminación para todas las naciones", considerando al colonialismo como una "manifestación del capitalismo". Pero cuando esta cuestión se enfocaba desde la perspectiva nacional e cada partido, el enfoque cambiaba. Los socialistas británicos defendían la colonización con el argumento de que ningún pueblo podía mantener la exclusiva en la explotación de los recursos a expensas de otros pueblos; la tierra, como bien común de toda la humanidad obliga a todas las naciones a compartir sus recursos naturales, prevaleciendo este derecho sobre los intereses de la población local. En Alemania, los socialistas reformistas abundaban en la misma dirección y apoyaban las pretensiones alemanas de proceder a un nuevo reparto colonial.
En el Congreso de París de 1900, ya se apuntaba a la redistribución de las colonias y de los recursos como causa de una futura guerra imperialista. Pero la conferencia más importante fue la celebrada en Stuttgart en 1907, los franceses propusieron la huelga de masas e incluso la insurrección en caso de guerra; pero para los alemanes esto era inaceptable, dado que ello les conduciría directamente a la ilegalización. Presentaron en su lugar un nuevo texto que nada concretaba. Lenin[1], a través de su emisaria la judía Rosa Luxemburgo[2], proponía utilizar la crisis económica y política provocada por la guerra para “acelerar la caída de la hegemonía capitalista”, haciendo depender cada actuación concreta de la situación política de cada país.
En 1910, el Congreso de Copenhague, decidió que los parlamentarios socialistas votarían en contra de todos los créditos de guerra, y en el congreso extraordinario celebrado en Basilea en 1913, se adoptó una resolución por unanimidad contra la amenaza de una guerra. El 29 de julio 1914 se celebró en Bruselas la última sesión del secretariado de la Internacional. Austria ya había declarado la guerra y en París y Berlín, se habían organizado manifestaciones a favor de la guerra. Los delegados rusos y británicos dijeron que iban a resistir y propusieron una huelga general, pero no había nadie a favor. Los alemanes dijeron que iban a cumplir con su deber. Los franceses aseguraron la voluntad de paz del gobierno francés. La última conferencia de la Internacional antes de la guerra, se celebró en Basilea el 24 y 25 de noviembre de 1912, y nuevamente se realizaron declaraciones descalificando la posibilidad de una guerra, sin que se acordara una línea de actuación conjunta.
El 1º de agosto, Alemania y Francia se movilizaron. Para los socialistas alemanes, la acción revolucionaria contra el gobierno del Káiser ni se consideró, y el 4 de agosto votaron los presupuestos de guerra. Los socialistas franceses invocaron las decisiones de los socialistas alemanes para colocarse a su vez junto al gobierno. Sólo los bolcheviques rusos, los socialdemócratas húngaros, búlgaros e italianos y el Partido Socialista de los Estados Unidos, se aferraron a las resoluciones contra la guerra dictadas por la Internacional, convocando una conferencia por separado en la ciudad suiza de Zimmerwald sin valor político alguno. La Internacional había muerto a manos de la Nación.
2. El origen del enemigo interior: el “derrotismo revolucionario”. La creación de la III Internacional.
Lenin condenó severamente el colapso ideológico de la socialdemocracia alemana e internacional:
"La actitud de los dirigentes del Partido Socialdemócrata alemán -el partido más fuerte y más influyente de la segunda Internacional (1889-1914)- que votaron el presupuesto de guerra y que recogen la fraseología chovinista y burguesa de los Junkers prusianos y la burguesía, es una traición pura y simple al socialismo. Esta actitud no se puede justificar de ninguna manera, aun suponiendo que el Partido Socialdemócrata alemán sea extremadamente débil y esté forzado temporalmente a plegarse a la voluntad de la mayoría burguesa de la nación. De hecho, en la situación actual, el partido se ha involucrado en una política nacional-liberal.
La actitud de los líderes de los partidos socialdemócratas belgas y franceses que han traicionado al socialismo al entrar los gobiernos burgueses, merece ser condenado de la misma manera.
La traición al socialismo por la mayoría de los líderes de la 2º Internacional (1889-1914) significa la bancarrota ideológica y política de esta última."[3]
Oleo Homenaje a Lenin. Willi Sitte. 1969 |
Tras concluir que resultaba imposible reconstruir la
Internacional tal y como la habían conocido, predica que:
“La transformación de la actual guerra imperialista en guerra civil es la única consigna proletaria justa, indicada por la experiencia de la Comuna, señalada por la resolución de Basilea (1912) y derivada de todas las condiciones de la guerra imperialista entre los países burgueses altamente desarrollados. Por muy grandes que parezcan las dificultades de semejante transformación en uno u otro momento los socialistas jamás renunciarán a efectuar un trabajo preparatorio sistemático, perseverante y continuo en esta dirección, ya que la guerra es un hecho.”[4]
Con este fin, Lenin continuó diciendo en su carta a Chliapnikov que:
"No un sabotaje a la guerra, no a intervenciones aisladas individuales en este espíritu, sino una propaganda de masas (y no sólo entre los "civiles"), que conduzca a la transformación de la guerra en una guerra civil"[5]; “[...] Sería un error motivar actos individuales: disparar a los funcionarios, etc., así como admitir argumentos del tipo: no queremos ayudar al Káiser. La primera es una desviación hacia el anarquismo; la segunda hacia el oportunismo. En cuanto a nosotros, tenemos que prepararnos para la acción de masas (o al menos colectiva) en el ejército, no sólo de una nación, y llevar a cabo todo el trabajo de propaganda y agitación en esta dirección. Orientar el trabajo (obstinada y sistemáticamente, durante un largo periodo tal vez) en el sentido de una transformación de la guerra entre naciones en guerra civil, esa es la clave. En cuanto a cuándo se producirá este cambio, es otra cuestión, imprecisa por ahora. Tenemos que dejar que madure ese tiempo y ‘obligarlo a madurar’ sistemáticamente"[6].
Este planteamiento coincidía con el de Karl Liebknecht[7], que pretendía la transformación de la guerra internacional en guerra civil: “¡El enemigo principal está en el mismo país!". Por esta razón, la derrota nacional se aparecía a los revolucionarios como una sugerente posibilidad de llevar a cabo el asalto al poder, lo que llevó a Lenin a forjar la tesis del “derrotismo revolucionario”, que expresaba diciendo: “cuando dos ladrones se pelean, que mueran los dos”[8]. Así nació una política inicialmente circunscrita a Rusia, pero que más tarde generalizaría para todos los países contendientes en su artículo “Del derrotismo en la guerra imperialista”, al afirmar que: “en todos los países imperialistas, el proletariado debe desear la derrota de su propio gobierno y contribuir a ello”. De esta manera, puede considerarse que la totalidad de los socialistas revolucionarios, se convirtieron en agentes de la traición a sus respectivas naciones, en cada uno de los países contendientes, sin distinción de ningún tipo salvo las circunstanciales de lugar, posibilidad u otras.
