domingo, 21 de abril de 2013

EL ORIGEN IDEOLÓGICO DE MARGARET THATCHER: LA ENFERMEDAD MENTAL



Al final de la Segunda Guerra Mundial los EE.UU. y sus aliados occidentales celebraban no sólo la victoria sobre el nacionalsocialismo y el fascismo, sino también sobre el caos económico, la miseria y la incertidumbre causados por la Gran Depresión de 1929, que no había sido superada hasta que estalló el conflicto. Era el nacimiento de una nueva era. Como el New Deal y la guerra habían motivado la intervención del gobierno en la dirección  de la economía, nadie ponía en duda la necesidad de proteger a la sociedad de la peligrosa codicia del capitalismo especulativo, y para ello le necesidad de garantizar el equilibrio del mercado a través del gobierno. Como consecuencia, en los años siguientes las burocracias estatales crecieron enormemente, y eran escasas las voces que criticaban este papel del Estado. Pero Friedrich Von Hayek estaba convencido de que la intervención del Estado en los asuntos económicos llevaría a la sociedad al desastre. Hayek era un aristócrata austriaco que había huido de los nacionalsocialistas y que ahora enseñaba  en la Universidad de Chicago. Hayek estaba convencido de que el uso de la política para organizar la sociedad era mucho más peligroso que cualquier problema que pudiera provocar el capitalismo, porque conduciría inevitablemente a la tiranía y al fin de la libertad.  Así lo expuso en su obra “Camino de Servidumbre”. Hayek señalaba como ejemplo de su teoría a la URSS. Esta nación en su búsqueda de la utopía, había intentado controlarlo y planificarlo todo, y este afán de control los había conducido a la tiranía y a la dictadura. Y ese mismo era el camino que recorrería Occidente, si se empeñaba en la intervención del Estado en la economía y la vida pública, el “camino a la servidumbre”. La única forma de evitar desembocar en la tiranía era regresar al mercado libre, donde los individuos persiguen sus propios intereses, y el gobierno representa un papel mínimo o nulo. De esto resultaría lo que Hayek llamaba un sistema autodirigido y automático, un orden espontáneo creado por millones de personas motivadas por la exclusiva búsqueda del beneficio personal, en la que el altruismo no tenía lugar. Según Hayek, el bien común sólo podía nacer del egoísmo individual. El Liberalismo venía defendiendo esta idea desde el S XVIII, pero la experiencia demostraba una y otra vez que no se puede crear un orden social en un mundo moderno y complejo, simplemente dando rienda suelta al interés personal. Pero en este nuevo intento liberal de posguerra por imponerse estaba a punto de verse reforzado del modo más inesperado posible por los científicos que se enfrentaban  a las incertidumbres estratégicas de la Guerra Fría.

 Friedrich Hayek

A finales de los años cincuenta, se construyó un bunker a prueba de bombas nucleares a 48 kilómetros al norte de Nueva York, en la que se situó durante las siguientes décadas la computadora más potente del mundo, que analizaba los datos procedentes de la red de radares distribuidos por todo el planeta que vigilaba permanentemente a la URSS. Cada segundo llegaban a esta sala miles de datos que se analizaban en busca de señales de peligro. Los estrategas nucleares diseñaron este sistema sabiendo que se enfrentaban a un tipo de conflicto completamente nuevo, en el que ninguno de los dos bandos podía permitirse cometer errores que condujera a una escalada bélica. Desde este centro de información, los estrategas buscaban un modo de usar la información que les permitiera anticiparse a lo que los soviéticos pudiesen intentar. Para ello recurrieron a una nueva idea llamada “Teoría de juegos”. Esta teoría se había desarrollado como una forma de analizar matemáticamente partidas de póker. Planteaba el juego como un sistema en el que los jugadores están encerrados juntos tratando de adivinar lo que los otros creen que va a hacer. A partir de ahí, la teoría de juegos mostraba racionalmente cuales eran las mejores jugadas para cada  uno de los jugadores.  La base de la teoría de juegos era una visión de los seres humanos, según la cual sólo les movía el interés personal y siempre desconfiaban de sus semejantes.
 

El centro de desarrollo de esta estrategia era un laboratorio de ideas militar, la corporación RAND[1]. Sus estrategas usaron la teoría de juegos para crear modelos matemáticos que pudieran predecir cómo reaccionarían los soviéticos en respuesta a la actuación de los EE.UU. De aquí nació la estructura fundamental de la era nuclear basada en el despliegue de misiles protegidos en silos subterráneos y flotas de submarinos y bombarderos en el aire veinticuatro horas al día. Como en un juego, se hacían movimientos estratégicos para convencer a los soviéticos de que si atacaban EE.UU. siempre tendría misiles suficientes para destruirlos. Y según las reglas de este juego, el miedo y el interés personal impedían que los rusos atacasen. Así se creó un equilibrio basado en la destrucción mutua asegurada. Había un matemático en la Corporación RAND que llevó esta siniestra visión mucho más lejos, y se propuso demostrar que se podría crear estabilidad mediante la desconfianza y el interés personal, y no sólo en la Guerra Fría, sino en la sociedad humana en general. Era el matemático John Nash[2], que fue retratado en la película de Hollywood “Una mente maravillosa” como un héroe atormentado por la esquizofrenia. En realidad, no sólo era esquizofrénico, sino que además era una persona difícil y antipática. Se hizo famoso en la Corporación RAND por haber inventado una serie de juegos crueles, en el más famoso de ellos la única forma de ganar era traicionar sin piedad al compañero. Nash tomó la teoría de juegos e intentó aplicarla a todas las formas de interacción humana. Para ello hizo la suposición fundamental de que todo el comportamiento humano era exactamente el mismo que se aplicaba en el mundo hostil y competitivo de la amenaza nuclear. Que los seres humanos se vigilan y controlan unos a otros constantemente, y para conseguir lo que quieren ajustan sus estrategias mutuamente. En una serie de ecuaciones por las que ganó el Premio Nobel, Nash demostró que un sistema dirigido por la desconfianza y el egoísmo no tenía por qué conducir al caos. Probó que siempre podía haber un punto de equilibrio en el que los intereses particulares de todos se equilibrarían perfectamente unos a otros. Pero la estabilidad, el equilibrio, sólo tiene lugar, si todos los involucrados se comportan de forma egoísta. Porque si piensan en cooperar el resultado se vuelve impredecible y peligroso. Un famoso juego se ideó en RAND para demostrar que en toda interacción el egoísmo siempre producía el resultado más seguro. Lo llamaron el “dilema del prisionero”[3]. Hay muchas versione, pero en todas hay dos jugadores que tienen que decidir si confían el uno en el otro o si se traicionan. Imagínese que ha robado el diamante más grande del mundo y decide vendérselo a un peligroso mafioso que propone un encuentro para intercambiar el diamante por el dinero, Pero usted piensa que él puede matarle, así que le dice que va a llevarlo a un campo lejano, donde lo esconderá. A su vez él deberá ir a otro campo a mucha distancia y esconder el dinero, después usted le telefoneará, y ambos se dirán dónde están los escondites. Pero cuando va a hacer la llamada se da cuenta de que usted le puede traicionar. Se queda el diamante y va a recoger el dinero, mientras el mafioso busca en el campo vacío. Pero en ese mismo momento se da cuenta de que el mafioso debe estar pensando lo mismo, que él puede traicionarle a usted. No tiene forma de predecir cómo se va a comportar el otro. Ese es el dilema.  Pero lo que mostraban las ecuaciones de Nash era que elección racional era siempre traicionar al otro, porque de esa forma en el peor de los casos se queda sólo con el diamante. Y en el mejor,  se queda con el diamante y con el dinero. Pero si confía en la otra persona corre el riesgo de perderlo todo, porque él le puede traicionar. Era lo que se llamaba la “recompensa del primo”. Lo que mostraba este dilema era la extraña lógica de la Guerra fría. La solución óptima, ofrecerse a eliminar todas sus armas con la condición de que los rusos hicieran lo mismo era imposible, porque no se podía confiar en que lo hiciesen. En cambio, se optó por una estabilidad basada en un peligroso equilibrio de armamento entre ambos bandos. Lo que había hecho Nash era transformar esta conclusión estratégica de la Guerra Fría, en una teoría acerca de cómo funcionaba toda la sociedad. Su repercusión en la política fue enorme, porque aparentemente demostraba que era posible una sociedad basada en el egoísmo absoluto que no degenerase en el caos. Pero el precio era un mundo donde todos tendrían que ser desconfiados y mantenerse en guardia frente a sus semejantes.



