martes, 3 de junio de 2014

1929-2008 DOS CRISIS PARALELAS (III)



“Los poderes del capitalismo financiero tenían un objetivo de largo plazo, nada menos que crear un sistema mundial de control financiero en manos privadas capaz de dominar el sistema político de cada país y la economía del mundo en su conjunto. Este sistema debía ser controlado de manera feudal por los bancos centrales del mundo actuando en concierto, mediante acuerdos secretos a los que se llegó en reuniones y conferencias privadas frecuentes”.

Carroll Quigley 
“Tragedy and Hope” 

En 1931 la decisión de Gran Bretaña de abandonar el patrón oro, desató una reacción en cadena a lo largo y ancho del sistema financiero mundial de salidas del patrón oro y de devaluaciones de las monedas nacionales. Cada país trataba con ello de recuperar la competitividad de su economía, frente a la de sus competidores. A lo largo de los años 30, la generalización de la devaluación de las monedas nacionales fue agravando los problemas de todas las economías. Como hemos visto, paulatinamente los países fueron abandonando el patrón oro y fijando barreras arancelarias a la importación de productos comerciales extranjeros tratando de proteger la industria local. A resultas de la generalización de estas políticas, ningún país obtuvo una ventaja competitiva sustancial con relación a los demás, y tampoco ningún país logró salir de la recesión a través de la exportación, Con la caída del comercio mundial provocada por las medidas adoptadas, se hizo evidente que resultaba innecesario continuar con las políticas de “austeridad” y restricción monetaria, al no tener que defender el tipo de cambio de la divisa propia. Las barreras arancelarias ahondaron la crisis, pero el abandono del patrón oro sentó las bases para la recuperación de la economía, ya que la deflación se mantuvo con la misma intensidad y durante tanto tiempo como cada país tardó en abandonar el sistema del patrón cambio oro. Deflación y restricción monetaria fueron dos fenómenos paralelos. De este hecho podemos extraer la conclusión de que una política monetaria restrictiva, empeñada en mantener el valor de la divisa, provoca inexorablemente mayor deflación y depresión económica. 

La prensa internacional habla de la proximidad de la economía española a la deflación
En la actualidad, para los países que forman parte de la moneda única, el papel que jugaba el patrón oro hace ocho décadas, lo está jugando el euro. Al igual que en la depresión de los treinta, los países se enfrentaban a la disyuntiva entre abandonar el patrón oro o contraer sus economías a través de la deflación, los europeos de hoy se enfrentan a la elección entre permanecer en el euro o la continuación de la contracción fiscal y monetaria dañando sus economías con la deflación. 

La explicación de esta circunstancia no es complicada, ya en el año 2000 al momento de crearse la moneda única, los países periféricos de la Unión Europea sufrieron graves desajustes en los tipos reales de cambio efectivos[1], dado que se sobrevaloró el tipo de cambio de su moneda nacional con relación a la nueva moneda, y a este hecho perjudicial para los mismos, se le suma en la actualidad unos niveles de deuda externa desmesurados. La combinación de estos dos factores, hace que en este momento una alta inflación les conduciría hacia el debilitamiento de su moneda, y una baja inflación, o incluso deflación, les conduciría a una moneda más fuerte. Si esta situación se hubiera dado en tiempos de las monedas nacionales, los desajustes de los tipos de cambio se hubieran reequilibrado a través de las devaluaciones o cambios en el precio de su divisa, pero en la actualidad y dado que dicha posibilidad no existe, todo el peso del ajuste recae sobre los salarios y los precios, en un proceso de devaluación interna o deflación. Así es como la zona euro ha llegado a funcionar como una versión moderna del viejo patrón oro, y al igual que ocurrió con éste en los años treinta, en la actualidad la moneda única ha introducido un sesgo deflacionario en la economía de los países periféricos de la zona euro, dejando caer la carga del ajuste sobre los países cuyos tipos de cambio efectivos reales son más débiles, los países periféricos, dejando indemnes o incluso en una posición beneficiosa a los países centrales de la zona euro.


Los políticos europeos han querido solucionar el problema con la llamada “austeridad”, pero los sectores privados y públicos sólo pueden reducir su deuda a través de grandes superávits de cuenta corriente, para entendernos ingresando más de lo que gastan, lo que sólo es posible si aumentan las exportaciones que, como representan una pequeña parte de sus economías, no alcanzan el volumen suficiente para movilizar todos los recursos económicos, quedando estos países en recesión permanente o, en el mejor de los casos, a niveles ínfimos de crecimiento económico insuficientes para . Por lo tanto, esta política de decrecimiento a través de la devaluación interna y la deflación, hace mucho más difícil reducir la deuda externa de los países más débiles del euro, que sigue creciendo de manera descontrolada aumentando de forma constante el servicio de la deuda[2] a pesar de la bajada de la prima de riesgo de la misma. La salida de la “Gran Recesión” de 2008, partiendo del crecimiento económico derivado de un aumento de las exportaciones, puede considerarse fracasada a la vista de su coste social. Entonces, ¿qué salida debe tomarse?, al igual que la recesión de los años treinta sólo cedió con el abandono del patrón oro, la recesión comenzada en 2008 sólo podría ceder desde una nueva concepción económica  de la moneda única que, lamentablemente, no tendrá lugar, por lo que sólo queda una salida: abandonar el “actual patrón oro”, el euro.

[1] El tipo de cambio real efectivo es el promedio ponderado según el comercio exterior de la moneda de un país con relación a un índice monetario, o cesta de monedas, ajustado por los efectos de la inflación. Mide la diferencia entre el poder de compra de un euro en un país, frente al poder de compra de un euro de otro país. Para el caso, la diferencia de compra entre un euro alemán u holandés y uno portugués o español. 
[2] Es el importe anual que supone el reembolso de los títulos de la deuda amortizados y el pago de intereses de los valores públicos en vigor.