A partir de este planteamiento de transformación de la guerra entre naciones en guerra civil, Lenin participó en los años posteriores en la formación de un movimiento socialista revolucionario e internacionalista, más tarde llamado comunista, tanto en su propio país como a nivel internacional. Durante la guerra se celebraron dos nuevas conferencias con los restos de la dividida Internacional. La primera tuvo lugar en septiembre de 1915 en la ciudad de Zimmerwald en Suiza. Representando a Rusia estaban las dos tendencias del Partido Social Demócrata: la de los bolcheviques revolucionarios de Lenin y Zinoviev; y la de los mencheviques, Mártov y Axelrod. En esta conferencia, Lenin se confirmó como portavoz y líder de la izquierda revolucionaria en Europa. Pero esto no evitó que sus propuestas no obtuvieran el respaldo de la conferencia y sí lo encontrara el llamado "Manifiesto de Zimmerwald”, escrito por Trotsky, que no incluía la necesidad de transformar la guerra imperialista en guerra civil, ni el "trabajo por derrotar a su propio gobierno" y la ruptura total con los dirigentes socialdemócratas que cooperaron en la guerra. Sin embargo, los bolcheviques firmaron el manifiesto. La conferencia acordó la creación de una Comisión Internacional Socialista, con sede en Berna con un secretariado liderado por Lenin. La segunda, llamada Conferencia de Paz, tuvo lugar en Kienthal, también Suiza, en abril de 1916, y en las votaciones clave, casi la mitad votó a favor de las posiciones de la izquierda revolucionaria. En ambas conferencias se colocaron las primeras piedras de la futura III Internacional. De este fermento nacerían acontecimientos como la revolución comunista de octubre en Rusia, la Revolución de 1918-19 y la fundación del KPD Partei Deutschlands Kommunistische Partido Comunista en Alemania, la insurrección comunista del dirigente judío Béla Kun[9] en Hungría o la formación de la Internacional Comunista.
3. Los socialistas alemanes ante la guerra.
El 4 de Agosto de 1914, el partido socialdemócrata alemán votó de forma unánime en el Reichstag en favor de los créditos militares, inaugurando así la política que la mayoría de los dirigentes socialdemócratas mantendrían hasta el final de la guerra. La consigna consensuada antes de 1914 de: “Ni un céntimo, ni un hombre para el estado burgués y sus guerras”, había desaparecido, dando lugar a la conocida como “Unión Sagrada”. Esta expresión hacía referencia a la política de apoyo unánime a la guerra por parte de todas las fuerzas políticas y sociales, en aras a lograr la victoria en la lucha contra los países enemigos de Alemania.
En el seno del partido, sin embargo, la facción radical se oponía a votar en favor de tales créditos, porque entendía que un voto favorable implicaba aceptar al régimen y aprobar la guerra. Aun así, la minoría aceptó la posición de la mayoría, en parte porque el partido basaba su fuerza en su cohesión y disciplina internas. Rosa Luxemburgo diría más adelante que: "El 4 de agosto la dirección socialdemócrata traicionó todos los principios, negó la lucha de clases y además prolongó la guerra".
La socialdemocracia alemana fue la primera que rompió con las declaraciones de la Internacional contra la guerra. Con anterioridad, el SPD había sufrido una profunda transformación, por lo que su apoyo a los créditos de guerra no fue una sorpresa, aunque durante los primeros meses de 1914 el partido realizó protestas contra la guerra. El SPD no tuvo la determinación de usar la guerra para movilizar a los trabajadores en un sentido de solidaridad internacional de clase, para provocar el derrocamiento del sistema capitalista. Por el contrario, lo que movilizó finalmente al partido fue la solidaridad nacional, sabiendo que lo contrario le haría perder el apoyo de los trabajadores alemanes. La dirección del SPD y de la Federación General de Sindicatos Alemanes (ADGB), ocupadas por el ala socialdemócrata y no revolucionaria de los socialistas durante los diez años anteriores, justificaron el apoyo al Káiser alegando la necesidad de "adaptarse a la realidad" y de "tratar de evitar que esto empeore", ya que “al fin y al cabo no podemos cambiar nada"[10]. Desaparecía así el enemigo de clase y surgís una nueva imagen de enemigo: el enemigo nacional:
"Para nuestra nación y un futuro de libertad, una victoria sobre el despotismo ruso, manchado con la sangre de su propio pueblo, significará muchas cosas, significará todo. Debemos asegurarnos que este peligro se evita, que protegemos la cultura y la independencia de nuestro país. A la hora del peligro, no vamos a permitir que nuestro país se retire. [...] Guiados por estos principios, estamos de acuerdo con los presupuestos de guerra necesarios."[11]
En resumen, los dirigentes del SPD justificaron su apoyo a la guerra en diversas razones:
“La transformación de la actual guerra imperialista en guerra civil es la única consigna proletaria justa, indicada por la experiencia de la Comuna, señalada por la resolución de Basilea (1912) y derivada de todas las condiciones de la guerra imperialista entre los países burgueses altamente desarrollados. Por muy grandes que parezcan las dificultades de semejante transformación en uno u otro momento los socialistas jamás renunciarán a efectuar un trabajo preparatorio sistemático, perseverante y continuo en esta dirección, ya que la guerra es un hecho.”[4]
Con este fin, Lenin continuó diciendo en su carta a Chliapnikov que:
"No un sabotaje a la guerra, no a intervenciones aisladas individuales en este espíritu, sino una propaganda de masas (y no sólo entre los "civiles"), que conduzca a la transformación de la guerra en una guerra civil"[5]; “[...] Sería un error motivar actos individuales: disparar a los funcionarios, etc., así como admitir argumentos del tipo: no queremos ayudar al Káiser. La primera es una desviación hacia el anarquismo; la segunda hacia el oportunismo. En cuanto a nosotros, tenemos que prepararnos para la acción de masas (o al menos colectiva) en el ejército, no sólo de una nación, y llevar a cabo todo el trabajo de propaganda y agitación en esta dirección. Orientar el trabajo (obstinada y sistemáticamente, durante un largo periodo tal vez) en el sentido de una transformación de la guerra entre naciones en guerra civil, esa es la clave. En cuanto a cuándo se producirá este cambio, es otra cuestión, imprecisa por ahora. Tenemos que dejar que madure ese tiempo y ‘obligarlo a madurar’ sistemáticamente"[6].
Este planteamiento coincidía con el de Karl Liebknecht[7], que pretendía la transformación de la guerra internacional en guerra civil: “¡El enemigo principal está en el mismo país!". Por esta razón, la derrota nacional se aparecía a los revolucionarios como una sugerente posibilidad de llevar a cabo el asalto al poder, lo que llevó a Lenin a forjar la tesis del “derrotismo revolucionario”, que expresaba diciendo: “cuando dos ladrones se pelean, que mueran los dos”[8]. Así nació una política inicialmente circunscrita a Rusia, pero que más tarde generalizaría para todos los países contendientes en su artículo “Del derrotismo en la guerra imperialista”, al afirmar que: “en todos los países imperialistas, el proletariado debe desear la derrota de su propio gobierno y contribuir a ello”. De esta manera, puede considerarse que la totalidad de los socialistas revolucionarios, se convirtieron en agentes de la traición a sus respectivas naciones, en cada uno de los países contendientes, sin distinción de ningún tipo salvo las circunstanciales de lugar, posibilidad u otras.