John Nash

Pero la realidad volvía a contradecir las tesis liberales del egoísmo absoluto, pues las ecuaciones de Nash no parecían correlacionarse con la forma en la que los seres humanos se comportaban unos con otros en el mundo real. Cuando se probó el dilema del prisionero con las secretarias de la Corporación RAND, ninguna de ellas empleó la estrategia racional, en vez de traicionarse mutuamente, siempre confiaron en la otra y decidieron cooperar. Lo que nadie había tenido en cuenta era que John Nash padecía esquizofrenia paranoide, tenía alucinaciones en las que creía que aquellos que le rodeaban y que llevaban corbata roja eran espías comunistas, y que él formaba parte de una organización secreta que podía salvar el mundo. En 1959 Nash fue ingresado por la fuerza en un hospital psiquiátrico, y pasó los diez años siguientes luchando contra la esquizofrenia, pero a pesar de los problemas obvios que presentaban las teorías de Nash, los estrategas de RAND estaban convencidos de que eran la base científica de un nuevo orden social basado en la libertad del individuo preconizada por el capitalismo liberal, porque sus ecuaciones aportaban una base científica a la visión egoísta del ser humano y de la sociedad que había propuesto Friedrich Von Hayek. Pero las ideas de Hayek avaladas con las ecuaciones nacidas de la mente enferma de Nash iban a  extenderse de forma sorprendente.

En los años cincuenta en Escocia, en el Hospital Psiquiátrico de Glasgow, trabajaba como psiquiatra el Dr. R. D. Laing, que llevó a cabo un experimento con doce mujeres esquizofrénicas, con las que entablo diálogo acerca de ellas y de sus vidas, unos meses después, las doce mujeres estaban en condiciones de regresar a sus hogares. Pasado un año desde que abandonaron el hospital, las doce mujeres habían vuelto a ser internadas, su intento de curarlas había fracasado. Esto hizo que Laing modificara su objeto de estudio y atención de las enfermas a sus familias. Investigó cómo los miembros de las familias se comportaban entre ellos en privado, y llegó a la conclusión de que el origen de las patologías mentales estaba en la familia, por lo que todos los esfuerzos médicos para devolver a los pacientes a su entorno era contraproducente, pues se devolvía al enfermo al origen de su enfermedad. Los médicos aunque creyesen que estaban cumpliendo con su deber y haciendo lo mejor para los pacientes eran en realidad violentos agentes de la opresión.

 

R. D. Laing

A principios de los sesenta, Laing abrió una clínica psiquiátrica en Londres. En donde decidió investigar cómo se ejercían el poder y el control en el mundo de las familias corrientes, utilizando para ello la teoría de juegos. Laing había conocido la teoría de juegos en un viaje al Instituto de Investigaciones Mentales de Palo Alto, en California. Seleccionó a veinte parejas británicas, y usando una compleja serie de cuestionarios analizó cómo cada uno veía al otro en cada momento de su vida diaria, preguntándoles continuamente qué pensaban que quería el otro realmente. Siguiendo la teoría de juegos codificó las respuestas e hizo que las analizara una computadora. De esos análisis Laing obtuvo patrones de conducta que mostraban que, como en la Guerra Fría, las parejas empleaban sus acciones cotidianas como estrategias para manipularse y controlarse mutuamente. Lo que normalmente se veía como actos de cariño y amor, eran en realidad armas usadas de forma egoísta para ejercer poder y control. De esta investigación Laing dedujo que la familia moderna era en realidad un campo de batalla donde las personas jugaban continua y egoístamente entre sí, y el resultado de esta lucha era la estabilidad de la sociedad, y la existencia limitada y gris de todos los individuos que la forman. Laing creía que la lucha por el poder y el control que creía haber descubierto en la familia estaba estrechamente relacionada con la lucha por el poder y el control en el mundo. En una sociedad violenta y corrupta la familia se había convertido en una máquina de controlar a las personas. Laing creía que ésta era una realidad objetiva manifestada por la teoría de juegos. 