A partir de este planteamiento de transformación de la guerra entre naciones en guerra civil, Lenin participó en los años posteriores en la formación de un movimiento socialista revolucionario e internacionalista, más tarde llamado comunista, tanto en su propio país como a nivel internacional. Durante la guerra se celebraron dos nuevas conferencias con los restos de la dividida Internacional. La primera tuvo lugar en septiembre de 1915 en la ciudad de Zimmerwald en Suiza. Representando a Rusia estaban las dos tendencias del Partido Social Demócrata: la de los bolcheviques revolucionarios de Lenin y Zinoviev; y la de los mencheviques, Mártov y Axelrod. En esta conferencia, Lenin se confirmó como portavoz y líder de la izquierda revolucionaria en Europa. Pero esto no evitó que sus propuestas no obtuvieran el respaldo de la conferencia y sí lo encontrara el llamado "Manifiesto de Zimmerwald”, escrito por Trotsky, que no incluía la necesidad de transformar la guerra imperialista en guerra civil, ni el "trabajo por derrotar a su propio gobierno" y la ruptura total con los dirigentes socialdemócratas que cooperaron en la guerra. Sin embargo, los bolcheviques firmaron el manifiesto. La conferencia acordó la creación de una Comisión Internacional Socialista, con sede en Berna con un secretariado liderado por Lenin. La segunda, llamada Conferencia de Paz, tuvo lugar en Kienthal, también Suiza, en abril de 1916, y en las votaciones clave, casi la mitad votó a favor de las posiciones de la izquierda revolucionaria. En ambas conferencias se colocaron las primeras piedras de la futura III Internacional. De este fermento nacerían acontecimientos como la revolución comunista de octubre en Rusia, la Revolución de 1918-19 y la fundación del KPD Partei Deutschlands Kommunistische Partido Comunista en Alemania, la insurrección comunista del dirigente judío Béla Kun[9] en Hungría o la formación de la Internacional Comunista.
3. Los socialistas alemanes ante la guerra.
El 4 de Agosto de 1914, el partido socialdemócrata alemán votó de forma unánime en el Reichstag en favor de los créditos militares, inaugurando así la política que la mayoría de los dirigentes socialdemócratas mantendrían hasta el final de la guerra. La consigna consensuada antes de 1914 de: “Ni un céntimo, ni un hombre para el estado burgués y sus guerras”, había desaparecido, dando lugar a la conocida como “Unión Sagrada”. Esta expresión hacía referencia a la política de apoyo unánime a la guerra por parte de todas las fuerzas políticas y sociales, en aras a lograr la victoria en la lucha contra los países enemigos de Alemania.
En el seno del partido, sin embargo, la facción radical se oponía a votar en favor de tales créditos, porque entendía que un voto favorable implicaba aceptar al régimen y aprobar la guerra. Aun así, la minoría aceptó la posición de la mayoría, en parte porque el partido basaba su fuerza en su cohesión y disciplina internas. Rosa Luxemburgo diría más adelante que: "El 4 de agosto la dirección socialdemócrata traicionó todos los principios, negó la lucha de clases y además prolongó la guerra".
La socialdemocracia alemana fue la primera que rompió con las declaraciones de la Internacional contra la guerra. Con anterioridad, el SPD había sufrido una profunda transformación, por lo que su apoyo a los créditos de guerra no fue una sorpresa, aunque durante los primeros meses de 1914 el partido realizó protestas contra la guerra. El SPD no tuvo la determinación de usar la guerra para movilizar a los trabajadores en un sentido de solidaridad internacional de clase, para provocar el derrocamiento del sistema capitalista. Por el contrario, lo que movilizó finalmente al partido fue la solidaridad nacional, sabiendo que lo contrario le haría perder el apoyo de los trabajadores alemanes. La dirección del SPD y de la Federación General de Sindicatos Alemanes (ADGB), ocupadas por el ala socialdemócrata y no revolucionaria de los socialistas durante los diez años anteriores, justificaron el apoyo al Káiser alegando la necesidad de "adaptarse a la realidad" y de "tratar de evitar que esto empeore", ya que “al fin y al cabo no podemos cambiar nada"[10]. Desaparecía así el enemigo de clase y surgís una nueva imagen de enemigo: el enemigo nacional:
"Para nuestra nación y un futuro de libertad, una victoria sobre el despotismo ruso, manchado con la sangre de su propio pueblo, significará muchas cosas, significará todo. Debemos asegurarnos que este peligro se evita, que protegemos la cultura y la independencia de nuestro país. A la hora del peligro, no vamos a permitir que nuestro país se retire. [...] Guiados por estos principios, estamos de acuerdo con los presupuestos de guerra necesarios."[11]
En resumen, los dirigentes del SPD justificaron su apoyo a la guerra en diversas razones:
- Se trataba de una guerra defensiva, dado que en el Este Rusia había sido la primera en movilizar sus ejércitos amenazando la región de Prusia oriental, y en el Oeste Francia estaba dispuesta a invadir territorio alemán;
- El odio al zarismo y su deseo de derrocarlo, contribuyeron al nuevo posicionamiento del SPD, que entendía que cualquier victoria alemana contra la Rusia reaccionaria, contribuiría a salvaguardar los intereses del socialismo internacional, lo que coincidía con los intereses internacionales del socialismo.
Hasta qué punto la decisión de apoyar la guerra fue
sorprendente para el ala revolucionaria del socialismo alemán, se desprende de
un discurso de Karl Liebknecht, de mediados de febrero de 1915, en el que
explica la razón de haber votado los presupuestos diciendo que:
"No me parecía indicado, en aquel momento, aislarme por completo de mis mejores amigos en el campo radical. Nadie podía prever la traición del partido. El 3 y 4 de agosto, todo cambió al revés. Tuvimos sólo unas pocas horas, minutos, y nosotros estábamos, a nuestro gran pesar, frente a un colapso total del ala radical. Haase, miembro de la minoría en el partido, ¡fue persuadido para presentar la declaración de la mayoría! Y con el crujir de mis dientes me conformé con la mayoría. Me arrepentí de inmediato y con amargura, en razón de esta actitud, estoy dispuesto a asumir las críticas."[12]
Rosa Luxemburgo |
En Noviembre de 1914, Liebknecht, Luxemburgo, Franz
Mehring y Clara Zetkin publicaron en un diario suizo un manifiesto en contra de
la guerra y del posicionamiento de la dirección del partido socialdemócrata
alemán. Separado de la dirección del Liebknecht votó en contra de las
propuestas del gobierno en la siguiente votación del 2 de diciembre de 1914, y
en una tercera el 20 de Marzo de 1915. A lo largo de la guerra, el ala moderada
del SPD mantuvo con el régimen monárquico alemán un Burgfrieden, una paz social
o paz ciudadana. Hasta julio de 1917, su grupo parlamentario en el Reichstag,
aprobó todas las leyes propuestas por el gobierno imperial a favor de los
presupuestos de guerra. Esta política del SPD, convirtió a los socialistas en
una parte integral del Estado alemán. Antes de la guerra, las autoridades se
negaban a nombrar como cargos de los consejos de gobierno municipales,
entidades organizadoras de las escuelas y otras actividades de los servicios
municipales a miembros del SPD. Pero desde que se votaron los presupuestos de
guerra, en más de 100 ciudades y pueblos, se confirmaron oficialmente en sus
funciones a los socialdemócratas.
Por su parte, los revolucionarios no cejaron en su
empeño de utilizar la guerra, para provocar un conflicto civil que se
convirtiera en la llave de la revolución.
4. La participación de los judíos alemanes en la Gran Guerra.
En agosto de 1914, el comienzo de las hostilidades
desencadenó en los países beligerantes una ola de patriotismo entre las masas
populares. Nadie dudaba de la victoria de su nación, que llegaría sin lugar a
dudas tras una guerra breve y fácil, de ahí que los alistamientos de
voluntarios en los primeros días, fueran masivos en todas las naciones.
Dentro del Imperio Alemán, la minoría de origen judío
se dividía en tres grupos claramente diferenciados: los sionistas, que no se
sentían implicados en forma alguna por las guerras de las naciones europeas;
los revolucionarios, que participaban plenamente en los movimientos anarquistas
y socialistas[13];
y un tercer grupo de opinión, que veían en la guerra la posibilidad de ganarse
el respeto de los ciudadanos alemanes demostrando su lealtad hacia la nación de
la que eran huéspedes, mediante el enrolamiento de soldados judíos para luchar,
por lo cual hubo desde los primeros días voluntarios judíos en el Reichsheer.
Este espíritu patriótico y el entusiasmo bélico, contribuyeron a que las
autoridades políticas y militares alemanas permitieran a los judíos ocupar
empleos a los que con anterioridad habían tenido vedado el acceso. Así, se
permitió a los médicos judíos ocupar destinos como oficiales al Reichsheer, y
luego se permitió a todos los soldados judíos ascender a grados de oficial sin
restricción alguna.
Cuando llegó el invierno de 1915 y con él la guerra de
trincheras, se perdió el entusiasmo inicial y la creencia en un triunfo rápido
de Alemania. Tras la batalla de Verdún, se acordó realizar nuevas levas para
cubrir las elevadas bajas que los combates producían. Los continuos
reclutamientos y movilizaciones de hombres aptos para la guerra, alcanzaban de
modo desigual a la población alemana y a la judía, que amparándose en su
posición social, o de modo fraudulento, eludían el servicio militar
activo, y en caso de ser finalmente
movilizados, acaparaban casi todas las funciones militares de retaguardia.
Panfletos y folletos acusaban también a los judíos de enriquecerse a costa del
erario público, monopolizando la dirección de las empresas de armamento y de
importación y exportación de alimentos, aprovechando así las penurias de las
grandes masas alemanas para lucrarse "desde los despachos de los grandes
comercios".
Al malestar provocado por las numerosas bajas, se
sumaban las privaciones derivadas del bloqueo marítimo impuesto por Gran
Bretaña a las Potencias Centrales, que causó que el comercio internacional de
Alemania se viera muy mermado, al reducirse apenas a Suiza, Holanda y las
naciones neutrales de Escandinavia, sin opción para que la flota mercante
alemana pudiera recorrer sus antiguas rutas comerciales. La casi total
paralización del comercio, forzó al gobierno alemán a imponer el racionamiento
de alimentos y productos industriales, dificultades que se veían agravadas por
un mercado negro en el que muchos judíos encontraron un medio de
enriquecimiento. Además, el principal funcionario gubernamental a cargo de la
economía doméstica era el eminente economista y presidente de AEG Walther
Rathenau[14],
judío, y el principal asesor para cuestiones de comercio restringido era el
armador Albert Ballin, también judío, que fueron blancos del odio popular pese
a su patriotismo.
A inicios de 1916 las noticias sobre la presunta
evasión de obligaciones por parte de los soldados judíos se habían hecho
alarmantes, y la Reichshammerbund ("Federación del martillo del
Reich") envía el 16 de marzo una petición al Káiser Guillermo II, a los
ministros y a los miembros del Reichstag denunciando a los judíos por
"enriquecerse lejos de la línea del frente" y de someter a Alemania
"al sistema creado por Rathenau y Ballin". En Stettin la guarnición
local denunció a los judíos el 16 de julio por "evadir con mil pretextos
el servicio activo" y pedir "en forma desmedida empleos militares en
retaguardia". Cuando el 29 de agosto siguiente se constituyó una nueva
jefatura militar formada por Paul von Hindenburg y Erich Ludendorff, la cuestión
relativa al intento de los judíos alistados de eludir el servicio en primera
línea, llegó a la alta jefatura del Reichsheer, que se vio obligado a emitir el
16 de octubre de 1916, una orden para que todas las unidades militares del
Reichsheer, en los frentes de lucha o en la retaguardia, censaran a todos sus
integrantes judíos, de cualquier grado o especialidad, expresando cuántos de
ellos realizaban funciones administrativas, cuantos combatían en el frente, y
cuántos permisos o licencias se habían
concedido a los soldados judíos. A este propósito, el Ministerio de Guerra
diseñó unos cuestionarios que debían ser llenados por los comandantes de las
unidades. El decreto de ejecución para proceder a recopilar la información
solicitada, salió de la Jefatura del Reichsheer el 11 de noviembre de 1916,
remitiendo a las diferentes unidades los cuestionarios, con la orden de
devolverlos antes del 1 de diciembre. La motivación escrita del decreto
señalaba el pensamiento de las autoridades:
"Han llegado quejas permanentes al Ministerio de
Guerra, según las cuales, un número desproporcionado de conscriptos de
religión israelita está exento de
servicio militar o se esfuerza en lograrlo bajo toda clase de pretextos. Según
las informaciones, se debe entender que un gran número de judíos en servicio
militar logran hallar un refugio lejos de la línea del frente..."
Finalmente, las dificultades para redactar el
Judenzählung[15]
y los obstáculos de todo tipo que se encontró para su confección, hizo que no
se respetara la fecha límite para devolución de cuestionarios, y el plazo
concedido se prolongó hasta febrero de 1917. Pero llegado este mes, se detuvo
el censo sin explicaciones oficiales de ningún tipo. Lo cierto es que la
realización del censo era imposible, dado que no había autoridad militar alguna
que vigilase su confección asegurando la fiabilidad de sus cifras, al punto que cualquier jefe de batallón podía
manipular las cifras finales. Además, la dispersión geográfica de las tropas
del Reichsheer por Francia, Bélgica, Rusia, Polonia, y los Balcanes, además de
las guarniciones locales alemanas, hacía que el censo abarcase un territorio
muy extenso.
Los resultados del censo nunca fueron publicados, pero
las investigaciones realizadas después de la Primera Guerra Mundial, y en los últimos
años del siglo XX concluyen que en verdad, de un total de 550,000 judíos
residentes en Alemania en 1914, 100,000 prestaron servicio en el Reichsheer,
siendo la décima parte de ellos voluntarios, cayendo en combate un total de
12,000 soldados judíos, un 12% del total, porcentaje muy inferior a los caídos
en combate del resto del Reichsheer, del que de un total de 11.000.000 millones
de soldados movilizados, causaron baja
como muertos, heridos o desaparecidos 7.142.558 soldados. Un 64,9% de los soldados[16].
Cinco veces más.
Hoja difundida en 1920 por los veteranos judíos alemanes |
Las consecuencias de la falta de implicación judía en
la guerra, se proyectaron en dos planos diferentes: en el interior de la
comunidad judía, a muchos de los excombatientes judíos el rechazo que provocó
en la sociedad alemana su escasa participación en los sufrimientos de la
guerra, les llevó a abrazar la ideología
del sionismo como una forma de responder al rechazo de los alemanes; en el
exterior de la comunidad judía, a la población alemana, los judíos, que habían
dirigido el esfuerzo económico bélico y los movimientos subversivos contrarios
al esfuerzo de guerra durante el conflcito, y que además se habían enriquecido
con los suministros industriales al Reichsheer, quedaron señalados como
traidores y causantes de la derrota.
En el resto de la sociedad alemana, en tanto jamás fueron publicadas cifras oficiales del Judenzählung, la falta de resultados ayudó a cimentar la creencia popular de la puñalada por la espalda cometida por los judíos, como una efectiva traición a Alemania. Una creencia que, pese a que desde 1918 abundaron los relatos y crónicas de los veteranos combatientes judíos, se extendió masivamente alcanzando incluso a las asociaciones de veteranos excombatientes, que empezaron a rechazar las solicitudes de inscripción de veteranos judíos en sus filas.