La teoría de juegos que contenía en sí misma suposiciones paranoicas fruto de la esquizofrenia de Nash, ofrecía una visión desoladora sobre cómo son realmente los seres humanos, suposiciones nacidas de la estrategia nuclear de la Corporación RAND durante la Guerra Fría. Y Lo que Laing había hecho era extender estas suposiciones al modo en que nos vemos a nosotros mismos y nuestras relaciones con los demás. Laing escribió una serie de libros del que el más conocido fue “La política de la experiencia”,  que llegaron ser grandes éxitos, y se convirtió en uno de los líderes del nuevo movimiento contracultural que quería hacer comprender a la gente que no se podía confiar en ninguna institución estatal posterior a la última guerra mundial, que aquellos que decían actuar movidos por el deber público y por el deseo de ayudar, en realidad formaban parte del sistema que intentaba controlar mentes y destruir su libertad. Había que estar siempre alerta, sin confiar nunca en nadie, ni siquiera en aquéllos que decían amarnos. El movimiento contracultural de los sesenta estaba a punto de coincidir con las tesis de los herederos de Hayek.

Convertido en una estrella mediática en los EE.UU., Laing como líder indiscutido del movimiento antipsiquiátrico, se disponía a utilizar su creciente influencia para atacar al stablishment médico y psiquiátrico, socavando el control de la vieja élite médica. La psiquiatría según Laing era una falsa ciencia que se usaba como sistema de control político para sostener una sociedad violenta que se colapsaba, y sus categorías de locura y cordura no tenían ninguna base real. La locura era simplemente una etiqueta muy práctica que servía para encerrar a aquellos que querían liberarse de la opresión social. Siguiendo las tesis de Laing, el psiquiatra judío David Rosehan[4] decidió demostrar la realidad de la tesis de Laing. Ideó un experimento espectacular, seleccionó a ocho personas incluido él mismo, ninguno de ellos había tenido nunca ningún problema psiquiátrico. Cada uno de ellos fue enviado a un hospital psiquiátrico diferente del país y dijeron a los psiquiatras de guardia que oían una voz en su cabeza que decía la palabra “pensamiento”. Esa era la única mentira que podían decir. Por lo demás, tenían que comportarse y responder con total normalidad. A todos los diagnosticaron demencia y los ingresaron, a siete de ellos se les diagnosticó esquizofrenia y a uno un trastorno bipolar.
 David Rosenhan

Cuando finalmente Rosenhan consiguió salir del hospital e hizo público el experimento estalló el escándalo. Fue acusado de fraude y desafiado por el más importante hospital psiquiátrico a enviar más falsos enfermos. Dos meses después este hospital declaró haber detectado a cuarenta y un impostores, Rosenhan demostró que no había enviado a ninguno. Este experimento destruyó la idea de que los psiquiatras eran una élite privilegiada con conocimientos especiales. Pero, para entender y controlar los sentimientos  de las personas en la sociedad moderna, siguiendo a Laing se volvieron hacia la pureza objetiva del análisis matemático. Se propusieron crear un sistema científico para diagnosticar el estado mental de las personas en el que eliminaría por completo el juicio humano, sustituyéndolo por un sistema basado en el poder de los números. Renunciaron a la idea de que podían entender la mente humana y curarla, y lo que hizo la psiquiatría americana fue crear una nueva serie de categorías mensurables basadas sólo en el comportamiento superficial de los seres humanos. Muchas patologías mentales recibieron nombres nuevos, como “trastorno por déficit de atención”. Lo que importaba era que estos trastornos podían ser observados, y por tanto registrados.

 

Robert Spitzer

Robert Spitzer[5] creo el nuevo sistema de diagnóstico en 1979. Un sistema en el cual el diagnóstico podía hacerlo literalmente una computadora, haciendo innecesario el juicio clínico. Las características observables de cada uno de los trastornos fueron minuciosamente catalogadas, y se elaboraron cuestionarios en los que se preguntaba a la gente si tenía esas características. Sólo se podía responder sí o no, para que pudieran resolverlos los entrevistadores, no los psiquiatras. Entonces la computadora decidía si la persona padecía una patología mental, si era normal o anormal. Los psiquiatras decidieron probar el nuevo sistema, para lo que enviaron entrevistadores por todo EE.UU. con los cuestionarios entrevistando a cientos de miles de personas seleccionadas aleatoriamente. Los resultados una vez procesados por la computadora fueron asombrosos: más del 50% de los estadounidenses padecía algún trastorno mental. La conclusión general fue que había una epidemia oculta, y aunque se repitieron las encuestas el resultado fue el mismo. Las encuestas mostraban que bajo la superficie de la vida normal, millones de personas que nunca habían sido consideradas enfermos mentales, sufrían en secreto elevados niveles de ansiedad mental. Estas nuevas categorías de trastorno se extendieron muy rápido por toda la sociedad y arraigaron en la imaginación de la gente, con consecuencias imprevisibles, pues millares de personas empezaron a usar los cuestionarios para autocontrolarse y autodiagnosticarse. Los usaban para identificar qué era aberrante o anormal en su comportamiento y en sus sentimientos. Pero por definición, esto también les imponía un poderoso modelo de lo que eran los comportamientos y sentimientos normales a los que deberían aspirar. Los psiquiatras observaron que cada vez iba más gente a verles pidiéndoles que los volviesen normales. Pero lo que empezaba a emerger de todo esto era una nueva forma de control a través de los formularios y trastornos, que se estaban convirtiendo en una guía poderosa y objetiva para saber cuáles eran los sentimientos correctos y apropiados en la era del individualismo. Ninguna élite volvería a decirle a la gente cómo debía comportarse, ahora las personas utilizarían los formularios para monitorizar sus sentimientos y vigilar su comportamiento y el de los demás de un modo “científico” que podía ser verificado por los números a los que había dado lugar Laing y la teoría de juegos.

La crisis económica desencadenada en 1971 golpeó duramente las sociedades occidentales, y esto sirvió de excusa para justificar la profunda crisis en la que había comenzado a hacer Occidente. El malestar y la decepción con el mundo creado por los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, fue dirigido contra las instituciones tradicionales de Occidente: la familia, el Estado. La visión de estas instituciones era demoledora, se presentaban como agresoras y destructivas de la libertad individual, y a quienes trabajaban en ellas se les percibía como personas contrarias a los intereses de las personas.