En el resto de la sociedad alemana, en tanto jamás fueron publicadas cifras oficiales del Judenzählung, la falta de resultados ayudó a cimentar la creencia popular de la puñalada por la espalda cometida por los judíos, como una efectiva traición a Alemania. Una creencia que, pese a que desde 1918 abundaron los relatos y crónicas de los veteranos combatientes judíos, se extendió masivamente alcanzando incluso a las asociaciones de veteranos excombatientes, que empezaron a rechazar las solicitudes de inscripción de veteranos judíos en sus filas.
[1]
Lenin es el
seudónimo de Vladímir Ilich Uliánov
(Simbirsk, Rusia, 22 de abril de 1870 - Gorki, 21 de enero de 1924), dictador
de origen judío y líder bolchevique. Fue el primer presidente del Gobierno
soviético (el Consejo de Comisarios del Pueblo) de la Unión Soviética, elegido
en el II Congreso de los Soviets de diputados obreros y soldados de toda Rusia
el 25 de octubre de 1905. Los documentos procedentes
del archivo del KGB que confirman que confirman el origen judío de Lenin,
fueron expuestos en el Museo de Historia Estatal de Rusia. Entre los nuevos documentos publicados y puestos en exhibición está una
carta escrita por la hermana de Lenin, Anna Ulyanova, que dice que su abuelo
materno era un judío de Ucrania que se convirtió al cristianismo para escapar
de la persecución en la Zona de Residencia y tener acceso a una mejor
educación.
“Vino de una
familia judía pobre y fue, según su certificado de bautismo, el hijo de Moses
Blank, un nativo de Zhitomir” (una ciudad occidental de Ucrania), escribió
Ulyanova en 1932. Anna Oulianova hace hincapié en que
su hermano “siempre tuvo una alta opinión
de los judíos”. Fue
admitido en la Universidad de San Petersburgo y terminó sus estudios de derecho
en 1891. En 1895 participó en la fundación de la Unión para la Lucha por la
Emancipación de la Clase Obrera de San Petersburgo. Pasó deportado a Siberia
hasta 1900. Después de este primer destierro allí, huyó a Suiza, donde fundó el
periódico Iskra (La chispa) en
colaboración con Georgui Plejánov, L. Martov y otros marxistas. Lenin pasó en Europa
la mayor parte del periodo anterior a 1917. Regresó a Rusia tras la Revolución
de 1905, pero se vio obligado a abandonar nuevamente el país en 1907 ante la
falta de apoyo que acabó con la insurrección. El estallido de la Primera Guerra
Mundial (1914-18) le dio la oportunidad de poner en práctica sus ideas: definió
la contienda como fruto de las contradicciones del capitalismo y del
imperialismo (El imperialismo, fase superior del capitalismo, 1916) y,
en nombre del internacionalismo proletario, llamó sin éxito al movimiento
socialista mundial a transformar la contienda en una guerra civil generalizada;
más tarde, el deterioro del régimen zarista por efecto de la guerra le permitió
pensar en lanzar la revolución socialista en su país como primer paso para una
era de revolución mundial. A pesar de las "críticas" al sistema capitalista, los bolcheviques fueron
financiados por los banqueros judíos de Wall Street: los Rothschild, los
Warburg, Kuhn, Loeb, Olef Aschberg, Schiff, Lazare, Hirsch, Gunzbourg, Speyer,
Wallenberg, Guggenheim, Breitung, etc., todos promovieron revoluciones
socialistas-marxistas y anarquistas. La Revolución Rusa de octubre de 1917 que
derrocó al régimen zarista fue un acontecimiento que Lenin no había previsto ni
tuvo nada que ver con él, pero regresó apresuradamente a Rusia con la ayuda del
ejército alemán. Los bolcheviques de Petrogrado, entre los que se encontraba
Stalin, estaban de acuerdo en que los representantes del ejército y de los
soviets de trabajadores respetaran al Gobierno Provisional de Kerenski que se
había establecido, pero Lenin rechazó esta línea de actuación. Después de un
fallido levantamiento de los trabajadores en julio de 1917, Lenin escapó a
Finlandia ocultándose del Gobierno Provisional. Tras la agitación bolchevique y
la consecutiva caída del Gobierno Provisional, y como creían tener controlado
el II Congreso de los Soviets, los bolcheviques de Lenin no tienen
inconveniente en que se celebren las elecciones democráticas a la Asamblea Constituyente.
Sólo consiguieron el 23% de los votos. Tras este revés, dieron un golpe de
estado conocido como la Revolución de octubre, gracias a la estrategia
bolchevique de exigir la rendición de Rusia a las potencias centrales,
apartando al país de la guerra en 1918 por la Paz de Brest-Litowsk. Disolvió la
Asamblea constituyente (1918), proscribió a la oposición y creó una policía
política para perseguir a los disidentes incluyendo a los demás socialistas,
siguiendo literalmente las tesis de Marx de acabar con los socialistas no
marxistas; a escala mundial, exigió a los demás partidos socialistas fidelidad
absoluta a sus directrices, , provocando la escisión del movimiento obrero con
la aparición en todos los países de partidos comunistas sometidos al control de
una Tercera Internacional comunista (Komintern) con sede en Moscú (1919).
Delegó en Trotsky la organización del Ejército Rojo, con el que consiguió
arrasar al ejército blanco tras una dura Guerra Civil (1918-20). Una vez
recuperado el control del antiguo imperio de los zares, articuló el territorio
creando la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (1922), a la que dotó de
organización formal por la Constitución de 1923. Tras caer enfermo y morir, la
mujer de Lenin, también judía, conocida como Krupskaya, pero cuyo verdadero
nombre era Nadiezda Konstantinovna, acentuó su lucha mediante el
adoctrinamiento de las mujeres, continuando con el pensamiento de Lenin. En su
Outchit Gazeta escribió (10/Oct./1929): "Aunque la socialización de las
mujeres no está formalmente ratificada en la lucha soviética, debe convertirse
en una realidad y penetrar en la conciencia de las masas. Consecuentemente,
cualquiera que intente defender a una mujer que es (indecentemente) asaltada,
muestra una naturaleza burguesa y se declara a sí mismo a favor de la propiedad
privada. El oponerse a la violación es resistirse a la revolución
comunista de octubre."Fuentes:
http://www.enlacejudio.com/2011/06/10/los-rusos-descubren-incredulos-los-origenes-judios-de-lenin/;
http://www.anajnu.cl/raicesjudiaslenin.htm;
http://es.metapedia.org/wiki/Vladimir_Lenin