Un grupo de economistas de la derecha política liderado por James Buchanan[6],  de los que la mayoría había trabajado para la Corporación RAND, tenía exactamente el mismo objetivo, e iba a usar sofisticadas técnicas matemáticas como la teoría de juegos, para demostrar científicamente que la idea del servicio público, que había sido la base de la vida pública europea durante generaciones, era una farsa y una hipocresía corrupta. Sus ideas empezaron a  demoler las antiguas concepciones sobre el Estado, e iban a introducir las suposiciones paranoicas de la Guerra Fría ideadas por Nash en lo más profundo de Occidente. El modelo de comportamiento centrado en el interés propio que se había desarrollado como estrategia nuclear durante la Guerra Fría, para hacer que las ecuaciones matemáticas funcionasen, había sido adoptado ahora por estos economistas como una verdad fundamental sobre la realidad de toda interacción social humana. Para ellos, la realidad de la vida en sociedad era la de millones de personas intrigando y vigilándose unas a otras constantemente, persiguiendo sólo su propio beneficio. 
 James Buchanan

Esto significaba que la creencia de los políticos y los funcionarios públicos de que trabajaban por el bien común  era una fantasía absoluta, porque para eso sería necesario crear objetivos sociales compartidos, basados en el sacrificio y el altruismo. Es decir, negaban la premisa básica del hecho social desde la Grecia Clásica. En el mundo que ellos imaginaban, formado por millones de individuos desconfiados y egoístas, tales conceptos no podían existir. A esta concepción del mundo la llamaron la teoría “de la elección pública”.

En 1975 Margaret Thatcher se convirtió en líder del partido conservador británico, y las ideas de Buchanan que tenían gran influencia en ella y en el grupo de radicales que se formó a su alrededor se implantaron entre los conservadores británicos. Un comité de asesores derechistas de Thatcher trajo a Buchanan a Londres a dar una serie de seminarios. Y él explicó crudamente por qué estaba fallando el Estado británico. Era pura teoría de juegos. Al no haber una versión única de lo que era “el interés público”, burócratas y políticos intrigaban y conspiraban en beneficio propio acumulando poder. Decían estar ayudando a los demás, pero hacían justamente lo contrario. Y el resultado era el caos económico y la descomposición de la sociedad.

Mientras la economía británica sufría la crisis de 1973, la élite burocrática y política que la había dominado desde la guerra, empezó a sufrir ataques tanto desde la izquierda como desde la derecha. Los dirigentes políticos considerados figuras heroicas que habían creado un nuevo mundo sobre las ruinas del nacionalsocialismo, ahora se les acusaba de ser agentes de control, y no de libertad. Y estas nuevas teorías arraigaron en la imaginación de la gente, a través de la ficción. Un escritor del grupo de asesores de Tatcher, Sir Anthony Jay, empezó a escribir una telecomedia titulada “Yes Minister”, en la que planteaba explícitamente la teoría de la libre elección de modo simpático y divertido para el espectador, de manera que hiciera suyas las tesis críticas sobre el papel del Estado en la sociedad y la Economía.

En 1979 Thatcher llegó al poder en el Reino Unido y prometió crear una sociedad basada en la libertad individual, liberando a los ciudadanos de las élites y de los burócratas estatales. Iba  aplicar la teoría de la libre elección con la visión oscura y suspicaz de los seres humanos que habían adoptado los estrategas de la Guerra Fría. El gobierno de Thatcher empezó a principios de los años ochenta privatizando un gran número de empresas públicas, pero aunque pronto se hizo evidente que en el mundo moderno había grandes áreas de Estado que debían permanecer bajo el control del gobierno, Thatcher había decidido privatizar también esas áreas, destruyendo las formas de gestión tradicionales. Para ello implantó un sistema que ya no se regía por la idea del deber público, sino por la motivación de los funcionarios a través de incentivos para que buscasen su interés personal. Seguía al pie de la letra las ideas del inventor de la elección pública James Buchanan, que creía que eran esos políticos y burócratas que predican la idea del deber público los más peligrosos. Él los llamaba “los fanáticos” y había que deshacerse de ellos. Buchanan decía que: “estamos más seguros si tenemos políticos un poco egoístas y codiciosos que si tenemos a los fanáticos. Los más peligrosos son los fanáticos, claro, porque creen que saben lo que nos conviene a todos, mientras que los otros están en venta, por así decirlo. Al fanático no se le puede influenciar tan fácilmente con inventivos económicos o de cargo o de rentas, como al no fanático, así que no es bueno que haya muchos fanáticos”.  Era una visión sombría y pesimista de la motivación humana, pero iba a ser la base de la gestión del Estado británico que más tarde seguirían el resto de los gobiernos europeos y norteamericano.

En 1988 Thatcher anunció una reforma total en la gestión del Servicio Nacional de Salud, cuyo objetivo era arrebatar el poder a los médicos y sustituirlo por un sistema de gestión moderno y eficiente basado en los números. Para ello, Thatcher acudió a uno de los estrategas nucleares de la Corporación RAND en plena Guerra Fría: Alain Enthoven[7]. En los años cincuenta, el trabajo de Enthoven había sido planear cómo combatir y ganar una guerra nuclear. Para hacerlo había diseñado un sistema matemático que usaba las armas nucleares como incentivo racional para manipular al otro bando. Enthoven diseñó tablas que mostraban cuántos megatones de bombas habría que lanzar y en qué ciudades, y a cuántas personas habría que matar, para demostrar a los rusos que lo que más les convenía era sentarse a la mesa de negociaciones. A partir de esto, Enthoven desarrolló una técnica que llamó “análisis de sistemas”. Era una  técnica de gestión que según él podía aplicarse a cualquier tipo de organización humana, y cuyo objetivo era eliminar todos los valores emocionales y subjetivos que confunden y corrompen el sistema y reemplazarlos por métodos racionales y objetivos, metas matemáticamente definidas e incentivos. Enthoven había intentado aplicar este sistema por primera vez en los años sesenta, cuando fue Secretario Adjunto de Defensa. El Secretario de Defensa Robert Mcnamara, le pidió ayuda para transformar el funcionamiento del Pentágono, y Enthoven desempeñó esta función de asesoramiento entre 1961 y 1969. Comenzó erradicando la idea de que el patriotismo debía ser la fuerza motriz de la Defensa Nacional, y lo sustituyó por su sistema racional basado en números, sustituyó al patriotismo y a la idea de servicio público por los resultados matemáticamente mensurables. El experimento acabó en un desastre cuando intentó plantear la guerra de Vietnam de una forma racional y matemática, con objetivos de resultados e incentivos. El ejemplo más infame fue el recuento de cadáveres, que había sido concebido como un indicador racional para saber si EE.UU. estaba ganando la guerra. Las tropas simplemente se inventaron los resultados, llegando a disparar sobre civiles para alcanzar los objetivos requeridos. En 1967 Mcnamara dimitió.


Robert Mcnamara

Pero el fracaso no disuadió a Enthoven de sus teorías, a continuación aplicó sus sistemas para diseñar una forma racional de gestionar la sanidad pública, que empezó a aplicar en los EE.UU., pero en 1986 Thatcher le pidió que hiciera lo mismo con la sanidad pública británica. Igual que había desafiado el poder de los generales en el Pentágono, ahora iba a hacer lo mismo con los médicos británicos. Enthoven llamó a su plan para la sanidad británica “el mercado interno”. Era una simulación matemática del mercado libre en la que se utilizaban los números para crear datos mensurables y objetivos de resultados a todos los niveles, mientras se simulaba la competencia del mercado libre mediante un sistema de incentivos. Todo esto imitaba las presiones del mercado en un servicio público en el que por definición dicha competencia ni existe, ni debe existir. Enthoven pensaba que estaba diseñando un sistema que liberaba la iniciativa individual, que iba a liberar a millones de empleados públicos de del control de las viejas élites médicas. Veía su método  como algo objetivo basado en números que definía unos objetivos que los individuos eran libres de alcanzar del modo que quisieran. Pero era un tipo de libertad que significaba renunciar a toda idea de trabajar para el colectivo o público, y convertirse en individuos que calculaban en todo momento cómo podían obtener el mayor beneficio en un sistema regido y definido por datos estadísticos.

Las ideas de Anthoven, como las de Buchanan se basaba en la visión de los seres humanos egoístas que John Nash había creado en los años cincuenta para hacer que funcionaran sus ecuaciones en la teoría de juegos. Sólo que ahora el objetivo del sistema de metas e incentivos era transformar a los empleados públicos en seres simplificados, en individuos que calculasen qué es lo que más les convenía y no volviesen a pensar en términos políticos más amplios.

 Alain Enthoven


Margaret Thatcher impuso una visión de los seres humanos como individuos aislados procesadores de información sin emociones, gente que no siente la menor motivación para participar en política por la satisfacción emocional de formar parte de algo más grande que ellos mismos. Y así lo que tenemos son esos pequeños procesadores de información que quizás se preocupen por su familia o sus vacaciones, pero la idea de que a alguien le interese el  bienestar  de todos se considera una ingenuidad.

En noviembre de 1989 cayó el muro de Berlín y terminó la Guerra Fría, y la idea de libertad triunfante está profundamente enraizada en la suspicacia, la esquizofrenia y la paranoia de la Guerra Fría que terminó por imponer Margaret Thatcher. Esta idea se ha extendido hasta dominar la política misma, llevando realmente a la corrupción y a un injusto reparto de la riqueza. Las élites dirigentes del mundialismo, han marcado como supremo objetivo político de nuestro tiempo, la idea de libertad individual, por encima de toda idea de deber o de pertenencia a una comunidad. En Irak, Afganistán, Siria o tantos otros lugares, EE.UU., Gran Bretaña y sus vasallos se han propuesto liberar a los individuos de la “tiranía” de sus tradiciones y su cultura. Y los gobiernos, que decían implantar la libertad cuando destruyeron a Europa en 1945, en realidad han propiciado el ascenso de un nuevo sistema de gestión cada vez más controlador, basado en objetivos y cifras que finalmente ha supuesto un aumento de la desigualdad y un colapso dramático de la movilidad social. La consecuencia  ha sido el retorno del poder de clase y de los privilegios de los menos, sobre los más.






[1] La Corporación RAND (Research And Development) es un laboratorio de ideas (think tank) norteamericano formado por las fuerzas armadas norteamericanas para la realización de estudios estratégicos. Actualmente también trabaja en la organización comercial y gubernamental de los Estados Unidos. RAND tiene alrededor de 1.600 empleados distribuidos en seis lugares: En los Estados Unidos. - Santa Mónica, California y Washington, DC (actualmente localizados en Arlington, Virginia y Pittsburgh, Pensilvania); En Europa - Leiden en los Países Bajos, Berlín, Alemania, y Cambridge en el Reino Unido. En el 2003, se inauguró el instituto RAND-Qatar. Algunos consideran que el nombre de la corporación es un acrónimo de la frase "Research And Development" ("investigación y desarrollo"). Muchos de los acontecimientos que involucran a la RAND se basan en suposiciones que son difíciles de verificar, debido a la falta de detalles acerca del trabajo de alto secreto llevado a cabo por la RAND para agencias de inteligencia y de defensa. 

[2] John Forbes Nash Jr. (Bluefield, 13 de junio de 1928) es un matemático estadounidense que recibió el Premio Nobel de Economía en 1994 por sus aportes a la teoría de juegos y los procesos de negociación, junto a Reinhard Selten y John Harsanyi. La película Una mente maravillosa (2001) está basada en su biografía. A lo largo de su vida su mayor característica ha sido el egocentrismo, algo que le ha incapacitado para comprender a los demás y a los que nunca consideró como iguales. A los catorce años empezó a mostrar interés por las matemáticas y la química, tal vez influenciado por el libro que publicó Eric Temple Bell en 1937: Men of mathematics. Entró en el Colegio Bluefield en 1941. Tenía trece años. Ganó una beca en el concurso George Westinghouse. En junio de 1945 se matriculó en la actual Universidad Carnegie Mellon para estudiar ingeniería química, a diferencia de su padre. Pero fue su profesor quién, dándose cuenta de su habilidad para las matemáticas, lo convenció para que se especializara en ellas. Tres años más tarde aceptó una beca de la Universidad de Princeton para el doctorado de matemáticas. En la Universidad de Princeton impartían clases Albert Einstein y John Von Neumann, algo que motivó su ansia por destacar y obtener cierto reconocimiento. Inventó un juego “matemáticamente perfecto” y en 1949 escribió un artículo titulado Puntos de equilibrio en juegos de n-personas, en el que definía el equilibrio de Nash como una situación en la que ninguno de los jugadores siente la tentación de cambiar de estrategia ya que cualquier cambio implicaría una disminución en sus pagos. Con 21 años se doctoró con una tesis de menos de treinta páginas sobre juegos no cooperativos, bajo la dirección de Albert W. Tucker. Tuvo inmediatamente un reconocimiento entre el resto de especialistas y poco después comenzó a trabajar para la RAND, una institución de las Fuerza Aérea de los Estados Unidos dedicada a la investigación estratégica. En el verano de 1954 fue arrestado en un servicio público por “exposición indecente”, lo que dio lugar a reiteradas sospechas de haber mantenido una conducta homosexual en su juventud y, como consecuencia de ello, fue expulsado de la RAND. Se casó en 1957 con una alumna suya del MIT, la salvadoreña Alicia Lardé con la que tuvo un hijo que heredó la esquizofrenia de su padre. Un año después de su matrimonio se le diagnosticó esquizofrenia y todo cambió. Tras estar internado forzosamente durante cincuenta días en el hospital McLean, viajó a Europa, donde intentó conseguir el estatus de refugiado político. Creía que era perseguido por “criptocomunistas” (agentes comunistas infiltrados). Estuvo hospitalizado en varias ocasiones forzosamente por períodos de cinco a ocho meses en centros psiquiátricos de Nueva Jersey y salió creyendo que se había curado, hasta que decidió suspender el medicamento lo que causó la reaparición de las alucinaciones. A punto de ser internado nuevamente, se dio cuenta que las alucinaciones no eran reales por lo que usando la teoría de “todo problema tiene una solución”, decidió resolver por su cuenta su problema psicológico y así con el paso del tiempo tuvo que aprender a vivir junto con sus alucinaciones, ignorándolas por completo. En 1967 se definió como “un antisemita fanático” definición de la que se retractaría antes de la entrega de los premios Óscar a la película de ficción basada en su vida,  atribuyéndola a un delirio propio de su esquizofrenia. Sus teorías han influido en las negociaciones comerciales globales, en los avances en biología evolutiva y en las relaciones laborales nacionales. Varios años después, Nash consiguió regresar a la universidad, donde imparte clases de matemáticas.