[2] Rosa Luxemburgo nació en Zamosc, cerca de Lublin, en la Polonia entonces controlada por Rusia, en el seno de una familia de origen judío. Aparece ya como miembro del partido polaco marxista "Proletariat" en 1886. En 1887 Luxemburgo terminó la educación secundaria, pero tuvo que huir a Suiza en 1889 para evitar su detención. Allí asistió a la Universidad de Zurich junto a otras figuras comunistas, como Anatoli Lunacharsky y Leo Jogiches. En 1898, Rosa Luxemburgo obtuvo la ciudadanía alemana al casarse con Gustav Lübeck, y se mudó a Berlín. Allí participó activamente con el ala más izquierdista del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), definiendo claramente la frontera entre su fracción y la teoría revisionista del líder moderado el judío Eduard Bernstein, atacándole en 1899 en un folleto titulado "¿Reforma Social o Revolución?". Entre 1904 y 1906 su trabajo se vio interrumpido a causa de tres encarcelamientos por motivos políticos. Sin embargo, Rosa Luxemburgo mantuvo su actividad política; en 1907 tomó parte en el V Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso en Londres, donde se entrevistó con Lenin. Por esos años, Rosa comenzó a enseñar marxismo y economía en el centro de formación del SPD en Berlín. Uno de sus alumnos fue el que más tarde se convertiría en líder del SPD y primer presidente de la República de Weimar, Friedrich Ebert. El comienzo de la Gran Guerra fue una catástrofe personal que incluso la llevó a considerar la posibilidad del suicidio. Junto con los dirigentes de origen judío Karl Liebknecht, Clara Zetkin y el de origen alemán Franz Mehring, creó el grupo Internacional el 5 de agosto de 1914, el cual se convertiría posteriormente el 1 de enero de 1916 en la Liga Espartaquista intentando provocar una huelga general. Como consecuencia de ello, el 28 de junio de 1916 Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht fueron sentenciados a dos años y medio de prisión. En 1917, cuando los EEUU intervinieron en el conflicto, la Liga Espartaquista se afilió al Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania (USPD), compuesto también por antiguos miembros del SPD opuestos a la guerra, fundado por el también judío Karl Kautsky. Tras la abdicación del kaiser Guillermo II y tras el levantamiento conocido como la Revolución de Noviembre alemana, la cual comenzó en Kiel el 4 de noviembre de 1918, cuando 40.000 marineros e infantes de marina tomaron el control del puerto en protesta por los planes del Alto Mando Naval Alemán de un último enfrentamiento con la Real Marina Británica. El 8 de noviembre, los comités de trabajadores y soldados controlaban la mayor parte del oeste de Alemania, dando lugar a la formación de la República de Consejos (Räterepublik), basados en el sistema de sóviets ruso desarrollado en la revolución rusa de 1905 y 1917. Rosa Luxemburgo salió de la cárcel de Wroclaw el 8 de noviembre; Karl Liebknecht lo había hecho poco antes y había ya comenzado la reorganización de la Liga Espartaquista. Juntos crearon el periódico "La Bandera Roja". Sin embargo, el frente unido se desintegró a finales de diciembre de 1918 cuando el USPD abandonó la coalición. El 1 de enero de 1919 la Liga Espartaquista junto a otros grupos socialistas y comunistas (incluyendo la Internacional Comunista Alemana, IKD) crearon el Partido Comunista de Alemania (KPD), gracias a la iniciativa de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo. Esta última apoyó que el KPD se involucrara en la asamblea constitucional nacional -la que finalmente acabaría fundando la República de Weimar- pero su propuesta no tuvo éxito. En enero una segunda ola revolucionaria sacudió Alemania. En respuesta al levantamiento, la milicia nacionalista Freikorps sofocó el levantamiento comunista. Tanto Rosa Luxemburgo como Liebknecht fueron capturados en Berlín el 15 de enero de 1919 y ajusticiados ese mismo día. Fuentes: http://wikiroja.wikispaces.com/Rosa+Luxemburgo;
[2] Rosa Luxemburgo nació en Zamosc, cerca de Lublin, en la Polonia entonces controlada por Rusia, en el seno de una familia de origen judío. Aparece ya como miembro del partido polaco marxista "Proletariat" en 1886. En 1887 Luxemburgo terminó la educación secundaria, pero tuvo que huir a Suiza en 1889 para evitar su detención. Allí asistió a la Universidad de Zurich junto a otras figuras comunistas, como Anatoli Lunacharsky y Leo Jogiches. En 1898, Rosa Luxemburgo obtuvo la ciudadanía alemana al casarse con Gustav Lübeck, y se mudó a Berlín. Allí participó activamente con el ala más izquierdista del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), definiendo claramente la frontera entre su fracción y la teoría revisionista del líder moderado el judío Eduard Bernstein, atacándole en 1899 en un folleto titulado "¿Reforma Social o Revolución?". Entre 1904 y 1906 su trabajo se vio interrumpido a causa de tres encarcelamientos por motivos políticos. Sin embargo, Rosa Luxemburgo mantuvo su actividad política; en 1907 tomó parte en el V Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso en Londres, donde se entrevistó con Lenin. Por esos años, Rosa comenzó a enseñar marxismo y economía en el centro de formación del SPD en Berlín. Uno de sus alumnos fue el que más tarde se convertiría en líder del SPD y primer presidente de la República de Weimar, Friedrich Ebert. El comienzo de la Gran Guerra fue una catástrofe personal que incluso la llevó a considerar la posibilidad del suicidio. Junto con los dirigentes de origen judío Karl Liebknecht, Clara Zetkin y el de origen alemán Franz Mehring, creó el grupo Internacional el 5 de agosto de 1914, el cual se convertiría posteriormente el 1 de enero de 1916 en la Liga Espartaquista intentando provocar una huelga general. Como consecuencia de ello, el 28 de junio de 1916 Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht fueron sentenciados a dos años y medio de prisión. En 1917, cuando los EEUU intervinieron en el conflicto, la Liga Espartaquista se afilió al Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania (USPD), compuesto también por antiguos miembros del SPD opuestos a la guerra, fundado por el también judío Karl Kautsky. Tras la abdicación del kaiser Guillermo II y tras el levantamiento conocido como la Revolución de Noviembre alemana, la cual comenzó en Kiel el 4 de noviembre de 1918, cuando 40.000 marineros e infantes de marina tomaron el control del puerto en protesta por los planes del Alto Mando Naval Alemán de un último enfrentamiento con la Real Marina Británica. El 8 de noviembre, los comités de trabajadores y soldados controlaban la mayor parte del oeste de Alemania, dando lugar a la formación de la República de Consejos (Räterepublik), basados en el sistema de sóviets ruso desarrollado en la revolución rusa de 1905 y 1917. Rosa Luxemburgo salió de la cárcel de Wroclaw el 8 de noviembre; Karl Liebknecht lo había hecho poco antes y había ya comenzado la reorganización de la Liga Espartaquista. Juntos crearon el periódico "La Bandera Roja". Sin embargo, el frente unido se desintegró a finales de diciembre de 1918 cuando el USPD abandonó la coalición. El 1 de enero de 1919 la Liga Espartaquista junto a otros grupos socialistas y comunistas (incluyendo la Internacional Comunista Alemana, IKD) crearon el Partido Comunista de Alemania (KPD), gracias a la iniciativa de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo. Esta última apoyó que el KPD se involucrara en la asamblea constitucional nacional -la que finalmente acabaría fundando la República de Weimar- pero su propuesta no tuvo éxito. En enero una segunda ola revolucionaria sacudió Alemania. En respuesta al levantamiento, la milicia nacionalista Freikorps sofocó el levantamiento comunista. Tanto Rosa Luxemburgo como Liebknecht fueron capturados en Berlín el 15 de enero de 1919 y ajusticiados ese mismo día. Fuentes: http://wikiroja.wikispaces.com/Rosa+Luxemburgo;
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/l/luxemburg.htm;
http://es.metapedia.org/wiki/Rosa_Luxemburgo.
[3] V.I. Lenin, Obras 21, p. 8, Las tareas de la socialdemocracia revolucionaria en la guerra europea.
[4] V. I. Lenin, Sobre el Internacionalismo Proletario, Editorial Progreso, Moscú. 1975, páginas 86-94.
[5] Lenin, carta del 17 octubre 1914 a A. G. Chliapnikov, Obras completas, tomo 35, p. 158.
[6] Ibid.