[3] El dilema del prisionero es un problema fundamental de la teoría de juegos que muestra que dos personas pueden no cooperar incluso si en ello va el interés de ambas. Fue desarrollado originariamente por Merrill M. Flood y Melvin Dresher mientras trabajaban en RAND en 1950. Albert W. Tucker formalizó el juego con la frase sobre las recompensas penitenciarias y le dio el nombre del "dilema del prisionero" (Poundstone, 1995). La enunciación clásica del dilema del prisionero es: La policía arresta a dos sospechosos. No hay pruebas suficientes para condenarlos y, tras haberlos separado, los visita a cada uno y les ofrece el mismo trato. Si uno confiesa y su cómplice no, el cómplice será condenado a la pena total, diez años, y el primero será liberado. Si uno calla y el cómplice confiesa, el primero recibirá esa pena y será el cómplice quien salga libre. Si ambos confiesan, ambos serán condenados a seis años. Si ambos lo niegan, todo lo que podrán hacer será encerrarlos durante seis meses por un cargo menor. Vamos a suponer que ambos prisioneros son completamente egoístas y su única meta es reducir su propia estancia en la cárcel. Como prisioneros tienen dos opciones: cooperar con su cómplice y permanecer callado, o traicionar a su cómplice y confesar. El resultado de cada elección depende de la elección del cómplice. Por desgracia, uno no conoce qué ha elegido hacer el otro. Incluso si pudiesen hablar entre sí, no podrían estar seguros de confiar mutuamente. Si uno espera que el cómplice escoja cooperar con él y permanecer en silencio, la opción óptima para el primero sería confesar, lo que significaría que sería liberado inmediatamente, mientras el cómplice tendrá que cumplir una condena de 10 años. Si espera que su cómplice decida confesar, la mejor opción es confesar también, ya que al menos no recibirá la condena completa de 10 años, y sólo tendrá que esperar 6, al igual que el cómplice. Y, sin embargo, si ambos decidiesen no cooperar y permanecer en silencio, ambos serían liberados en sólo 6 meses. Confesar es una estrategia dominante para ambos jugadores. Sea cual sea la elección del otro jugador, pueden reducir siempre su sentencia confesando. Por desgracia para los prisioneros, esto conduce a un resultado regular, en el que ambos confiesan y ambos reciben largas condenas. Aquí se encuentra el punto clave del dilema. El resultado de las interacciones individuales produce un resultado que no es óptimo, en el sentido de eficiencia de Pareto en el que un cambio hacia una nueva situación que al menos mejora la situación de un individuo, resulte sin hacer que empeore la situación de los demás; existe una situación tal que la utilidad de uno de los detenidos podría mejorar, incluso la de ambos, sin que esto implique un empeoramiento para el resto. En otras palabras, el resultado en el cual ambos detenidos no confiesan domina al resultado en el cual los dos eligen confesar. 

[4] David L. Rosenhan fue un psicólogo judío de nacionalidad estadounidense, conocido por el Experimento de Rosenhan de 1972, que fue publicado en la revista Sciencie con el título «On being sane in insane places» (‘sobre estar cuerdo en sitios de locos’). Estudió psicología en la Universidad Yeshiva, en 1953 obtuvo su título de máster y en 1958 obtuvo su doctorado en psicología. Además de su célebre experimento, sus contribuciones pasan por ser uno de los pioneros en utilizar y aplicar la psicología en los procesos judiciales y legales, junto con el estudio e investigación en el área de la psicología educacional. Terminó su carrera como profesor emérito en el Departamento de Psicología de la Universidad de Stanford. 

[5] Leopold Robert Spitzer es profesor emérito de psiquiatría y psicólogo. Ha pasado la mayor parte de su carrera en la Universidad de Columbia en Nueva York, Estados Unidos y forma parte de la facultad de investigación del Centro de la Universidad de Columbia para la Capacitación e Investigación Psicoanalítica. Es el arquitecto de la moderna clasificación de los trastornos mentales o DSM. Se retiró en diciembre de 2010, tras haber sido uno de los psiquiatras más influyentes del siglo XX. Spitzer encabezó 1973 la decisión de la APA para eliminar la homosexualidad de su lista de trastornos mentales. En mayo de 2001 se presentó en Nueva Orleans, en la conferencia anual de la Asociación Psiquiátrica Americana, lo que un escritor de la Asociación de prensa científica llamó “un nuevo estudio explosivo”. El estudio llamó la atención de los medios de comunicación mundiales. El Dr. Robert Spitzer, prominente psiquiatra que dirigió el equipo que suprimió la homosexualidad del Manual de Desórdenes Mentales en 1973, concluía que una orientación homosexual (y no sólo la conducta homosexual) parece que puede cambiarse en algunas personas. “Como muchos psiquiatras”, decía, “creía que la conducta homosexual podía ser reprimida, pero que nadie podía en realidad cambiar su orientación sexual. Ahora creo que eso no es cierto: algunas personas pueden cambiar y de hecho lo hacen”. 