[7] Karl Liebknecht era hijo de Wilhelm Liebknecht, un revolucionario socialista amigo de Marx, que había implantado en Alemania la primera Internacional y había fundado con Bebel el periódico Vorwärts y el Partido Obrero Socialdemócrata de Alemania, que en 1875 se unificó con el grupo de Lasalle para crear en 1890 el moderno Partido Socialdemócrata Alemán (SPD). No recibió formación académica. Fue el partido el que pagó sus estudios universitarios de Derecho y Economía. Liebknecht participó en el movimiento socialista desde su juventud. Tras realizar el servicio militar, comenzó su carrera de abogado en Westfalia. Defendió a un grupo de campesinos que habían sido acusados de intentar implantar el comunismo en tierras alemanas. Miembro activo del SPD, en 1907 funda en Stuttgart la Unión Internacional de Organizaciones Juveniles Socialistas. En ese mismo año, tras escribir el libro "Militarismo y anti-militarismo" en contra del militarismo alemán, fue encarcelado. En 1908, durante su estancia en prisión, consigue un escaño en la Cámara de Diputados de Prusia. En 1912 fue elegido miembro del Reichstag. Conoció a la judía marxista Rosa Luxemburgo y a Clara Zetkin, con las que fundó una facción radical del SPD, los espartaquistas. Después de enfrentarse al líder de su partido al recriminarle sus ideas patrióticas, fue expulsado del SPD el 1 de enero de 1916. Durante una manifestación en 1916, fue detenido junto a Rosa Luxemburgo. Se le declaró culpable de alta traición y fue encarcelado. Fue condenado a dos años de trabajos forzados y desposeído de sus derechos civiles. En el otoño de 1918 estalló en Kiel (Alemania) la Revolución de Noviembre. Rápidamente Liebknecht fue puesto en libertad para intentar aplacar a los revolucionarios. Pero su grupo era minoritario, y la mayoría de sus dirigentes revolucionarios eran fieles al SPD. En ese momento fundó el Partido Comunista alemán (KPD), junto con Rosa Luxemburgo y otros radicales. Al proclamarse la República de Weimar, el socialdemócrata Friedrich Ebert formó un gobierno provisional en noviembre de 1918. Liebknecht se opuso a dicho gabinete y lideró una insurrección espartaquista en enero de 1919 como miembro del autodenominado Comité Militar Revolucionario, inspirado por el modelo revolucionario desarrollado por Lenin en Rusia. La represión del movimiento corrió a cargo del ejército alemán, reforzado con excombatientes y otros voluntarios. Durante un enfrentamiento entre la policía y miembros de la liga, fueron detenidos Liebknecht y Rosa Luxemburgo y ajusticiados durante el traslado a la cárcel.
[8] V. I. Lenin, Obras 21, p. 12, Las tareas de la socialdemocracia revolucionaria en la guerra europea.
[9] Béla Kun, nacido Cohn Béla, (Szilágycseh, Transilvania, Austria-Hungría, 20 de febrero de 1886- prisión de Butyrka, URSS, 30 de noviembre de 1939), destacado político comunista húngaro que gobernó Hungría en 1919. Nació en una familia judía de clase media en 1886, era abogado de profesión. Se afilió al Partido Socialdemócrata Húngaro en 1902, para el que trabajó antes de la guerra mundial, y al Partido Bolchevique en 1916, durante su periodo como prisionero de guerra en Rusia. En 1918 fundó el Partido Comunista Húngaro, que presidió. En noviembre volvió a Hungría y en marzo de 1919 pasó a dirigir la breve República Soviética Húngara durante ciento treinta y tres días. Más tarde combatió en Ucrania en 1920, durante la Guerra Civil Rusa. Fue miembro de la presidencia colegiada de la Comintern, para la que trabajó el resto de su vida. Su oposición a los “frentes populares” y su gestión del partido comunista húngaro llevaron a su caída en desgracia. Detenido en junio de 1937, se le torturó infructuosamente para que confesase, antes ser asesinado en noviembre de 1939 en la prisión soviética de Butyrka.
[10] “Handbuch zur Geschichte der deutschen Arbeiterbewegung”, Band 2. Berlín/DDR 1987, p.782.
[11] “Erklärung der Sozialdemokratischen Partei zum Kriegsausbruch abgegeben vom Fraktionsvorsitzenden Haase im Reichstag (4 Augustus 1914)”, Verhandlungen des Reichstags, XIII. LP., II. Sess., 1914, Bd. 306, pp. 8 y siguientes. Citado en Ernst Rudolf Huber, “Dokumente zur deutschen Verfassungsgeschichte”.
[12] K. Liebknecht: “Brief an einen Unbekannten. 18 februari 1915“, Gesammelte Reden und Schriften, Bd. VIII, pág. 195 y siguientes.
[13] La mayoría de los jefes del socialismo alemán, tanto en su vertiente moderada como en la revolucionaria eran judíos. Desde Lassalle a Singer, pasando por Berstein, Kohn Nordhausen, Davidson, Frank, Herzfeld, Simon, Stadhagen. Las revoluciones de posguerra fueron dirigidas por judíos Kurt Eisner con Lewien, Toller, Landauer y otros correligionarios, dirigió la revolución bolchevique de Baviera, Hirsch la dirigió en Prusia, Gradnauer en Sajonia o Fulda en Hesse.
[14] Nació en Berlín, hijo del empresario Emil Rathenau y de una hija de Benjamín Liebermann. Estudió física, química y filosofía en su ciudad natal y en Estrasburgo. De origen judío, su padre, Emil Rathenau era presidente y fundador de la Sociedad General de Electricidad (AEG), presidencia que heredó a la muerte de éste en 1915. Durante la 1ª Guerra Mundial fue el director de la oficina para la distribución de materias primas. Rathenau y otros hombres de negocios como Albert Ballin (también judío), ofrecen desde agosto de 1914 sus servicios al gobierno alemán para organizar lo que considera la clave de esta nueva guerra industrial: el aprovisionamiento de materias primas. Para este fin, se reunió con el ministro de guerra Falkenhayn y le propuso organizar toda la economía nacional para ponerla al servicio de la guerra. Fue fundador y líder del Partido Democrático, representante de la gran burguesía industrial y liberal. Se oponía al socialismo, aunque apoyaba ciertas ideas de tintes socialistas, como la de que los obreros participaran en mayor medida en la dirección de las empresas. Establecida la República de Weimar, fue ministro de reconstrucción en 1921 y, al año siguiente, de Asuntos Exteriores, ministerio al cargo del cual asistió a las conferencias sobre reparaciones de guerra de Génova y Cannes, donde consiguió reducir dichos pagos. Opinaba que Alemania debería pagar lo estipulado en el Tratado de Versalles. Rathenau denigraba a los judíos que no quieren integrarse en la sociedad, refiriéndose a ellos como: "una banda de extranjeros vestidos de manera demasiado extravagante, que hacen banda aparte". El 24 de junio de 1922, dos meses después de firmar el Tratado de Rapallo, Rathenau fue asesinado en una conspiración orquestada por dos oficiales ultranacionalistas, Erwin Kern y Hermann Fischer, en el que también se vieron envueltos Ernst Verner Techow, Hans G Techow y Wille Guenther (ayudados e instigados por otros siete, algunos de ellos estudiantes) vinculados a la Organización Cónsul. Uno de los asesinos era el futuro escritor Ernest von Salomon, que había proporcionado el coche pero no había participó en el tiroteo
[15] Censo de judíos.
[16] Simkin, John. First World War Encyclopedia. Kindle Edition.
[3] V.I. Lenin, Obras 21, p. 8, Las tareas de la socialdemocracia revolucionaria en la guerra europea.
[4] V. I. Lenin, Sobre el Internacionalismo Proletario, Editorial Progreso, Moscú. 1975, páginas 86-94.
[5] Lenin, carta del 17 octubre 1914 a A. G. Chliapnikov, Obras completas, tomo 35, p. 158.
[6] Ibid.