[6] James Buchanan, fue premio Nobel de Economía en 1986, sus ideas se enmarcan en un enfoque interdisciplinar a caballo entre la Economía, la Sociología y la Teoría Política y el Derecho. Buchanan abordó temas como los modelos de votación, la teoría económica constitucional, los incentivos y motivos de los agentes políticos, la Hacienda Pública o las ventajas que los grupos de presión son capaces de extraer del marco regulativo. Durante la II Guerra Mundial sirvió a las órdenes de Nimitz, comandante de la flota del Pacífico. En 1948 se doctoró en la Universidad de Chicago, que en aquella época reunía, entre otros muchos notables, a economistas como Milton Friedman, George Stigler o Gary S. Becker; todos ellos acabarían recibiendo el Nobel. Sin embargo, fue otro liberal que impartía clases en aquel centro, el economista y filósofo social Frank Knight, quien ejercería la influencia directa más importante sobre Buchanan. Knight, que fue director de tesis de Buchanan y postuló teorías sobre el beneficio aún presentes en los manuales de economía, aplicaba el enfoque transversal que acabaría caracterizando la obra del propio Buchanan. Tras un breve paso como profesor por la Universidad de Tennessee, en 1951 Buchanan fue nombrado director del departamento de economía de la Universidad del Estado de Florida. Más adelante fue contratado por la de Virginia, donde en 1957 fundó el Thomas Jefferson Center for Studies in Political Economy (al que definía como “comunidad de estudiosos que desean preservar un orden social basado en la libertad individual”), el primero de los varios think tanks conservadores que promovió, dirigió o a los que estuvo asociado durante su dilatada carrera académica; entre ellos el Center for Study of Public Choice o el Cato Institute. Buchanan también impartiría clases en la Universidad Politécnica de Virginia y, a partir de 1983, en la George Mason, igualmente en ese Estado. Auténtico refundador de la economía política sobre bases liberales, Buchanan tenía una decidida vocación práctica: “La teoría de la elección pública, concebida estrictamente en su versión teórica, no lleva a ninguna parte, carece de objeto o legitimidad”, escribió. Entre otras numerosas ideas en materia de gestión de la hacienda pública o regulación del juego político, promovió la de anclar los topes al déficit público en el ordenamiento constitucional de las naciones. Cabe recordar que esa limitación del margen de juego presupuestario motivó hace dos años la segunda reforma de la Carta Magna española en sus más de tres décadas de historia. Aunque no puede atribuirse en exclusiva a Buchanan la teoría de la elección pública, que hunde sus raíces en la escuela de economía austríaca de Mises y Hayek, sí fue su defensor más señero desde los años cincuenta del siglo pasado. Publicó más de 30 libros, quizás el más relevante fue El cálculo del consenso (Espasa, 1980), coescrito con Gordon Tullock. Inspiró y defendió la agenda que, a partir de los años ochenta hizo propia Thatcher, Reagan y sus herederos: debilitamiento del sector público y desregulación de la Economía. 

[7] C. Alain Enthoven es un economista estadounidense. Fue Secretario Adjunto de Defensa 1961-1965 y 1965-1969 fue Secretario Asistente de Defensa para el Análisis de Sistemas. Actualmente es Marriner S. Eccles Profesor de Gestión Pública y Privada, Emérito, en Stanford Graduate School of Business. Enthoven recibió su licenciatura de la Universidad de Stanford en 1952, un M. Phil. de la Universidad de Oxford en 1954, y un doctorado del MIT en 1956. Fue Corporación RAND economista entre 1956 y 1960. Es miembro del Instituto de Medicina , miembro de la Academia Americana de las Artes y las Ciencias, y es un ex beca Rhodes.

sábado, 13 de abril de 2013

LAS CAUSAS DEL MUY PROBABLE FRACASO DE LA DEVALUACIÓN INTERNA ESPAÑOLA



Las circunstancias que vivimos en España son especialmente graves por diversas razones. El gobierno español mantiene una actitud pasiva ante la “crisis”, que se explica en parte por la espera en vano de que la devaluación interna[1] dispare las exportaciones y se recuperen las tasas de beneficios de las empresas. De este modo con el alza de la demanda externa se recuperaría el empleo. Esta absurda política, es un reflejo más del fracaso de un sistema oligárquico atento sólo a satisfacer los intereses de sus clases dominantes.
La devaluación interna será inútil por el alza de los precios de la energía y de los productos importados, que elevarán los costes de producción compensando la reducción del coste de la mano de obra. El suministro de energía de todas las fuentes no renovables (petróleo, gas, carbón y uranio) podría llegar a su máximo en tan sólo cuatro años más, según el informe publicado por Energy Watch Group[2] que no es de los más pesimistas. Estas fuentes de energía suponen el 92% de la energía primaria del mundo, lo que significa que se producirá un constante y progresivo encarecimiento de la energía y en consecuencia de la producción.

Además, muchas de las reservas de materias minerales están casi agotadas, los filones que se van descubriendo aparecen en concentraciones muy bajas, que sólo pueden ser explotados usando mucha energía; y la falta o el encarecimiento de ésta, hará que se encarezca la producción de oro, plata, cobre, estaño y tantos otros metales, o bien que su explotación ya no sea rentable, por lo que caerá en picado.
Este encarecimiento de la energía hará que la producción agrícola se encarezca, dado que es fuertemente dependiente de un empleo masivo de energía, por lo que la agricultura española perderá competitividad frente a los productos magrebíes o de Europa del Este, haciéndola más dependiente de las subvenciones comunitarias. 

Los sistemas de explotación de energías renovables que se están planteando ni llegarán a tiempo de amortiguar el alza del precio de la energía, ni tienen la capacidad de abastecer toda la demanda actual de energía fósil y de uranio. Peor aún: estos sistemas están centrados en la producción de electricidad, cuando en realidad necesitamos otros vectores energéticos y su aprovechamiento nunca va a ser pleno. Tampoco la energía de fusión, ni las nucleares de 4ª Generación[3] ni mucho menos la estafa del petróleo y el gas de esquisto explotados con el “fracking[4] van a resolver el problema.
 
Llevamos seis años de crisis  y de inactividad, mientras la situación social se agrava y se continúa reduciendo la inversión en investigación, la famosa I+D+I, que sería hipotéticamente la única vía de solución, suponiendo que haya alguna. No hay tiempo para hacer una revolución del sistema productivo a gran escala, ni hay capital, ni mano de obra cualificada que desaparece en la emigración y dentro de poco ya no habrá ni mercado de consumidores.

Es el momento de entender que el régimen dinástico ha fracasado. No ha sido capaz de superar las dificultades que le han salido al paso y ha fallecido por su corrupción, su incompetencia y su insuficiencia para garantizar la vida de la comunidad nacional. Hace falta actuar de forma decidida sobre la cuestión política y social, de forma previa a la cuestión técnica. El intento de prolongar artificialmente la vida del régimen dinástico agonizante, sólo puede causar sufrimiento, pobreza e incluso la fractura nacional. No hay vida dentro del régimen dinástico actual, ni con este rey ni con el que pongan; y en su agonía puede destruir los elementos esenciales que la nación precisa para su reconstrucción. Las medidas neoliberales que se están aplicando no buscan reactivar la economía sino garantizar la devolución de la deuda a los grandes acreedores internacionales, para lo que se está convirtiendo la deuda privada de unos pocos, en deuda pública de todos. Ese proceso de imputación ilegítima de la deuda no acabará espontáneamente, puesto que el nivel de deuda es simplemente inasumible, más de 480.000 millones de euros de rescate encubierto desde el BCE a España, sino que se continuará cargando sobre el Estado hasta que quiebre y aún después, hasta su destrucción y fragmentación en mini-Estados, en una lógica que simplemente ya no tiene sentido en un mundo de recursos menguantes.
 
Mantener el actual estado de cosas obligará a que la población tenga que menguar de la misma manera, por emigración, caída de la natalidad o como parte de la enorme mortandad que, ya sea indirectamente mediante el hambre y las revueltas, o directamente mediante guerras, se producirá a nivel mundial; y tal cosa no ocurrirá sólo en países del Tercer Mundo, sino también entre los burgueses países del Primer Mundo que se consideran a salvo de este tipo de acontecimientos.

La necesidad de actuar en el ámbito político es indudable. Si cambiamos nuestro sistema político y mantenemos el económico, como igualmente nuestros recursos serán menguantes, igualmente el poder económico volvería a apoderarse del  político y las cosas volverían al punto de partida. 

No es cierto que no haya alternativas viables al sistema actual o que la única alternativa se proponga desde la izquierda, en estos días asistimos al espectáculo que brinda la “ejemplar” monarquía comunista de Corea del Norte tan admirada por los comunistas españoles como “logro” actual ilustrativo de los delirios de la izquierda política, sin necesidad de remitirnos a ningún ejemplo histórico de salvajismo en el “gulag”. La alternativa está situada en los sistemas económicos y políticos comunitarios, no colectivistas, basados en el trabajo, la estabilidad, la erradicación de la usura y la sostenibilidad medioambiental. Los fundamentos teóricos de estos sistemas son claros: la Economía es parte de la Ecología, del mundo físico en el que nos movemos, y la una debe hallarse en equilibrio con la otra como expresión también del equilibrio del Hombre.

No podemos permitir que nuestros compatriotas vivan en la miseria, por aferrarnos a un régimen dinástico y un sistema político que nos arrastra hacia el precipicio. Necesitamos un profundo cambio en el modo de concebir nuestra existencia. Necesitamos vivir sin la ansiedad y el miedo de no saber si el año que viene tendremos trabajo o podremos pagar la hipoteca. Necesitamos vivir.




[1] Es la política económica que tiene como objetivo provocar la bajada de los precios de los bienes y servicios en un país para favorecer la exportación. Para lograrlo trata de reducir la demanda mediante la bajada de los salarios. Es decir, se busca ser más competitivo mediante la reducción del coste de la mano de obra. Además de esta reducción de los salarios reales, se reduce el gasto público para restringir el dinero circulante en la economía, forzando así a la baja la capacidad adquisitiva. Además de las dos anteriores medidas, para mantener los márgenes de beneficio presionados por la caída de la demanda, se aplica un programa de reformas estructurales en el ámbito laboral que reduzca los costes laborales de las empresas. En conclusión, ante una pérdida de competitividad, se reacciona para recuperarla descargando el coste sobre las rentas del trabajo.

[2] http://www.energywatchgroup.org/fileadmin/global/pdf/EWG-update2013_long_18_03_2013.pdf

[3] Los reactores nucleares de IV generación (Gen IV) son un conjunto de diseños teóricos de reactores nucleares actualmente bajo investigación. Para la mayor parte de estos diseños no se espera que estén disponibles para su construcción comercial antes del año 2030, con la excepción de una versión del Reactor de Temperatura Muy Alta (en inglés: Very High Temperature Reactor, VHTR) llamada la Planta Nuclear de la Siguiente Generación (en inglés: Next Generation Nuclear Plant, NGNP). La NGNP tiene que ser completada hacia el año 2021. Los actuales reactores en operación alrededor del mundo son generalmente considerados sistemas de segunda o tercera generación, con la mayor parte de los sistemas de primera generación habiendo sido retirados algún tiempo atrás. 

[4] La fracturación hidráulica o fractura hidráulica (comúnmente conocida en inglés como hydraulic fracturing o fracking) es una técnica para posibilitar o aumentar la extracción de gas y petróleo del subsuelo. El procedimiento consiste en la inyección a presión de algún material en el terreno, con el objetivo de ampliar las fracturas existentes en el sustrato rocoso que encierra el gas o el petróleo, y favoreciendo así su salida hacia el exterior. Habitualmente el material inyectado es agua con arena y productos químicos, aunque ocasionalmente se pueden emplear espumas o gases. Se estima que en 2011 esta técnica estaba presente en aproximadamente el 60% de los pozos de extracción en uso. Debido al aumento del precio de los combustibles fósiles, que ha hecho económicamente rentables estos métodos, se está propagando su empleo en los últimos años, especialmente en los EE.UU. Existe una gran alarma sobre el peligro medioambiental derivado de esta técnica, pues además de un enorme consumo de agua, es habitual que junto con la arena se incluyan multitud de compuestos químicos, cuya finalidad es favorecer la fisuración o incluso la disolución de la roca, que contaminan tanto el terreno como los acuíferos subterráneos.