[7] Karl Liebknecht era hijo de Wilhelm Liebknecht, un revolucionario socialista amigo de Marx, que había implantado en Alemania la primera Internacional y había fundado con Bebel el periódico Vorwärts y el Partido Obrero Socialdemócrata de Alemania, que en 1875 se unificó con el grupo de Lasalle para crear en 1890 el moderno Partido Socialdemócrata Alemán (SPD). No recibió formación académica. Fue el partido el que pagó sus estudios universitarios de Derecho y Economía. Liebknecht participó en el movimiento socialista desde su juventud. Tras realizar el servicio militar, comenzó su carrera de abogado en Westfalia. Defendió a un grupo de campesinos que habían sido acusados de intentar implantar el comunismo en tierras alemanas. Miembro activo del SPD, en 1907 funda en Stuttgart la Unión Internacional de Organizaciones Juveniles Socialistas. En ese mismo año, tras escribir el libro "Militarismo y anti-militarismo" en contra del militarismo alemán, fue encarcelado. En 1908, durante su estancia en prisión, consigue un escaño en la Cámara de Diputados de Prusia. En 1912 fue elegido miembro del Reichstag. Conoció a la judía marxista Rosa Luxemburgo y a Clara Zetkin, con las que fundó una facción radical del SPD, los espartaquistas. Después de enfrentarse al líder de su partido al recriminarle sus ideas patrióticas, fue expulsado del SPD el 1 de enero de 1916. Durante una manifestación en 1916, fue detenido junto a Rosa Luxemburgo. Se le declaró culpable de alta traición y fue encarcelado. Fue condenado a dos años de trabajos forzados y desposeído de sus derechos civiles. En el otoño de 1918 estalló en Kiel (Alemania) la Revolución de Noviembre. Rápidamente Liebknecht fue puesto en libertad para intentar aplacar a los revolucionarios. Pero su grupo era minoritario, y la mayoría de sus dirigentes revolucionarios eran fieles al SPD. En ese momento fundó el Partido Comunista alemán (KPD), junto con Rosa Luxemburgo y otros radicales. Al proclamarse la República de Weimar, el socialdemócrata Friedrich Ebert formó un gobierno provisional en noviembre de 1918. Liebknecht se opuso a dicho gabinete y lideró una insurrección espartaquista en enero de 1919 como miembro del autodenominado Comité Militar Revolucionario, inspirado por el modelo revolucionario desarrollado por Lenin en Rusia. La represión del movimiento corrió a cargo del ejército alemán, reforzado con excombatientes y otros voluntarios. Durante un enfrentamiento entre la policía y miembros de la liga, fueron detenidos Liebknecht y Rosa Luxemburgo y ajusticiados durante el traslado a la cárcel.
[8] V. I. Lenin, Obras 21, p. 12, Las tareas de la socialdemocracia revolucionaria en la guerra europea.
[9] Béla Kun, nacido Cohn Béla, (Szilágycseh, Transilvania, Austria-Hungría, 20 de febrero de 1886- prisión de Butyrka, URSS, 30 de noviembre de 1939), destacado político comunista húngaro que gobernó Hungría en 1919. Nació en una familia judía de clase media en 1886, era abogado de profesión. Se afilió al Partido Socialdemócrata Húngaro en 1902, para el que trabajó antes de la guerra mundial, y al Partido Bolchevique en 1916, durante su periodo como prisionero de guerra en Rusia. En 1918 fundó el Partido Comunista Húngaro, que presidió. En noviembre volvió a Hungría y en marzo de 1919 pasó a dirigir la breve República Soviética Húngara durante ciento treinta y tres días. Más tarde combatió en Ucrania en 1920, durante la Guerra Civil Rusa. Fue miembro de la presidencia colegiada de la Comintern, para la que trabajó el resto de su vida. Su oposición a los “frentes populares” y su gestión del partido comunista húngaro llevaron a su caída en desgracia. Detenido en junio de 1937, se le torturó infructuosamente para que confesase, antes ser asesinado en noviembre de 1939 en la prisión soviética de Butyrka.
[10] “Handbuch zur Geschichte der deutschen Arbeiterbewegung”, Band 2. Berlín/DDR 1987, p.782.
[11] “Erklärung der Sozialdemokratischen Partei zum Kriegsausbruch abgegeben vom Fraktionsvorsitzenden Haase im Reichstag (4 Augustus 1914)”, Verhandlungen des Reichstags, XIII. LP., II. Sess., 1914, Bd. 306, pp. 8 y siguientes. Citado en Ernst Rudolf Huber, “Dokumente zur deutschen Verfassungsgeschichte”.
[12] K. Liebknecht: “Brief an einen Unbekannten. 18 februari 1915“, Gesammelte Reden und Schriften, Bd. VIII, pág. 195 y siguientes.
[13] La mayoría de los jefes del socialismo alemán, tanto en su vertiente moderada como en la revolucionaria eran judíos. Desde Lassalle a Singer, pasando por Berstein, Kohn Nordhausen, Davidson, Frank, Herzfeld, Simon, Stadhagen. Las revoluciones de posguerra fueron dirigidas por judíos Kurt Eisner con Lewien, Toller, Landauer y otros correligionarios, dirigió la revolución bolchevique de Baviera, Hirsch la dirigió en Prusia, Gradnauer en Sajonia o Fulda en Hesse.
[14] Nació en Berlín, hijo del empresario Emil Rathenau y de una hija de Benjamín Liebermann. Estudió física, química y filosofía en su ciudad natal y en Estrasburgo. De origen judío, su padre, Emil Rathenau era presidente y fundador de la Sociedad General de Electricidad (AEG), presidencia que heredó a la muerte de éste en 1915. Durante la 1ª Guerra Mundial fue el director de la oficina para la distribución de materias primas. Rathenau y otros hombres de negocios como Albert Ballin (también judío), ofrecen desde agosto de 1914 sus servicios al gobierno alemán para organizar lo que considera la clave de esta nueva guerra industrial: el aprovisionamiento de materias primas. Para este fin, se reunió con el ministro de guerra Falkenhayn y le propuso organizar toda la economía nacional para ponerla al servicio de la guerra. Fue fundador y líder del Partido Democrático, representante de la gran burguesía industrial y liberal. Se oponía al socialismo, aunque apoyaba ciertas ideas de tintes socialistas, como la de que los obreros participaran en mayor medida en la dirección de las empresas. Establecida la República de Weimar, fue ministro de reconstrucción en 1921 y, al año siguiente, de Asuntos Exteriores, ministerio al cargo del cual asistió a las conferencias sobre reparaciones de guerra de Génova y Cannes, donde consiguió reducir dichos pagos. Opinaba que Alemania debería pagar lo estipulado en el Tratado de Versalles. Rathenau denigraba a los judíos que no quieren integrarse en la sociedad, refiriéndose a ellos como: "una banda de extranjeros vestidos de manera demasiado extravagante, que hacen banda aparte". El 24 de junio de 1922, dos meses después de firmar el Tratado de Rapallo, Rathenau fue asesinado en una conspiración orquestada por dos oficiales ultranacionalistas, Erwin Kern y Hermann Fischer, en el que también se vieron envueltos Ernst Verner Techow, Hans G Techow y Wille Guenther (ayudados e instigados por otros siete, algunos de ellos estudiantes) vinculados a la Organización Cónsul. Uno de los asesinos era el futuro escritor Ernest von Salomon, que había proporcionado el coche pero no había participó en el tiroteo
[15] Censo de judíos.
[16] Simkin, John. First World War Encyclopedia. Kindle Edition.